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Capítulo 5

Hikari transportaba una cesta con comida que recién había comprado en el mercado. Tarareaba una canción por lo bajo, emocionada. Esa tarde su madre, Mirai y ella cocinarán juntas la cena. Estaba ansiosa. Hacía mucho tiempo no hacían algo juntas.

Sus pasos la obligaron a pasar por dónde se encontraba Mikey. Sus ojos traviesos se desplazaron hacia el cazador, tan estoico y serio mientras observaba todo lo que su vista le permitiera. Al contemplarlo, sus pies se detuvieron y, se obligó a apretar el agarre sobre su cesta.

¿Esa persona sería capaz de detener todo lo que estaba pasando en su pueblo? ¿Sería el cazador lo suficientemente fuerte para matar al lobo y vengar a todos... Incluído su padre?

Su mente traicionera la obligó a recordar cada segundo y sonrisa que compartió con Rei antes de que se le fuera arrancado por la bestia que los acechaba aprovechándose de su fuerza. Depositaba en aquel hombre todas sus esperanzas de que algún día se hiciera justicia.

—¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Alguien por favor! ¡Mi hijo!

Los alaridos de una mujer se vinieron sintiendo desde la distancia. La señora corría desesperadamente con lágrimas en los ojos y, mientras trataba de llegar con sus pocas fuerzas al cazador, sus pies le flaqueaban y la obligaban a caer al suelo, pero eso no importaba porque se volvía a poner en pie para seguir su recorrido. Muchos intentaron detenerla, pero ella se libraba de esos brazos de forma exagerada, golpeándolos o esquivándolos.

Hikari vislumbró a Maya dejarse caer frente a Mikey —quien había descendido completamente serio al divisar el estado en que se encontraba—. Entonces sintió un agetreo en su corazón cuando aquella mujer, que era conocida por ser fría y reservada, se abrazó a los pies del cazador.

—¡Se han llevado a mi hijo! —gritó, con la voz cortada y los labios temblándole. Su rostro parecía la encarnación del dolor y frustración. Lloraba mares—. ¡Se lo han llevado! ¡Sálvalo!

Ante aquellas palabras, toda la multitud que se había reunido dejó escapar un clamor por lo alto. Comenzaron los cuchucheos. Las mujeres se abrazaron a sus maridos. Las personas empezaron a suspirar quejimbrosas.

—Eso fue el hombre lobo.

—Dios nos ayude.

—Está atacando de día.

Decían y decían, intentaban murmurar, pero sus voces eran escuchadas con claridad.

—¿Dónde fue la última vez que lo viste? —inquirió Mikey, ignorando la pequeña revolución que se estaba formando a sus alrededores. Se agachó ligeramente y colocó una mano sobre el hombro de la mujer.

—Yo... Él... Daniel siempre solía jugar cerca de la enfermería...

Maya acumuló la poca fuerza que le quedaba para contestar y, cuando el cazador la soltó para comenzar a correr en esa dirección, ella se dejó caer por completo en el suelo. Su llanto se escuchó a lo largo de toda la calle. Se golpeaba la cabeza lamentándose.

Hikari ya no pudo contemplar ni un segundo más aquella desgarradora escena. Se mordió la lengua y comenzó a trotar rumbo a su casa, recordando como hacía unos meses, ella era Maya anunciando la desaparición de su padre.

La joven cerró bruscamente la puerta de su casa, con las lágrimas bañando sus mejillas. Intetó recomponerse antes de que su madre y hermana la vieran, pero no le dio tiempo. Nozomi y Mirai se encontraba en el comedor/sala, hablando amenamente hasta que contemplaron a la pequeña Hikari llegar en ese estado.

—¿Que sucedió? —preguntó la madre, corriendo hacia su hija.

Hikari soltó la cesta sin importarle desperdiciar la comida. Fue hacia los brazos de su madre y comenzó a llorar en su pecho. De todos los lugares del mundo, ese era el mejor para ser débil.

—Hi, ¿estás bien? —cuestionó Mirai, colocando una mano sobre el hombro de su hermana. Estaba preocupada, y no era para menos.

—Se llevó a Daniel —balbuceó la azabache, alzando su semblante triste—. La pesadilla está lejos de terminar.

Mirai retrocedió sin dar crédito a lo que escuchaba. Un pito le nubló el cerebro. Pisoteó la comida que Hikari había tirado y chocó contra la punta de la mesa. Se llevó las manos a los oídos y comenzó a negar con la cabeza.

En un pueblito tan pequeño era casi imposible no conocer a alguien, inclusive para una persona tan antisocial como Mirai. Daniel era un pequeño niño de ocho años que solía frecuentar la enfermería y llevar flores para todas las que trabajaban ahí. Siempre tenía una sonrisa. Era un poco juguetón y retozon, pero nada que no se le pudiera perdonar por lo relajante que tornaba el ambiente su vocesita.

Todos se habían confiado con la presencia del cazador, al parecer habían olvidado que había un monstruo entre las sombras. Tal vez la bestia había esperando precisamente eso para atacar y, tras cuatro días desde la llegada de Mikey, al fin había hecho su jugada.

Mirai miró a su madre abrazando a su madre. Se llenó de determinación y, apresuradamente tomó su capucha para abrir la puerta.

—¿¡Mirai, a dónde vas!?

La aludida escuchó perfectamente la llamada de Nozomi, pero la ignoró a sabiendas de lo que le esperaba. Se puso el abrigo, se colocó el gorro y comenzó a correr bosque a dentro.

Ella también era un hombre lobo. Tenía el olfato, tenía la rapidez, tenía todo lo que un canino. Miró una última vez el pueblo y  se metió entre la arboleda siguiendo el lebe instinto de que encontraría al chico. Ella conocía su olor a la perfección, solo debía seguir el rastro y lo hallaría, si tenía suerte, antes de que fuera devorado.

Comenzó a vagar por el bosque, olfateaba cada esquina, cada lugar. Entonces, tras caminar varios metros a sus fosas nasales llegó el peculiar olor de Daniel, ligado con un asqueroso aroma a sangre. Apresuró el paso y llegó a dónde provenía. Se le llenaron los ojos de lágrimas al encontrar, en una de las ramas bajas de un árbol, enganchada y cubierta de sangre, la bufanda del niño.

Varios minutos antes, Mikey se encontraba examinando un pequeño charco de sangre que había en una de las esquinas traseras de la enfermería. Se agachó y con dos de sus dedos la tocó, luego la restregó con el pulgar, comprobando que estaba fresca. Había un pequeño, casi diminuto rastro de gotas rojas que llevaban al interior del bosque.

El cazador se puso en pie y marcó rumbo siguiendo la sangre. En algún momento el rastro iba desaperciendo. El viento seguramente había movido la nieve y, cómo se trataba de un camino tan leve, era muy fácil cubrirlo. Aún así no se rindió. Y ya cuando no quedaba no una pista que seguir, comenzó a caminar sin rumbo por el bosque.

La noche se abría paso con rapidez y pronto la luna saldría. El silencio avismal que se extendía por el bosque fue perturbado por un aullido provinente de todas las direcciones. Una fría brisa sopló, haciendo temblar las hojas de los árboles y, cómo consciencia, montones de nieve cayeron.

Mikey comenzó a dar vueltas a su alrededor mientras avanzaba con pasos lentos. Por instinto se llevó una mano al mango de la espada. Sus ojos analizaban velozmente cada rincón de aquel lugar, vigilando el más mínimo movimiento.

Entonces, en medio de su busqueda, Mikey divisó a lo lejos una silueta conocida. Frunció el ceño y comenzó a caminar un poco más despreocupado hasta colocarse justo detrás de Mirai.

—¿MiMi? —La llamó, analizando cada pequeño movimiento de la castaña. Hacía dos días que no la veía. Tal parecía que esa mujer iba y venía como el viento— ¿Qué haces aquí?

La mencionada dio un respingo en el lugar. Tardó unos segundos en encontrar la fuerza suficiente para voltearse.

Mikey abrió sus ojos de par en par al contemplarla. Ella se encontraba abrazando sobre su pecho una prenda cubierta de sangre. Tenía los ojos cristalizados, relucientes como dos luceros a punto de derramar el brillo de una estrella. Sus manos temblaban ligeramente, al igual que sus labios. Tenía la cara pálida.

Él caminó lentamente hasta colocarse frente a ella. No dejó de mirarla. Con cuidado le quitó la bufanda para analizarla, Mirai no se opuso ni cambió su posición. Examinó la tela, cubierta de sangre y desgastada. Luego volvió a alzar la vista para clavarla sobre la afectada chica. No podía sospechar de ella cuando se mostraba tan rota.

En ese momento se escuchó otro desgarrador grito, esta vez era de una voz más infantil.

La joven pareja reaccionó al mismo tiempo.

—Pase lo que pase, mantente detrás de mí —advirtió Mikey, comenzando a correr primero que ella hacia el lugar del que había venido aquel alarido. No podía dejarla sola ahí y mucho menos enviarla sola hacia la aldea, no sabía qué podría atacarla. La mejor solución era llevarla con él y protegerla con su vida.

Mirai obedeció y le siguió el paso de cerca al famoso cazador. Entonces comenzó a escuchar a escuchar los gruñidos de un animal, cómo si de un perro rabioso se tratara. Observó a Mikey detenerse frente a ella e hizo lo mismo. Al verlo sacar la espada de su funda, se asomó por el lado.

Quedó en completo shock.

El niño se encontraba en el suelo, sin fuerzas para luchar, pero respirando a duras penas mientras lloraba. Un gran lobo de piel negra se hallaba mordiendo el estómago de Daniel hasta que se percató de las otras dos presencias. Entonces el animal miró en la dirección en la que se encontraban Mikey y Mirai.

Los ojos del cazador se encontraron con los de la bestia, alzó la mano empujando ligeramente a Mirai hacia atrás y lo apuntó con su arma. Desactivó el miedo y las emociones. Ahora solo quedaba un caparazón vacío dispuesto a destrozar aquella bestia. Sus ojos perdieron brillo y los entrecerró. Un aura abrumadora lo rodeó.

Durante unos segundos, el hombre lobo se debatió entre seguir devorando a su víctima o huir de ahí. Al final le pudo el sentido común tras contemplar al famoso cazador. Segundos más tardes, había abandonado la escena.

Mikey hizo el ademán de seguirlo, pero divisar cómo Mirai comenzaba a correr hacia Daniel sin importarle que la bestia no se hubiera alejado por completo lo detuvo en seco y lo sorprendió. Cuando volvió a posar sus ojos sobre el lugar donde había visto por última vez al lobo, este ya se había ido. Entonces no le quedó de otra que ir en la dirección de la protagonista.

Se agachó lentamente, clavando sus orbes sobre ella.

Mirai se encontraba llorando a mares mientras examinaba la herida en el vientre de Daniel. Se quitó la capucha, la colocó sobre el lugar y comenzó a hacer presión para tratar de detener la hemorragia.

Mikey le tomó una mano y luego apuntó al menor con su espada.

—Ha sido mordido. Si sobrevive se convertirá en un monstruo y estará maldecido de por vida —dijo, todavía con los ojos sin brillo. Iba a blander su espada para acabar con el sufrimiento de la pobre criatura pero Mirai se lo impidió.

—¿¡Eso es lo que te importa!? —espetó, tomando la hoja de la espada con su mano libre. La apretó tanto que provocó que la espada le cortara piel. Pronto su sangre se mezcló con la de Daniel—. Un niño está muriendo frente a tí y tú solo piensas en que cabe la posibilidad de que se convierta en un hombre lobo.

—Mirai...

—Si se convierte en un hombre lobo ya descubriremos la forma de que no haga daño a nadie o se cure o pueda vivir con esa maldición. ¡Pero para eso debe vivir! —espetó, soltándonse bruscamente del agarre del cazador—. Si no entiendes eso, entonces el monstruo eres tú.

El cazador abrió sus ojos de par en par, entonces no pudo blandir la espada para rematarlo. Solo le quedó observar cómo Mirai intentaba alargar esos últimos momentos agonizantes para Daniel. Ella luchaba tanto contra algo tan inevitable.

Daniel quería darle las gracias a Mirai, pero no le salía la voz y sus párpados se hacían cada vez más pesados. Antes sentía un horrible dolor, pero poco a poco se fue desvaneciendo y todo a su alrededor fue blanco. Lo último que recordaba era ver a su mejor amiga extendiéndole la mano. Él no comprendía muy bien por qué la veía si muchos le habían dicho que la niña se había ido a jugar al bosque con los lobos, pero ahí estaba y agradecía porque hacía mucho que no la veía y la había extrañado.

Entonces le tomó la mano.

Mirai sintió como la respiración de Daniel había dejado de ser lenta y ya no estaba. Soltó un gemido de dolor al contemplarlo cerrar sus ojos. La negación hizo de las suyas y continúo haciendo presión sobre la herida. Probablemente ese había sido el destino de Daniel desde que el hombre lobo lo había escogido como su próxima víctima.

—Mirai... —llamó Mikey al ver que ella no se detenía—. Se ha ido.

Mirai rompió en llanto nuevamente. Se llevó ambas manos a la cara sin importarle que estuvieran cubiertas de sangre y dejó escapar incontables gritos de frustración y agonía. Un niño acababa de morir frente a ella.

—Daniel era tan dulce... —susurró, entre jadeos. Sentía que se ahogaba con sus lágrimas—. No se merecía esto.

Mikey guardó silencio y se mantuvo a su lado hasta que Mirai encontró la fuerza suficiente para ponerse en pie. Debido a que le temblaban las piernas se tambaleó consecutivas veces y, eventualmente, casi cae de nuevo, pero gracias a su intervención no fue así. Él la capturó entre sus brazos, impidiendo que la castaña volviera al suelo de nuevo.

Mirai se apoyó en el pecho de Mikey para alzar la vista y verlo. Tuvo que cerrar sus ojitos cuando el cazador soltó su cintura y llevó ambas manos a su cara.

Mikey usó sus dedos pulgares para, de forma delicada y dulce, intentar quitar el rastro de sangre de las mejillas de Mirai. Ella había quedado hecha un desastre debido a su llanto.

Mirai abrió nuevamente sus orbes cuando las manos de Mikey ya no se encontraban moviéndose por su rostro, pero se mantenían todavía ahí. Volvió a contemplar en su mirada tan oscura como el manto de la noche, el brillo de pequeñas estrellas. Se separó, asustada. Se había mantenido tan lejos de él los últimos días para evitar algún contacto como este, pero ahí estaban.

Un poco mejor, se agachó, envolvió a Daniel con su capucha y lo cargó entre sus brazos. No le importaba que su vestido se llenara de sangre.

—¿Qué haces?

—Voy a llevarlo con su madre —respondió, segura. Le dedicó una última sonrisa entre lágrimas al niño y besó su frente.

—¿Estás segura? —inquirió Mikey, recogiendo su espada para guardarla.

—Merece un entierro digno y... —Lo miró, decidida—. Su madre merece verlo una última vez.

—No así.

Mirai guardó silencio y se negó a soltar a Daniel. A Mikey no le quedó más remedio que acompañarla hacia el pueblo.


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Palabras del autor:

Se nos está poniendo oscurito esto eh. Lo siento.

Mi idea con este finc es probar algo nuevo, espero que les guste. Voy con todo :3

Si te está gustando la historia vota y comenta para que llegue a más personas ~(˘▽˘~)(~˘▽˘)~

Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

~Sora.

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