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4. Violet chysanthemum

Crisantemo violeta: no soporto la idea de perder tu amor


*


En las últimas semanas, Maggie había aprendido que si querías saber si algo le sucedía a Anthony "es solo una J" Crowley debía preguntarle al Bentley. 

Sí. Sonaba ridículo decir que debías preguntar a un auto para saber como se encontraba su propietario, pero funcionaba y, para ese punto de su vida, preguntar a un auto sobre su dueño era de las cosas más normales que hacía. Dos días después que se hubiera marchado el Señor Fell y que Crowley también dejará la calle en su auto, el Bentley apareció una mañana frente a la librería, Crowley apareció un día después, había tomado un autobús y preguntó a Nina si había visto su auto. El Bentley que había sido negro el día anterior cuando llegó por su propia cuenta hasta que Crowley apareció frente al café, ahora era amarillo.

Después de un par de días en las que Crowley abandonaba la calle con el Bentley y el Bentley decidía regresar al día siguiente, con la canción de Love of my life sonando por los altavoces del auto a todo volumen todo el día, el demonio pareció aceptar quedarse en la librería. Más bien... el Bentley pareció negarse a funcionar de nuevo si no volvían a la librería cada día. Era obvio que tanto el Bentley como el demonio extrañaban la librería y al dueño de esta. La librería y las plantas también podían dar una pista de cómo se encontraba el demonio, las plantas realmente tenían miedo de Crowley, pero al mismo tiempo le tenían un cierto cariño que era inexplicable, quizás simplemente eran plantas masoquistas o tenían un síndrome de estocolmo que no podían explicar porque... eran plantas. 

Crowley había movido sus plantas a la librería un par de días después de que el Bentley se negara a moverse de nuevo, las había instalado en una habitación que no estaba demasiado ocupada y cuidaba de ellas como siempre lo había hecho, aunque ahora las plantas en lugar de temblar cada vez que lo veían, parecían... tratar de consolar... a su dueño. 

Esa mañana en específico, el Beltley volvía a ser amarillo y las plantas parecían preocupadas (si eso tiene sentido). Maggie se había encontrado con Muriel esa mañana cuando el ángel trataba de abrir la puerta, al parecer la librería le había dejado fuera otra vez. No era raro que lo hiciera, la librería reconocía a Azirafel y a Crowley como dueños, quizás tener a Muriel dentro tanto tiempo le incomodaba (otra vez, no parecía tener sentido... pero de alguna forma lo tenía) o simplemente lo hacía cuando Crowley quería estar solo. Así que no era la primera vez que el ángel estaba peleando con la puerta. 

- ¿Otra vez no quiere que entres? - preguntó Maggie al acercarse a Muriel que rogaba a la puerta porque se abriera. 

- Sí. Parece que hoy no me quiere en la librería - suspiró el ángel. - Está actuando extraño. 

- Para ser una tienda de libros... sí - Maggie trato de abrir la puerta, a pesar que podía ver que no tenía llave puesta, la puerta se negaba a abrirse - ¿cómo está Crowley? 

- Hoy... no parece estar bien. 

Maggie pensó que no se había equivocado, el Bentley parecía muy desanimado (para ser un auto) y podía ver como las plantas de la habitación del segundo piso se veían decaídas desde la ventana del segundo piso.

- ¿Qué hay de las flores? 

- Por eso salí de la tienda - suspiró Muriel señalando una gran bolsa de basura, el olor la delataba como una bolsa de flores - Estaba tratando de limpiar un poco, hay demasiadas... es como si se hubieran incrementado. Creo que no me vió... pero vi como trataba de cortar algunas que ya estaban creciendo en su cuerpo. 

- Oh... entiendo. 

Para un humano normal, llegar a ese punto sería estar muy cerca de la muerte. 

Pero Crowley no era humano, aún así... ella misma había pasado por la sensación de las flores creciendo en su cuerpo, recordaba como los pétalos se quedaban atorados en su garganta, sintiendo como un trozo de comida que no había masticado y se había quedado atorado pero aun peor porque podía sentir la fragancia de las flores salir por su boca. La sensación de ahogarse mientras trataba de escupir los pétalos de las flores. Podía sentir el dolor de cómo estas crecían en su interior y pellizcaban sus órganos... no podía imaginar el dolor que Crowley debía estar pasando en esos momentos por culpa del Hanahaki, por culpa de Azirafel. 

Quizás no estaba saliendo con Nina, no había sido rechazada por completo y cada día su relación con Nina parecía mejorar ahora que estaban unidas intentando ayudar a Crowley. No estaban juntas, pero le agradaba la relación que tenían y Nina también parecía estar un poco mejor cada día, había comenzado terapia una semana después de enfrentarse a los demonios en la librería y comenzaba a entender que su relación no era realmente sana. 

- Tenemos que hacer algo. 

- ¿Qué cosa? He leído que la enfermedad de las flores no tiene una cura. Los humanos ni siquiera saben mucho sobre ella, no saben cómo se origina o cómo las flores aparecen y comienzan a crecer dentro de los pulmones... se cree que se nutren de... ¿hormonas? o... 

- Sé que el Hanahaki no tiene cura - interrumpió Maggie, cuando Muriel comenzaba a hablar de algún tema del que había leído, era casi imposible detenerle, era tierno... pero no tenía tiempo para escucharle - pero... debe haber algo que podamos hacer. 

 Muriel le miró con confusión. Maggie le tomo la mano y le llevó dentro de la librería después de forzar un poco más la puerta... Maggie pensó que hablar con una puerta para que esta se abriera y le dejara entrar para ayudar a su amigo no era una de las 10 cosas que había pensado haría en su vida. 

*

Cuando Uriel entró a la oficina de Azirafel, lo encontró de rodillas en el suelo, con un pañuelo manchado de sangre, rodeado de flores y tosiendo en busqueda de aire (aunque no lo necesitaba). Dejó las cosas que tenía en la mano tiradas a un lado y corrió para tratar de auxiliar a Azirafel aunque no sabía qué podía hacer, simplemente permaneció a su lado a veces dando golpes en la espalda del otro ángel y ayudando a mantenerse erguido, había visto que eso ayudaba a Gabriel.  

- Oh... no, no, no... no de nuevo - susurró haciendo aparecer un vaso con agua y ofreciendolo a Azirafel una vez el ataque de tos se calmó un poco - eso es... ¿la enfermedad de las flores?

- N-no... no es... no es nada.

- ¡Claro que es algo! - Uriel parecía agitado - ¡Es lo mismo que tenía Gabriel antes de... antes de que se fuera! ¿¡por qué sucede esto!? ¡Es una enfermedad de humanos!

Nunca había visto a Uriel alterado. Uriel solía ser el ángel más centrado que había conocido, pero pensó que era natural... después de todo estaban pasando cosas que no tenían sentido. Se suponía que los ángeles no podían enfermar, ahora no podía estar seguro si los ángeles tampoco podían morir.

- ¿Esto es por el demonio Crowley? - Azirafel decidió no responder - lo sabía...

- No es lo que crees.

- Después de lo de Gabriel y Belcebú no sé qué es lo que creo. O qué es lo que... el Todopoderoso quiere...

- Uriel...

- No estoy dudando. No de Ella. Solo comienzo a preguntarme si lo que creemos del Gran Plan es lo que Ella quería del Gran Plan y no todo lo que ha sucedido... dos Armagedones frustrados no puede ser solo por un ángel y un demonio rebeldes que les gustan los humanos y las comidas elegantes. Estoy dudando del Cielo.

- ¿Alguien más... sabe de eso?

- Saraqael y yo no somos los únicos dudando de los planes del cielo si es lo que quieres saber. Hay muchos otros ángeles, pero no dirán nada... nadie quiere caer. 

Habían problemas en el Cielo. Azirafel se había dado cuenta de eso. Después de que Gabriel huyera junto con Belcebú las cosas en el cielo eran tensas. Nadie entendía que había sucedido con Gabriel, sabían que no había caído, pero también sabían que ya no era más un ángel... al menos ya no se le consideraba un ángel. Metatron lo había dicho, si otro Príncipe del Cielo caía se consideraría como una falla en la institución y no podían permitir eso, sin embargo, había pasado algo mucho peor: el Arcángel Supremo había huído con un Duque del Infierno. 

Uriel en algún momento considero que la razón por la que el Metatron había elegido a Azirafel no era más que para dar un ejemplo al cielo, uno en el que un ángel que estaba relacionado con un demonio abiertamente y había sido un traidor ahora estaba de su lado nuevamente. Un ejemplo de que el cielo no era corrupto. Que no había una falla. Azirafel se había relacionado con los humanos y con un demonio desde el inicio de los tiempos, a pesar que nadie lo respetaba en el cielo, quizás era la única forma para ocultar lo que había sucedido con Gabriel. 

- Nadie va a caer - dijo Azirafel mientras se ponía de pie con ayuda de Uriel - yo... no lo permitiré. 

- No es como que puedas hacer algo. No eres tu quien dice eso, incluso pueden hacer que seas tu quien caigas. 

- ¿Sería tan malo? 

- ¡Por supuesto que sería malo! Es el infierno, ellos... ellos son los malos. La oscuridad. ¿Has pasado tanto tiempo con el demonio Crowley que lo has olvidado?

- No... no es... no es unirnos al infierno en contra de... de Metatron, el infierno tampoco es una buena idea.

- ¿Entonces qué? 

- No... es solo... necesitamos estar de nuestro propio lado. 

- ¿'Nuestro'...? Eso no existe. No existe otro lado. 

- Sí... existe... solo... son tonalidades de gris. 

Uriel se veía confundido. No entendía a lo que Azirafel quería llegar, pero Azirafel sabía lo que tenía que hacer. Tenía que regresar a la tierra. Aunque antes había cosas de las que debía ocuparse en el cielo. 

Sintió otra bocanada de flores en su boca, sin poder evitarlo, volvió a toser. Llenó el suelo de pétalos de flores roja y algunas manchas de sangre. Pensó en lo vistosas que eran las flores rojas sobre el prístino suelo del cielo. 

*

Las flores llenaban el piso del segundo piso de la librería. Había tantas flores en el suelo que a Maggie le recordaba a las imágenes de las flores de cerezo que llenaban las calles en japón en algunas imágenes que había visto, el aroma era fuerte, todo el lugar olía a manzanas, era agradable... mientras no pensarás en que todas aquellas pequeñas flores estaban manchadas de sangre. 

- Crowley, tienes que salir en algún momento - llamó Maggie tocando la puerta de lo que suponía era el baño - no puedes quedarte aquí por siempre. 

- ugh - fue la única respuesta que recibió, al menos estaba segura que el demonio aún seguía vivo. 

- ¿Es tan malo? 

- Nunca lo había visto tan mal - respondió Muriel a su lado. - Es como... como si las flores comenzaran a crecer fuera de su cuerpo. 

- ¡Largo! - grito Crowley desde el baño. 

- Deberías salir de ahí. No... no es bueno que estés solo... 

- ¡Pruebame! 

Maggie miró a Muriel, el ángel solo se encogió de hombros mientras abrazaba un libro que había tomado de una de las repisas que seguramente aún no organizaba. 

- Anthony Crowley, si no abres la puerta en este preciso momento voy a derivarla. 

- ¡Ja! Intentalo si puedes. Es roble sólido. Estas puertas han estado en pie por 200 años y seguirán en pie hasta que se acaba el mundo. 

Además, estaba casi segura que si intentaba destruir una sola puerta de ese lugar la propia librería haría algo para sacarla... no estaba segura de que tan consiente era la librería, pero al mismo tiempo no quería tentar su suerte. Soltó un suspiro mientras se deslizaba por la puerta hasta el suelo. 

- Sé que debe ser uno de esos días - soltó por fin - deben... haber días en los que lo extrañas más que otros ¿cierto?

- ngh...  

- ¿Cuánto tiempo has pasado de esta forma? No puedo imaginar... vivir la eternidad con las flores... debe ser doloroso. Quizás lo era menos cuando creías que había un sentimiento en común... cuando podían estar juntos... pero... ¿siempre ha sido así? ¿sólo te encierras en una habitación y dejas que crezcan sin hacer nada cuando están separados por tanto tiempo? 

- No me van a matar ¿qué otra cosa haría? En algún momento van a caerse y... todo... volverá a ser lo mismo. 

Solo que no volvería a ser lo mismo. Fue de esa forma con Wilde, así fue en los 60's, si no hubieran estado en un apuro, seguramente hubiera dejado que las flores crecieran de esa forma cuando estaban tan cerca del Armagedón. Las flores siempre crecían y en algún momento debían de caerse, el Hanahaki no era eterno, las flores tenían un periodo en el que crecían y crecían, los humanos morían durante ese periodo, sus cuerpos eran atravesados por ramas, las flores echaban raíz dentro de sus venas y arterias, algunas florecían en su piel, se ahogaban con las flores en sus bocas. Normalmente este proceso se relacionaba con el mayor periodo de depresión de la persona que lo padecía, podían alargar sus vidas con ciertos medicamentos, podía aletarga lo que muchos habían llamado la primavera del corazón doliente, pero nunca detenerla. En algún momento florecería y el humano moriría. 

Pero él no tenía el lujo de morir por Hanahaki. Había pasado tantas veces por esa primavera que ya ni siquiera era doloroso. Simplemente era solitario. Razco su cuello, las flores cuando comenzaban a crecer causaban comezón, quizás lo más molesto eran aquellas flores que crecían en el rostro que varias veces llegaron a cubrir sus ojos, el aroma de las manzanas ya le era incluso molesto. 

- Eso... es incluso más cruel - susurró Maggie - ¿necesitas algo? 

- ... - Crowley miró el espejo del baño, podía ver como las flores crecían en su cuerpo, algunas aún estaban manchadas de sangre, cada brote era como una burla - déjame solo... 

Maggie no quería hacer eso. Muriel tampoco. Pero sabían que no podían hacer mucho más que eso. Morir de Hanahaki siempre era doloroso y solitario, de eso se trataba... era una enfermedad que te castigaba por enamorarte de alguien quien quizás no iba a corresponderte. 

Se puso de pie, camino hacía la puerta de la librería, Muriel le seguía, el ángel parecía nervioso por las acciones de la humana. 

- N-no... ¡no podemos dejarlo así! - exclamó - no esta bien, esta sufriendo, n-no... no podemos... 

- No podemos hacer nada - completo Maggie. 

- Pero... ¡no se supone que sea así! ¡Se supone que la enfermedad de las flores... que sea algo que impulse a los humanos a confesar sus sentimientos y... y...!

- Ellos no son humanos - le recordó a Muriel, Maggie hablaba con una sonrisa, siendo lo más tierna que podía para explicar todo a Muriel - si ellos no pueden decir lo que realmente sienten después de tanto tiempo... ¿por qué los humanos podrían?

Muriel se negaba a aceptarlo. Fue de regresó a la puerta del baño y la golpeo con fuerza y frustración. No recibió respuesta tras su primer golpe, golpeó varias veces más. 

- No golpees con tanta fuerza, no vas a romper la puerta... - regaño Crowley. 

- ¡No puede ser así! - Muriel no supo cuando comenzó a llorar - ¡No puede! ¡Tiene que decirle al Señor Azirafel como se siente! ¡Ustedes necesitan hablar y así estarán mejor!

- ... escribano... las cosas no son tan fáciles. 

- No lo entiendo - Muriel se rindió.

- ... ¿por qué te preocupas tanto por mi?

- Porque... has sido amable conmigo. 

- Te engañe. 

- Pero... me has enseñado muchas cosas de la tierra. Y... nunca había hablado tanto con alguien... desde... siempre... 

- ... Debió ser solitario estar en esa oficina... 

- Lo era - Muriel trato de ocultar su sonrisa, de todas formas nadie le veía - de vez en cuando alguien iba, pedía algo y luego se iba... de todas formas no habían demasiadas visitas... 

- Sí... recuerdo como era - suspiró Crowley. 

Muriel miró la puerta de roble. Bajo la mirada al libro que tenía en sus manos, había algunos libros sobre estrellas en la librería, algunos otros sobre plantas, había leído algunos de ellos junto con los libros de medicina que trataban el Hanahaki por curiosidad. 

- Escuché que... estabas involucrado en la creación del universo... las estrellas. - no hubo respuesta, quizás simplemente no quería hablar, pero decidió insistir un poco - yo... quería saber un poco sobre eso... ¿cómo fue...?

- Solo ayude en el concepto, nada importante... 

- Pero... sí fue importante. Quizás una de las creaciones más importantes. 

- Fue hace mucho tiempo. Y solo es un bonito papel tapiz para la tierra.

- Pero... realmente me sorprende - Muriel sonreía - es... muy hermoso. He leído algunos libros y... los humanos no parecen saber mucho sobre las estrellas aún, es algo que los maravilla todos los días. Todo lo que sé es de algunos documentos que pude ver antes en el cielo y... me sorprendió saber que tu eras... bueno... quien había dirigido ese proyecto. 

- ¿Quién te lo dijo? 

- Tu. Cuando estaba hablando del Principito. Me dijiste porque era absurdo que los baobabs crecieran en un asteroide que no tenía el espacio suficiente para sus raíces... o que no tenía oxígeno... también dijiste que habías estado en ese proyecto y... bueno... recuerdo todo lo que leo. 

- Oh... estabas escuchando. 

- Sí... ¿Por qué no lo estaría?

- Azirafel no solía escuchar cuando estaba muy concentrado en algo. Pensé que era algo normal de ángeles. 

- También fuiste un ángel. 

- Eso fue hace mucho tiempo. 

- Pero... sigues siendo mejor que muchos ángeles que conozco... 

Muriel pudo escuchar la suave risa al otro lado de la puerta de madera, se giró esperando a que Crowley dijera algo, que lo negara de alguna forma. En lugar de eso...

- Cuando estas flores se marchiten... te llevaré por un helado al parque, ¿has visto los patos antes? 

- Solo en ilustraciones... ¿qué es un helado? 

- Es... leche congelada con fresa, chocolate o vainilla... es dulce. Te gustará. 

Muriel aún no se acostumbraba a la comida humana, pero sintió un poco de alegría cuando escuchó la promesa de Crowley al otro lado de la puerta. Por su parte, Crowley aún miraba las pequeñas flores con machas de sangre que estaban a su alrededor, había pasado mucho tiempo desde la última vez que vió tantas flores juntas. 

*

Pasaron algunos días antes que Crowley pudiera levantarse del suelo del baño, aún tenía varios brotes de flores en su cuerpo, algunas flores se habían quedado en su cabello y no podía arrancarlas sin arrancar algo de cabello y que sangraran demasiado, así que decidió ignorarlos. Le dolía el pecho y la garganta por toser tanto y vomitar flores sin descanso por días. Pero no quería hacer esperar más a Muriel que se había pasado todos esos días hablando sobre patos y dando datos que él ya conocía y otros que no, incluso había pedido a Maggie que le acompañara a comprar guisantes al supermercado.

Por un momento recordó cuando llevó a Warlock una vez al zoológico cuando el supuesto anticristo tenía 4 años... era lo mismo, aunque Muriel no era humano, mucho menos era un niño pequeño, pero estaba tan emocionado como si se tratara de uno, alimentando a los patos que se reunieron a su alrededor, disfrutando del césped verde del parque y del sabor dulce del helado, todo era tan nuevo y brillante. 

En un momento terminó en medio de varios patos bebés, incluso había uno en su cabeza, mientras escribía algo en una de las libretas que siempre llevaba para hacer notas. Se acercó discretamente para ver por sobre su hombro, no se sorprendió al ver el dibujo de unos patos y algunas notas que decidió no leer. 

- ¿Te diviertes? - preguntó.

- ¡Sí, mucho! - exclamó, sus ojos brillaban de alegría - había leído mucho sobre patos y gansos pero nunca había visto tantos. Oh! también ví algunas palomas por allá y... y... creo que ví algunos cuervos... también... 

- Ruiseñores - murmuró Crowley mirando a su alrededor. 

- eh? No... no he visto ningún ruiseñor por aquí. No debe ser la época en la que emigran, supongo... 

- Sí... no importa. Hay que irnos, se hace tarde. 

- ¿Por qué? 

No quería decirlo, no creía que Muriel se diera cuenta, pero ya estaba cansado de las miradas de compasión que las personas le dirigían, había dejado pasar eso por bastante tiempo pero comenzaba a ser incómodo. Los humanos no estaban acostumbrados a ver personas con brotes, normalmente los brotes eran un símbolo de que a la persona le quedaba muy poco tiempo, Crowley había aprendido eso en el pasado y solía ocultar los brotes cuando estos aparecían, simplemente eran tantos que era imposible hacerlo ahora. Los brotes también limitaban sus milagros, lo había aprendido de mala forma en el pasado, no podía quitarlos con un milagro ni hacer que las personas que pasaran a su lado lo ignoraran. Por suerte, algunas gotas de lluvia le dieron la excusa perfecta. 

- Vamos, ya comenzó a llover. 

- uh... esta bien. 

Muriel parecía estar decepcionado, se despidió de los patos y siguió a Crowley hasta el Bentley. Llegaron a tiempo al auto amarillo antes que la lluvia empeorara y tuvieran que usar un milagro para obtener un paraguas o para secarse, lo último que quería era mojarse en un momento en el que sus milagros no funcionaban bien. 

El escribano continuaba hablando sobre los patos y otras cosas que había visto en el parque durante el camino, el Bentley decidió que estaba de humor para alguna canción de Queen que pareció gustar a Muriel y la incluyó en su lista de reproducción para volver a escuchar después. Crowley hizo una nota mental para mostrar algunas películas a Murie después, había algunas animadas que no fueran de Disney que quizás le gustarían al escribano y le mantendrían un poco distraído, quizás prepararía té o chocolate caliente e iría a dormir a otra habitación mientras Muriel se mantenía ocupado. 

Crowley se maldijo a sí mismo al darse cuenta que había adoptado a Muriel. 

*

No sabía cuánto tiempo había pasado desde la última vez que estuvo frente a su librería. La puerta estaba cerrada con llave y se veía el cartel de 'cerrado', las luces estaban apagadas y las cortinas cerradas, no podía ver el interior de su propia tienda. Toco la puerta con los dedos, pensó en abrirla... después de todo era su tienda, sabía que podría entrar aún si la puerta tenía llave, pero decidió quedarse un poco más de tiempo bajo la lluvia. 

La calle estaba vacía, sabía que solo unos pocos negocios de alrededor seguirían abiertos a esa hora, Maggie y Nina quizás ya habían regresado a casa, no sabía dónde encontrar a Crowley... bueno... quizás si lo sabía, pero sus pies lo habían llevado a la librería. Se dijo que era un tonto, pensó en regresar al cielo y pensar en un mejor plan, debía de haber un mejor plan... pero en todos sus planes siempre estaba Crowley. Necesitaba a Crowley más que nada. 

El sonido de las ruedas del Bentley lo sorprendieron un poco, se giró para ver al auto, ahora amarillo, estacionar frente a la librería, de este salió primero Muriel que parecía muy emocionado por algo, llevaba un paraguas negro, hablaba sobre algo que no pudo escuchar. Crowley también salió del auto. 

Ambos se vieron a los ojos mientras la lluvia los mojaba. Azirafel sintió como su pecho se estrujaba, sintió las flores en su garganta y tuvo que mantener la respiración para no toser. Tuvo que hacer un esfuerzo para no llorar cuando vio los brotes. 

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