Capítulo 3
Mirai cerró la puerta a sus espaldas bruscamente y se dejó caer contra la madera. Tenía los ojos abiertos de par en par y las mejillas rojas. Dejó escapar un suspiro tras recordar cómo había tenido que escabullirse del famoso cazador. Se llevó una mano al pecho solo para captar sus descontrolados latidos.
Ella era un hombre lobo. Él era un cazador de hombres lobo. Genial. Por supuesto que no había razones para no llamar la atención de Mikey.
Nótese el sarcasmo.
—Mirai, ¿estás bien? —cuestionó Hikari, con el ceno fruncido.
Ella estaba tejiendo en la sala cuando su hermana había llegado. Se llevó un buen susto por el sonido de la puerta pero, cuando fue a quejarse, contempló el ensemismado estado de la castaña. Se quedó callada durante unos segundos, analizándola.
La protagonista movió su cabeza de lado a lado negando. Se incorporó rápidamente y esbozó una sonrisa con dirección a su hermana menor. Debía fingir que no había pasado nada y que no estaba nerviosa porque acababa de regresar de pasar tiempo con el hombre que quería cortarle la cabeza.
—Por supuesto, Hi —contestó, yendo en su dirección. Se quitó la capucha de la cabeza y caminó hacia a la lumbre que ardía en la chimenea frente a la silla en la que se encontraba Hikari. Acercó las manos al fuego y dejó que el calor le abrazara los dedos—. Estoy perfectamente.
Hikari la miró inquisidoramente, tan intensamente que consiguió que su hermana se percatara de ello.
—¿Qué sucede? —preguntó Mirai, frontando sus manos ya calientitas.
—¿Y la leña? —cuestionó nuevamente la azabache, colocando la tela que estaba tejiendo sobre su regazo solo para cruzarse de brazos.
La joven protagonista puso los ojos en el techo analizando la cuestión, sin caer muy bien en la raíz del asunto. Solo entonces se percató de que había dejado la leña fuera de casa en su afán por escapar de Mikey. Cerró los ojos bruscamente y se golpeó la frente indignada. Era una tonta despistada.
—Mirai, tienes la cabeza en el cielo —comentó entre risas bajas la menor, retomando su tarea con una sonrisa. Ya no le sorprendía nada de su hermana.
Mirai asintió consecutivas veces, avergonzada. Luego bajó la vista para contemplar el hermoso dibujo de un conejo que Hikari estaba tejiendo en una de las largas capuchas que se usaban en el pueblo para el frío. Se agachó embobada con la escena y sonrió de lado a lado mientras veía a su hermana dar todo de sí en su tarea.
—¿Es para Yuuki? —se atrevió a hablar. Apoyó sus codos sobre sus propias rodillas y colocó su cara entre sus manos.
Yuukine era un joven muy apuesto y concurrido del pueblo. De entre todos los varones, las damas parecían tener cierta inclinación hacia este chico y, pese a ser abominablemente popular, él parecía preferir pasar tiempo con la dulce chica que conocía desde que era apenas un bebé, así es, Hikari.
Al ser Yuukine el hermano menor de Celeste, la mejor amiga de Mirai, conocía de toda la vida a las dos hermanas de orbes grisáceos y las quería como si fueran su familia. El único problema con él es que siempre fue un niño muy enfermizo, lo que le daba doleres de cabeza a todos los que lo querían.
—Sí —respondió Hikari, con un brillo en los ojos. Sus manos se encontraban terminando de darle forma al animal mientras conversaba con Mirai—. Quiero dárselo como regalo por recuperarse de su enfermedad. Escogí el conejo porque Yuu siempre ha sido un chico dulce y cariñoso. Y es tan suave al hablar y comportarse como la piel de un conejo. Para mí Yuu es un conejo. Espero que le guste.
—Seguró le encantará —aseguró Mirai, mirando fijamente a su hermana. Siempre le había encantado ver cómo Hikari daba todo de sí por Yuukine, el joven del que estaba enamorada. La chispa que desprendían los orbes de Hikari cuando pensaba en él, cuando hacía algo para él... Al ser tan parecidos a sus ojos, Mirai se preguntaba si algún día los suyos brillarían así por alguien—. Hi es muy buena en todo lo que hace. Cocinas las mejores sopas para Yuukine, le das los mejores remedios, le tejes las mejores vestimentas de toda la aldea. Que envidia.
Hikari dejó escapar una risotada por lo alto. Soltó una de las agujas y le dio pequeñas palmadas con su mano a la cabeza de Mirai, cómo si fuera un perrito.
—¿Tienes envidia porque tú también quieres hacer todo eso bien o porque quieres que lo haga por tí?
Mirai se llevó una mano a la barbilla y se mostró pensativa. Al concluir su debate mental elevó las comisuras de sus labios a su máximo explendor, con las mejillas sonrojadas y los ojos cerrados.
—¡La segunda opción! —exclamó, completamente segura.
Aquello desencadenó las risas de ambas hermanas. Ellas eran muy unidas y se conocían como a la palma de su mano. Eran tan opuestas que se complementaban perfectamente.
En ese instante de diversión y compenetración, alguien interrumpió el ambiente. El sonido de una persona tocando desesperadamente la puerta las sacó de su alegre estado.
Mirai fue quien se puso en pie y caminó rumbo a la puerta. Hikari observaba desde su silla con una ceja alzada. Ambas estaban bastante sorprendidas.
Del otro lado del humbral, con una expresión bastante seria y la respiración entrecortada por lo tanto que tuvo que correr para llegar ahí, se encontraba Celeste. La pelirrosa solo podía mirar directamente a los ojos de su mejor amiga, cómo queriendo decirle algo sin palabras.
—¿Qué sucede, Cele?
—Rai Rai. Tienes que ver esto —susurró, tomándola del brazo.
Aunque a Mirai la tranquilizó el hecho de que se tratara de Celeste y no de cierto cazador que rondaba las calles, no pudo evitar sentir una opresión en el pecho al verla en ese estado. Después de todo, lo que su amiga había querido transmitirle sin palabras le había llegado con total claridad. Seguramente se trataba de algo que tenía que ver con su preocupante condición.
—Es urgente —añadió la de orbes dorados, haciendo un poco más de presión sobre la muñeca de Mirai, no le estaba haciendo daño, pero sí trataba de buscar confort en su cálida piel.
—Por supuesto —dijo la castaña. Miró por encima del hombro a Hikari y trató de fingir la sonrisa más real del mundo. No quería preocupar a su hermana ni levantar sospechas indebidas—. Lo siento, Hi. Tengo que irme. Cele necesita mi ayuda para... alimentar a los caballos.
—¿Alimentar a los caballos? ¿Ustedes dos? —inquirió la inteligente Hikari, mirándolas dudosamente.
—Emm... —Celeste y Mirai se observaron mutuamente, luego clavaron su vista sobre la azabache—. Sí.
Tras escuchar la respuesta perfectamente completamentada de ese par de problemáticas, Hikari solo pudo dejar escapar un suspiro. Estaba un poco cansada de todos los líos en los que se metían el duo de mejores amigas, pero no podía hacer nada cuando la miraban como dos perritos pidiéndole permiso para hacer alguna de sus locuras.
—Anda, vayan —terminó por decir, haciéndoles un gesto con la mano como si fueran indeseadas en esa casa.
—Gracias, Hi.
—Gracias, Ari —culminó Celeste, jalando de la muñeca a Mirai para que quedara fuera. Luego fue cerrando la puerta lentamente y solo al final le giñó un ojo a la menor—. No te preocupes, a mi hermano le encantará.
Hikari pestañeó consecutivas veces y sintió sus mejillas arder. Miró la tela en sus pies y soltó las agujas. Escondió su rostro rojo como un tómate entre sus manos, avergonzada por el hecho de que hasta la hermana de Yuukine sabía que ella estaba enamorada de él.
—¿Cómo lo supo? —susurró, refiriéndose al hecho de que Celeste había descubierto que aquella pieza era para Yuukine.
En el exterior estaba nevando bastante fuerte, cosa que le trajo un mal presagio a Mirai. Antes de dejarse arrastrar por Celeste hacia dónde quería, estiró una mano y capturó uno de los muchos copos de nieve que desendían del cielo. Su aliento helado se fundió con la sensación de que cosas malas estaban a punto de pasar.
Por otra parte, Celeste guió a su mejor amiga hasta la iglesia. Al ser hombres lobo, criaturas procedentes de las artes místicas y prohibidas, ellas no podían pisar el territorio de dios; debían permanecer en el esterior. Pero los pequeños contratiempos no las detendrían. Corrieron agachadas a lo largo de todo el edificio y solo se detuvieron cuando estuvieron frente a la ventana que tenía vistas hacia el lugar donde se encontraban el temible cazador y dos o tres líderes más. En silencio escondieron casi que todo su cuerpo y rostro, dejando solo de los ojos hacia arriba para poder vislumbrar con claridad todo lo que estaba ocurriendo.
Celeste se llevó un dedo a los labios y le hizo un gesto a Mirai para que no se le ocurriera hablar o ambas estarían muertas.
—¿¡Estás pidiéndonos que nos escondamos!? ¿¡Que le prohibamos a nuestros hijos que salgan a la calle a jugar!? ¿¡Que dejemos nuestras tareas y obligaciones de lado!? ¡¿Todo hasta que tú nos digas que ya cazaste al hombre lobo?! —espetó enfadado Frederick, tocando una y otra vez con su dedo el pecho de Mikey.
El cazador de la capa roja ni se enmutó. Permaneció estático y completamente serio mientras veía a aquel herrero con los aires subidos darle la charla por querer salvarles la vida. Estaba cansado de tratar con personas así y sabía cuál era la mejor forma de llevar la situación.
Cuando el tipo terminó de escupirle la cara a Mikey, el aludido tomó la mano de Frederick y la empujó lejos de sí.
—Basicamente sí —respondió cómo si nada, volteándose a ver quién era el auténtico líder de la aldea.
—Pides demasiado —mumuró triste Nicolás. Un atisbo de vergüenza por la escena que había montado Frederick también se notó en su voz. Agachó la cabeza y se revolvió el cabello—. No puedo pedirle eso a mis aldeanos. Están cansados de esconderse.
—Es temporal, solo hasta que me encargue del hombre lobo. Será mucho más difícil para mí encontrarlo y mucho más fácil para él matar personas si todos actúan como si no estuviera pasando nada —explicó el cazador, guardando sus manos en los bolsillos de su pantalón.
—Podemos hacer lo que nos pides en luna llena, pero todas las estaciones son algo...
La estrepitosa carcajada de Mikey hizo eco por toda la iglesia. Todos fijaron su vista en la dirección del joven bastante preocupados y curiosos por su reacción. Una corriente fría les heló hasta lo más profundo del alma cuando divisaron al serio y profesional hombre esbozar una aterradora y sombría sonrisa con los ojos vacíos y apagados.
Por un momento pensaron que él daba más miedo que cualquier bestia. Sintieron la necesidad de pedir perdón y arrodillarse ante él porque, a pesar de parecer joven, ese chico desprendía un aura asesina escalofriante.
—Es una estúpida creencia pensar que el hombre lobo solo puede transformarse en luna llena. —Mikey dobló su cuello solo para mirar de forma atrevesada y por encima del hombro al sacerdote de la iglesia, quien hasta el momento se había mantenido oculto detrás de una de las columnas—. ¿Verdad, Padre?
El mencionado tragó en seco y tuvo que abandonar su escondite. Completamente horroizado asintió varias veces y no se atrevió a decir una palabra más.
Tras contemplar aquello, Mirai y Celeste tuvieron que dejarse caer y esconderse por completo. Mikey había sido capaz de sentir la presencia del sacerdote, ¿qué las diferenciaba a ellas? Si los de adentro estaban asustados, el par de amigas, por un segundo, solo podían escuchar los acelerados latidos de sus corazones y sus respiraciones intentando apasiguarse.
Se tomaron de las manos, se miraron y tomaron la misma decisión. Por el momento desistían de ver, simplemente escucharían.
—La luna llena les obliga a perder el control sobre su mente, pero un hombre lobo puede transformarse perfectamente cualquier otro día del mes —informó el cazador, sin cambiar su semblante. Los vio con superioridad a todos y cada uno de ellos y caminó hasta sentarse sobre una de las sillerías de coro. Se cruzó de piernas y acomodó sus brazos a lo largo de todo el espaldar—. Ahora mismo el hombre lobo podría estar devorando a alguien. Mantienen su fuerza, su capacidad de transformación y sus habilidades físicas todo el tiempo, lo único diferente con la luna es que el deseo de sangre los consume y los obliga a perder la conciencia.
—Eso es... —intentó objetar Frederick.
—Verdad —cocluyó Mikey—. He matado más hombres lobo en mi corta vida que lo que has hecho tú en espadas en tu larga vida. He visto todo tipo de cosas y sé todo tipo de trucos. Sé lo que esas bestias planean hacer antes de que lo hagan y conozco a la perfección la forma correcta de arrancarles la cabeza. ¿Ahora entienden por qué deben hacerme caso?
Todos guardaron silencio. Se miraron mutuamente sin saber cómo responder, no les salía la voz. Nadie se atrevía a decir una palabra.
—Yo mataré a todos los hombres lobo que rondeen por la aldea. Ustedes solo tienen que callarse y seguir mis instrucciones. Para eso me pagan.
Tras escuchar aquello, Mirai sintió una opresión en su pecho. No quería llamar la atención de Celeste por su malestar, pero le fue imposible no hacerlo.
Se mordió el labio inferior tratando de contener el llanto mientras recordaba la bonita sonrisa y el tacto que esa misma persona le había obsequiado hacía apenas unos minutos. Apretó los puños contra la pared. Y, a medida que las lágrimas surcaban sus mejillas sin que ella supiera la razón, Mirai se juró que bajo ningún concepto podía volver a acercarse a esa hombre.
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Palabras del autor:
Holis, perdón por la tardanza, es que estaba esperando la nueva Portada para actualizar pero ocurrieron cosas y aquí estoy. Para la próxima será :D
Bueno ta, que carajos está pasando aquí? Alguien me explica? Que honda con Mikey? Que honda con Mirai?
Imaginen que Mikey mata a Mirai sin querer y luego descubre que es su amada y la llora para toda la vida echándose la culpa de su muerte :D
Ok no. Ignoren eso.
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Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿
~Sora.
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