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Cool Kids

La noche se teñía de azul oscuro y las estrellas brillaban tenuemente en el firmamento. La luna creciente hacía una aparición como privilegiada espectadora de la fiesta en la lujosa mansión perteneciente a la familia de Hunter Crawford.

La sobriedad, elegancia y pomposidad de la construcción y su interior se esfumó entre las luces multicolores, la música y las personas recorriendo cada habitación. Todo había comenzado con tranquilidad, como siempre lo hacía, pero a medida transcurrían las horas todo se volvía más intenso y salvaje.

Pero lejos de la incomodidad, encontraba confort en la intensidad, y una sensación cálida se instalaba en su cuerpo. La sensibilidad aumentaba y cuando su juicio comenzaba a nublarse se repetía mentalmente que debía mantener el control. Porque el control era su única manera de sobrevivir.

Apoyada contra una pared, observaba todo cuidadosamente. Algunos podrían suponer que había juicio en su mirada, un poco de repulsión por tener que presenciar el descontrol de las personas, e incluso arrogancia porque la virgen e inteligente hija de los Seo no era igual que muchos de ellos.

Reservada, orgullosa y temperamental.

Muchos no entendían porque continuaba concurriendo a ese tipo de fiestas cuando pasaba todo el tiempo aislada, con un vaso de vino caro en la mano, juzgándolos y mofándose de su diversión.

Lo cierto era que nadie la conocía realmente, porque no querían y no tenían ganas de hacerlo. Tampoco es que ella estuviese deseosa porque las personas se acerquen a ella.

Hanna respiro hondo mientras tomaba un largo trago. Identificó a sus amigos entre el gentío; Hunter intentando que no rompan las esculturas de su padre y su amiga Emme mirando con ojos soñadores a quien le gustaba. No veía a Kylian por ningún lado pero podía suponer qué era lo que lo mantenía ocupado.

Voy a solucionar esto; le había dicho, y seguramente estaba esforzándose por hacerlo. Sonrió para sí misma, dejando su copa y yendo hacia sus amigos.

— Hanna, vamos a bailar —le dijo su amiga, al verla frente a ella, tomando su mano para arrastrarla hacia los demás.

— Sabes que soy horrible bailando —se rió avergonzada, mirando a quienes la rodeaban—. Voy a irme a casa, estoy cansada y mañana tengo una reunión a la mañana —le explicó, viendo la expresión de Emme pasar de la euforia a la tristeza.

— No te vayas —lloriqueo, haciendo un mohín con sus labios.

— Te prometo vernos el fin de semana y hacer algo juntas, lo que tú quieras —le dijo. Sus palabras iluminaron los ojos de Emme, quien sonrió.

— ¿Lo que yo quiera? —inquirió necesitando confirmación, y Hanna asintió, aunque sabía que era peligroso, no podía defraudarla—. Entonces vete, nos vemos en estos días —le dijo, dejando un beso en su mejilla.

Hanna intentó despedirse de Hunter pero él estaba ocupado con un ataque de nervios por unas vasijas, así que contuvo su risa y husmeó en su teléfono antes de irse.

Sus ojos se oscurecieron de repente, y dirigiéndose hacia uno de los pasillos, sintió su corazón latir apresurado. La oscuridad se consolidaba a medida avanzaba y la música se desvanecía sutilmente entre el sonido de sus zapatos sobre el suelo.

Un par de voces la obligaron a detenerse, y caminó lento hacia una habitación que tenía la puerta entreabierta. Gemidos y susurros resonaban en el ambiente; el sonido de fricción, de cuerpos enlazados y caricias tempestivas que provocaban cortocircuitos.

El calor abrazó a Hanna, sus mejillas enrojecidas y ojos dilatados. Sabía que estaba mal pero no podía evitar contemplar, ser una testigo silenciosa de lo que ocurría.

Cuanto más miraba, más imaginaba que era ella. Veía las manos de aquel chico, imaginándolas en su cuerpo. Las caricias suaves volviéndose brutales. Palabras sucias que diría en su oído. La forma en que la seduciría y le haría perder el control, llevándola al borde de sus deseos y locura, hasta que rogara por un poco de clemencia, por un toque más gentil y profundo, porque la llevara a la liberación.

Su cuerpo vibraba y su piel quemaba, el aire no le bastaba. Los sonidos aumentaban, enviciándola hasta que en un momento vio como el chico se alejaba de la chica. Ella se mostró confundida ante las palabras de que se fuera. Ofendida, se acomodó su ropa para luego irse furiosa.

Hanna se agolpó contra la pared, en medio de la oscuridad para no ser vista. El silencio volvió a instalarse tras la huida de la chica y los ojos negros de Hanna se posaron al otro lado. Él la miraba, incluso cuando era prácticamente imposible que la notara, sonriéndole con satisfacción.

— ¿Tuviste entretenimiento? —preguntó de la nada. Ella parpadeó, suspirando entrecortadamente, lidiando incómodamente con las sensaciones que la recorrían.

— Podría haber sido mejor —respondió, acercándose a él. Ella le mostró su teléfono, haciéndole saber que había recibido su mensaje—. Creí que si requerías mi presencia quizás me darías algo para disfrutar —Él respiró hondo, estirando su cuerpo y meneando la cabeza—. Ella te va a odiar luego de haberla dejado frustrada —dijo.

— ¿A quién deje frustrada, a ella o a ti? —preguntó, ladeando su cabeza; sus ojos era oscuros y seductores.

— A ambas —respondió Hanna rápidamente.

— Quizás me odie pero luego se dará cuenta que es lo mejor. Ella no es del tipo de chica que tiene encuentros de una noche, y aunque ahora este molesta porque no consiguió lo que quería, cuando tenga la cabeza fría agradecerá que no pasó nada con un perdedor como yo —respondió Kylian.

— ¿Entonces por qué lo hiciste? —quiso saber.

— Ella me gustaba y necesitaba cumplir con mi misión aquí, y además, debía entretenerte en esta fiesta.

— La misión te está cegando —aclaró ella, frente a él—, y si quisiera podría haberme entretenido —susurró, viendo como una de sus manos se posaba sobre su cadera. Su mirada intensa hacía agujeros en su cuerpo pero no se quejaba; le gustaba la atención y el deseo, sentirse cazadora y presa.

Con su otra mano, Kylian acariciaba suavemente el rostro de ella. Sus dedos trazando con delicadeza sus rasgos, tan suave que la piel de Hanna se erizaba y enviaba escalofríos a todo su cuerpo.

— ¿Cómo te hubieses entretenido? —preguntó curioso y desafiante.

— Sabes que podría haber hecho mejor trabajo con cualquiera que el que tu hiciste con ella. Hacer que griten mi nombre, pidiendo que termine la tortuosa espera en solo minutos —su voz era melódica pero su expresión era seria y hambrienta.

Era fascinante para Kylian verla así, sin doble cara ni fingiendo nada. Él era el único que la conocía completamente. Sus dos facetas hacían de ella algo precioso.

— A veces pienso que sería gracioso ver la cara de esos que suelen hablar mal de ti y burlarse. Deberían conocer a esta Hanna... estarían encantados y aterrados —sus dedos descendían por el cuello hasta la clavícula, y sus ojos seguían cada cambio en la expresión de ella.

— Ellos creen lo que quieren creer —respondió, empujándolo hacia el borde de la cama—. Puedo llegar a mostrarles todo lo que puedo hacer pero seguirían creyendo que soy una mojigata —se encogió de hombros, con una mueca burlona—. Ellos viven en los estereotipos, son muy básicos.

Kylian no podía contener su satisfacción. Demasiado enfrascado en el hecho de que ella lo obligaba a recostarse sobre la cama. Hanna se acomodó a su lado, acariciando su rostro y descendiendo por su pecho hasta su cadera. La piel sobre su pantalón le resultaba aspera al tacto y amenazo con meter sus dedos bajo el elástico de su ropa interior cuando ella sonrió negando.

— Si estabas aburrida en la fiesta podrías haber elegido a quien quisieras, ¿por qué me tomas como un juguete? —le preguntó, ella tenía su rostro muy cerca del suyo y lo tentaba a besarla pero se contenía seriamente aunque el alcohol quizás había desecho mucho de su autocontrol.

— ¿Por qué a alguien más cuando tú estás acá? —le preguntó en un susurro en su oído; la cercanía y su voz lo hacían encender de inmediato—. Entero a mi disposición. Tú sabes todo lo que hago y qué podría hacer contigo —agregó. Su mano jugaba en su estómago, masajeando lento y profundo.

Su respiración se tornaba torpe y sus ojos no podían abandonar los de ella. Hanna nublaba su pensamiento como la mayoría del tiempo.

— ¿Qué harías conmigo? —preguntó, tragando saliva con dificultad. Ella suspiró, su mano cada vez más abajo.

— Quizás atarte así no podrás interferir, y satisfacerte lentamente mientras me pides que te desate para tocarme. ¿Te gustaría tocarme? —le preguntó con tono inocente.

Él asintió, haciendo que ella sonría. Su mano se posó en su entrepierna, sintiéndolo bajo su tacto. Victoriosa por saber que ella podía excitarlo con tan poco. Comenzó a mover su mano, masajeándolo suavemente, tentándolo hasta que perdiera el control. Él se movió bajo su agarre, pidiendo más fricción e intentó tocarla pero ella rechistó.

— Nunca te dije que podías tocarme —le advirtió. Él no respondió pero permaneció lo más quieto que podía estar con ella tocando su entrepierna, cada vez más intenso, necesitando moverse y tocarla para ser feliz.

Sus movimientos comenzaron a ser más rápidos y Hanna veía a Kylian derretirse y desesperarse bajo su tacto. Estaba cerca, lo sabía. Él la miraba con la boca entreabierta hasta que cerró sus ojos, y cuando estaba a punto de llegar al orgasmo, ella se detuvo.

Hanna respiró hondo, dejando un dulce beso en la frente de un Kylian envenenado por la amargura de verla irse.

— Eso es para que aprendas a no dejar a nadie insatisfecha, nuestra sexualidad importa tanto como la de ustedes, siempre y cuando sea por deseo mutuo y consentido —lo reprendió, robándole las llaves de su auto y yéndose de la habitación— Te veo en el auto cuando te recuperes, creo que también ya has tenido suficiente de esta fiesta —comentó desapareciendo.

Lo último que Kylian vislumbró de Hanna fue su sonrisa, antes de rendirse completamente sobre la cama. Mirando el techo, distinguiendo un poco de su entramado entre la oscuridad, respiró hondo mientras luchaba con su corazón apresurado. A pesar de la frustración, una sonrisa comenzaba a formarse entre sus labios, recordando lo sucedido.

Había algo entre ellos que se sentía natural; a ella le gustaba la atención y predisposición de él, y Kylian estaba más que encantado que darle todo lo que quería, e incluso más.

🔴🔴🔴

La tensión entre las paredes de la sala de conferencia era palpable pero manejable. Lo esperable para una reunión de negocios, entre personas con grandes convicciones y seguras de lo que querían de ese encuentro.

En una punta de la mesa se encontraba el señor Seo, escuchando analíticamente con expresión en blanco al hombre del otro extremo. No se podía percibir ni su aceptación ni disconfort. Hanna había aprendido de él a camuflar en su rostro sus emociones y pensamientos; solo una mirada serena y una mueca entre los labios similar a una sonrisa pero que nunca se lograba definir.

Ella tomaba nota a un lado de su padre, escuchando atentamente y siendo el medio que entrelazaba ambas partes. Debía ser diplomática, cauta y cordial. No había sido sencillo pero con los años aprendió cómo era el mundo de los negocios. Se debían encarar con una sonrisa brillante, mirada segura y animo imperturbable. Los sentimientos tenían que quedar atrás y la cabeza debía mantenerse fría y clara.

Aunque se había ido temprano de la fiesta de la noche anterior, el sueño aún permanecía. El café la mantenía despierta y tomaba notas porque debía hacerlo, y tenía la seguridad que si se limitaba a escuchar, podría caer dormida allí mismo.

Muy diferente a ella era la actitud de Kylian, sentado frente a ella. Él había llegado tarde, el padre de él se quejó al verlo somnoliento, ojeroso y con resaca. Se mantenía un poco recostada sobre la silla, con los brazos cruzados y sus lentes de sol aún puestos. Cualquiera podría pensar que estaría durmiendo con lo silencioso que se encontraba, pero Hanna sabía que él siempre estaba atento a todo.

A Kylian le gustaba fingir que nada le interesaba, pero eso era solo una fachada más.

— Creo que eso es todo —comentó el señor Seo, mirando al padre de Kylian; éste asintió, comentando cuan buena había sido la reunión, pero todos sabían que solo querían decir palabras bonitas para poder huir de ahí.

Era un milagro que ambos decidieran estar presente en ese encuentro durante un fin de semana. Quizás era porque la reunión era importante, o los negocios eran más importantes que la familia, o porque desconfiaban de la aptitud de sus hijos.

— Te ves horrible —le susurró Hanna a Kylian una vez estuvo a su lado, cediéndole su café a él mientras observaba a los padres de ambos conversar.

Kylian bebió un poco para luego ahogar un bostezo con su mano. Parpadeaba buscando despertar y sacudía su pelo con frustración.

— Casi me duermo, ¿por qué hacen este tipo de reuniones tan aburridas a esta hora? —inquirió consternado. Hanna lo miró pero no dijo nada al respecto, solo tomó su brazo para guiarlo hacia la salida.

— Espero que hayan quedado conformes con la reunión, para el lunes tendré los papeles hechos sobre sus escritorios para que puedan revisarlos antes de hacer la versión final —dijo ella, sonriéndole a su padre y al señor Giroud, quien miró con reprobación a Kylian.

— Kylian, deberías aprender un poco de su dedicación y eficiencia —le advirtió, sus ojos castaños se volvieron hacia Hanna con algo similar al cariño. A pesar de no ser personas muy cercanas, el vínculo que tenían ambas familias hacia que hubiese cierto afecto entre ellos.

— Si, debería aprender muchas cosas de ella —asintió Kylian, sonando más despierto que antes—, pero se rehúsa a enseñarme —con un mohín entre sus labios, él le dedicó una mirada inocente a Hanna.

Ella abrió la boca para replicar, probablemente algo sarcástico que ni su padre ni el señor Giroud iban a poder decodificar, pero le ganaron de antemano.

— Hanna y tu van a pasar más tiempo juntos de lo que ya lo hacen, así que no creo que eso sea algo difícil de conseguir —replicó el señor Seo.

Kylian le sonrió a Hanna en medio de su somnolencia. Confiado y feliz. Hanna suspiró mirando a su padre, fingiendo otra más de sus sonrisas encantadoras.

— Estoy muriendo por pasar más tiempo con él —dijo entre dientes, agarrando del brazo a Kylian y sacándolo de la sala con un poco más de intensidad de la que debería—. Tenemos un almuerzo pautado, así que me temo que es todo por hoy, que tengan un buen día —saludo a ambos hombres con un diplomática reverencia antes de alejarse.

Sus pasos resonaban cada vez más a medida se alejaban en silencio. La actitud cuidada de Hanna fue desvaneciéndose, y Kylian adquiría un poco más de vida al contacto con la luz solar y el aire.

— Cada día me pregunto cómo haces para fingir tanto —murmuró él, recorriéndola de pies a cabeza con ojos llenos de malicia. Ella posó sus ojos sobre él con impaciencia y elevó sus cejas.

— Yo me hago la misma pregunta. Estoy segura que si te pregunto acerca de la reunión recordarás más de lo que yo lo hice —se quejó, viéndolo orgulloso de sí mismo mientras bebía de su café.

— Que lo recuerde o no, no significa que me interese el tema. Solo vengo porque mi padre lo quiere, no me agradan los negocios ni el ambiente —confesó, deteniéndose a la salida del edificio donde estaba instalado SHD entertainmet, una de las empresas más poderosas y reconocidas.

Miró a su alrededor, elevando los ojos hacia un cielo luminoso y acomodando sus gafas de sol. Se volvió hacia Hanna para encontrar mirándolo con curiosidad.

— Tú siempre te quejas de mí, pero yo nunca digo nada acerca de todas las veces en que nos comparan. "Tienes que aprender de Hanna" —imitó la voz de su madre quien era la persona que mayormente decía esas palabras—. A ti si te gustan estas cosas, por eso lo haces con diligencia —afirmó.

Ella negó, suspirando profundamente, esperando con los brazos cruzados a que llegaran con el auto de Kylian para poder marcharse de allí.

— A mí también me comparan contigo. Las personas creen que soy inteligente solo por mi apariencia, pero mi familia todo el tiempo está pidiéndome que mis notas sean tan sobresalientes como las tuyas —respondió, dedicándole una mirada venenosa, llena de rencor—. Y no es que me guste esto, solo que siento que es lo correcto —la voz de Hanna sonó analítica, su mirada perdida en la lejanía viéndose nostálgica, absorta en sus pensamientos.

Kylian permaneció contemplando como su máscara de seriedad se resquebrajaba entre las dudas que poseía pero que no se animaba a declarar. Sus miedos se mantenían domados bajo sus murallas anímicas y mentales, nadie era capaz de encontrar un punto débil en ella, e incluso si él pudiese hallarlos, los consideraba fortalezas con las que solo Hanna podía convivir.

— Lo correcto es que seas feliz —murmuró por lo bajo, sin estar seguro si ella estaba atenta. Hanna parpadeó pero solo encontró una sonrisa divertida y una mirada que le advertía que debía apurarse— ¿A dónde es que hay que ir? —inquirió cambiando de tema, avanzando hacia su auto estacionado frente a él. Le abrió la puerta a Hanna con caballerosidad y aceptó gustoso sus llaves del aparca coches.

El deseo de correr lejos de allí hervía en su sangre, y ni bien tuvieron un pie dentro del auto, Kylian aceleró.

— Yo no entiendo —dijo Emme, mirando a Hanna, sus ojos pardos irradiaban una mezcla de horror e incredulidad. Su imagen era sofisticada; un vestido verde largo que resaltaba su piel morena, el cabello corto y lacio, sus uñas repiqueteaban sobre la copa con colores brillantes y llenas de dibujos, y su postura era la de una diva.

— ¿Qué es lo que no entiendes? —inquirió Hanna, tras beber un poco de jugo; contrario a su amiga, ella se veía demasiado pulcra. Emme le respondió moviendo su mano sobre un Kylian que estaba recostado sobre la silla con los brazos cruzados y sus gafas aún puestas—. Hay cosas que no tienen explicación, solo ignóralo como lo hemos hecho hasta ahora. Probablemente esté dormido —comentó, resignada.

— Podríamos robarle el auto —susurró su amiga, con una sonrisa sardónica, acercándose a Kylian pero él tomó su muñeca para detenerla.

— Nadie maneja mi auto —dijo con voz ronca, somnolienta.

Hanna y Emme intercambiaron miradas. Una arrogante y la otra irónica. Tras pegarle suavemente en el muslo a Kylian, Emme se acomodó en su silla, sin quitar sus ojos de Hanna.

— No digas nada —le advirtió esta, señalándola con su dedo. Emme se encogió de hombros.

— No he dicho nada... aún —murmuró, moviendo sus cejas.

Ambas se conocían, no siempre eran necesarias las palabras para comunicarse y tenían la confianza suficiente para bromear al respecto. Ante la amenaza tacita de Hanna, Emme cerró sus labios.

— ¿Y qué te parece si de aquí vamos al parque? luego podemos ir a una cafetería o mirar una película —dijo ella, emocionada, pero su efervescencia se transformó en veneno cuando Hanna se quejó por lo bajo—. Pasé toda la mañana en la peluquería para alisar mis rulos, así que lo mínimo que me debes es una cita completa, con un ramo de flores y chocolates —comentó.

— Te faltó el beso —susurró Kylian, acomodándose en la silla y respirando hondo para seguir con su siesta.

— También quiero un beso pero no tengo sexo en la primera cita —le apuntó a Hanna con su uña multicolor.

Ella contuvo su sonrisa irónica y se limitó a asentir, justo en el instante en que miraba a un costado y se encontraba con un rostro familiar. Inmediatamente se volvió hacia sus amigos, su sonrisa y buen humor se esfumaron rápidamente a medida la figura se acercaba a ellos. Podía oír el repiqueteo de zapatos de tacón entremezclarse con una risa falsa que le daban nauseas.

Sus ojos se movieron inevitablemente hacia un Kylian que la miró sobre el marco de sus ojos, y en su expresión estaba todo lo que necesitaba para saber que ella se acercaba a su mesa. Emme ahogó un quejido antes de vestir su sonrisa dedicada a aquellos que no le caían bien.

— Esmeralda, Kylian —canturreó la voz animada, al acercarse a ellos les sonrió hasta que dio con Hanna—, Seo... también estás aquí —dijo, sonando decepcionada. Una mueca de disgusto se dibujaba entre sus labios.

Hanna abrió sus ojos y sonrió, mordiéndose la lengua. No era muy difícil suponer que si Emme y Kylian estaban allí, ella también lo estaría. Pero no le importaba ni su comentario ni el modo en que le hablaba, ya estaba acostumbrada a ser tratada así por Mikayla; lo que tenía de bonita, lo tenía maliciosa.

— No sabía que estabas aquí Mik —comentó Emme camuflando el deseo de que se fuera lejos de ellos.

— Unos amigos vinieron de Europa así que los invité aquí para que disfruten un poco —respondió, moviendo su pelo rubio fresa. Hanna refrenó el deseo de poner los ojos en blanco, y se limitó a contemplar a Kylian. Él estaba silencioso, escuchando a la chica que siempre estaba en busca de su atención.

— Qué interesante suena eso —la voz de Emme sonó extraña ante tanta falsedad, y solo esperó que Kylian intentara hablar para dejar de ser el centro de atención.

— Esta noche hay fiesta, ¿piensan ir? —inquirió Mikayla, solo miraba a Kil porque era la única persona en la mesa en la que su atención podía estar dirigida. Con él no era falsa ni ruda, a él podía darle todo lo que quisiera y complacer hasta el último de sus caprichos, si es que él le pedía algo.

— Si, por supuesto —respondió él, sacándose sus gafas y jugando con ellas—, seguramente vayamos los cuatro —agregó, para hacerle saber que no estaría solo, porque casi nunca lo estaba.

Ocultó rápido la amargura aunque no lo suficiente para que Hanna la detectara; ella solo estaba sentado en silencio, viéndose pequeña frente a la otra chica, pero analizando todo cuidadosamente. Esa era su forma de encarar a los niños ricos de su sociedad, haciéndose invisible para que no la molestaran ni indagaran mucho en su vida. Cuanto más aburrida parecía ante los ojos de los demás, más podía hacer sin que nadie la estorbara.

— Entonces, nos vemos esta noche —canturreó sonriendo, estaba tan tensa que podía resquebrajar su piel, pero aguanto esa mentira, hasta que los saludo para esfumarse tan rápido como llego.

El ambiente se tornó extraño. Se miraban con complicidad, sin decir nada hasta que Emme rompió con la incomodidad.

— Quizás sea necesario palo santo, dicen que ayuda para la mala onda —cuchicheó un poco fuerte—. Y tu deberías prestarle atención de una vez por todas, así deja de atormentarnos. Cree que haciéndose amiga de nosotras va a conseguir algo de ti —agregó.

— No se está esforzándose mucho conmigo —opinó Hanna, echándole un vistazo a su teléfono.

— Lo siento pero yo ya tengo a alguien —sentenció Kylian con firmeza, sintiendo la presión de las miradas curiosidad y un tanto sorprendidas de sus amigas— A ti —a ti, bromeó guiñándole un ojo a Emme.

— Por favor, no me obligues a decir malas palabras —exclamó ella tapándose la boca.

Hanna se rió, olvidándose por un instante de Mikayla. Sabía que la chica la detestaba desde que iban a la escuela, pero había sobrevivido a ella y a sus selectos amigos. Ahora eran adultos y no iba a comportarse del mismo modo, mantenía la diplomacia por respeto. Respeto a su familia a la cual conocía y respeto a lo que Mikayla fue, porque pese a todo no podía olvidar que una vez fueron amigas. Justo antes de que todo se arruinara en su vida. 

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