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Secretos de familia

La cena en la residencia Giroud había terminado cuando Kylian agarró de la mano a Hanna, para llevarla hasta un lugar donde pudiesen estar a solar. Él la arrinconó contra la pared, sosteniéndola por la cintura, con expresión incierta.

— ¿Qué te sucede? —inquirió, notando la forma en que ella lo había ignorado toda la noche. Ella intentaba no mirarlo fijamente por temor a ser débil frente a él, pero terminó cediendo cuando no pudo resistir más.

— Nada —respondió meneando la cabeza. Kylian emitió un sonido de protesta, acercándose más.

— Nada siempre es todo. Dime qué te sucede Han, no me has hablado en toda la noche, además de que llevas sin responder mis mensajes hace días y apenas nos hemos visto —dijo él, sintiendo la tensión en ella.

Su gélido silencio lo exasperaba. Necesitaba saber la causa de que hubiese erigido una muralla invisible que la distanciaba de él. Y por más que lo negara, él sabía que existía.

— He estado ocupada con Emme, saliendo y conociendo lugares —respondió, sin lucir muy convincente. Kylian respiró hondo en un atisbo de negociación.

— Está bien, pero sabes que sea lo que sea que suceda, puedes hablar de todo conmigo —murmuró con mirada gentil, produciendo en Hanna una punzada de culpa.

— Lo sé —admitió ella, mirándolo por primera vez y lidiando con todas las emociones que se acumulaban en su interior.

Kylian sonrió suavemente, acercándose a ella para besarla. Sus labios rosaron los de ella, pero se sentía fría y distante. Percibió su cuerpo tensarse con rechazo, y se alejó de Hanna, viéndose traicionado.

Él se encontró con emociones que no podía descifrar, sin estar acostumbrado a verlas en Hanna. Quería estar enojado y hablar pero no deseaba ver el avance en la distancia de ella.

— Creo... —dijo ella suavemente—, que hay cosas que deberían no repetirse —admitió; el corazón de Kylian percibió un peso que lo hundía sutilmente. El rechazo y su lejanía eran un baldazo de agua fría. La confusión se dibujó en su rostro, y necesitó unos instantes para procesar lo que estaba ocurriendo.

— ¿Qué? —fue lo único que pudo decir. Hanna lo miraba con cierto nerviosismo pero segura, con una oscuridad que no solía ver en ella.

— Lo que sea que haya sido esto, me parece que deberíamos terminarlo— repitió, —no quiero que nuestra amistad se arruine por algo que más adelante nos incomode— Kylian parpadeó, sin poder dar una respuesta clara ante sus inesperadas palabras. Ella suspiró, dedicándole una pequeña sonrisa que lucía vacía. —Es probable que luego estemos arrepentidos, ¿no es mejor terminarlo antes?— inquirió.

El enojo y la indignación comenzaban a burbujear en su interior. Abrió su boca para quejarse pero lo que quería expresar no salía. En su mente, se decía a sí mismo que él jamás podría arrepentirse de eso.

—¿Estás segura?— preguntó dudoso, viéndola asentir lentamente. Otra vez el rechazo se sintió como una puñalada. Era algo que no le gustaba pero sabía que no podía hacer nada al respecto. Él le sonrió, con un sabor agridulce en su boca.

—Lo siento, pero no quiero salir lastimada de nuevo— susurró ella, sonando tímida y retraída. Todo el enojo de Kylian se transformó en entendimiento, sin poder estar mucho tiempo molesto con ella.

—Lo sé, quédate tranquila— le dijo, acercándola a su cuerpo para un abrazo. Dejó un beso sobre su pelo mientras sentía la frialdad de Hanna descongelarse de a poco, cediendo su tensión y envolviendo su cintura con sus brazos.

Aunque ninguno quería salir lastimado de aquella relación, quizás era un poco tarde para ambos.

****

Las semanas habían pasado, y aunque se dijeron a sí mismos que nada sería diferente, la verdad era que al inicio fue incómodo. Las palabras sin decir se transformaron en tensos silencios y miradas extrañas. Ni Emme ni Hunter sabían cómo actuar al respecto, porque más allá de ser algo de Hanna y Kylian, no pasaba desapercibido para ambos.

Era otro día en que los cuatro se reunían. De algún modo, Emme ya se había transformado en parte de las reuniones ocasionales. Encajaba fácilmente con ellos, lucía más feliz y cómoda con cada encuentro.

El bar en el que se encontraban era un tanto ruidoso y estaba sumido en la penumbra. Desde la zona vip, los cuatro contemplaban a las personas y disfrutaban de la tranquilidad de estar apartados, pudiendo hablar sin necesidad de gritar.

—Mi padre se está poniendo insoportable insistiendo en que debo ir a la misma universidad a la que él asistió, como si acaso mis notas lo permitieran— Hunter puso los ojos en blanco, cansado de que su vida tuviese que ser planeada igual que la del resto de su familia.

—Si tus notas no lo permiten, él hará lo posible para que sí— reconoció Emme, encogiéndose de hombros. —Yo voy a ir a la universidad solo para dejar feliz a mi madre, pero tengo bien en claro que la moda es lo que quiero, así que voy a seguir firme— agregó bebiendo de su copa.

—Nuestra realidad no es muy diferente, mis padres me dijeron que no puedo ir a estudiar al extranjero y me dieron una lista de opciones, así que adiós arte— se quejó Hanna, dándose cuenta que su bebida estaba casi terminada.

—Shhh, intentemos no ser tan fatalistas, ya vamos a encontrar una forma de salir victoriosos— exclamó Kylian queriendo cambiar el ambiente que se había tornado demasiado oscuro para su gusto. —Mientras esté estudiando negocios como Giroud padre quiere, yo voy a hacer todo lo que quiera porque lo merezco tras seguir su deseo— comentó, viendo como Hanna se ponía de pie y observaba los alrededores.

—Creo que necesito ir al baño, ustedes quédense acá— murmuró ella, moviéndose torpemente, con sus ojos puestos en el camino para no tropezar ni caerse.

—¿Se puede saber qué pasa entre ustedes? Desde hace días se comportan de manera extraña— se quejó Hunter, juzgando a Kylian con cierta severidad.

—Él arruinó las cosas— la voz de Emme sonó tan seria como su expresión. Kylian al verla creyó que podría haberlo matado si así lo quisiera. Su rostro se llenó de sorpresa mientras se quejaba.

—¿Por qué es mi culpa?— inquirió.

—Desde que te conozco siempre todo ha sido tu culpa— murmuró Hunter, resignado.

—Durante la fiesta en la casa de los Seo, ella te vio besándote con alguien más— respondió Emme sin ningún tipo de mesura, —¿qué querías que hiciera ante eso? Simón ya jugó con ella, y no iba a dejar que tú también lo hicieras, por más palabras bonitas que dijeses ni porque intentaras convencerla de que no era nada. Tarde o temprano, eso iba a resultar mal— agregó, y a pesar de que en su voz había severidad también había entendimiento.

Ella no quería reprenderlo porque lo detestaba, quería enseñarle que el camino que recorrían no era precisamente el mejor.

Kylian cerró sus ojos, refregándolos con fuerza, respirando profundamente, y luego posando sus ojos hacia la dirección en la que ella se fue. Quería correr y explicarle, ¿pero qué le diría? No había excusas para lo que ocurrió, y la única respuesta que podía dar era que se sentía un tonto, por haber sido demasiado temerario y no pensar en las consecuencias de sus acciones.

Lo arruiné; pensó, sintiendo un peso en su estómago en lo hundía en la miseria. El remordimiento envenenaba su sangre con lenta tortura.

—¿Cómo lo soluciono?— preguntó, casi como un ruego, a sus amigos.

—Solo tienes que ser lo que ella necesita en este momento, un mejor amigo decente— respondió Emme. Kylian asintió, sabiendo que podía ser eso; había estado a su lado acompañándola toda su vida, siendo su confidente, su protector y su cómplice, podía continuar haciéndolo a pesar de lo ocurrido.

—Puedo hacerlo— susurró entre un pesado suspiro, sintiendo las miradas analíticas de Emme y Hunter.

Pocos minutos después Hanna volvió, sin notar el sutil cambio en el ambiente. Kylian mantuvo sus ojos en ella por un momento, arrepentido, repitiéndose a sí mismo, que nunca más haría algo para lastimarla.

************

Otra reunión entre los Seo y Giroud. Otra noche de alcohol, comida y chismeríos. Y otra noche de reuniones en el estudio que ya se tornaban demasiado molestas.

Aún se mantenía fresca la memoria del día en que les anunciaron que debían comprometerse, y no podían evitar permanecer tensos una vez se encontraban entre aquellas paredes. Sentados uno al lado del otro, con su atención puesta en sus padres, se miraban de soslayo cada cierto tiempo.

—Aquí tienen sus agendas para los próximos meses. Se trata de algunos eventos y conferencias en el que deben hacer acto presencial. Las primeras impresiones fueron buenas y es necesario que se comporten para mantener la buena imagen— comentó el padre de Kylian, mirándolo con severidad.

Kylian fingió inocencia, encogiéndose de hombros.

—En todo ese tiempo no hemos hecho otra cosa más que comportarnos— comentó, ladeando su cabeza. Su padre se movió en su silla y se aclaró la garganta, produciendo que Kylian sonriera.

—Ni siquiera tienen que ocuparse por los preparativos de la boda, eso ya está en proceso— comentó el padre de Hanna. Ella luchó para no poner los ojos en blanco, porque como todo en su vida, ya estaba organizado y era imposible que pudiese controlar.

—¿Y qué sucede con el proyecto en el que estamos trabajando?— inquirió Hanna, analizando el listado de lugares al que debían concurrir. Elevó sus ojos hacia su padre con desconfianza, y una oscuridad amenazante.

—El proyecto es importante, pero esto también, necesitan organizarse —le explicó; Hanna respiró sutilmente aliviada, al darse cuenta que no estaban apartándolos de sus deberes en la empresa— Además, se presentará en una semana, es necesario que cerremos ese trato lo antes posible —agregó él.

Tanto Hanna como Kylian asintieron, ella sintiendo la presión como un emocionante desafío, y Kylian sabiendo que debía hacer un buen trabajo porque ese proyecto significaba mucho para ella.

La reunión duró unos minutos más con puras indicaciones y consejos. El padre de Hanna se acercó a ella cuando se estaba yendo, elevándose como una torre, con mirada seria. Ella se sintió pequeña, como ya estaba acostumbrada a sentirse frente a él. Imperceptiblemente tensa, ella se puso de pie.

— El lunes quiero que me muestres cómo va el proyecto antes de la exposición final— comentó, ella asintió con firmeza.

—Si, padre — respondió, y notó que él posó su mano en su hombro, con un gentil toque antes de irse. Hanna parpadeó sorprendida, viéndolo irse. Conociendo que su padre no era una persona cariñosa, ese simple gesto era un gran paso para él.

Respiró hondo, saliendo de sus pensamientos justo en el momento en que Kylian y su padre mantenían una conversación. Por la postura de Kylian y su expresión sombría, podía deducir que el tema era algo que no le agradaba.

—Tu tía llegó a la ciudad a visitarse, deberías verla al menos una vez, sabes que es el trato— dijo el señor Giroud con severidad. Kylian se tensó y los músculos de su mandíbula sobresalieron.

—Yo no pedí nada de esto— susurró él, casi como una súplica. Hanna volteó su mirada hacia otro lado, decidiendo salir del estudio antes de ser demasiado inoportuna.

Aguardó a él, apoyada contra la pared, dándole un vistazo a su teléfono donde había mensajes de sus amigos. Revisó sus redes sociales, y sonrió ante la diferencia que encontraba entre las cuentas privadas y públicas de Emme.

El eco de pasos que se acercaban la puso alerta. Con una máscara de inexpresividad, vio al señor Giroud irse con prisa y molestia, irradiando un aura de oscuro veneno. Hanna esperó unos segundos antes de entrar al estudio, encontrándose con Kylian apoyado sobre el escritorio, refregando su cara con sus manos con intensidad.

—¿Todo bien?— inquirió ella, jugando con los anillos de su mano; aún sin acostumbrarse a la sensación de su anillo de compromiso.

—Algo así— susurró con un exasperante suspiro.

—¿Qué sucede?— preguntó preocupada de verlo así. —¿Tiene que ver con tu tía?— Kylian la miró con sus ojos turbulentos de ira. Ella dudó, con sus mejillas enrojecidas. —Lo siento, escuché que la nombraron, fue sin querer— murmuró con torpeza.

Él negó, posando sus manos en su cintura para acercarla más hacia él, y apoyó su frente sobre el hombro de Hanna, permaneciendo en silencio por unos instantes.

Hanna elevó su mano hacia su rostro, acariciando su mejilla y peinando su pelo. De a poco, él se fue relajando bajo su tacto.

— ¿Puedo pedirte un favor?— le preguntó con voz tímida, como si temiera la respuesta.

— Claro que si— respondió ella.

— ¿Irías conmigo a verla?— preguntó. Hanna no entendía qué era lo que preocupaba tanto de la situación pero sabía con seguridad que no lo dejaría pasar solo algo que lo tornaba ansioso.

— Iré a donde quieras contigo— le aseguró, acariciando suavemente su cuello. Lo escuchó respirar hondo, emitiendo un suave agradecimiento.

Permanecieron en silencio, con la tensión de antes disolviéndose lentamente. Ella aguardó hasta que él se irguió nuevamente. Sus ojos estaban enrojecidos y sus mejillas tenían un suave rubor.

Esa expresión era la misma que tenía tras las numerosas peleas con su padre, durante su adolescencia. Era una mezcla de furia y dolor, impotencia y recelo. Era él queriendo controlar su enojo pero hiriéndose en el intento.

— Sea lo que sea, todo va a estar bien— murmuró Hanna, acariciando sus mejillas con un tierno gesto; si bien no era una persona física, con Kylian siempre le resultó fácil ser cercana— ¿Qué te parece si nos robamos unas botellas y nos vamos de aquí? No creo que haya algo más para imponernos o reclamarnos —agregó.

Una débil sonrisa se formó entre sus labios. Sus ojos dejaron de ser tan turbulentos y un brillo esperanzador comenzó a resaltar.

— Huyamos de aquí— dijo él, enlazando su mano con la de ella, y dejando un beso en su frente, que produjo un inquieto cosquilleo en el cuerpo de Hanna.

**

— ¿Qué se supone que es esto?— inquirió Kylian, recostado sobre la silla de la oficina de Hanna con sus pies extendidos sobre la mesa, y una expresión de desconcierto.

Ella hacía solo segundos había entrado a su oficina dejando una carpeta sobre el escritorio. Una carpeta que Kylian pudo comprobar que estaba llena de anotaciones, flechas, dibujos y tachones. La expresión horrorizada de él no se comparaba con lo molesta e impaciente que lucía ella.

—Son las críticas de mi padre hacia nuestro proyecto— respondió frustrada, moviendo su pelo de su cara y caminando por la habitación. —Ahora, tenemos 24 horas para arreglar todo eso— agregó apuntando a la pila de papeles.

— Probablemente sea todo culpa de Simón— comentó él, encogiéndose de hombros.

— Quisiera decir que sí, pero no lo creo— dijo ella, buscando su teléfono y comenzando a escribir pero tras varios mensajes comenzó a sonar su teléfono con una llamada entrante.

— Dime que es mentira— la voz de Simón repercutió en la sala tras la activación del altavoz. Hanna suspiró pesadamente mientras Kylian puso los ojos en blanco.

— Es tu culpa— exclamó Kylian, y Hanna lo miro con condescendencia.

— Muy adulto de tu parte — moduló con su boca.

— Callate, Giroud —se quejó Simón—. Tenemos solo un día para acomodar todo, y estoy en una reunión en Bahía Azul, no creo llegar a tiempo. ¿Hay alguna posibilidad de que me envíen parte de las correcciones y hago una parte?— preguntó.

—Sí, claro, escaneo las primeras hojas y te las envío. Nosotros haremos el resto— respondió Hanna, viendo a Kylian señalarse a sí mismo con interrogación. Ella asintió y él se hundió en su asiento con desgana. —Gracias, enviarlo temprano. Nos vemos mañana, chicos— dijo antes de cortar con la llamada.

Hanna tiró el teléfono sobre el escritorio, un poco más aliviada pero aún sintiendo la presión de la situación. Kylian permaneció en silencio, contemplándola pensativamente. Una ligera sonrisa curvó sus labios y su mirada se tornó sagaz.

—¿Por qué tienes su número de teléfono?— inquirió, ladeando su cabeza. ella lo envenenó con la mirada, mientras miraba su relój y buscaba sus cosas.

—Me dio su número para coordinar las reuniones pero tiene prohibido hablarme de otra cosa que no sea trabajo— dijo, produciendo que la sonrisa de Kylian se extendiera aún más.

—Creo que es momento de dejar de hablar de Simón, ¿no es ya la hora de tu reunión?— preguntó mientras se colocaba el saco.

Toda la chispa divertida de Kylian se transformó en seriedad. Sus facciones se tornaron filosas y sus ojos oscuros eran implacables.

—¿Y si no quiero ir?— su voz profunda hizo eco en la habitación.

—Kylian, tienes que ir. Sea lo que sea que suceda, lo acordaste con tu padre y voy a ir contigo— acercándose a él, se apoyó sobre el escritorio, mirándolo seriamente.

Sabía que estaba nervioso pero debía enfrentar lo que fuese que lo atormentaba. Él tomó su mano, tocando su piel suavemente y jugando con su anillo de compromiso. La imagen de sus manos con sus anillos lo hacía sentir con una presión extraña en su pecho, y un poco menos solo en esa vida.

—¿Y luego vamos a mi casa a terminar con el proyecto, no?— preguntó mirando sus manos, sin querer admitir que no quería estar solo el resto del día.

—Si, comeremos allí y cuando nos aburramos de hacer el trabajo nos distraemos con tus estúpidos juegos— dijo con una sonrisa. Kylian sonrió entre la amargura, decidido a ceder, dejando un beso en su mano antes de ponerse de pie para buscar sus cosas.

La reunión era en una casa privada de té. El lugar era lujoso y exclusivo, separado en habitaciones para dar intimidad a los encuentros. Una vez llegaron al famoso lugar, fueron guiados hacia su mesa. No necesitaron dar nombres y apellidos, las personas usualmente sabían quiénes eran porque más allá de su bajo perfil en comparación a personas de su círculo, su boda estaba en boca de todos.

Kylian respiró hondo varias veces antes de ser lo suficientemente valiente para entrar, aferrado a la mano de Hanna. Una vez la puerta se abrió, se encontró con una habitación sumida en la luz y el brillo. Una suave música ambientaba el lugar, y en medio de todo, se encontraba una mesa llena de comida y bebida, y una mujer aguardando por ellos.

Sus ojos oscuros se posaron en ellos ni bien entraron, iluminándose su expresión con una sonrisa. Sus rasgos eran filosos, ojos rasgados y expresivos, y cabello castaño claro con abundantes ondas que llevaba por encima de sus hombros.

Ella era hermosa y peculiarmente familiar para Hanna.

—Kyl, tanto tiempo sin verte, ¿cómo has estado?— exclamó, poniéndose de pie y yendo a saludarlos.

Le dio un cariñoso abrazo a Kylian, aunque él se mantuvo tenso y nervioso.

—Bien, ¿y tú?— preguntó torpemente. Ella le sonrió con ojos brillantes, asintiendo, y luego posó sus ojos en Hanna.

—Es un placer verte Hanna, soy Agnes Spyropoulus— dijo la señora, tomando la mano libre de ella y haciendo una pequeña reverencia. Eso le dio la pauta de que conocía la cultura de su familia y cuan aprehensivos eran al contacto físico cuando no conocían a alguien.

Hanna tuvo la ligera sospecha de que no era la primera vez que se veían, y eso era algo esperable al ser tantos años en los que conocía a la familia de Kylian.

Agnes los guio hasta la mesa, y Kylian se sentó muy cerca de Hanna para no sentirse ansioso y mantener su distancia de su tía. Hanna dudó, mirándolos a ambos, con miles de pensamientos en su mente mientras los veía hablar incómodamente.

Intentó atar hilos pero era extraño. El padre de Kylian era de ascendencia francesa y su madre española, ninguno de ellos poseía lazos griegos. Y el rostro de la mujer era familiar, y presentía haberla visto momentáneamente durante su infancia, pero el recuerdo era borroso.

—¿Y cuándo es el casamiento?— preguntó Agnes, haciendo que Hanna volviera a la realidad.

—A principio del siguiente año— respondió Hanna tras ver a Kylian reacio a responder. Ella intentó dedicarle una mirada, pero él estaba concentrado en su bebida.

—Me da mucha alegría saber que han encontrado en el otro a la persona que necesitan en sus vidas— su voz era suave y gentil, llena de emociones, y sus ojos eran brillantes como si contuviese las lágrimas.

Hanna sonrió, y miró que Kylian continuaba lejano a la conversación. Ella posó su mano en su pierna, dándole un pequeño apretón para hacerlo volver. —Tu mejor que nadie sabes que el matrimonio es un arreglo— comentó Kylian tras supirar pesadamente, lanzando miradas venosas hacia la mujer.

Ella palideció brevemente antes de enrojecer. Sus ojos fueron de Hanna hacia Kylian y de nuevo a ella. Sonriendo incómodamente, bebió un poco de su té.

—Kyl— dijo Agnes, pero él se rio con amargura.

—¿Qué es lo que quieres? Hace dos años que no vienes aquí, ¿Te has quedado sin dinero?— la acusó.

—¡Kyl!— esta vez fue Hanna quien lo llamó para que calmara su actitud, pero él la ignoró.

—Yo— tartamudeó Agnes, parpadeando y viéndose nerviosa, —sabes que no depende de mí cuando puedo verte— susurró visiblemente apenada. Movía su abanico e intentaba ocultar su malestar.

—Por favor, sabes que si quisieras podrías contactarme. Puede que no te hayas dado cuenta, pero soy un adulto, ya no necesitas que mi padre sea mi vocero— le reclamó enojado, y aunque Hanna le susurraba que se calmara él no podía controlar sus sentimientos heridos.

—Intenté hacerlo, pero él lo supo, no sé cómo lo hizo— respondió Agnes. —Kylian puede que ambos seamos adultos, pero tu padre es poderoso e hicimos un trato al respecto— agregó.

—Un trato— rio él sin humor, —así funciona todo con ustedes. No vale nada la vida de alguien porque para ustedes todo es solo una transacción. ¿Pero sabes qué? Estoy cansado, desde que nací todo ha sido solo un negocio— dijo Kylian enfurecido. Sus ojos rojos estaban llenos de lágrimas que comenzaban a caer, se puso de pie con los puños cerrados, deshaciéndose de todo el control que quedaba.

—Eso no es cierto —Agnes dijo, dolido.

—¿No es cierto?— preguntó retóricamente. Kylian miro a una Hanna desorbitada, que no sabía qué hacer para calmar la situación—. Pregúntame quién es ella? —le pidió, pero ella negó suavemente, dudosa—. Ella es la ex amante de mi padre y la señora que me dio a luz, que me dejó solo por un contrato porque mi otra madre no podía quedar embarazada —confesó.

Los ojos de Hanna se agradaron el doble, su boca se abrió y su mente quedó en blanco. Sentía que todo lo que sabía no tenía sentido, que uno no terminaba completamente de conocer a las personas y sus vidas.

— Ella es quien decidió abandonarme solo porque le dijeron que debía hacerlo, que prefirió el dinero antes que a mí. Y aquí estoy, siendo el títere de mi padre quien decide qué hago con mi vida en cada minuto —sus palabras terminaron quebrándose, y las lágrimas caían furiosamente a través de sus mejillas.

Agnes se puso de pie, dubitativa, llorando desconsoladamente, pero sin ser capaz de consolarlo. Ella solo se disculpó sin parar, tapando su boca con sus manos y rogándole a Hanna que hiciera algo por él antes de irse rápidamente de allí.

Pero ella lo veía en silencio, estaba roto por dentro y por fuera. Su corazón se encogía en cada instante, y sus ojos comenzaron a arder con tristeza. Automáticamente, fue hacia él para abrazarlo y Kylian la sostenía con fuerza, como si ella dependiera mantenerse en pie.

Su llanto continuaba sin cesar y sus lágrimas mojaban la ropa que a Hanna no le importaba arruinar. Lo acariciaba suavemente y susurraba palabras de tranquilidad, pero sabía que nada servía. Él solo necesitaba sacar todo desde su interior, cosas que llevaba acumulando desde hacía años. Y por más que su llanto la desgarrara por dentro, ella debía mantenerse fuerte por él.

Con los minutos su llanto se fue transformando en suaves sollozos y su agarre en Hanna se aflojó. Tímidamente secaba sus lágrimas, ocultándose de ella.

— ¿Te sientes un poco mejor? —preguntó ella, y él asintió en silencio. Ella le sonrió suavemente, deshaciéndose de las pequeñas lagrimas que quedaban en su rostro. Ella besó su mejilla por unos instantes que se sintieron eternos para ambos, y ayudándolo a erguirse, buscaron una salida alternativa para escapar de allí.

El camino hasta el departamento de él fue silencioso. Kylian no dejaba de mirar hacia la ciudad, pensativo y triste, y ella no dejaba de contemplarlo preocupada, sosteniendo su mano aunque sus dedos ya estuviesen transpirados del contacto.

Una vez se encontraron entre las paredes de la privacidad, él fue directo hacia su biblioteca donde una botella de wiski lo esperaba. Llenó su vaso y lo bebió completo, hasta que sintió su garganta arder pero le deshacía el nudo que se había instalado allí.

— Siento mucho que hayas tenido que ver eso— dijo, sintiéndose arrepentido, con la vergüenza golpeándolo.

— No tienes que pedirme disculpas —murmuró ella tras él—. Entiendo poco la situación pero es posible que no seas el único herido en todo esto— agregó. Él asintió, porque entendía la situación y sabía que no era el único a quien su padre controlaba, pero no podía evitar el dolor, la furia y el rencor.

— Es tan injusto —murmuró, sacudiendo su pelo, y girándose hacia ella. La desesperación dibujaba en su cara ante la soledad de su vida.

— Lo sé— dijo ella, rodeándolo por la cintura y posando su frente en su pecho—. Nunca me dejes solo, por favor— le pidió él en una voz débil, mientras se enlazaba a ella. Hanna nunca tuvo el coraje de alejarse de él pese a todo, y ahora menos lo haría. Su vida estaba mezclada desde que nacieron, y así seguiría de ahora en más.

— Nunca lo voy a hacer— le aseguró, alejándose un poco para poder mirarlo a los ojos.

Sus miradas permanecieron en el otro por un tiempo, el aire entre ambos se tornó turbulento. Hanna percibía el latido de su corazón retumbar en sus oídos, y su boca se secó cuando vio la forma en que él miraba sus labios.

— ¿Puedo?— preguntó suavemente, ella sintió un ligero deja vú que produjo cosquilleos en su estómago antes de darle permiso.

El fantasma de una sonrisa cruzó por los labios de Kylian antes de besarla profundamente. Sin ningún tipo de torpeza o duda, él hundió sus manos en su cuerpo al mismo tiempo que profundizaba el beso en cada segundo. Había hambre y sed, deseo y pasión, había demasiados emociones que se enfrascaron por años, ocultas en máscaras y mentiras.

Ella ahogaba sus gemidos, agarrando su cuello para atraerlo más a ella. Pero la cercanía no se sentía suficiente, y la desesperación los recorría. Kylian se tomó su tiempo para morder sus labios, y Hanna tiraba de su pelo para hacerlo reaccionar.

— Siempre fuiste buena besando— susurró sobre sus labios, con una sonrisa.

— Y tu siempre fuiste bueno con tus manos— admitió ella, percibiendo como tu tacto iba desde su cintura hasta sus muslos. Pero el pasado seguía empeñado en volver a atormentarla con recuerdos nada gratos.

Su expresión se apagó sutilmente y Kylian se dio cuenta rápidamente de eso.

—¿Qué sucede?— preguntó, dándole un breve beso en los labios y luego en sus mejillas hasta llegar a su cuello.

— La última vez que nosotros...— comenzó a decir ella.

— La última vez fui un idiota que cometió un error y no valoro lo que tenía, me mentí a mí mismo diciendo que no era nada serio pero te lastime a ti y a mí en el camino —respondió, con mirada seria sobre ella—. Te prometo que no va a volver a suceder, esta vez es en serio, prefiero lastimarme a mí mismo antes que a ti —agregó, deseando que ella pudiese entender cuan reales eran sus palabras. Ella quedó en silencio hasta que su expresión se ablandó.

— No rompas mi corazón otra vez —susurró.

Y él la besó con fuerza para hacerle saber que la quería y la deseaba. Que jamás en su vida podría herirla de nuevo, porque ya había cometido un gran error en el pasado. Ella era lo que más le importaba, lo único real en su vida y una constante que lo mantenía cuerdo.

— Nunca más —le aseguró entre besos, dejando que sus emociones se liberaran de una vez por todas. Esta vez era real, y haría lo imposible para merecer ese regalo.



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