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xxi. ella es mucho más

༺☾ ● ☽༻

Por un micro segundo no pasó nada. Ni un parpadeo, ni un susurro, ni un solo movimiento más que el sonido del viento apabullante resonando entre los arboles de Forks. Y luego con la misma rapidez todo estalló: muchas voces murmuraban y gruñían a la vez.

—Imposible

—¡Maravilloso!

Me estremecí involuntariamente bajo los brazos de Edward, cuando distinguí las palabras de los testigos, provocando que Garrett llegara como una bala a mi lado. Gentilmente me sacó de su medio abrazo y me aferró a él con firmeza a un costado de su cuerpo.

—¿De qué estás hablando, Edward? —dijo Carlisle, tomando por el hombro a su hijo adoptivo. Eleazar no estaba lejos esperando expectante la respuesta del cobrizo. Sus ojos refulgen en una emoción a la que no soy capaz de ponerle nombre.

—No es gracioso —susurre a la par que mi rubio congénere.

Yo no era capaz de tanto, ¿cierto? Estarle impidiendo usar su don No. No. Inadmisible.

Me sujeto con más fervor al cuerpo de mi creador. Por la expresión de algunos de los vampiros a mí alrededor acababa de pintarse una diana aun más grande en mi espalda.

—Ya no puedo escucharte —continúa Edward. Si lo que dice es verdad entonces es ajeno al remolino de miedo que me azota. Él sigue viéndome con fascinación y podría decir que hay un toque de orgullo en sus orbes—. Es como si no estuvieras aquí. Por más que me esfuerzo, no puedo oír que pasa por tu cabeza.

—Asombroso —musita mi maestro. A estas alturas ya imaginaba que pasaba por su mente mil formas distintas de torturarme.

—¿Cómo te sientes? —Me pregunta Carlisle al notar como prácticamente cuelgo del brazo de Garrett—. No te veo extenuada, no como la última vez.

—Estoy bien —vocalizo prácticamente sin abrir la boca. Si no fueran vampiros no entenderían una sola palabra. No le miento al patriarca del clan cuando digo que me siento bien, físicamente lo estoy. Mentalmente

—Kath —llama el lector de mentes—, ¿podrías intentar revertirlo?

Antes de que pueda responder a su petición un berrido desde dentro de la casa seguido de un gutural gruñido proveniente de Edward me sobresalta. El cobrizo mira con odio por sobre nosotros, en dirección a –supongo, por el efluvio– Alistair. Empero me enfoco en el chillido de mi niña.

Por los latidos de los corazones sé que me topare con Jacob y Renesmee. Volteo, encontrando a la semi humana luchando en el regazo del chucho. Este exhala con molestia resistiéndose a los deseos de la niña para luego terminar cediendo y sale de la mansión Cullen. Renesmee se remueve inquieta alzando sus bracitos en dirección mía. Inevitablemente, mi conmoción queda en segundo plano al ver su carita de querubín, mis labios se alzan en una pequeña sonrisa cuando la recibo en brazos. De inmediato coloca sus manos en mis mofletes, usando su don para preguntar por el alboroto en el patio. Ella, por supuesto, notó lo rígido que esta mi cuerpo.

—No es así —escupe entre dientes el padre de Renesmee. Ambas giramos hacia él, confundidas. Mi congénere estaba rebatiendo una pregunta muda. Alistair baja del pino en un fluido movimiento y Edward vuelve a gruñir, logrando que varios de nosotros nos tensemos augurando una pelea. Afianzo a Ren más cerca. Garrett se pega a mi lado derecho, dejando a la niña en medio de ambos, detrás está Jacob y casi puedo escuchar cómo se erizan sus vellos.

—¿No? Mientes —alega el nómada—. Todos lo hemos notado, pero nadie se atreve a decirlo en voz alta.

—Ella es libre de irse cuando así lo desee, ninguno de nosotros se lo impediría —El semblante de Edward se torna agresivo, enojado—. Y francamente, no me importa lo que pienses.

En respuesta, el vampiro de cabello negro, lanza una seca carcajada. —¡Ella ni siquiera intentaría largarse! ¡Preservar su vida! —Entonces se dirige a mí, su mirada rojiza encuentra la mía, buscando, lo que creo, es una respuesta a su diatriba. Pero lo que sea que quiera, no lo encuentra, pues cierra los ojos exasperado—. Pobre de ti, Katharina. ¿Tanto poder de que te servirá?

La mención de mi nombre, aunque distorsionado, hace que mis dos acompañantes y yo le lancemos una mirada interrogante. ¡Era de mi de quien hablaban! Su última frase, el tono grave con el que hablo, me pone más nerviosa.

—Alistair —interviene Carlisle, pero no obtiene contestación alguna de él. Por consiguiente, se dirige a su hijo: —¿Alguien tendría la amabilidad de explicarnos que sucede?

—Pasa que no puedo creer que me haya metido en este lío, Carlisle. ¡Qué buena manera de tratar a tus amigos! —Le enfrenta el nómada, provocando que Emmett y Rosalie se acerquen inquietos por el tono de Alistair. Sin embargo, Edward les hace un gesto con la mano, en un intento de tranquilizar a sus hermanos. Él está seguro de que, pese a sus palabras, no atacara a nadie. Menos al médico rubio—. Todos deberían irse mientras puedan, esconderse en lo más recóndito de este maldito planeta mientras haya oportunidad —Continua.

Kate y Tanya sueltan a la par un bufido.

—Nada te retiene aquí, Alistair —No puedo evitar decir. Ren se aferra con más fuerza a mí. Ella permanece extrañamente callada, expectante. Ni su mente me muestra sus pensamientos.

—Desgraciadamente, al parecer a ti sí —Me contesta.

—Tú mismo lo dijiste, no me voy porque no quiero. Y lo que haga o no, no es de tu incumbencia. Así que guarda tus comentarios.

—¡No ves lo que intentan hacer contigo, Katharina! Representaras el sacrificio de la Dama para dar Jaque Mate.

—Ella es mucho más que una simple pieza de ajedrez —masculla Edward. Su postura me dice lo muchísimo que se abstiene de hacer algo más que hablar.

—¿La Reina acaso? —Se burla el nómada.

Edward suelta un gruñido, mas quien responde es Eleazar: —Jamás usaríamos a alguien de la forma en que insinúas, a nadie aquí presente —dice con la mano alrededor de su compañera, Carmen. El clan Denali se posiciona cerca de nosotros y luce desafiante—. Mucho menos a los integrantes de nuestra familia.

—Llegaste a la conclusión equivocada. Pero es muy simple: nosotros no abandonamos a nuestra familia —prosigue Kate, mirando primero a Garrett y luego a mi cuando lo dice. La implicación tácita está ahí. Esme toca mi hombro por detrás, hasta colocarse a mi lado izquierdo. La sonrisa que nos da es hermosa.

Ambos clanes, Cullen y Denali, nos observan con un brillo de orgullo y afecto, provocando que una calidez me recorra las venas, es un calor que no sentí desde mi conversión y que se instala con fuerza en mi cuerpo.


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