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Epílogo

UNOS AÑOS DESPUÉS

La novia alisó su vestido color marfil desviando de nuevo su mirada hacia el espejo. Una horquilla que le sujetaba el pelo se había movido apenas unos milímetros, pero lo suficiente para que ella no estuviera satisfecha con su peinado. La colocó adecuadamente y sonrío algo nerviosa.

Esta si era la boda de sus sueños, la que ella y el novio querían y como quería. Él le había pedido que no escatimara en gastos, que todo lo que ella deseara para su boda, lo tendría. Y así había sido.

El destino elegido para celebrar tan fastuosa ceremonia, había sido Mónaco, pues el Principado era el lugar idóneo para llevar a cabo la boda de los sueños de Sara, esa en la que volvería a casarse de nuevo con Carlos, el hombre de su vida. No era algo que ambos hubieran planeado, pero, Cecilia les preguntó una vez que como había sido su boda y las respuestas que le dieron a su hija ni a ellos mismos dejaron satisfechos. Así que, una noche, una vez los niños se hubieron acostados, Carlos le pidió matrimonio, llevándola al jardín de su casa y haciéndolo bajo la luz de la luna.

-¿Puedo pasar? -la alegre presencia de Charles hizo que el estómago de Sara diera un vuelco, pues que él viniera a buscarla solo podía significar que la hora señalada, ya había llegado.

-Claro que puedes, eres el padrino, te necesito -le contestó ella con una risa ligera.

-Estás muy guapa, Sara. Ese hombre se va a volver aún más loco cuando te vea.

Recibió la novia un beso en la mejilla del que era su mejor amigo, además del padrino de su hija. Dejó que él la abrazara, para así mitigar sus nervios, unos que casi no podía controlar. Asintió cuando él le preguntó si estaba lista, asiéndose a su brazo y dejando que Charles la llevara hacia el altar, donde la esperaba un nervioso Carlos.

-Él también lo está, inquieto, como tú -le confesó Charles caminando ambos por el largo pasillo que los llevaría hacia la puerta que los separaba del jardín donde tendría lugar la ceremonia, siendo el Hotel Hermitage de Mónaco, el lugar que acogía la boda del afamado piloto de Fórmula Uno, Carlos Sainz.

-¿Te puedes creer que en mi primera boda también estaba nerviosa? -se agarró Sara al brazo de Charles pues conforme avanzaban en sus pasos, sentía el corazón repiquetear de manera escandalosa- y no era por el hecho de la locura que iba a cometer, sino, porque era Carlos con quien la hacía. Es que, hasta una parte de mi odió no estar casada con él de verdad.

-Supongo que era tu corazón el que te mandaba señales, de que lo correcto era estar con él.

Le sonrió Sara a Charles, evocando en su mente aquella boda, esa que parecía abocada al fracaso, y que, años después, había desembocado con una dulce niña de 10 años, un inteligente chico de 12 y una pequeña de 5 años que era la reina de la casa. 

-¿Y vosotros que tal la noche? Alex dice que uno de los mellizos está con los dientes y no dejaba de llorar.

Le explicó Charles brevemente como Hervé, el pequeño de apenas 6 meses, no había podido dormir aquejado precisamente del dolor por el crecimiento de sus dientes, y cuando uno de los mellizos lloraba, el otro, se sumaba a la fiesta. Menos mal que contaban con la ayuda de su hija Sabinne, quien a sus 9 años se había tomado muy en serio el papel de hermana mayor. 

-Bueno, ¿preparada? -Charles se detuvo ante las puertas acristaladas que los mayordomos del Hotel les abrieron.

La música comenzó a sonar con una suave melodía, signo inequívoco de la llegada de la novia. Ella asintió a las palabras de su padrino, dando esos primeros pasos que la llevarían hacia el altar, donde de nuevo la esperaba su futuro marido. Se emocionó cuando sus tres hijos se colocaron delante de ella, queriendo así acompañarla hacia la búsqueda de su padre, quien asistía con emoción a la llegada de su mujer.

Fue percatarse de la presencia el uno del otro, y sus miradas ya solo fueron para ellos. Sonrisas algo nerviosas, y un ligero temblor que a ambos les recorrieron cuando al fin Sara se mostró ante Carlos. 

-Estás preciosa -fue lo primero que le dijo él al tomar su mano, intentando contener la emoción de un día que seguro, permanecería por siempre en su recuerdo.

-Y tú estás muy guapo.

Recibió Sara un beso de su marido, colocándose a su lado para que comenzara la ceremonia. Una que estuvo repleta de emociones, siendo sus tres hijos partícipes expresos de ella, pues se encargaron de leer varios poemas y hasta una carta que Nicolás había escrito para ellos agradeciéndoles el estar ambos en sus vida, y llevando los tres los anillos con los que se desposarían de nuevo. 

El momento esperado llegó, el de pronunciar los votos matrimoniales, los cuales Sara y Carlos hicieron acompañados de una de sus canciones favoritas, la cual interpretaba Michael Bubblé en directo para ellos.

Casi sobraban las palabras del amor que reflejaban sus rostros. Olvidadas ya todas las adversidades que tuvieron que sufrir al principio de su primer matrimonio convenido. Tomó Carlos la mano de Sara, pronunciando unas palabras que emocionaron a todos los presentes.

-Desde el momento en que te conocí, supe que eras mi persona, a la única que quería a mi lado para toda la vida. Tardamos en hacerlo, en encontrarnos, pero, el destino nos quería juntos -le sonrío emocionado Carlos a Sara, al pronunciar esas palabras que su corazón tanto anhelaba decirle- prometo reír contigo en los buenos momentos y sostenerte en los malos. Prometo ser tu refugio seguro, tu confidente y tu compañero de aventuras. Juntos, enfrentaremos cualquier desafío que la vida nos presente. Te amo hoy, mañana y siempre.

Una lágrimas resbalo por la mejilla de Sara cuando Carlos le puso el anillo en el dedo, llevándose su mano a los labios para dejar un tierno beso en ellos. Tomó aire ella, intentando infundirse valor para ser quien pronunciara las palabras que tanto deseaba decirle, pues temía echarse a llorar y no poder ni siquiera comenzarlas.

- Cuando empezó nuestra historia, dejé de intentar ser feliz, porque al estar contigo simplemente sucede. Daría la vuelta al mundo y no encontraría a nadie como tú, porque de todos los lugares donde he estado, el mejor es a tu lado. Que el tiempo nos encuentre siempre juntos.

Con los dedos temblorosos, Sara deslizó el anillo por el dedo de Carlos siendo sujetada su mano por él. Ambos se miraron ajenos a los aplausos y vítores que había a su alrededor, pues ahora mismo solo parecía que existieran ellos dos.

Un beso selló su promesa. 

La de unos corazones que siempre habían intentado estar juntos, pero que parecía que no podían estarlo.

Su amor estaba escrito.

Su color, el rojo.

Red Heart.

Gracias a todas las personas que han apoyado mi primera historia de Fórmula Uno. Solo espero haber estado a la altura y que os haya arrancado una sonrisa al leerla.

Valoro mucho vuestros votos y comentarios, y como os dije en el capítulo anterior, os invito a leer ENCORE, la cual ya se encuentra disponible en mi perfil.


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