Capítulo 6
Mirai no dijo una palabra en el camino de regreso al pueblo. Tenía la mirada apagada mientras sujetaba con fuerza el cadáver entre sus manos, las cuales ya no sabían si el frío era por la nieve o por la temperatura que había tomado Daniel. Su mente repasó cada pequeña sonrisa del niño como si quisiera torturarla.
¿Cuándo acabaría esa pesadilla? Ya era momento de despertar.
Mikey respetó el silencio y luto de Mirai y se limitó a simplemente protegerlos del acecho del bosque.
Gran parte de los ciudadanos se encontraban reunidos en el centro del pueblo. Frederick intentaba calmar a Maya, pero le era completamente imposible, la mujer lloraba desconsolada en sus brazos mientras su esposo veía todo desde la distancia, intentado no quebrarse por su esposa. Alrededor de estos se habían reunidos dos o tres personas preocupadas por el destino de Daniel y la familia. Otros muchos se encontraban en la distancia, con la cabeza gacha y los ojos cristalizados. Desde las ventanas de las casas cercanas, la gente también observaba destruida la escena. Ninguno hablaba.
Mikey detuvo su paso, esperando a Mirai, quien venía detrás de él. Se mostró ligeramente sorprendido cuando la vio seguir caminando de largo, cruzando la multitud, aferrada con fuerza al niño. Al final optó por seguirla desde cerca.
La joven protagonista ignoró los cuchucheos y suspiros horrorizados que se le escapan a las personas cuando la veían caminar. Ella sabía que todos estaban bastante afectados, pero eso no detendría su paso. Siguió caminando hasta colocarse frente a Maya. No dijo una palabra y clavó sus orbes sobre la madre, esperando que esta la mirara.
Maya abrió sus ojos de par en par al reconocer el rostro pálido de su hijo. Tenía los labios morados y la piel debajo de sus ojos negra, pero lo más importante era sin duda la sangre que bañaba cada rincón de la tela que le envolvía el cuerpecito.
Incapaz de creerse semejante y horrible escenario, Maya se separó de Frederick lentamente. Su llanto cesó levemente, en un estado negación. Su respiración se volvió agitada mientras miraba directamente a Mirai, esperando que le dijera que aquello era una mentira.
—Lo siento mucho —susurró la castaña, entregándole a Daniel a su madre. Entonces las lágrimas volvieron a descender por sus mejillas, esta vez en un llanto pacífico puesto que ella sabía que, en el fondo, nadie sufría eso más que Maya.
La madre sostuvo el cuerpo sin vida de su hijo y comenzó a negar con su cabeza. Su llanto volvió a hacer eco entre el silencio de la multitud. Sentía que se ahogaba lentamente y que su pecho estaba siendo aplastado por una gran roca. Era tan doloroso. Calló de rodillas al suelo y pegó su rostro a la frente de Daniel y, entre alaridos, le rogó a Dios que eso no le estuviera pasando a su bebé.
El padre no tuvo más remedio que ir corriendo dónde su mujer y abrazarlos a ambos. Trataba de contenerse, pero contemplar a su hijo y mujer así, al notar que su vida estaba completamente rota, no le quedó más remedio que romperse el también.
Mirai no se movió un milímetro. Se quedó ahí, parada, analizando aquella espantosa escena. Una flecha de nostalgia atravesó su corazón, recordándole el día en que su padre fue encontrado muerto, el mismo día en que su madre las abrazó a ella y a Hikari mientras lloraban desconsoladamente. Veía su familia sobrepuesta en esa.
—¡Tú! —gritó Frederick, rojo de la furia. Había estado mirando la escena con el corazón roto. Apuntó acusadoramente a Mikey y fue dando zancadas hasta colocarse frente al cazador—. ¡Esto es tu maldita culpa! ¡¿Para que te pagamos?!
—Para que matara al hombre lobo —contestó el rubio, manteniendo la compostura. Se vio obligado a apartar su vista de Mirai para posarla en aquel hombre—. Tengo muy en claro cual es mi trabajo.
—¡¿Entonces?! —espetó encolerizado Frederick. Tenía asombrados a todos, era muy difícil hacerlo perder la cordura, pero aquello era demasiado para un hombre que amaba a su pueblo. Sostuvo con ambas manos la capa de Mikey y lo sarandeó ligeramente—. ¡Te pagué para que mataras al hombre lobo, no para que hubiera otra víctima entre mi gente! ¡Y menos si se trata de un niño! ¡Se supone que debes protegernos!
—Frederick, será mejor que te cal... —Intentó decir su mujer, tocándole el hombro.
—¡Estoy cansado de estar calmado! —tajó con furia, dedicándole una mirada matadora a la chica. Cuando la vio retroceder asustada, devolvió sus ojos sobre los del cazador—. ¿¡Solo te importa el dinero!? ¡¿Te importan algo las vidas de mi gente?!
En ese instante, Mikey, que había tratado de contenerse, estalló por completo. Sus ojos tomaron un brillo aterrador y se separó de Frederick, quitándole sus manos de encima. Su semblante se transformó en una expresión agresiva.
—¿Estás intentado culparme por esto? —cuestionó el cazador, bastante molesto.
—¿A quién más podría culpar?
—¡Si hubieras echo lo que te dije nada de esto hubiera pasado! ¡Pero eres demasiado egocéntrico cómo para pedirles algo con lo que sabes que no estarán de acuerdo y podría provocar su desaprobación! —escupió Mikey, de forma venenosa. Había perdido los estribos. Odiaba ese tipo de personas que se creían héroes y, en el fondo, solo eran unos idiotas que no podían hacer nada por sí mismos y necesitaban atención.
—¿Eso que fue? —inquirió Frederick, frunciendo su ceño y apretando sus puños—. ¿Ahora soy yo el culpable?
—¿Quién más?
Tras aquella línea por parte de Mikey, Frederick abrió su boca para contestar, mas fue interrumpido.
—¡Basta ya! —exclamó Mirai, volteándose velozmente. Había estado clavándose las uñas en la piel para contenerse, pero ya no podía más.
Todo el mundo abrió sus ojos de par en par, incapaz de creer lo que estaban viendo. La temerosa y tímida Mirai estaba encarando con todo al cazador de la capa roja y al líder.
—¿Acaba de morir una persona y ustedes solo intentan limpiar su conciencia buscando un culpable? —cuestionó atónita la joven, secándose bruscamente las lágrimas, al ver que descendían más de las que podía secar, suspiró frustrada y las dejó libres—. ¿Qué clase de seres humanos son? ¿Dónde está su empatía? ¡¿Qué clase de monstruo piensa en encontrar culpables en una situación así?! ¡Todos sabemos que el verdadero culpable está ahí fuera y desea que esto pase! ¡No es ninguno de ustedes! ¡No es Daniel! ¡No es Maya! ¡Es el maldito hombre lobo! ¡Un poco de sentimiento por Daniel! ¡Dejen de pensar en ustedes mismos!
Por primera vez desde que tenía a su hijo entre sus manos, Maya alzó su cabeza, agradeciendo en silencio a Mirai por hacer que esos dos se callaran, comenzaba a darle bastante asco aquella escena.
Tras aquellas declaraciones, la joven protagonista simplemente negó con la cabeza, decepcionada. Miró una última vez a la pobre famila, a todos a su alrededor y a Mikey. No me dijo nada, simplemente comenzó a caminar veloz lejos de ahí.
Había sido demasiado para ella. Sentía que iba a reventar. Tristeza y furia. Agonía por su pueblo y cólera contra el causante de lo que estaba ocurriendo.
El cazador hizo algo parecido. Observó con rapidez todo a su alrededor, posó sus ojos sobre Frederick, quien se veía avergonzado. Entonces vio la dirección en la que se había ido la joven, se revolvió los cabellos y, también en silencio, comenzó a seguirla.
—¡MiMi! —llamaba mientras trataba de alcanzarla, pero la aludida lo ignoraba a propósito.
Cuando Mikey se logró colocar junto a la castaña, intentó hablarle en constantes ocasiones, intentó tomarla de la mano, intentó decir su nombre, todo en vano. Ella se negaba a decirle una palabra, y eso lo hacía sentir como un puto culo.
Entonces, al ver que Mirai estaba casi que en su destino y se disponía a subir los pequeños escalones que la llevarían a su casa, Mikey se negó a dejarla ir así. La tomó de la mano, ella se superó. Le agarró el brazo y, al sentirla apartarse más bruscamente que antes, por último la abrazó. Apresó su cintura, negándose a dejarla escapar, aun a pesar de que al principio Mirai forsejeaba para zafarse.
Tras unos segundos, la castaña dejó de moverse y escondió su rostro en el pecho del cazador, mojando su camisa con sus lágrimas. Intentó no quejarse, pero sus sollozos eran algo que no podía ocultar.
—¿Cómo lo haces? —cuestionó ella, aferrándose a la camisa de Mikey—. ¿Cómo haces para ser tan inhumano?
Mikey entrecerró sus ojos y simplemente la apretó aún más contra sí mismo. Llevó una mano a su cabeza y enredó sus dedos entre los sedosos cabellos de Mirai, de ese modo podía sostenerla mucho mejor.
—Cuando Daniel murió, cuando su madre lloraba aferrado a él... Tú no parecidas mostrar ningún tipo de sentimiento —confesó la castaña, encogiéndose de hombros. La mirada de Mikey tan carente de vida la aterrorizaba, por eso no comprendía por qué se sentía tan bien ser abrazada por un hombre así.
Él no contestó, simplemente escondió su rostro entre los cabellos de Mirai, acomodando su rostro sobre la coronilla de la cabeza de la chica. No iba a negar esa afirmación aunque quisiera solo para no asustarla. Le hubiera gustado poder decirle que estaba equivocada, pero no le iba a mentir, aunque tampoco quería soltarla.
—Es aterrador... —susurró ella, todavía sugetando con fuerza la tela de la camisa del chico.
—Lo siento. —Solo eso pudo decir Mikey, aceptando que era esa clase de hombre, pero que en el fondo no quería serlo.
Tras aquello ninguno volvió a hablar. Se limitaron a sentir el calor que le proporcionaba el contrario. Para Mikey, que había pasado toda su vida en guerra, Mirai era una abrumadora paz que lograba ponerlo en calma. Para Mirai, que había pasado una vida tranquila, Mikey representaba una tormenta a la que nunca se había enfrentado, todo lo que ningún hombre que conociera era. Ella era tan dulce y empática. Él era tan fuerte y oscuro.
Tan opuestos que nadie hubiera creído jamás que sus cuerpos encajaran tan bien juntos cuando se abrazaban con esa fuerza y sentimiento.
Instantes más tarde, Hikari abrió bruscamente la puerta de la casa, encontrándose con aquel raro escenario. Por un momento se quedó estática, mirándolos, sin saber muy bien que hacer.
Mirai sintió el sonido que provocó su hermana, así que ella se separó de Mikey, un poco recuperada de todo el shock que había representado aquella noche. Se acomodó el cabello detrás de la oreja y miró a Hikari.
—Mirai... -dijo la menor, aflojando su rudo semblante. Tenía planeado reñirle y cantarle las cuarenta por haber desaparecido así, pero al verla ahí, frente a ella, viva, Hikari no pudo evitar correr a los brazos de su hermana—. Eres una maldita idiota.
—Lo siento mucho, Hi —sinceró la castaña, devolviéndole el abrazo a Hikari.
Mirai adoraba a hermana más que a nada y por supuesto que los brazos de ella eran cálidos, pero nada que ver con los de Mikey.
Hikari le brindaba calor, Mikey la quemaba por dentro. ¿Por qué?
—No vuelvas a hacer eso —exigió la azabache, colocando una mano en la cintura de Mirai. Se había fijado en su ropa cubierta de sangre y en su piel con rastros del mismo liquido seco. No se atrevía a preguntar todavía, pero lo haría—. Vamos, debes tomar un baño.
—¿Y mamá? —preguntó la mayor, preocupada.
—Debe estar al regresar, fue a buscarte.
A Mirai la atacó un sentimiento de culpa. Agachó la mirada y dejó que Hikari la guiara al interior de la casa. Divisó una última vez por encima del hombro a Mikey, quién no se había movido ni un centímetro, no había cambiado de expresión. Incapaz de seguir sosteniéndole la mirada, volvió a clavarla en el piso.
Ese había sido un día demasiado largo.
Hikari dejó entrar a Mirai primero a la cabaña, luego se volteó con dirección al cazador. Durante unos segundos, ambos estuvieron mirándose. La pequeña no se dejaría intimidar por la fama que precedía a aquel hombre porque, fuera como fuera, él había traído a Mirai sana y salva hasta la puerta de su casa.
—No me importa la relación que tengas con mi hermana. Eso es cosa de ustedes dos —comenzó, luego esbozó una leve pero sincera sonrisa. Se inclinó en forma de reverencia prolongada y continuó—. Gracias por protegerla.
Mikey, que se encontraba de lado, también dibujó una sonrisa. Se colocó frente a frente a la pequeña azabache.
—No tuve que protegerla esta vez, pero te prometo que, si llega el día en que lo necesite, la protegeré con mi vida.
Hikari no contestó con palabras, le dedicó una mirada agradecida al cazador y ya por fin se adentró a su hogar. Cerró la puerta a sus espaldas y dejó escapar un suspiro cansado. Frunció ligeramente el ceño al contemplar a Mirai contra la pared, con las mejillas rojas, los ojos abiertos de par en par, los labios temblorosos y una mano sobre su acelerado corazón. Al parecer había escuchado todo.
Al final, Hikari solo pudo sonreír sincera. Mirai y ella tenían más en común de lo que creían.
Hikari solía adoptar esa misma posición cada vez que Yuukine le regalaba alguno de los muchos momentos de su colección de recuerdos juntos.
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Palabras del autor;
Les dejo un temazoh ahí arriba pa que lo escuchen. Es muy Mirai y Mikey en esta historia (cofcofyentodascpfcof)
Aquí me estoy pasando mi "lentamente" por el forro del culo la verdad. Siempre dije que esto era algo distinto a lo que habituaba hacer. So...
En fin, vamos lentamente descubriendo los misterios.
Si te está gustando la historia vota y comenta para que llegue a más personas ~(˘▽˘~)(~˘▽˘)~
Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿
~Sora.
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