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Capítulo 2: PRIMERA PARTE: LA CIUDAD, EL ACCIDENTE, LA REBELIÓN.

Summary: hace frío.

Enero.

Harry está en su tercer par de botas este invierno.

Perdió el primer par en su primera gran tormenta. Había estado acurrucado contra un árbol durante horas y, finalmente, cuando pensó que la tormenta se había calmado, se paró sólo para caerse sobre sus débiles rodillas y la fuerza del viento. Se había caído, y cuando sus sentidos volvieron a él, sus botas ya no estaban en sus pies y estaba oscuro. Se preguntaba cómo se había caído, entonces, cuando se hizo de día y pudo descansar, tratando de recuperar la sensación de sus pies para poder moverse de nuevo. Intercambió diez cigarros por un par de botas viejas a un vendedor, cerca de una vía férrea vacía e ignoró la nieve que se formaba alrededor de sus dedos.

Perdió el segundo par cruzando un lago. Hacía frío y el hielo era resistente, entonces, ya no lo era y fue de esa manera que cayó al agua, así fue como ese par de botas prácticamente se desintegró debido a lo desgastadas que estaban, y también fue de esa manera cómo perdió la mitad de su comida. Cuando pudo cruzar el río, le tomó más tiempo del que tenía para deshacerse de su ropa mojada y otra hora más para reunir la energía necesaria para colocar su saco de dormir alrededor de sus hombros. Pasó la noche temblando, casi desnudo al aire libre, fue entonces cuando empezó a dudar de sus posibilidades ese invierno.

Ahora, bueno. Está en su último par de botas, que había robado de un pobre hombre muerto, y realmente no podía darse el lujo de perderlas. No ahora cuando es enero y tiene tres sólidos meses de un largo y duro invierno.

No está totalmente preocupado. La temporada de tormentas ha pasado y ha sido reemplazada por viento que lo punza y lo apuñala, pero para él es mejor el viento que la nieve. Por supuesto, los dedos de sus manos y pies se han vuelto azules, congela las lágrimas de su cara y hace que sus noches sean mucho más terroríficas de lo que ya son, pero todo lo que debe hacer es seguir moviéndose. Ha estado viviendo dentro de un auto abandonado en la autopista hace un par de noches, sólo para protegerse del viento y para protegerse de los hombres de verde —ellos han sido peor que el viento. Es en ese auto abandonado cuando se permite comer lo que le queda de su suministro de comida; dos galletas de soda y una cucharada de atún enlatado que suele cerrar con una lámina de papel aluminio. Cuando está aburrido se pinta las uñas con el esmalte negro que le pertenecía a su hermana. Contempla vivir acá por el invierno, en la calidez hogareña y la seguridad de este auto solitario, pero recuerda las reglas que se ha puesto a sí mismo. Quedarse en un lugar por tanto tiempo podría matarlo. E incluso cuando está a salvo dentro de este auto, mueve los dedos de sus pies, preparándose, y escribe en su diario las palabras que sólo él va a leer, y si tiene suerte, en la tarde, podría dormir un poco, para calmar su mente. Entonces, cuando sea de noche de nuevo, estará completamente alerta.

No está seguro porqué su cuerpo insiste en estar alerta en las noches cuando en su mente sabe que nadie vendrá. Sabe que está cerca de alguna ciudad o pueblo, pero no está cerca de ningún campamento como para tener que preocuparse por las patrullas —o algo peor, Rebeldes. Y no es como si estuviera indefenso —lleva consigo un cuchillo desde que quemó el campamento— pero a este punto, no está seguro si se quiere enfrentar a otro británico. Tal vez, si llegara a encontrar un lugar donde pudiera vivir por mucho tiempo, podría pasar sus noches durmiendo solo, a salvo, con nada más que sus pensamientos y él mismo. Porque dejó de buscar a su familia hace mucho tiempo y no hay ninguna otra persona con la que quisiera estar que ya no estuviera muerto.

Harry no sabía que el país estuviera tan lleno de árboles antes de todo esto. Puede contar con una sola mano la cantidad de veces que se encontró con una ciudad grande en los últimos tres años. Trata de evitarlas basándose en las pocas señales de tráfico que ha visto porque tienden a ser refugios para los enfermos, o son campamentos, y sería condenado si volviera a experimentar algo en alguno esos campamentos de nuevo. (Ha perdido otro par de zapatos esta vez, robados en un asalto. También se le había astillado un diente). Los árboles son fáciles de encontrar y Harry ha aprendido que donde hay árboles, es un lugar seguro. Un refugio del clima de mierda y de los soldados. Un refugio del cielo que pareciera burlarse de él cuando todo lo demás está en silencio.

Por las señales de tráfico desvanecidas en el camino, la única cosa que realmente le dicen es que, si sigue caminando en esa dirección, lo llevarán directamente a... ¿Londres? Posiblemente. No quiere terminar en Londres. Probablemente, ese sea el peor lugar para ir, especialmente con alguien que no tiene comida, ni agua ni auto.

Harry nunca ha sido una persona que conduce. Nunca ha tenido el tiempo para aprender esas cosas. Sabe cómo encender un auto con los cables y sabe cómo ponerle bencina, pero eso es todo. Sabe que el auto en el que está sentado es un Ranger rover negro y su motor no funciona, pero realmente no sabe nada más.

Es la segunda mañana de estar dentro de ese auto cuando toma una decisión. Se irá cuando el sol esté directamente arriba. Le da tiempo para prepararse, además de darle unas buenas horas para limpiarse y encontrar otro refugio antes de que oscurezca.

En el tiempo en el que la mañana pasa, se come otra galleta.

Cuando el resplandor del sol rebota sobre el techo y los asientos sucios de cuero, abre la puerta.

🔥🔥🔥  

Ahora, Harry ha aprendido que no hay un solo tipo de frío.

Está el frío húmedo, el cual es más manejable. Cuando el aire está húmedo, pesado o cae aguanieve. No tiene forma de medir la temperatura, pero sabe que eso significa que hay calidez, aunque sea un poco.

Está el frío normal; cuando hay poca nieve. La nieve viene y se va y es, definitivamente, peor de lo que se atreve a admitir, pero a veces puede convencerse a sí mismo que es frío húmedo, y se siente un poco mejor.

Está el frío con viento, el cual es malo. Porque el viento no es solo viento, son uñas, manos y cuchillos viniendo hacia él, todo al mismo tiempo. Una vez, pensó que el viento lo iba a arrastrar lejos de la carretera. Pero si podía colocarse el gorro del abrigo de una manera específica, bloquearía algo del viento y, entonces, no sería tan brutal.

Y luego está el frío seco, el cual es el peor.

Y así es como estaba hoy.

Es el tipo de frío que es tan doloroso que hace que sus brazos y piernas duelan y quemen, y su cara está partida, empezando a colocarse roja. Casi no hay viento, pero el frío nunca es tan duro y vengativo como lo es cuando no hay viento para llevarse su enojo.

Los autos en el camino se mueven ligeramente por la fuerza del viento frío mientras camina. Está soleado. A Harry no le gusta estar en la intemperie, inclinándose detrás de un auto para recuperar el aliento.

Se pregunta, algunas veces, porqué las cosas pasaron de esta manera. Sabe que hay campamentos en casi todas las ciudades grandes o algo así, escandalosamente fortificadas, así ni siquiera el ejército británico podría entrar incluso con los recursos para realizar un ataque o infiltrarse. Los campamentos que son más seguros y más estructurados que en el que había estado hace mucho tiempo, cuando el golpe había matado a los que no eran aptos, escondiendo a las niñas y mujeres en algún lado, y convirtiendo a los niños y hombres en sus soldados. (Ya habían recurrido a las fosas comunes para los muertos). Si alguna vez se encontrara con otro campamento, no está seguro de cómo sobreviviría. No es como que lo dejaran, ya que es perseguido por traición.

Y Harry sabe, ahora, que no hay mucho que pueda salir mal cuando vives con adolescentes enojados, quienes han perdido todo lo que alguna vez han amado. Él es el ejemplo vivo.

Después de una hora de caminar a un ritmo demasiado lento par su gusto, encuentra su primera salida. La salida se curva detrás de algunos árboles, más allá de su línea de visión, y el camino que ha estado tomando se extiende en lo que parece ser la nada. Se da vuelta. No puede seguir caminando por esta ruta, corriendo el riesgo de no encontrar un refugio por la noche, o puede tomar la salida y ver en dónde termina. Mira hacia arriba, a un poste de luz que está a un lado de la carretera. Las señales parecen haberse caído hace un tiempo atrás. Mira hacia abajo, donde la salida se inclina sorprendentemente. Mira hacia adelante, al camino eterno.

Toma la salida.

Se da cuenta, después de quince minutos, que fue un error.

El final de la curva revela la única cosa que ha estado evitando por los últimos meses; una ciudad. No cualquier horizonte de alguna ciudad, supone, porque sería grosero de su parte ser tan mediocre. Especialmente cuando la ciudad de Londres lo está mirando directamente, como si estuviera esperando por su inevitable llegada. El camino desciende a una neblina brumosa en la que se puede definir claramente los contornos de los edificios apagados y los ocasionales rascacielos.

Mierda. Esto se supone que no debía pasar.

Harry mira detrás de él. Puede ver dos autos vacíos. Ambos, probablemente, estarán con seguro. No puede darse el lujo de pasar otra noche en uno de esos, y sabe que una vez que se meta a un auto, se quedará ahí por días. Asume que podría tratar y esperar en la intemperie, pero con eso viene el riesgo de morir de hambre.

Crea una lista rápida en su cabeza.

Pros de ir a la ciudad: comida. Refugio.

Contras de ir a la ciudad: soldados. Campamentos. Rebeldes.

Harry hace algo que no ha hecho en al menos un año.

Saca un cigarro de su bolsillo y un encendedor de su mochila, y camina hacia la ciudad.

🔥🔥🔥 


De alguna manera, la ciudad es cálida.

También puede que sean los rayos violentos del sol, balanceándose sobre el vidrio roto, latas sucias, restos de ventanas de algunas tiendas. Tal vez es el vago refugio de los altos edificios que lo escudan del viento gélido. Tal vez es el humo ardiente que inhala con cada lento y cuidadoso arrastre de su cigarro.

Está cerca de cada pared, prácticamente abrazándolas cuando da vuelta la esquina, y luego la otra. Hay algunas tiendas por acá y por ahí, algunos departamentos, una tienda que probablemente solía tener comida, pero ahora ya no. Aprendió hace un tiempo que no le era conveniente ir a las tiendas; no tienen nada que podría servirle. Puede saquear las farmacias de los supermercados y quedarse con algunas latas de comida en las ruinas de un departamento de dos habitaciones, pero las cafeterías y los restaurantes son peligrosos, están llenos de verduras podridas y pan con esporas que podrían envenenar a un ser humano en sólo unos minutos. (Lo sabe por experiencia).

Harry se contrae ante el sonido del vidrio roto quebrándose bajo sus botas. Está todo en silencio a su alrededor. El silencio lo mastica y lo incomoda y la única cosa que puede oír es el zumbido en sus oídos.

Bueno. En vez de vagar sin rumbo, debería estar buscando un refugio.

Empuja una puerta distraídamente mientras entra. Hace un sonido chirriante por los años que no se ha usado, pero no está cerrada, lo que significa que, la mayoría de las puertas en el camino no están con llave. Esto le indica que las opciones para encontrar refugio y tener dónde quedarse son infinitas.

Harry elige el piso superior de una tienda, sin alguna razón aparente; la puerta está sin llave, le da la bienvenida como si estuviese esperando a que entrara. Puede estar cómodo acá. Es cálido, pintoresco, y le ofrece un agradable refugio del viento. Su cigarro se ha consumido en forma de cenizas grises, en el momento en el que el sol está a punto de esconderse para darle paso a la noche.

No solía fumar y nunca quiso hacerlo, esa es la cosa, pero después de una oferta hace algunos inviernos atrás de un chico del campamento, quien dijo que lo llenaría y lo iba a abrigar, perdió las ganas de resistirse. Y no le gusta desperdiciarlos, porque si hay algo que cueste mucho en estos días, es el tabaco. Además de que casi es imposible de encontrar, y es maravilloso durante los meses más fríos del año. No es como si estuviera contándolos o queriendo encontrarse con alguien.

De todas maneras, ¿realmente importa? Su cuerpo está tan acostumbrado al estrés y las bacterias, que un simple cigarro no podría afectarle. La epidemia no lo mató, después de todo.

Busca a tientas el cuchillo en su cinturón, como un tipo de precaución mientras entra tentativamente a través del umbral. Silencio —puro silencio. Nada. Estará bien. Mira hacia arriba. No hay cámaras puestas por los Rebeldes —sabe que son astutos cuando se tratan de esas cosas. Pero no guarda su cuchillo.

Cierra la puerta suavemente detrás de él, dejando afuera el aire frío. Suelta un pequeño suspiro y desea tener otro cigarro para desperdiciar. O una bolsa de papas fritas. O algo. Cualquier cosa, en realidad. Observa su alrededor; decoraciones mundanas, ventanas selladas, muebles rotos. Algunos marcos de algunas fotos rotas en el suelo, probablemente de alguno de los terremotos de antes. No está realmente seguro porqué la epidemia desencadenó una seguidilla de desastres naturales. En realidad, tampoco le importa, porque todavía está vivo.

Tararea algo para sí mismo cuando se saca la mochila, una canción que se sabe de hace mucho tiempo, pero no recuerda exactamente las palabras. Probablemente, tiene que ver con el amor. La ironía le da un poco de cosquillas.

Ni siquiera se molesta en desabrocharse el abrigo antes de colapsar en el sofá, apretando el cuchillo sólo una vez como consuelo y tranquilidad, dejando que sus ojos se cierren, sólo por un momento. Recuerda un segundo después que necesita bloquear la puerta con algo y bajar las cortinas. El sofá es lo único lo suficientemente pesado como para bloquear la puerta, las cortinas están tan comidas por las polillas que, en realidad, no hace mucha diferencia, así que extiende su saco de dormir debajo de la ventana y se acurra ahí después de empujar el sofá, bloqueando la entrada.

Se queda dormido entonces, justo cuando la oscuridad comienza a arrastrarse por el suelo de madera.

  🔥🔥🔥    


Despierta temprano la mañana siguiente, un viento frío, helado, agitando el interior de su estómago vacío y perforando la piel de sus mejillas.

Sus dedos tiemblan ligeramente mientras se sienta, de manera automática recoge sus cosas, acercándose a la ventana. La nieve cae lenta y hermosamente, agrupándose en el borde de la ventana. Sonríe para sí mismo un momento.

"Cada copo de nieve es diferente, Hazza. ¿No es genial?"

Su sonrisa desaparece. Se recuerda a sí mismo por qué no se deja vagar por ciertos lugares.

Harry deja el lugar después de algunos minutos, sólo tomándose el tiempo para liberar su vejiga y comer otra galleta. Su cantimplora está casi vacía también, por lo que tendrá que llenarla en algún punto más tarde. Crea un plan en su mente, sólo para mantenerla ocupada. Se moverá a través de la ciudad, en busca de comida. Pasará un par de noches ahí, tal vez, posiblemente se quedará en el subterráneo por un tiempo para protegerse del frío. Las suelas de sus botas se rompen mientras camina, por lo que, involuntariamente, hace muecas. Los zapatos son demasiado caros, un paquete de cigarros al menos, y eso es sólo para algún vendedor. Si se encuentra con alguien, tendrá que matarlo por sus zapatos. A él realmente no le gusta matar personas.

Hubo un escalofrío que lo recorrió al ver la mirada en la cara del soldado; salvaje, inhumana, su cabello desordenado y dientes manchados de sangre.

Harry no estaba tan herido. Su muñeca estaba hinchada, magullada, pero podía mover un poco sus dedos. Miró al hombre en el suelo, al emblema británico, al tatuaje en su mano. Un cocodrilo. El joven soldado era un cristiano. Miró el cuchillo en su mano. Sangre. Del pecho del soldado. Sangre. Roja.

Harry coloca su bufanda más arriba en su cara. Sus ojos vagan a su alrededor, buscando alguna cosa; nada.

Ese era el problema. Esa era la cosa. Está en Londres y no puede oír o ver algo. Es demasiado bueno para ser verdad.

Da vuelta una esquina. Mira alrededor. Escucha con determinación.

Nada.

Tiene que salir de esta maldita ciudad.

Sus manos se envuelven alrededor del cuchillo en su cinturón. Piensa mientras camina, rápidamente; definitivamente podría quedarse dos días, tal vez tres, con la comida que tiene ahora, y mientras tenga agua. Puede llenar su cantimplora en algún lugar al borde de la ciudad. Para ese momento, si se mueve rápido, puede salir de la ciudad.

Harry sabe que no debe probar su suerte. Ahora, convenientemente, la nieve empieza a caer más fuerte.

En diez minutos, en donde ha caminado furiosa y rápidamente, la suave ráfaga por la que ha estado viajando se ha convertido en una tormenta de nieve. Una tormenta casi blanca. De inmediato, el suelo empieza a tener una gruesa capa de nieve, lo que significa que está dejando huellas de sus pasos, lo que también significa que tiene que salir de la línea de visión antes de que algo o alguien lo encuentre.

Se detiene por un momento, entrecierra los ojos para ver a través de la difusa nieve blanca. Puede ver algunas señales por aquí y por allá, y las reconoce como direcciones para una parada de autobús o del subterráneo, en donde tendrá que acampar hasta que la tormenta pase. En un par de horas, se habrá calmado, asumiendo que es un clima típico de enero. Pasará. Pasará. Estará bien. Podrá irse. Ignora a su corazón palpitante y se mueve más rápido.

Es un subterráneo. Estar abajo probablemente es una de las cosas que más le gusta al estar en una ciudad. Es un refugio para el invierno, es silencioso y calmado. El olor es horrible, pero vale la pena porque es seguro, y la seguridad no es algo que sienta muy a menudo.

Sostiene su linterna mientras baja por las escaleras, guarda su cuchillo y se prepara. Nadie tendría que estar aquí ahora. No desea arriesgarse.

Está considerablemente más cálido, escondido de la tormenta. Pasa casi tres minutos buscando (está contando los segundos) y cuando no encuentra nada proveniente de la dirección de los rieles y de la entrada, se saca la mochila, saca su saco de dormir y lo coloca en el lugar más limpio que puede encontrar en una esquina, sacando su diario roto.

Lo último escrito tiene fecha de hace tres días, cuando encontró un par de cuerpos dentro de un auto abandonado a un lado del camino y tuvo que detenerse por una hora y media para recuperar el aliento. Le saca la tapa a su lápiz, sacudiéndolo un poco para que la tinta funcione.

Enero 20. Terminé en Londres. Que estúpido accidente. Todo está tranquilo. Me estoy quedando en alguna estación hasta que la tormenta pase.

Necesita un lápiz nuevo. Y un diario también. Ambos serán fáciles de encontrar; las personas ya no se preocupan de la literatura.

Ahora, mientras la tormenta cubre el mundo, a fuera, puede dormir.

🔥🔥🔥   


Pasos.

Despierta de inmediato.

Mierdamierdamierdamierdamierda, qué puede hacer, dónde se esconde, dónde está su cuchillo, dónde está su linterna, no respires, no hagas un sonido, no te muevas.

Son pasos. Los puede escuchar, su cabeza está despejada; voces, de algún lugar lejano, moviéndose entre los rieles, acercándose. Guarda su saco de dormir, rápida y cuidadosamente, sus cosas están en su mochila, se la coloca y saca su cuchillo. Revisa dos veces si su linterna está apagada. Trata de ir a las escaleras, pero es tarde— ya lo sabe. Los pasos ya han dado la vuelta en la esquina y se esconde en el pilar más cercano que encuentra porque ya no tiene nada más que hacer.

Está seguro de que su corazón está latiendo lo suficientemente fuerte para que las personas lo escuchen. Sus manos tiemblan, está sudando. ¿Por qué se permitió dormir?

"... no quiere darnos nada." Una de las voces dice, riéndose. Cuenta los pasos, el número de personas. Dos. Tres. Al menos hay cuatro personas, está seguro. Mierda. "Quiere que todos estemos a dieta, ¿eh? Aparentemente, soy muy gordito para ese chico."

Las voces se ríen. Cuatro. Sólo escucha cuatro. Puede vencerlos, piensa. Eso es, si puede escapar a tiempo.

"Sabes que quiere lo mejor," otro hombre dice. "Quiere dejarles la comida a los niños."

"Lo sé. Pero, escucha, los niños reciben muchas cosas. ¿Has visto sus almuerzos? No he comido una naranja en nueve meses."

Más risas.

Harry piensa que está respirando muy fuerte.

"¿Escuchaste eso?" Uno de ellos dice.

"Revisen el lugar," uno ordena. "Entonces, nos iremos."

Escucha, temblando. Considerando que fue un soldado por tres años, debería poder manejar su miedo mucho mejor. Por supuesto, eso era cuando Z estaba alrededor, y Z ya no estaba con él.

Los pasos se mueven alrededor del pilar. No lo piensa dos veces antes de girar y ensartar el cuchillo en la garganta del joven.

Su uniforme. Mierda. Es un soldado del campamento. Debe serlo, considerando su edad.

El hombre —bueno, chico— se atraganta por un momento, ahogándose en su propia sangre y cae sobre sus rodillas, y para entonces, es demasiado tarde para Harry y sólo tiene tiempo para rozar la mejilla de alguien antes de que un brazo se levante detrás de él, haciéndole una llave mientras se mueve frenéticamente, pero no grita.

Nunca grites. Nunca llores. Encuentra una manera.

Golpea, fuertemente, el pie de su captor. El hombre se queja y Harry, de alguna manera, puede colocar su cuchillo en su cuello en un ángulo débil.

"¡No!" uno de los chicos grita y Harry saca su mano antes de que un cuerpo colisione con él, oye el repugnante estallido de su propio hueso, y sólo tiene tiempo para ver la culata de un rifle antes de que golpee su sien y lo deje inconsciente.

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