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13. Hacer que se vuelva loca

AL DÍA SIGUIENTE

Carlos se bajó del simulador bastante cabreado. Por suerte, no era un circuito de verdad pues de ser así, hubiera estrellado su coche en la primera curva. Su mente no estaba ni mucho menos todo lo concentrada que requería el ejercicio de hoy. Sara y el embarazo era en lo único que podía pensar.

-¿Me dices que te pasa o tengo que emborracharte? -Charles le dio un puñetazo en el hombro pues se había percatado que a su compañero y amigo, le sucedía algo, y a juzgar por el gesto tan apesadumbrado que portaba, estaba seguro de que era grave.

-Que bien me conoces -cogió aire Carlos, dejándolo salir después todo lo lentamente que podía, para poder desahogarse con Charles, algo que tanto necesitaba- voy a ser padre.

-¡Me cago en la puta, Carlos! ¡Te advertí sobre Rebecca y no me has hecho caso, desgraciado! -a punto estuvo Leclerc de irse a por Carlos y propinarle una buena tunda, decepcionado por lo que su amigo le gustaba. Nunca le gustó la americana. Con esos aires de grandeza y creyéndose de nuevo la reina del paddock, cuando solo era una aprovechada que no tenía donde caerse muerta.

-¡Joder! ¡No! No es de ella -gritó Carlos intentando que Charles lo escuchara.

-¿Qué no es de ella? Pero... ¡serás desgraciado! -siguió gritándole Charles cada vez más enfadado por la actitud de un Carlos al que casi ni reconocía.

-Es de Sara. ¡De Sara!

Carlos se zafó del agarre de Charles después de gritarle la verdad, una que dejó a Charles perplejo, pero, mucho más tranquilo, pues prefería que si él iba a ser padre, el bebé fuera de Sara y no de alguna cualquiera.

-Lo siento. Carlos. Lo siento. Pensé que era de Rebecca y me he enfadado -se disculpó Charles viendo como su amigo se dejaba caer en uno de los sofás de la sala.

-No me he acostado con Rebecca, Charles. He podido hacerlo, pero no he querido. Así que deja ya de echármelo en cara. Bastante tengo con lo que tengo.

-¿Y qué tienes?

-La madre de mi hijo me odia -se quejó Carlos con amargura recibiendo una negación de cabeza por parte de su amigo. 

-Algo que no me extraña.

-Y el bebé lo cambia todo. 

Echó la cabeza hacia atrás Carlos, pensando en todo lo que tenía que hablar con Sara, si es que ella se dignaba a dirigirle la palabra.

-¿Cómo está ella? -Carlos abrió sus ojos, esos que había cerrado para intentar calmarse, centrándose así en las palabras de su compañero.

-Bien. Supongo. Con nauseas matutinas, sueño y algo cansada, por lo demás, creo que está bien.

-¿Y ella contigo?

-Casi ni me habla, Charles. Creo que está molesta porque... porque...

-Porque has pasado de ella, dilo. En voz alta. Has pasado de ella -las palabras de Charles le dolieron, pues llevaba en ellas toda la verdad, una dolorosa que le estaba pasando factura.

-Estaba confuso. Aún lo estoy. Que estuviera tanto tiempo con sus padres, y apenas me llamara, y luego, luego Rebecca estaba ahí.

-Aprovechándose de ti, como siempre hace. Se folló a Lando. En tu propia casa, y aún así, cuando ella chasquea sus dedos, tú vas corriendo. No te entiendo, Carlos, de verdad. Podías tener algo bueno con Sara y lo estás jodiendo.

Agitó Carlos su cabeza un par de veces siendo muy consciente de cada palabra que Charles le reclamaba. Se dejó aconsejar por él. Compartió sus miedos y temores y para cuando, minutos después, ambos terminaron de hablar, la actitud de Carlos era otra.

-Dime que quieres de verdad, Carlos. Pero lo que tú sientas -le pidió Charles a Carlos intentando que él, de alguna manera, aclarara sus negados sentimientos por Sara.

-Quiero ese bebé. Y quiero tener a la madre de ese bebé a mi lado, pero...

-Sin peros -Charles levantó una de sus manos callando así a su amigo- Sara es el campeonato. Tú eres el coche, un buen coche. Que nunca falla, y cuando falla, se arregla. El campeonato se gana carrera a carrera. Compitiendo. Luchando. Hasta conseguirlo. Así que dime, ¿quieres el campeonato?

MÁS TARDE

Sara cocinaba. Hacerlo la relajaba. Y más si algunas de sus comidas favoritas le causaban un asco extremo. Removió el contenido de la cazuela, haciéndole la boca agua con el intenso aroma que desprendía el guiso. Desde el desayuno no había probado bocado y ahora se moría de hambre.

Escuchó la puerta de la calle abrirse, tensándose al instante. 

Cuando Carlos le dijo que debían irse a Maranello para que él preparada la próxima carrera. Le pidió o más bien, le rogó que fuera con él, pues debido a su estado, no quería dejarla sola. Y ella, decidió acompañarlo para no alimentar más los rumores que relacionaban a Carlos con Rebecca.

-Hola -despejó Sara su cabeza en cuanto él entró en la cocina. Su rostro, serio pero más afable que otros días. Ella, aún cautelosa.

-Hola. 

De nuevo el silencio se instaló entre ellos. Uno incómodo e innecesario que ninguno de los dos deseaba.

-Huele muy bien -él señaló con su barbilla el guiso que ella aun removía intentando mantener de esta manera una conversación algo más amena entre ambos.

-Es estofado de ternera. Tengo un antojo.

-¿Tan pronto? quiero decir, eso no sucede cuando pasan algunos meses -Carlos se fue acercando poco a poco hacia ella, agradeciendo que Sara le respondiera y que no pusiera distancia entre ambos.

-Bueno, no lo sé exactamente cuando es, pero, si sé que tengo antojo de estofado. Y de huevos kinder, ¡dios! -río Sara al decirlo, una risa que para Carlos fue un alivio y que le hizo sonreír también.

-Por lo menos no te da por comer pepinillos con mermelada de fresa. Mi hermana no dejaba de comerlos con su primer embarazado y Manuel nació con las mejillas hinchadas.

Sara no pudo evitarlo y soltó una carcajada. Apagó el fuego y después de ponerle una tapa al guiso, buscó un trapo donde limpiarse.

-No me he acostado con Rebecca -intentó Sara no mirar a Carlos para que él no evidenciara como le afectaban sus palabras, pero, era tan difícil cuando la realidad era otra.

-Me da igual, Carlos. De verdad. Siento si estos días me he pasado contigo, pero, no somos nada, así que... -encogió ella sus hombros intentando quitarle importancia a las palabras de Carlos, cuando en realidad era que todo el tema de él con su ex, le había afectado demasiado.

-Estamos casados -la distancia que había entre ambos era cada vez más pequeña teniendo que disimular Sara el efecto que Carlos causaba en ella por su cercanía.

-Carlos, tú y yo sabemos...

No le dio tiempo a Sara a seguir hablando. Su boca fue tomada por la de Carlos con una desesperación que a ella la sorprendió. Pensó en un primer momento resistirse, pero, esos labios eran demasiado adictivos como para hacerlo y por desgracia, ella se rendía a ellos con demasiada facilidad.

-Vamos a tener un bebé. Tú y yo -las palabras de Carlos se quedaron marcadas en el corazón de Sara, como si fueran una oración que debía aprenderse de memoria- en nosotros está si queremos quedarnos en eso, ser solo sus padres o ser algo más para el otro. 

-Carlos, joder, ¿y cómo puedo confiar en ti después de todo lo que ha pasado? -recibió su mejilla una cálida caricia por parte del piloto. Las yemas de sus dedos se sentían suaves, erizando su piel con cada toque de sus nudillos.

-No te lo reprocho, el que pienses así. No quiero que estemos echándonos en cara lo que hemos hecho o dejado de hacer.

-Entonces, ¿Qué es lo que quieres? -las palabras de Sara estaban cargadas de cansancio. Más mental que otra cosa. 

Carlos la miró curvando su boca en una pequeña sonrisa, una dirigida solo a Sara.

-Fácil. Quiero una cita.

Sara aceptó salir a cenar con Carlos esta noche. Serían una pareja más que disfrutaba de la noche italiana.

Se abrochó el último botón de su camisa, satisfecho de la imagen que le mostraba el espejo. Estaba algo nervioso. Como un colegial ante su primera cita. Estaba por salir de su habitación cuando su teléfono sonó con una llamada entrante. Dudó si cogerlo, hasta que vio el nombre de Rebecca en la pantalla. Tomó aire antes de descolgar, preparado para todo lo que tuviera que decirle.

-Hola -fue el escueto saludo con el que Carlos la recibió.

-¿Hola? ¿me dejas plantada en Madrid y me recibes con un puto hola? -las palabras de Rebecca lo molestaron. Desde que había hablado con Charles, había abierto más los ojos con respecto a su ex, y más si ahora tenía a Sara tan cerca de él.

-Estoy con mi mujer. Y no te he dejado plantada. 

-¿Tu mujer? no me hagas reír. Te mueres por follarme y lo sabes.

-Rebecca. Lo siento. De verdad que siento si te di esa impresión, pero, Sara y yo estamos juntos y es con ella con quien quiero estar.

-¿Esto es por lo de Lando? ¡es tu puta venganza!

-No, no es por Lando, pero no creas que no he olvidado tu engaño. Esto es por Sara. Por mi mujer. Ahora tengo otra razón más por la que quiero estar con ella, y te pediría que no me llamarás más.

-¡Serás hijo de puta! -le gritó ella muy enfadada al percibir la ignorancia de Carlos sobre ella.

Carlos le colgó el teléfono hastiado y cansado de reproches. La melosa Rebecca apareció una noche en la que bebía solo en un bar del centro de Madrid, lamentándose por la ignorancia de Sara para con él. Se aprovechó la americana de él, regalándole el oído con perdones y promesas que creyó a pies juntillas. Y ahora, quizás demasiado tarde, se daba cuenta de la telaraña en la que ella lo había envuelto.

-¿Carlos?

Levantó el piloto su cabeza del teléfono para recibir a Sara, quien con un precioso vestido rojo, lo esperaba apoyada en el marco de la puerta.

-Estás preciosa -fueron las palabras que él usó para describir la turbadora imagen que tenía frente a si.

-¿Hablabas con ella? -vio Carlos en Sara un tono de voz algo desilusionado, y lo que no quería era precisamente eso, que ella retrocediera aún más atrás.

-Si, de alguna manera, me estaba despidiendo.

Se abrazó Sara sus brazos con los suyos sintiendo algo de frío en su cuerpo. No quería sentirse así. No quería ser de nuevo ese segundo plato que dejaban a un lado. Y no usaría a su bebé para dejar de serlo.

-Si tú aún la amas...

Carlos avanzó hacia ella. Los besos no serían suficiente para convencer a Sara de que sus intenciones con él eran sinceras. Le haría falta algo más que palabras. 

Hechos. Y de los grandes.

-No la amo -pocos centímetros eran los que los separaban. Sus alientos mezclándose y sus corazones agitados. 

Tanto que escondían ambos. 

Tanto por decirse.

Posó Carlos sus manos en el vientre de Sara, quien, contuvo la respiración al sentirlas por primera vez. La calidez de estas la emocionó. El rostro de Carlos, feliz y orgulloso de su futuro bebé, la emocionó. Alzó él sus ojos para centrar su mirada en ella, y sonreírle, la primera sonrisa verdadera y no forzada que le mostraba a Sara desde su encuentro.

-Lo amo a él. Con cada fibra de mi ser. Y también espero que su madre me ame, pero para eso, tendré que hacer que se vuelva loca por mi.

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