2. Daisy
Margarita: inocencia y pureza
*
Las flores llenaban el suelo de la trastienda.
Nunca había escupido tantas flores, sin embargo, se alegró que no sufriera una "explosión". Ahora se encontraba tratando de quitar las flores que habían crecido en su cuerpo mientras Muriel aprendía a usar una escoba por primera vez.
- ¿Qué sucedió? - preguntó Maggie por fin - ustedes... ¿no hablaron?
- Fue una mala idea - fue la única respuesta del demonio. - Me voy.
- Oh no - Maggie y Nina lo detuvieron y lo volvieron a sentar en la silla.
No tuvieron que hacer un gran esfuerzo, había tosido tantas flores que aún se encontraba mareado, era extraño sentirse de esa forma, movió unas pocas flores que estaban en el suelo con sus zapatos. Nunca había visto tantas flores juntas, bueno, quizás una vez. Quizás no era la primera vez que se sentía débil por toser tantas flores, era extraño que un demonio o un ángel se sintieran cansados o debilitados, quizás la primera vez que se sintió cansado fue después de la caída, la segunda fue en 1967 y la tercera hace unos años cuando encontró la librería en llamas. A pesar de eso, las dos veces se había visto forzado a continuar, ambas veces lo había hecho por Azirafel... ¿ahora que quedaba? el ángel se había marchado.
Ni siquiera tenía un lugar a dónde ir, no sabía si podía regresar a su apartamento y, aún si pudiera, dudaba que el infierno continuará pagando por él. Oh... genial, tendría que comenzar a pagar las facturas o seguir viviendo en el Bentley... y dudaba que el Bentley le dejará seguir viviendo ahí.
- Tu no te mueves de aquí, no estás en condiciones de hacerlo. - regaño Maggie mientras le daba un vaso de agua, Crowley lo aceptó... vomitar flores dejaba la garganta rasposa. Aunque para esos momentos se le antojaba un trago de agua bendita o vino de misa. Nunca había probado el vino eucarístico, ¿tendría el mismo efecto que el agua bendita o sería solo vino? estaba tentado a comprobarlo (1).
- Me da miedo preguntar ¿qué fue lo que sucedió? - preguntó Nina.
- ¿Qué importa lo que sucedió? Se fue, ¿qué más dá ahora?
Nina y Maggie se vieron la una a la otra. Se sentían culpables, ellas habían empujado a esa situación... toco parecía ser tan evidente.
Mientras Crowley se debatía entre volver a su auto y tomar una siesta de quizás un par de meses o años hasta que comenzará el fin del mundo (otra vez), Muriel veía con curiosidad las flores que estaban en el suelo. Había escuchado sobre el hanahaki antes, habían algunos reportes sobre la enfermedad de las flores como muchos ángeles lo llamaban, la conocía porque era una de las pocas enfermedades que no podían ser curadas con un milagro, también había escuchado casualmente de ella cuando encontró la caja de fósforos en el cielo junto a algunas flores con sangre en el suelo. No sabía mucho sobre la enfermedad, pero sabía que era extraño que un demonio estuviera enfermo... ¿acaso no era una enfermedad que surgía por amar a una persona? para Muriel no tenía sentido.
Lo último que sabía sobre demonios era que no podían sentir amor... claro, eso se contradecía con las cosas que acababa de ver, Belcebú escapando con Gabriel por ejemplo. Realmente no tenía sentido para las cosas que había escuchado en el cielo sobre los demonios, ver las flores de manzano en el suelo y haber visto las flores en el cielo junto a la caja de fósforos.
Se suponía que los demonios no podían amar.
Se suponía que los ángeles no podían enfermar.
Las cosas estaban muy mal. Quizás siempre lo habían estado y simplemente no se había dado cuenta de eso. Muriel había comenzado a temblar y sentía que necesitaba aire (aunque realmente no lo necesitaba) y comenzó a respirar ruidosamente.
- Hey - llamó Maggie, tomando a Muriel por los hombros y ayudándole a sentarse - esta bien... respira. Inhala. Exhala...
- ¡No! No esta bien, se supone... se supone que... los demonios no pueden tener Hanahaki. Se supone que...
También se suponía que un Arcángel no podía enamorarse de un Duque del Infierno y enfermar por eso. Que un ángel sufriera de Hanahaki quizás era posible, un poco poético si querías verlo de esa forma. Pero no podía creer que los demonios también pudieran enfermar de Hanahaki, se preguntó por un momento si Lord Belcebú había enfermado igual que Gabriel aunque no tuviera sentido... es decir... ¿no se supone que el Hanahaki se debía al amor no correspondido? Había demasiadas preguntas en su cabeza como para tratar de resolverlas.
Sin darse cuenta, había expuesto todas ellas en palabras que no tenían conexión entre ellas, Nina y Maggie observaban al escribano, Crowley continuaba jugando con las flores en la punta de su zapato.
- No se trata de ser correspondido o no - hablo por fin el demonio - simplemente... es... el sentimiento del rechazo. Una persona con una relación estable puede enfermar de Hanahaki si siente que su pareja lo comienza a rechazar... es una maldita mierda ¿por qué Ella haría algo como esto?
- ¿Ella? - preguntó Nina, aunque fue ignorada.
- Supongo que... debe ser por algo. Todo es por algo después de todo, simplemente es...
- No. No te atrevas - interrumpió Crowley.
- ¿Qué?
- Ibas a decirlo ¿cierto? ¿Inefable?
- Iba a decir... que se supone que es... parte del Gran Plan.
Se suponía que los ángeles no debían dudar del Gran Plan, de lo que Dios había dicho que debía suceder, por eso ellos eran los buenos y los demonios eran los malos. Muriel era un ángel después de todo, sabía que no debía dudar del Gran Plan y no dudaba del Gran Plan... simplemente no tenía sentido que los ángeles y demonios pudieran enfermar de Hanahaki, mucho menos que un demonio pudiera enfermar por un ángel o un ángel por un demonio.
- Tengo que irme - gruño Crowley volviendo a tratar de ponerse de pie y siendo detenido por Nina de nuevo - Ay... ¡por favor! ¡Se acabó! ¿¡Qué se supone que voy a hacer esperando aquí!?
- ¡No se ha terminado! - gruño Nina, parecía realmente molesta - el señor Fell... él... ¡no pudo irse así para siempre!
- Al menos hasta que comience el fin del mundo - soltó Crowley en un susurró.
Habían detenido el fin del mundo hace solo unos años atrás. Habían construido esa frágil y pacífica existencia para ellos. Las cosas debían continuar de esa forma... en algún momento llegó a creer que Azirafel realmente estaba de su lado. Su lado, el de ellos, ellos dos contra el cielo y el infierno... o bueno, actuando a su voluntad en contraste con la del cielo o el infierno. Pero al parecer estaba equivocado. Solo quería irse.
- ¿A dónde irás? - preguntó Maggie - escuche... que estas durmiendo en tu auto. ¿Crees que van a devolverte el apartamento?
- Ugh - gruñó Crowley.
- Quizás... puedas quedarte en la librería - sugirió Muriel.
- No.
- Pero... de hecho también es tuya, por lo que sería lógico que...
- No, no es mía ¿qué parezco dueño de una librería?
- La librería te reconoce como dueño.
De la misma forma en la que el Bentley reconocía a Azirafel como dueño. Claro, la librería no era tan... consiente... como el Bentley, era más difícil que una estructura que se mantenía en un mismo lugar tuviera tanta conciencia como otro que podía moverse, aunque después de más de 100 años también había ganado cierta personalidad como era natural. Una personalidad que era muy parecida a la de Azirafel pero que muy pocas veces demostraba.
Crowley pensó que Muriel se refería a que la librería lo reconocía más a él que al escribano como dueño y que posiblemente sería menos complicado coexistir con la librería mientras Crowley se encontrara cerca que tratar de hacerlo sin él. Ni siquiera podía asegurar que tantos permisos le daría la librería. De por sí, ya había tenido problemas con la puerta solo unos 10 minutos antes, literalmente la puerta le golpeó cuando estaba saliendo, no creía que fuera coincidencia.
- Eso ya no importa - gruño Crowley, se giró a Nina - ¿vas a seguir deteniéndome a que me vaya?
La humana no dijo nada. Simplemente permitió que el demonio abandonara el lugar dejando un desastre de flores detrás suyo. Aún habían muchas personas en la calle cuando salió, el suelo seguía lleno de pequeñas flores blancas, aún habían personas que habían visto el espectáculo de antes, lo veían como si fuera un muerto caminando, Crowley pensó que había pasado mucho tiempo desde la última vez que los humanos lo vieron con terror, pero no esa especie de terror por el cual muchos podían sentirse orgullosos de hacer sentir a los humanos, más bien... un tipo de terror que daba lástima.
Subió al Bentley, en la radió comenzó a sonar la melodía de A Nightingale Sang in Berkeley Square. Apagó la radio y condujo en silencio. Alejándose de Soho.
-
(1) Era mejor que Crowley no conociera de la existencia de sacred seltzel, agua bendita con alcohol, Azirafel la había probado una vez, era asquerosa, en sus palabras: sabía a agua de mar con limón podrido y alcohol. Creía que era una propuesta de Saldanphon que no salió bien o algo así, nunca nadie se lo desmintió. Nunca dijo nada de eso a Crowley.
*
Muriel iba a perder la cordura a ese ritmo.
Había pasado la mayor parte del día tratando de investigar un poco más sobre el Hanahaki, había muchos libros en la librería que trataban de la enfermedad, las mejores enciclopedias médicas de toda la historia de la humanidad, algunas cartas recopiladas en grandes tomos, historias y leyendas que trataba sobre la enfermedad, algunos poemas e incluso novelas. Le intrigó un poco el ver que la mayoría de estos tomos estaban marcados con pequeñas flores blancas secas que se parecían mucho a las flores que habían caído en la trastienda de Nina antes.
Era obvio que el traidor, Azirafel, tenía muchos libros sobre el Hanahaki. Para los humanos había sido un tema literario muy abundante, especialmente en ciertas épocas de la historia de la humanidad. los tomos más antiguos la llamaban como una maldición de los dioses hacía los humanos, cantaban a las musas por el fatídico destino de aquellas personas que enfermaban. Más adelante se volvió un sinónimo de indecencia, una especie de castigo divino que condenaba el pecado de la lujuria, eso cambiaba por ahí del Renacimiento cuando se convirtió en un símbolo de amor ligado al erotismo. Tuvo que leer el Decameron al menos dos veces para entender algunas de las... ideas que los humanos tenían sobre las flores del Hanahaki.
Para el Romanticismo inglés, el Hanahaki se había convertido en un sinónimo de amor intenso y desesperado, no había obra en la que el protagonista no muriera de Hanahaki, hubo unos libros en específico, firmados por un tal Wilde, que tenía dos flores secas muy bien conservadas dentro de sus páginas, una era las que ya conocía; flores blancas de manzano, los otros eran pétalos que en algún momento fueron amarillos. Para la literatura más contemporánea que había en la librería, el Hanahaki se convertía en un recurso para demostrar que un personaje estaba locamente enamorado, muchos de estos tenían finales felices donde la persona lograba sanar al ser correspondido y vivir feliz junto a la persona que ama.
Obviamente también leyó todos los manuales de medicina humanos que podía encontrar, pero no era como si leer un manual de medicina humano pudiera ayudarle a tratar la enfermedad en un demonio.
Se había concentrado tanto en su lectura que no se dió cuenta de las cosas que sucedían a su alrededor.
Primero: había comenzado a beber té y comer galletas mientras leía.
La primera vez lo hizo por curiosidad, había leído en muchos de esos libros humanos sobre el sabor del té o de una que otra comida que era descrita en la narración, habían autores que eran muy detallados en torno a la comida, sintió curiosidad por saber cómo se sentía la comida, si era descrita de forma tan sublime pensó que quizás podía ser igual de sublime consumirla. Quería tener es experiencia. Y le gustó. Ahora mientras leía normalmente mantenía una taza de té cerca y algunas galletas que de vez en cuando le regalaba Maggie.
Segundo: Crowley había regresado a la librería.
Como había dicho Muriel antes, la librería reconocía a Crowley como su dueño, no necesitaba que alguien lo invitara a entrar porque, técnicamente, él era dueño de la librería. Regresó porque (no iba a admitirlo) estaba preocupado por si al Inspector agente se le ocurría comenzar a vender o regalar los libros de Azirafel, luego se quedó porque literalmente Muriel no despegaba la cabeza de los libros, en algún momento fue él quien comenzó a servir las tazas de té a Muriel o llevar sus galletas de mantequilla favoritas.
Para ser justos, Muriel no ignoraba la presencia de Crowley, simplemente se le hacía natural después de un tiempo. Por otros unos libros de cartas que había encontrado guardados, sabía que el Señor Crowley no era tan malo para ser un demonio... claro, era mejor no decirle eso (2). Crowley ayudaba a ordenar la librería porque Muriel leía los libros y normalmente los apilaba a un lado sin devolverlos a sus estantes, realmente no le había prestado atención a lo que fuera que Muriel estuviera leyendo, a veces soltaba uno que otro comentario sobre su lectura.
- mn... aquí dice que normalmente las flores del Hanahaki se relacionan con el significado que un humano le dé a estas... - comentó una tarde después que Crowley le sirviera su taza de té acostumbrada - pero también dice que suelen relacionarse de alguna forma con la persona de quien el paciente está enamorado... no entiendo.
- Los humanos son complicados. No les prestes mucha atención.
Muriel bajo el libro para ver al demonio.
- Pero... no solo los humanos enferman de Hanahaki ¿por qué no simplemente se confiesan? no... no veo que sea tan difícil de curar, solo tienen que decir la verdad ¿no?
- No es tan simple.
- Pero... ¿nunca lo intentaste? decirle a Azirafel que...
- ¡Shhh! - calló al ángel, cubriendo la boca de Muriel con una de sus manos libres - No es tan simple. ¿Acaso crees que un ángel aceptaría a un demonio tan fácilmente?
Muriel pensó en Gabriel y Belcebú. Crowley sabía que Gabriel había enfermado de Hanahaki por el pensamiento de no poder estar junto a Belcebú a pesar que sabía que era correspondido, Muriel comenzaba a pensar que el Hanahaki (al menos para ángeles y demonios) no se debía a un amor no correspondido, sino por la distancia que ponían entre ellos.
Por las pocas conversaciones que había escuchado de Crowley y Maggie (3), sabía que los últimos años no había sido tan malo, tosía flores una o dos veces al año quizás. Durante la pandemia no tosió demasiadas flores porque permanecía dormido y porque solía conversar con Azirafel, había escuchado que la única vez que lo hizo fue después de una llamada y no fue tan malo como había sido antes. Por como Crowley a veces lo describía, era obvio que ni siquiera él se había dado cuenta de eso.
- Quizás... no se deba a ser correspondido o no - soltó Muriel cuando Crowley ya se alejaba, quizás iba a salir a algún lugar (casi siempre el bar) - sino... a la distancia...
- Oh... gracias. Me ayuda mucho saber que literalmente se encuentra en el cielo - gruño, tuvo que cubrir su boca al sentir una bocanada de flores - me voy. No sé cuando regrese.
Cerró la puerta de la librería después de salir. Lo vio pasar junto al Bentley que en esos momentos volvía a ser amarillo.
En los últimos días el Bentley había cambiado de color con frecuencia, algunas veces era negro, otras amarillo, otras tenía una mezcla de ambos colores. Crowley no solía usarlo tanto como antes, el primer día se alejó de la librería y no regresó en unos días... irónicamente lo primero en regresar fue el Bentley y se estacionó frente a librería, Crowley regresó un día después, aun cuando trató de llevárselo lejos, el Bentley a veces se negaba a funcionar o regresaba por su propia cuenta a la librería. Ya que seguía viviendo en su auto (Shax no le había regresado el apartamento), no tenía de otra que vivir ahora en esa calle... y como no podía vivir en su auto en una calle donde lo conocían, muy en contra de su propia lógica, terminó por mudarse definitivamente a la librería.
Muriel soltó un suspiro. Se suponía que era un ángel. Se suponía que debía de ayudar a las personas (y a las no-personas). No le gustaba ver al Señor Crowley de esa forma... entendía bien porque el traidor, Azirafel, le tenía tanta estima. Por eso decidió que iba a tratar de ayudar en la reconciliación.
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(2) En algún momento de su lectura sintió como si invadiera la privacidad de alguien, había encontrado esos libros por casualidad mientras buscaba más libros que hablaran sobre el Hanahaki, ya se había acostumbrado que todos los libros relacionados al Hanahaki habían sido marcados con flores, esos libros tenían muchas flores en su interior al igual que muchos dibujos. Todas las cartas iban dirigidas a un tal Diario y eran firmadas por A.Z. Fell.
(3) Maggie había tomado el papel de terapeuta del demonio... literalmente. Iba una o dos veces por semana para conversar con Crowley, la mayor parte de las veces requería de una especie de soborno con alcohol para animarlo a hablar un poco. Ninguno de ellos prestaba verdadera atención a Muriel que permanecía leyendo en la silla frente al escritorio al lado de la ventana.
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Se sorprendió de ver los pétalos de claveles rojos en el pañuelo que sostenía en su mano.
Sus manos temblaban cuando tomo el pétalo entre sus dedos, estaba manchado de sangre. Toco sus labios, también había algo de sangre en su boca y aún sentía picazón en la garganta después de haber escupido esos pequeños pétalos rojos. No había duda. Había enfermado de Hanahaki... y sabía que era su culpa.
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