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20. Esos te quiero

Días después

Abrumado aún se sentía Carlos después de la confesión de Sara. Inesperada y algo que jamás pensó que ella pudiera decirle. Ni él contestarle, porque si, no había sido capaz de darle una respuesta, solo se limitó a abrazarla intentando esconder todo lo que esas palabras habían provocado en él.

Estaba enamorado de Sara. Eso era un hecho, pero, Carlos no sabía si la amaba. Y su cabeza no paraba de hacerle las mismas preguntas sobre sus sentimientos por su mujer, y todas esas preguntas, necesitaban una respuesta y él, por ahora, no podía darlas pues las palabras se le quedaban atascadas en la garganta.

Pero, la nebulosa de su cabeza, desapareció, al ver a Sara sentada en la encimera de la cocina, dando buena cuenta de un bote de helado de trufa. Su cabello medio recogido en una cola alta, despeinada, y llevando solamente una camiseta suya de Ferrari que no podía ocultar ya, su abultado vientre. Esa fue la maravillosa imagen que se encontró Carlos, al atravesar esa mañana la puerta de la cocina. El corazón se le exaltó sintiendo que ella le robaba el aliento con su presencia. 

-No me regañes, tengo antojo de helado -le pidió ella nada más verlo, adelantándose así a un futuro reproche de su marido, pues él se estaba tomando muy en serio los consejos nutricionales que les diera la ginecóloga que los atendía. 

-¿Has desayunado? -le preguntó él acercándose cada vez hacia donde ella estaba.

-Estoy en ello -le aseguró Sara levantando la cuchara para llevársela a la boca de nuevo.

-Eso no es desayunar, amor.

Sorprendido se quedó Carlos cuando la última palabra salió de su boca. Y más sorprendida se quedó Sara al escucharla. Intentó disimular, tomando de nuevo más helado, cuando se encontró con la oposición de su marido, quien le quitó el objeto y la tarrina, para dejarlo todo sobre la encimera. Se colocó él entre sus muslos, poniendo sus manos sobre ellos.

-Carlos -su nombre sonó en los labios de Sara como una pregunta, una que necesitaba que Carlos respondiera y no la sumiera más en esta desazón que sentía, pues pensaba que su amor no era correspondido por él. 

-Creo que te quiero, Sara, y sin el creo -una sonrisa salió del rostro de la chica al escuchar esa confesión que tanto había deseado de él.

-Yo también te quiero, aunque eso ya lo sabes -fue la respuesta que ella le dio, colocando sus manos sobre su cuello, perdiéndose en esa mirada chocolate que tantas promesas le mostraba.

-A mi bebé la quiero con locura, igual que a su madre. Joder, Sara, que creo que siempre he estado loco por ti.

Lo calló con un emocionado beso, uno tierno que desató en Carlos todos sus instintos más primarios. Porque esta mujer era suya y de nadie más. Y seguiría luchando de la misma manera, para que ella lo siguiera siendo. Sus manos buscaron como quitarle esa camiseta que tan bien lucía en ella, dejándola medio desnuda sobre la encimera.

-No quiero más dramas, Carlos -le pidió ella ayudándolo a despojarse él también, de esa camiseta que tanto le estorbaba- quiero disfrutar de mi embarazo con mi marido y quiero que él me haga el amor cada vez que se lo pida, porque voy a tener las hormonas muy revolucionadas y voy a necesitar que me atiendas bien.

Una pícara sonrisa salió de la boca del piloto, quien tomó a su mujer por las caderas y después de alzarla de la encimera, la llevó en brazos hasta salir ambos de la cocina.

-Y bien dispuesto que voy a estar a darte lo que necesites. Pero, en la cama, que para lo que quiero hacerte, necesito que estés bien cómoda.

Un mes después

La última carrera llegó y con ella el final del mes de Julio. 

El circuito de Spa recibió a la joven pareja con curiosidad y con los fans deseosos de saber el sexo del bebé que esperaban. Por deseo expreso de ambos, solo su familia más allegada, sabían que sería una niña, al resto, decidieron ocultárselo y dejar la sorpresa para cuando llegara ese momento.

-Por la barbilla, yo diría que es un niño -sintió Sara los dedos de Max Verstappen, como tomaban su rostro y lo giraba un poco, siendo observada con mucha atención tanto por él como por Kelly, su pareja.

-Pues para no darte la razón, yo digo que es niña -le contradijo Kelly compartiendo una sonrisa cómplice con la chica.

Sara se había adaptado perfectamente a este mundo. Había congeniado bastante bien con todas las novias y mujeres de pilotos, incluso con Melissa, quien desde aquel día en la piscina, se comportaba muy atenta con ella.

-¡Qué más da lo que sea! estáis de un pesado con el bebé -las palabras y el rostro de fastidio de Lando Norris sorprendieron a la joven madre, más si el piloto de McLaren se levantó de muy malas formas de su asiento en esa cafetería donde estaban reunidos.

Sara no perdió detalle de su marcha, encontrándose con la mirada molesta de Kelly y varias negaciones de cabeza por parte de Max.

-¿Qué es lo que le pasa con mi bebé? -les preguntó Sara pues cada vez era más consciente de las malas formas que el de pelo rizado tenía con ella. 

-No es con el bebé, es contigo -recibió Max un codazo de su novia nada más pronunciar esas palabras, sumiendo a Sara aún más en la desazón que la atenazaba a causa del piloto. 

-Explícate, Max -le pidió ella, teniendo que rogarle un par de veces para que él se atreviera a hablar.

-Son sólo rumores -le explicó el piloto rubio- yo no los creería, pero...

-Dicen que Lando está enamorado de Carlos y que algo hizo para que él y su anterior novia, Isa, lo dejaran -completó Kelly las palabras de su novio, dejando a Sara aún más sorprendida.

-Conocía a Isa. Era y es un encanto de chica. Yo tampoco entendí porqué Carlos la dejó -les confesó Sara mordiéndose el labio de forma nerviosa.

-Yo creo que Lando está celoso, y por eso te trata así -siguió relatándole Max, sacando él mismo, sus propias conclusiones.

Y aunque cambiaron de tema, centrándose en lo que harían esas vacaciones, Sara no podía obviar el hecho de que al parecer había una persona enamorada de su marido. 

Aquella noche, y una vez que el joven matrimonio estaban en su habitación de hotel, Sara decidió preguntarle a Carlos aquello que no paraba de dar vueltas en su cabeza y que amenazaba en algo su paz mental. 

Estaba sentada en la cama, cuando Carlos salió de la ducha, ofreciéndole una amplia sonrisa al ver a su chica esperando por él.

-¿Y mi bebé? -se arrodilló Carlos frente a Sara, poniendo una de sus manos en su vientre. Aún era pronto para notarlo, algo que ambos estaban deseando.

-Todo bien, amor, no te preocupes -le respondió Sara dejando que él rozara sus labios unos buenos segundos.

-De acuerdo. Y ahora viene cuando me dices que te pasa.

Sonrió Sara moviendo su nariz de un lado a otro, pues, a pesar del poco tiempo que llevaban juntos, Carlos parecía conocerla bastante bien. Alargó su mano para tomar la suya, y dejar que se sentara frente a si, y poder hablar con sus rostros apenas a pocos centímetros uno del otro.

-¿Te puedo hacer una pregunta? -quiso saber ella, encontrándose con la mirada de Carlos, el cual asintió con su barbilla- ¿tú has tenido algo con Lando?

El rostro de Carlos se tornó sorprendido, perplejo al asimilar las palabras que Sara le decía.

-¿Con Lando? no. Para nada. ¿Porqué lo preguntas?

-Pues... porque he escuchado rumores en el paddock y dicen que él está enamorado de ti.

Carlos chasqueó su lengua un par de veces, llevándose a continuación las manos al rostro. El tema de Lando era algo que le fastidiaba, y por eso había intentado mantener a su mujer alejada de él, pensando que le afectaría.

-No son rumores, Sara, lo está -le confirmó él, sorprendiendo aún más a la chica, pues no esperaba esta respuesta.

-Oh, joder, con razón me mira como si me odiara.

-¿Te ha dicho algo? ¿o te ha hecho algo? -se alteró Carlos pensando que el niñato le hubiera hecho algo a su mujer que pudiera alterarla.

-No, no te preocupes. Solo me contesta un poco mal, pero, ahora es cuando lo entiendo todo -buscó Sara la mano de Carlos para ponerla sobre su vientre. Este gesto siempre los calmaba a ambos. Cuando estaban más nerviosos o preocupados, tener sus manos cerca de su bebé, hacía que todo se volviera menos inquieto.

-Cuando estaba con Isa -empezó a contarle Carlos queriendo desahogarse con su mujer- fuimos una noche a una fiesta después de una carrera. Lando bebió más de la cuenta y lo llevé a una terraza privada que había para que tomara el aire. Me confesó que estaba enamorado de mi y me besó. Me pilló tan de improviso que cuando quise apartarlo, fue tarde, pues Isa lo vio. Salí detrás de ella intentando explicarle, pero no me creyó. Me dejó. Y tiempo después me enteré que el mismo Lando le había dicho que ambos éramos amantes. 

-¡Pero que mal bicho es Lando! -exclamó Sara una vez que Carlos terminó de contarle todo. 

-Y más de lo que crees. Desde entonces no le hablo. Le pedí que no se acercara más a mi, pero se ve que tendré que decirle que no se acerque también a ti.

-Siento lo de Isa. Era una buena chica. Me caía muy bien.

-En su momento, yo lo sentí, pero ahora... -la mano de Carlos acarició el vientre de su mujer, buscando su mirada para poder fijarla en ella- jamás querría volver atrás, al pasado. Volvería a revivir todo otra vez con tal de acabar así. Contigo en mis brazos y con mi bebé en tu vientre. Te quiero, Sara, más de lo que alguna vez quise a alguien. 

-Bueno, Carlos, yo es que he decidido que eres la última persona a la que voy a querer en la vida.

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