Casa de juguetes
No tenía completa seguridad de cómo describir la situación, pero la palabra que más fácil venía a su mente, era irritabilidad. Intentaba hacer su trabajo pero era difícil cuando los dos chicos frente a ella parecían estar teniendo una silenciosa batalla de miradas.
Desde el instante en que Kylian puso un pie en la habitación, refiriéndose a sí mismo como su prometido, una densa tensión se instaló asfixiándola. Al inicio, todo había sido un intercambio de palabras gentiles, sonrisas falsas y miradas desafiantes. Una guerra de egos de la que Hanna fue lamentablemente testigo. No había muchas palabras de por medio, pero era evidente al verlos.
Simón hablaba de sus ideas, enfocándose en el trabajo y mirando a Hanna, pero ante la mínima interrupción de Kylian, no tardaba en defender sus ideas. Quizás no porque lo que proponía Kylian no fuese bueno, pero porque significaba perder una batalla. Por su parte, Kylian solo permanecía silencioso, observando todo cuidadosamente. Sus ojos oscuros se posaban con intensidad sobre Simón, analizando cada pequeño detalle en él. Sus palabras, la forma en que se desenvolvía, cómo miraba a Hanna y hacía de cuenta que él no estaba allí. Con actitud pedante, él permanecía sentado con sus piernas cruzadas, aguardando el instante en que Simón se equivocara para poder ganarle.
— Creo que es todo por hoy —dijo Hanna, en un momento, cerrando su carpeta.
Simón y Kylian la miraron un tanto desorientado por su repentino anuncio, sin embargo no dijeron nada, solo asintieron. Kylian permaneció sentado, observando como Simón se ponía de pie y les daba una extraña mirada antes de irse hacia la puerta. Hanna lo acompañó, sonriendo con diplomacia, despidiéndose hasta el próximo encuentro.
En el momento en que la puerta se cerró, Hanna borró cualquier atisbo de falsedad. Apoyándose sobre la puerta, posó sus venenosos ojos sobre Kylian. Por la forma en que lo miraba, él podía suponer claramente que ella estaba enojada.
Él sonrió, sin poder evitarlo.
— ¿Me crees si te digo que creí que sería buena idea? —inquirió él con tono inocente. Ella arqueó sus cejas con sarcasmo, sin una pisca de humor.
— Me está costando encontrar la parte de "buena idea" de esto. Por favor, ilumíname —comentó. Kylian respiró hondo, evitando su mirada por un momento antes de ponerme de pie para caminar hacia ella.
— Recordé la forma en que te pusiste cuando lo viste en la fiesta, y no quería que eso volviera a ocurrir —murmuró suavemente, preocupado, sin ningún tipo de actuación—. Pensé que si estaba presente estarías menos tensa y encontrarías la suficiente confianza al saber que no estabas sola —agregó.
Él se detuvo frente a ella. Ambos permanecieron observándose en silencio por un momento, hasta que ella suspiró pesadamente.
— Antes de que llegaras estuvimos hablando —dijo, su voz era tan suave que si no hubiese estado tan cerca no la habría oído—. Hablamos de todo, y aunque él se disculpó, le dije que no sería algo que podría hacer fácilmente. Pero concordó en que lo mejor era empezar de nuevo para que el proyecto funcione —Hanna hablaba con la mirada en sus manos, viéndose casi insegura, como si temiera de la reacción de Kylian.
Él sintió su corazón apretarse en el interior de su pecho. Le dolía pensar que Hanna tenía miedo de decepcionarlo, luego de que tantas veces le había recomendado mantenerse lejos de Simón. Pero Kylian veía eso algo casi imposible.
Su mano alcanzó el rostro de Hanna, acariciando con delicadeza su mejilla, dedicándole una sonrisa.
— Hiciste muy bien —murmuró él—. Me alegra saber que has podido quitarte ese peso de encima, liberarte, ahora puedes continuar sin ningún tipo de remordimiento porque no has hecho nada mal —Hanna parpadeó ante sus palabras, mirándolo sorprendida y al mismo tiempo aliviada.
Una sonrisa cruzó por sus labios, y su expresión se iluminó.
— ¿Eso significa que vas a renunciar a este papel de prometido celoso? —inquirió con provocación.
— No, voy a seguir viniendo porque me divierto viéndolo molesto e incómodo —se rió divertido—. Además, estoy a mano si deseas besarme para evadirlo —agregó. Los ojos de Hanna se tornaron peligrosos pero en un diferente sentido al de antes. Con una chispa de malicia y excitación.
— ¿Otra excusa para besarte? ¿Realmente quieres eso de nuevo? —las preguntas flotaron alrededor, torturándolos lentamente. Sus corazones latían apresurados con sus mentes inundadas de palabras que no se decían.
— ¿No es lo que tú quieres? —inquirió é, ladeando su cabeza.
Ambos sonrieron, sin responder, dejando que las palabras se perdieran en el fondo de sus mentes. Y aunque deseaban seguir bromeando y provocándose, sabían que no estaban en el lugar indicado para seguir con sus juegos.
— Deberíamos tomar un descanso antes de ir a la reunión, ¿no? —preguntó ella, cambiando de tema, sin poder obviar la mano de él que continuaba acariciando su mejilla.
Él suspiró, asintiendo mientras de alejaba de ella, sintiendo una sensación agridulce instalada en su pecho que le costaba manejar.
— Creo que es lo mejor —dijo antes de desplomarse sobre la silla.
🔴🔴🔴
Hanna Seo & Kylian Giroud.
Fiesta de compromiso.
Sábado, 20 horas.
Había una vez, un tiempo en la vida de Hanna, en la que creyó que nada podía salir mal si hacía lo que deseaba. Quería crecer para estudiar lo que amaba, viajar y conocer el mundo, rodeada de personas con las que pudiese ser feliz siendo quien era. Pero durante los años que transcurrieron, la vida le dio más de una sorpresa.
Veía su reflejo sin reconocer la persona que fue. Físicamente se veía etérea; parte de su pelo recogido con un broche dorado, el mismo tono que su vestido con delicados diseños de flores, que caía hasta sus talones. Su rostro lucía filoso y suave al mismo tiempo. Sus ojos oscuros sobresaltaban con peligrosa intensidad mientras las líneas de su rostro y sus labios la hacían ver inocente. La poca piel que exponía era de un tono ceniciento que incrementaba su apariencia inmaculada.
La Hanna frente a ella era una persona controlada, fría y sumisa, una simple actuación. Su mecanismo de defensa frente al mundo, y aunque lo usaba a diario, también lo rechazaba muchas veces. Poco a poco se daba cuenta lo difícil que le resultaba manejar sus dos facetas, sin sentir que se perdía aún más.
— Hanna, te ves hermosa —le dijo su madre al verla. Sus ojos brillaban con lágrimas contenidas, y Hanna se preguntó a sí misma si alguna vez había visto a su madre con aquella expresión. Era lo más cercano al orgullo que vio dibujado en su rostro.
Sonriendo con diplomacia, sin ningún tipo de emoción, sintió el abrazo de su madre. Fue breve y extraño; no estaba acostumbrada al contacto de aquel tipo con sus padres. Las emociones no era un tema del que se hablara abiertamente, y mucho menos que se expresaran.
— Sé que te hemos puesto en una situación horrible, pero es lo mejor —murmuró su madre antes de alejarse.
¿Lo mejor para quién? ¿Para mí o para los negocios?
Asintió en silencio, sin ser capaz de encontrar las palabras necesarias. Solamente se limitó a analizar la felicidad de su madre, dándose cuenta que nunca la había visto sonreír tanto. Al menos alguien es feliz.
Su mente se desconectó en el momento en que su madre y el resto de personas que se encargaban de su ropa, maquillaje y peinado intentaban terminar su trabajo. La perfección era lo que buscaban y se podría decir que era lo que consiguieron, lamentablemente Hanna no sentía ni un ápice de perfección en su sistema.
— ¿Qué se supone que se hace en una fiesta de compromiso? —inquirió Hanna, en medio de un suspiro, cuando el alboroto se calmó y pudo estar sola con la única persona que necesitaba en ese instante.
Esmeralda, vistiendo de violeta con el pelo recogido, y dejando en ridículo a cualquier modelo de alta costura por su elegancia y soltura, se encogió de hombros.
— ¿Tomar alcohol? —preguntó, cediéndole su copa de champagne.
Hanna meneó la cabeza, una pequeña sonrisa curvando sus labios, agradeciendo que al menos alguien pudiese darle algo de paz y seguridad en ese momento. Estiró su mano para agarrar la copa de Emme, dejándola vacía en segundos.
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Había perdido, era lo único que podía reconocer.
Rememoraba el día en que le anunciaron el compromiso, la forma en la que luchó por liberarse pero cómo terminó cediendo. Quizás era lo que tenía que ser. Quizás debía guardar su batalla para otro momento. O quizás, estaba ganando más de lo que creyó perder.
Refregó sus ojos con fuerza, deseando apaciguar el dolor incipiente de cabeza. Los invitados, empresarios, periodistas. De solo pensar en todo lo que debía enfrentar una vez saliese de esa habitación, su cabeza colapsaba un poco más. Quería correr pero sabía que no estaba solo en eso, y no pretendía abandonar a Hanna en este momento.
— Estás haciendo muy felices a tus padres —murmuró Harry, mirándolo con una mueca de satisfacción.
Kylian sonrió sarcástico, dedicándole una mirada burlona mientras estiraba un poco el cuello de su camisa para no sentirse tan asfixiado.
— Respondería que nunca los he visto tan felices, pero técnicamente, no los he visto... —comento sin ocultar el veneno en sus palabras. Se alejó del espejo, cansado de ver al chico de traje gris con el cabello bien arreglado y la mirada llena de dudas.
Harry bajó sus ojos solo un instante, sintiendo sus palabras.
— Sabes cómo son ellos, tienen muchas cosas en este momento, y solo quieren que todo sea perfecto —intentó defenderlos, pero no había nada que pudiese hacer o decir para limpiar la imagen de ellos.
Él los conocía bien, y tenía noción que les preocupaba más lo que las demás personas pudiesen creer o ver, en vez de ocuparse de cómo su hijo se encontraba en ese momento. Solo es una transacción más; pensó recelosamente.
Solo Harry estaba allí para él, de la misma forma que siempre lo había estado en su vida.
— Al menos tú estás aquí —susurró Kylian, echándole un vistazo a la ciudad que estaba cubierta por el cielo ennegrecido.
La sonrisa y la mirada de Harry eran nostálgicas y agridulce. Y Kylian estaba tan metido en sus pensamientos que no notó la forma en que Harry descendía nuevamente su mirada, llena de tristeza y culpa.
— ¿Crees que saldrá algo bueno de esto? —preguntó con la mirada en la lejanía.
La tristeza de Harry se transformó en nostalgia; habiendo visto crecer a Kylian y Hanna hasta lo que eran en ese momento, tenía un sentimiento optimista en su interior. Al verlos juntos podía notar cuan bien se llevaban, el mutuo cariño y la forma en que ambos se comprendían. Imaginando diferentes escenarios de la realidad, le costaba pensar en otra unión que no fuese aquella.
En cada una de las diferentes realidades, para Harry, Hanna y Kylian eran la pareja perfecta.
— Estoy más que seguro que sí —respondió él—; confía en mi.
— Solo hay dos personas en las que les confío mi vida, y una eres tu —murmuró Kylian, sin sonar demasiado sentimental ante la súbita confesión.
— ¿Y la otra persona quién es? —inquirió con curiosidad Harry, aunque solo quería confirmar sus sospechas.
— Hanna —respondió Kylian, y Harry sonrió.
— Creo que esa es la respuesta a todas tus dudas pequeño Kyl —canturreó, acercándose a él para darle un pequeño golpecito en la espalda para darle ánimos.
El fantasma de una sonrisa cruzó por el rostro de Kylian pero continuaba demasiado aterrado e inseguro como para sentirse completamente conforme. Solo agradecía que Harry fuese quien estaba allí con él y no otra persona de su familia.
El silencio, en medio de un mar de pensamientos dispares, Kylian siguió a Harry fuera de la habitación. Jugaba con un encendedor entre sus dedos mientras sus pasos resonaban fríos sobre las paredes de los pasillos.
Todo el caos de su mente se fue disipando al ver a dos figuras que aguardaban por ellos. Sintió una extraña opresión al ver a Hanna apoyada sobre la pared, con la mirada perdida mientras oía a Emme hablar. Su corazón latía apresurado y el nerviosismo se incrementó a medida se acercaba más a ella.
Notó la forma en que Emme le avisaba de su presencia, y cómo el rostro de Hanna se iluminaba al verlo. Él respiró hondo, fingiendo una sonrisa segura solo para hacerla sentir confiada.
Ninguno de los dos estaba tranquilo con lo que sucedería, y mucho menos cómodo de estar en el foco de atención. Un saludo extraño, expresiones que simulaban emociones ficticias y una conversación que moría antes de nacer.
— Nosotros estaremos en la fiesta, todo irá bien —canturreó Emme, apretando la mano de Kylian y dejando un beso en la mejilla de Hanna antes de irse junto a Harry.
Hanna y Kylian permanecieron en silencio unos minutos, mirándose sin poder evitar regodearse de lo bien que se veía el otro.
— Te ves hermosa —murmuró Kylian, sonando casi tímido. Hanna sonrió, sus mejillas se ruborizaron automáticamente y asintió.
— Tú también te ves muy bien —respondió.
— Lo sé, siempre me veo bien —él le guiñó un ojo, solo para verla sonreír con más sinceridad y olvidarse lo que vendría. Sintiéndose orgulloso de haber logrado lo que quería, la admiró con cariño, hasta que le ofreció su mano—. ¿Lista? —inquirió, sintiendo que navegaba por un mar tormentoso pero tenía a su favor una pequeña luz que le indicaba hacia dónde debía ir.
— Por supuesto —respondió ella, enlazando sus manos y sosteniéndola con fuerza, como si de eso dependiese su vida. Kylian se acercó sutilmente a ella, posando sus labios sobre su frente y permaneciendo así por un momento. Hanna cerró los ojos ante el contacto, con el corazón comprimido dentro de su pecho, demasiado emocional.
Por un instante volvieron a ser aquellos adolescentes con sueños, asustadizos y débiles. Recordaron todo lo que deseaban y en lo que se convirtieron, y aunque sabían que sus versiones más jóvenes estarían avergonzados de ellos, estaban en un juego.
El juego podía parecer perdido para ellos, pero al menos harían un buen acto.
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Si por cada vez que oía una felicitación con sabor a envidia y falsedad bebiera un trago de vino, probablemente estaría demasiado borracha. La tensión le erizaba la piel y hacía que su espalda doliese. El tipo de atención que le agradaba no era la misma que estaba recibiendo; paparazzis en la calle tomando fotos de cada invitado, sitios web que comentaban cada pequeña cosa que sucedía allí dentro aun cuando los teléfonos no estaban permitidos, la mezcla de negocios y vida personal que ya traspasaba cualquier tipo de limite.
Sus mejillas comenzaban a entumecerse por sonreír, y en cada instante le costaba más fingir que le divertían comentarios y situaciones que no le daban gracia. Kylian era la única fuente de calma que encontraba. Si se sentía perdida, confundida o a punto de comenzar a enloquecer, solo apretaba la mano de él y lo miraba. Instantáneamente, Kylian buscaba la forma de centrarla.
— ¿Cuánto tiempo falta para que nos vayamos? —preguntó con una sonrisa tensa, agrandando sus ojos con pánico inminente, tocando su brazo y haciendo de cuenta que hablaba de algún tema privado.
Kylian sonrió, mirando a la gente a su alrededor con picardía, acercándose a su oído lentamente mientras posaba su mano en la cintura de Hanna. Las miradas se centraron aún más en ellos, analizando hasta el mínimo movimiento y contacto físico. Los cuchicheos aumentaron y se alegraron de saber que, al menos, les estaban dando lo que esperaban encontrar.
— Tengo entendido que falta mucho pero si tenemos suerte nos escapamos antes —comentó él; su tono de voz le advertía a Hanna que estaba tan cansado de esa fiesta como ella.
Ella suspiró resignada, tensándose levemente al percibir unas figuras que se acercaban a ellos. De reojo, reconoció a su padre e inmediatamente apretó la mano de Kylian para hacerle saber que deberían prepararse. Él se irguió, involuntariamente, erizando una muralla de arrogante encanto y rodeó con su brazo a Hanna, mientras que ella puso aquella expresión de falsa modestia que copió de su padre.
— No era nuestra intención molestar pero quería presentarles al señor Slate —comentó él, introduciéndolos al señor de traje oscuro, mirada gentil y una sonrisa que lucía no tan escalofriante como la del resto de los invitados.
Kylian fingió lucir sorprendido y agradecido de verlo allí. ¿Quién imaginaría que el futuro socio estaría presente? Si acaso él supiese que gran parte de todo ese circo era para captarlo a él y a otros potenciales inversores.
— Es un placer tenerlo acá, a pesar de no conocerlo, hemos tenido el agrado de trabajar con su representante —canturreó Kylian, saboreando el sarcasmo de sus palabras. Hanna lo miró precavidamente, dándole un sutil codazo en el estómago.
Y él sonrió aún más, completamente orgulloso de sí mismo.
— Gracias por haber venido, realmente es un honor —comentó Hanna, con una formal reverencia, sintiendo la atenta mirada de su padre sobre ella. La tensión de sentir que atravesaba otra prueba la encrespaba.
— No tienen nada que agradecer, yo soy el afortunado por estar aquí. Es un placer conocerlos al fin, solo he oído cumplidos acerca de ustedes —dijo, haciendo que Hanna ocultara su sonrisa tras sus manos con ese aire de timidez que solía usar para hacerle creer a las personas que le resultaba extraño oír halagos—. Y felicitaciones por su compromiso, realmente lucen muy felices juntos —agregó.
Kylian afianzó su agarre alrededor de Hanna, teniendo noción de que se encontraba frente a su conservador padre, y solo se limitó a contemplarla con cariño.
— Gracias —murmuró Hanna, sin poder controlar el enrojecimiento de sus mejillas. Había veces que simplemente fragmentos de su personalidad se colaban entre la imagen que quería mostrar al resto.
La conversación murió unos minutos después, cuando el padre de Hanna decidió llevar al señor Slate hacia un grupo de personas de su círculo. Intercambiando miradas de irritación, ambos suspiraron deseando escapar hacia otro sitio, lejos de los negocios de los que sabían que no podrían evadir.
Allí todo lucía brillante y hermoso, como una obra. Eran figuras de cristal dentro de una casa de juguetes en la que simulaban ser felices, tener amigos y tener vidas perfectas. Pero toda esa obra era frágil ante cualquier prueba, y cualquiera podría darse cuenta que era cuestión de tiempo antes que todo se destruya.
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Decidiendo buscar un poco de refugio en algún sitio solitario, sin poder soportar estar un minuto más allí, caminó apresurada. Kylian hablaba con su padre cuando Hanna vio la oportunidad de rehacer su espíritu.
— Hanna —aquella voz familiar la obligó a detenerse. Respiró hondo antes de girar para encontrarse con la sonrisa de Simón.
Un escalofrío se mezcló con una punzada de nostalgia al contemplarlo de aquel modo; lucía despreocupado, sin ningún ápice de su característica pedantería y con una sonrisa extensa y real.
¿Cuántas veces en su vida había visto esa sonrisa? El pasado lucía más borroso en ese instante.
— Has venido —dijo ella, realmente sorprendida de verlo allí. Una vez más, olvidó que él también pertenecía a esa alta sociedad que estaba invitada a su compromiso y de la que él renegaba.
— Al principio no estaba seguro si debía venir, pero luego de pensarlo, creí que estar presente era un buen modo de empezar con esta nueva etapa entre nosotros —dijo acercándose a ella, contemplando su imagen y deteniéndose en su rostro.
Ella quiso sonreír pero aún le resultaba muy extraño estar frente a él y en algo similar a buenos términos. Una expresión extraña cruzó por su rostro, desviando su mirada hacia otro lado para no demostrar su incomodidad.
— Gracias por venir, espero que estés disfrutando de la comida y bebida que no pagué —comentó, deseando tener en su mano una copa del vino caro que sus padres se jactaban de estar sirviendo en la fiesta.
Simón metió sus manos en sus bolsillos, ladeando su cabeza, analizándola.
— Creo que nunca te he visto tan feliz como cuando te veo con Kylian —dijo con honestidad, haciendo que Hanna se cruzara de brazos como si erigiese una especie de muralla mental.
— Tampoco es cómo si hubiésemos compartido tantos años juntos —comentó ella, poniendo los ojos en blanco, intentando desestimar sus palabras.
La forma en que tantas personas repetían lo mismo la confundía. Conocidos o no conocidos, no dejaban de recordarles que eran una pareja que lucían enamorados y felices. Eran la imagen del romance, y generaban envidia a cada uno que quisiera un amor tan fuerte como el que ellos demostraban.
Era loco que a ella le costara ver lo que los demás notaban. No lograba delimitar con claridad la realidad y la mentira en cada uno que le decía eso, y ya comentaba a sentirse demasiado incomoda como para olvidarlo.
— Eso es una lástima —susurró él, antes de contemplar el alrededor.
Hanna notó como Simón se tensaba y su expresión cambiaba completamente. Lo que ella veía era muy parecido al Simón que conoció. Kylian fue la primera persona que vino a su mente ante el cambio de aura, pero al seguir la dirección de sus ojos todo tuvo sentido.
— ¿Aún no has arreglado tu mierda con ella? —inquirió sin ningún filtro. La risa sin humor de él hizo eco en sus oídos.
— Cuando intenté hablar comenzó a hacer una escena frente a todos y no me quedó otra opción que irme —respondió.
— Eso es típico de ella —opinó Hanna en el preciso momento en que Mikayla posaba sus ojos en ambos. La oscuridad inundó su semblante y si las miradas matasen, ellos estarías a muchos metros bajo tierra. Hanna podría haber reído ante el enojo e histeria que emanaba por verlos hablar, pero pretendía mantener su imagen al menos un tiempo más—. Dicen que emborracharse sirve para aguantar ciertas cosas —agregó ella, recibiendo una peculiar mirada de Simón.
— ¿Quieres que hable con ella aquí? Sabes que hará un escándalo si así lo quiere y es tu fiesta de compromiso —respondió, casi temeroso de lo que pudiese llegar a generar Mikayla.
Una efímera sonrisa cruzó por el rostro de Hanna, sus ojos oscurecidos por la imagen del caos. Gritos, llanto y miradas atentas. No es que quisiera meter a Simón en problemas pero un poco de adrenalina en su vida no le haría mal.
— Eso sería algo encantador de ver —susurró ella.
Se despidió rápidamente de él, dejándolo allí y acercándose hacia donde estaba Mikayla. Sus amigas que la rodeaban cuchicheaban sin parar hasta que vieron a Hanna. Toda la atención iba entre ambas chicas como si una lucha estuviese a punto de iniciar. Mikayla lucía hermosa como siempre pero con esa actitud prepotente que Hanna detestaba.
— Me alegra que hayas venido a la fiesta —exclamó Hanna con falsa alegría y humildad, dándoles una leve reverencia. Ninguna de todas ellas había tenido la mínima decencia de saludarlos pero a ella no le importaba, solo necesitaba de ellas en ese momento y pretendía usarlo a su favor—. No nos perderíamos esta fiesta por nada —respondió una de las chicas, Hanna ni se gastó en ver quien era, solo tenía sus ojos en Mikayla.
— Me alegra oír eso —respondió, acercándose sutilmente a ella como si fuese a decirle un pequeño secreto—. ¿Viste quién vino no? Me acaba de pedir que te acerques a él, no sé qué querrá, pero se muere por hablar contigo —murmuró sonando como si fuesen mejores amigas que intercambiaban secretos frente a todos.
Hanna sintió asco de imaginarse siendo su amiga nuevamente, pero la falsedad en ese momento, le daba cierta satisfacción, sobre todo las emociones negativas que irradiaba y no podía ocultar.
— ¿Por qué no te metes en tus asuntos? —preguntó Mikayla con brusquedad.
Abriendo sus ojos, y tapando su boca con sorpresa, Hanna lucía sorprendida, pero con una pequeña sonrisa y expresión segura le dijo.
— Oh, quédate tranquila que en eso estoy —susurró antes de irse, dejando atrás a Mikayla y a Simón, caminando hacia un Kylian que había contemplado todo silencioso en la lejanía.
— ¿Todo bien? —inquirió él, y ella no pudo evitar notar el dejo de preocupación que sobresalía en su tono.
— Más que bien, creo que este es nuestro momento de huir —sentenció, con una sonrisa victoriosa, enlazando sus dedos con los de él para arrastrarlo fuera de ese lugar.
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La habitación que reservada para ellos en el hotel de la fiesta, se iluminó tenuemente cuando se sumergieron en ella. Deshaciéndose de su chaqueta, Kylian suspiró mientras desajustaba su corbata y posaba sus ojos en Hanna que se quitaba sus zapatos. Ambos estaba cansados pero ella lucía más afectada. Su mirada se opacó, y al mismo tiempo que se desplomaba en el sillón, desarmaba su peinado.
— ¿Qué fue eso? —inquirió un tanto confuso. Hanna lo miró, meneando la cabeza.
— Simón apareció frente a mí, felicitándome, y yo aproveché su presencia para hacer que Mikayla hable con él, de ese modo la atención no estaba puesta en nosotros —explicó. Sus ojos oscurecidos evaluaron a Kylian, quien se acercaba lentamente.
Sintiéndose orgulloso, una mueca sonriente hizo que su expresión se tornara cálida. Entre un suspiro, metió sus manos en los bolsillos de su pantalón y posó un pie sobre el sillón a centímetros de Hanna; lucía altivo y desdeñoso pero con esa cuota de carisma que solía atraer a las personas.
— Ya me resultaba raro que hiciera tiempo que no generabas un poco de caos —comentó con malicia. Hanna se encogió de hombros, sin una pisca de inocencia, antes de tirar sus aros y collar a un lado.
— Me considero una persona paciente, pero últimamente no puedo serlo con ella —intentó defenderse sin mucho éxito, porque Kylian la miró con arrogancia y sin creerle—. Acabo de encontrar una forma de contraatacarla, ¿esperas que me quede sin hacer algo? —inquirió ladeando su cabeza con desafío.
Kylian sonrió, su risa repercutió en el silencio de la habitación, meneando la cabeza.
— Que uses esto para contraatacar es lo menos que espero de ti, solo me preocupan algunas cosas... —murmuró con aire pensativo. Las dudas quedaron en el aire, sin decir, pero Hanna no era alguien de dejar las cosas inconclusas.
— Simón no me importa, es el pasado con el que tengo que aprender a lidiar, y Mikayla es otra asignatura que debo aprender a dejar en el pasado pero ahora mismo, quiero hacerle saber que conmigo no se mete. Lo hizo una vez, puede hacerlo dos veces... —susurró. Su voz resonaba con intensas emociones; enojo, recelo y rencor.
El análisis de Kyl sobre Hanna se intensificó al ver su criptica expresión. La forma en que controlaba sus emociones para no explotar. Eran años acumulados de historias, pensamientos y cosas que iban manteniéndose dentro de ella. Pero eso la envenenaba lentamente, sin siquiera notarlo.
— No eres la misma Hanna de ese entonces así como ella no es la misma. Por más que intentara hacer algo similar, no creo que pueda tener éxito. No eres influenciable ni débil —suspiró. La seguridad con la que hablaba y la forma en que miraba a Hanna, hacía que ella se sintiera casi inhibida—. Además me tienes a mí, y sabes que por mucho que ella intente, nunca va a poder alejarme de ti —agregó, terminando con un guiño de ojo que hizo que ella sonriera entre el sonrojo de sus mejillas.
Asintiendo casi para sí misma, Hanna sonrió con timidez.
— Es bueno saber que te tengo a mi lado —susurró, mirando sus manos sin animarse a lidiar con las emociones que él le transmitía a través de su rostro.
El corazón de él se suavizó y su mente quedó en blanco, como si nada de lo que sucedió hubiese ocurrido, y solo fuesen ellos dos en el mundo. En un instante, se acercó a ella, posando su mano en su mejilla y acariciando suavemente su piel con su dedo. Sus labios tocaron su frente, permaneciendo así por unos minutos. El contacto los tranquilizaba a pesar de sus corazones acelerados y mentes nubladas.
Hanna cerró los ojos, conteniendo el aire, luchando por las emociones que se arremolinaban en su cuerpo. Kylian se alejó unos centímetros, y ella elevó sus ojos hacia él. Podía sentir la cercanía, la forma en que él evaluaba sus labios, y sus propias emociones luchando entre sí.
Ese instante pareció durar una eternidad. La evaluación y la duda. Había tanto con lo que lidiar que no estaba segura con qué era preferible rendirse primero. Pero ese instante se disolvió con el sonido del timbre.
Para cuando la puerta se abrió y Hunter ingresaba acompañado de Emme junto con botellas de alcohol y comida, Kylian y Hanna se encontraban sentados en el sillón uno al lado del otro con expresiones en blanco.
Como si la tensión nunca hubiese estado, como si los sentimientos no existiesen, como si ese paso que pretendían dar no hubiese sido ni siquiera pensado.
— ¿Cómo está la feliz pareja de prometidos? —inquirió Hunter, de buen humor. La habitación cobró vida súbitamente con la presencia de él y Emme, quien buscaba poder sentarse en algún lado.
Recostándose a lo largo del otro sillón, Emme tiró sus zapatos y buscó en Hunter un poco de comida.
— Se perdieron un gran entretenimiento —comentó riéndose con malicia, sin notar ningún tipo de tensión en sus amigos más allá de la habitual—. Mikayla comenzó a gritarle a Simón, y antes de que ella pudiese hacerse la victima frente a todos, él decidió irse. Ni sus amigas querían acercarse a ella después —agrego sin poder dejar de reírse.
— Yo lo intente y casi me muerde —comentó Hunter, levantando las piernas de Emme para poder sentarse y apoyarlas sobre sus muslos.
Hanna y Kylian se miraron, ella sin poder contener su sonrisa victoriosa. Él mordió sus labios para no reír y estiró su mano hacia para darle una pequeñas palmaditas en su pierna. Ella aprisionó su mano para jugar con sus anillos, pero mientras oía a sus amigos hablar sobre todo lo que se perdieron de la fiesta, ella contemplaba meditabunda el anillo de compromiso que él también usaba.
Era un anillo sin muchas pretensiones, apenas se diferenciaba del de ella que tenía pequeños diamantes, de color oro rosado. Le resultaba peculiar como ese par de anillos que ninguno había elegido y que usaban porque los habían obligado a hacerlo le hacía sentir algo que no podía especificar.
Desagrado no era, tampoco rechazo u odio. Setrataba de algo más energético, bueno. La encrespaba y asustaba el solo hechode reconocer que casi la emocionaba ver eso.
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