6. Dejarte casado
AL DÍA SIGUIENTE
Sara terminó de endulzar el té y con la taza en la mano, atravesó la cocina para salir al jardín. Carlos estaba sentado en una de las butacas de mimbre de la parte cubierta del porche, pues, si bien hoy lucía un día soleado, el frío de Febrero calaba los huesos. Levantó su cabeza al ver a la morena acercarse a él con esa taza, una que acabó en sus manos, la cual agradeció con una leve sonrisa.
-¿Y él nunca supo que tú lo averiguaste? -Sara negó con su cabeza encogiendo sus hombros buscando recostarse en la esquina del sofá de ese espacioso jardín.
-No. Y mira que estuve tentada de decírselo muchas veces, pero, creo que me pudo más verlo tan enfermo que otra cosa.
-¿Y su "mujer" nunca fue a verlo?
-Mientras yo estuve con él, no. Pero, recibía muchas llamadas y cuando yo tenía que salir, puede que ella fuera. No lo sé, Carlos, y prefiero no pensar en eso -negó ella de nuevo, resoplando un par de veces tras su respuesta.
-Joder. En serio que jamás podría imaginar que Rodrigo estuviera casado y sin divorciarse, ¿porqué lo haría?
-Eso me he preguntado muchas veces, pero bueno, cambiemos de tema. Que recordar todo esto me da dolor de cabeza. Estás nervioso -le dijo Sara más como una afirmación que una pregunta.
-Así es. Siempre me pongo así antes de una presentación. Una temporada más. Nuevos retos, pero, el mismo objetivo, ganar.
-Bueno, está bien lo de tener un objetivo -le contestó ella.
-Sara -su voz le llegó a la chica como si fuera un regaño, que lo era.
-Me siento mal por estar aquí contigo, Carlos.
-¿Y porqué? -le preguntó él a la vez que la desilusión se instalaba en su estómago, afectando incluso a una parte de su corazón.
-¡Porque no me dejas colaborar económicamente en nada!
La molestia en el rostro de Sara le pareció adorable. Se sintió hasta más aliviado de que fuera eso lo que le preocupaba a la chica y no cualquier otra cosa que tuviera que ver con ellos.
-Estás en mi casa -le recordó él con infinita paciencia pues no era la primera vez que hablaban del tema.
-Vivimos juntos, lo normal es que yo aporte algo también, que para eso trabajo.
-No somos compañeros de piso, estamos casados, y creo que puedo permitirme encargarme de todo, y además, que no me da la gana, joder -el tono de su voz evidenciaba el enfado y la molestia que sentía por las peticiones de Sara. Él tenía muy claro que no iba a dejar que pagara absolutamente nada de la casa. Faltaría más.
-Eres un cabezón -se permitió ella decirle para darle un nombre al estado en el que se encontraba ahora mismo el piloto.
-Tengo una linda cabeza, si -sus palabras provocaron en Sara una sonrisa, una que por suerte, cada vez acudía más a su boca- cuéntame tus planes, anda.
-Todo depende de ti.
-¿De mi? -le preguntó él algo confuso por lo que ella le decía.
-Si. Si quieres que te acompañe a las carreras. Porque yo lo de ser ama de casa las 24 horas, como que no va conmigo.
-Puedes hacer lo que quieras, pero, me encantaría que vinieras conmigo a los circuitos -intentó Carlos que su tono de voz no mostrara la ansiedad que sentía porque ella aceptara estar con él durante las competiciones. Si bien era cierto que sus padres lo solían acompañar, lo que quería es tener a alguien a su lado a quien darle ese beso de después de una victoria. O el abrazo que lo consolara tras la derrota.
-Pero... -dejó ella ese hueco en sus palabras para que él las rellenara.
-Sin peros. Ya te he dicho que eres libre de hacer lo que quieras. Puedes quedarte aquí en Maranello mientras yo compito, o venirte conmigo -decidió Carlos alargar sus manos para dejar que ella las tomara entre las suyas. Un intenso escalofrío lo recorrió cuando sintió la calidez de su piel sobre la suya- quiero que seas libre, Sara. Que seas tú la dueña de tus decisiones.
La de ojos azulados frunció su boca un par de veces, mordiendo sus labios a continuación, gesto este que en Carlos provocó de nuevo otro vuelco en su estómago y como no podía apartar su mirada de la chica.
-Ya te dije que mientras tenga una buena conexión de internet, voy contigo a donde sea.
Las palabras de Sara produjeron en él un alivio instantáneo, pues, lo que más deseaba era precisamente eso, que estuviera a su lado en cada carrera y tenerla bien cerca. Fue tan evidente lo que su rostro demostró, que hasta la misma Sara, sonrió y soltó una pequeña carcajada.
-Nos vamos a exponer, Carlos -le recordó ella cambiando el gesto de su rostro, por otro un poco más serio.
-Pues que disfruten, porque, no les vamos a dar nada. No seré quien ayude a rellenar las páginas del corazón con detalles de mi vida.
Instintivamente, ella se mordió el labio superior. Le gustaba este Carlos con ese pequeño toque de prepotencia que no se dejaba amilanar por nadie. Se permitió mirarlo cuando pensaba que no se daba cuenta, todo erróneo, pues el piloto era muy consciente de cada mirada de la chica, algo que encontró sumamente satisfactorio.
-Tengo que ir a Ferrari. Quieren que hagamos unas cuantas cosas promocionales, ¿te apetece venir?
-Si no te importa, prefiero quedarme aquí. Tengo mucho trabajo atrasado y mi buzón está lleno de emails sin abrir -le contestó ella declinando su oferta.
-Vale. Pues creo que nos veremos para la cena entonces -Carlos se levantó, cogiendo la taza para llevarla a la cocina, gesto éste que a Sara le sorprendió, pues Rodrigo nunca hacía eso, tema este que fue motivo de muchas de sus peleas, pues ella le recriminaba que a veces la trataba como a una criada.
-¿Qué quieres cenar?
-No te preocupes. Pedimos algo y que nos lo traigan a casa.
Casa. Una palabra que tan fácilmente Carlos había pronunciado y que a ella le hizo sentir bastante cómoda, de hecho, su boca se curvó en esa sonrisa que el piloto estaba empezando a adorar en demasía.
-¡De eso nada! -le respondió Sara agitando su mano para dar más énfasis a sus palabras- que a mi no me crio la cocinera de mi casa para que no pusiera en práctica sus enseñanzas.
-¿La cocinera?
-Si. Ya sabes. Mis padres son miembros de la alta burguesía catalana, y lo de criar hijos, llámese limpiarles los mocos y demás, era algo que dejaban al servicio, por cierto, uno bastante bueno de lo bien que nos criaron a mis hermanos y a mi.
Las palabras de Sara dejaron a Carlos bastante molesto. Entendía en parte esa obsesión de Rodrigo por no dejarla sola, pues, los padres de la chica eran personas sin escrúpulos dispuestos a venderlas al mejor postor. O al que tuviera la empresa más grande.
-Veré lo que tienes en la nevera e improvisaré algo. Y mañana iré a comprar. Me apetece un buen puchero -le anunció ella ante la satisfacción del piloto.
-Oh, si, puchero. Eso si que no te lo voy a negar.
Carlos le sonrió ante la propuesta de la chica, y en un gesto impulsivo, se acercó hasta rozar su mejilla con sus labios, dejando en ellos un pequeño beso que consiguieron erizar todos los vellos del cuerpo de Sara, quien, no pudo esconder el rubor de su rostro después de este tierno gesto.
-Procuraré no tardar mucho y que no cenemos a las tantas -le prometió él casi saliendo de ese jardín.
-Avísame cuando vengas, y así lo preparo todo.
Carlos asintió con su barbilla, despidiéndose de ella con un gesto de su mano. Mientras cruzaba el comedor, su corazón palpitó de forma algo más rápida. Solo tuvo que girar su cabeza para ver a Sara mirar el jardín con una sonrisa en sus labios, y sonreír él también.
Pues cuando volviera esta noche a casa, ya no estaría solo.
MÁS TARDE
-¿Se casó con una rumana? ¿y porqué? -el escepticismo de Charles era prácticamente el mismo que sentía Carlos después de que Sara le contara todo lo que sabía sobre ese matrimonio de Rodrigo.
-No lo sé. Te he contado lo mismo que sabe ella -respondió Carlos caminando hacia su coche, pues ya era bien entrada la noche y estaba deseando volver a su casa.
-Crees que conoces a las personas, y luego resultan que se casan en secreto -la burlona voz de Leclerc le hizo a Carlos voltearse y darle una larga e intensa mirada que el piloto del principado recibió con ignorancia.
-Lo mío es diferente.
-Puede que lo de Rodrigo también lo fuera -añadió Charles, para, entrecerrar sus ojos de forma pensativa- pues la esposa de tu amigo va a heredar todos sus bienes, y no la mujer que lo ha estado cuidando los últimos meses de su vida.
-A Sara le da igual eso, Charles. De hecho, creo que le ha dejado algo en su testamento pero quiere renunciar.
-Pues que no lo haga, joder. Y menos si es dinero, y si no lo es, que lo venda. Yo conozco gente que le puede dar un buen precio por lo que sea.
-Charles Leclerc, tan materialista y práctico como él solo -esta vez fue el turno de Carlos de burlarse de él, gesto este que no molestó a su compañero.
-Si me das permiso, bueno, y si no me lo das como que me importa una mierda, voy a averiguar lo del matrimonio de Rodrigo -Carlos se detuvo en seco, dándose la vuelta y negando con su cabeza la propuesta de Charles.
-Mejor que no. Lo mismo a Sara le molesta que te lo haya contado.
-No se va a enterar, y así por lo menos arrojamos luz a todo esto -siguió insistiendo Charles abriendo mucho sus ojos para enfatizar sus palabras.
-Querrás decir que así por lo menos, te enteras tú de todo. Que mira que te gusta un buen cotilleo -le recordó su compañero encontrándose con la carcajada de este.
-Yo lo único que sé, es que tu mejor amigo no era tan santo de tu devoción como parece, pero mira, hizo una buena obra antes de morir.
-¿Cuál? -le preguntó Carlos arrepintiéndose al instante de hacer esta pregunta pues la mirada burlona de Charles, había aparecido de nuevo en su rostro.
-Dejarte casado con la chica que te gusta.
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