F u k a s e
Giró su cabeza mientras emitía un gruñido. No sabía exactamente la hora, pero probablemente ya eran pasado las 11 am y el aún no tenía ganas de levantarse.
Los rayos del sol que se escabullían a través de sus cortinas apuntaban directamente a su rostro, lo que lo hizo bufar nuevamente mientras se giraba dandole la espalda a la ventana.
Oh
Ahí estaba, frente a él, durmiendo plácidamente con sus rizos dorados esparcidos por toda la almohada. Con las manitos levemente dobladas, acurrucado entre las mantas de colores azules.
Parecía un ángel, pensó.
Cuidadosamente se acerco, sucumbiendo a las ganas de tocarlo, y plantó un delicado beso en su frente con cuidado de no despertarlo...
Para darse cuenta de que todo era un sueño.
No era real.
Nada lo era.
Oliver no estaba y el bien lo sabía. Y aún así seguía soñando con su rostro todas las noches, para después despertar solo y frío en su gran cama.
¿Cuándo fue que nació esta rutina?
No lo sabía.
Pero ya hace 3 meses que el rubio y él de habían visto por última vez y aún se preguntaba por qué este no había venido a buscarlo.
Si, él lo había dejado, lo sabía bien.
Pero ¿No que Oliver lo amaba y necesitaba?
En el fondo aún esperaba que volviera a rogarle una vez más, y así a regañadientes aceptar otra vez su compañía.
Porque me costaba admitirlo, o le costaba pensar que algo así le sucedería, pero quería volver a verlo, y tener nuevamente esa presencia frágil junto a él. Para sentirse nuevamente poderoso y tener la satisfacción de controlarlo.
¿Esto era amor? Probablemente no...
Pero la espera lo estaba matando, Oliver lo estaba matando...
Y ya no podía soportarlo más.
(...)
Estaba tomando su desayuno mientras revisaba el expediente de Oliver. Ya tenía su dirección y había preparado un carro para ir exclusivamente a buscarlo.
En la televisión resonaba su nombre sin parar, su última composición había sido un éxito, y los medios no dejaban de hablar del chico prodigio que había revolucionado el mundo de la música.
Aún así no se encontraba satisfecho.
Algo faltaba, si...
Se levanto con firmeza y le dió la dirección al chofer.
No fue muy difícil llegar al lugar, era un barrio poco concurrido, y con casas completamente distintas a lo que era su gran mansión.
Visualizó la que parecía ser la correcta, un pequeño hogar color ladrillo y con un tejado grisáceo, tan pequeño que parecía no superar el porte de su habitación.
Tenía una apariencia lúgubre, la pintura descolorida, un jardín delantero con unos maceteros casi vacíos, y algunas plantas que obviamente no estaban recibiendo los cuidados necesarios. No se asemejaba a la apariencia tierna y cálida que emanaba el ojiazul.
Tocó el timbre.
Una vez...
Dos veces...
Tres veces...
— ¿Qué?—Habló una voz rasposa por fín abriendo la puerta, dejando ver a una mujer que lucía cansada y desaliñada.
El hedor a cigarro y alcohol que lo invadió lo hizo arrugar la nariz.
De todas formas se sintió un poco aliviado al ver un rostro algo familiar, a pesar de el estado de la señora, aún pudo reconocer las mismas pupilas azules y esa pequeña nariz respingada. Definitivamente esa apariencia femenina y delicada del muchacho era la digna semejanza de su madre.
— Quiero ver a Oliver.—Respondió con su voz usualmente demandante.
— ¿Es una puta broma?—Le miró incrédula, desconcertando a Fukase.
— No, quiero verlo así que necesito que lo llames ahora.—Volvió a exigir con su usual tono maleducado, no entendiendo la actitud agresiva de la fémina.
Se equívoco, Oliver no era nada parecido a su madre.
— Mira no se quién mierda crees que eres, pero no me jodas más y vete antes de que llame a la policía.
El aliento a tabaco nuevamente lo invadió haciéndolo perder la paciencia y colocando inconscientemente una mueca de asco.
Suspirando hizo una seña al conductor que se encontraba junto a su carro, y este procedió a entregarle un sobre a la mujer.
Ella lo abrió y al ver el contenido se le ilumino la mirada, la suma de billetes que contenía seguramente la harían tomarse vacaciones por varios meses.
— Ahora que nos entendemos, ¿Dónde está Oliver?
— ¿Realmente quieres visitarlo?—Le dijo con una risa sarcástica.— Espera aquí.—Terminó con un tono venenoso mientras cerraba la puerta.
Después de unos momentos volvió a asomar su mano por la orilla entregándole un papel con una dirección anotada y un numero en la parte inferior.
— Salúdalo de mi parte...–Susurró antes de desaparecer nuevamente dentro del hogar.
Su corazón se empezó a inquietar.
(...)
— ¿Está seguro que es aquí?
— Si señor Fukase, muy seguro.
Volvió a mirar por la ventana negándose a bajarse.
"Cementerio Fujisawa"
¿Qué clase de broma es esta?
¿Oliver estaba trabajando en esta mierda de lugar?
De todas formas entró y preguntó en la recepción por su compañero.
El hombre detrás del mostrador lo miró de forma extraña mientras lo dirigía a una parte algo aislada de las demás lápidas.
— Que bien que allá venido, es la primera persona que responde por él, aún queda papeleo por hacer así que si después puede volver a pasar podría-
— ¿Tengo que esperarlo aquí? ¿Cuánto falta para que termine su horario de trabajo?—Lo interrumpió haciendo caso omiso a sus palabras.
— ¿De qué habla joven? La persona que busca esta justo frente a usted.—Le indicó apuntando el suelo para luego volver a su lugar de trabajo, claramente desconcertado.
Fukase solo alcanzó a suspirar.
Frente a él estaba un trozo de piedra con el nombre de su querido rubio.
La triste sección de cemento se hallaba sucia y sin ninguna pequeña rosa, abandonada a comparación de las que estaban a su lado.
En el fondo no estaba sorprendido, desde que leyó la hoja supo que había pasado, pero se negaba a creer que realmente su novio estaba muerto.
¿Su novio?
Nisiquiera debería tener el derecho de llamarlo así...
Una lágrima.
Dos lágrimas.
Tres lágrimas.
Realmente este no era el final que buscaba.
Se preguntó si quizás pudiera haber ido antes a visitarlo y encontrarlo con vida, si quizás el mismo se hubiera devuelto a pedirle perdón el día que se separaron.
Si quizás nunca se hubiese separado en primer lugar.
Pero ya era tarde, demasiado tarde.
Era tarde para admitir que le hacía falta un trozo de su persona ahora que Oliver se había ido.
Y tendría que vivir con eso para siempre.
Nunca fue una persona creyente, pero realmente pensó que algo parecido a un Dios lo estaba castigando.
Y lo estaba condenando a vivir toda la vida nuevamente buscando ese algo que se había ido volando al cielo...
El rubio se había ido de su lado, y nunca más podría ver esas cristalinos ojos, esa pequeña y rota sonrisa, o incluso esas marcas en sus mangas que decoraban sus delicadas muñecas.
O a esas tiernas gotas saladas que caían por sus mejillas.
Junto a ese hermoso color rojizo que solía antes brotar su delgado cuerpo.
Suspiró.
Porque las cosas más lindas siempre son las primeras en acabarse.
Y en toda su vida Oliver era la cosa más hermosa y que había conocido.
Y probablemente la cosa más hermosa que siempre hubiese podido conocer...
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True Ending
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Hasta aquí llega la historia, ¡Dejaré unas cuantas palabras finales en los comentarios!
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