~dos~
—¿Enserio querías escapar?.
—No. No, por favor. Lo siento ya no volveré hacerlo.
No hace caso y corta una parte de su dedo a mi hermano, veo que me mira con los ojos empapados de lágrimas. Grito, trato de llegar hasta él. Quiero salvarlo, quiero...Escucho su profundo grito. Mi culpa, mi culpa.
—Por favor. Por favor ya no más.
¿Qué está pasando? ¿Dónde estoy?. Veo todo oscuro, escucho sonidos de gritos. ¿Dónde es eso?. Trató de ir hacia el sonido, pero no puedo, mis piernas no se mueven. Bajo la mirada hacia mis pies y veo cadenas, con el piso lleno de sangre. Quiero alejarme, no puedo.
—Tu culpa, es tú culpa.
Escucho una voz, volteo la cabeza por todos lados y no veo a nadie.
—Hermana, fue tu culpa. Todo es tu culpa.
—No.No.No. No es cierto.
Me agarro la cabeza tratando de no escuchar, pero las palabras taladran en fondo de mi cabeza. Escucho la voz de mi madre y mi hermano repitiendo la palabra «es tú culpa».
—¡Nooo!. —Grito en voz alta, abro los ojos y me siento en la cama. Respiro rápidamente tratando de que el aire entre a mis pulmones. Me toco la cara y noto que esta mojada. Grito más alto al ver que la puerta se habré de un momento a otro. Y veo que entra Jacobo.
—Nena ¿Estás bien? Escuché tu grito.
Asiento y se me acerca para agarrarme la cara y limpiar mis lágrimas. No sabía que estaban saliendo.
—Sólo fue un mal sueño.
—Cuando estés lista quiero que confíes en nosotros.
No respondo y solo rodeó su pecho con mis brazos. No se cuanto tiempo nos quedamos en esta posición.
—Será mejor que descanses o ¿Quieres que me quede contigo?.
—Quédate por favor, no quiero recordar lo que viví.
Él se acomoda en la cama y yo me echo a su lado.
Me levanté intempestivamente al escuchar el grito de Elena, corrí rápidamente a su habitación para ver el por qué de su grito. Cuando abro la puerta la veo en la cama con los ojos llenos de lágrimas. Al verla así con los ojos perdidos en el pasado. Me mata quisiera saber que es lo que le sucedió que es lo que tuvo que pasar ahí.
Cuando le pregunté si quería que me quedará, pensé que ella iba a decir que no, que ella estaba bien y que tenía que regresar a mi cuarto con el presentimiento de angustia dentro de mí. Al No poder estar cerca de ella para fortelecerla. Pero cuando escuché la respuesta de «sí» sentí una tranquilidad al saber que voy a estar con ella. Me acuesto a lado de ella mientras que la abrazo quiero sacar esos recuerdos de ella, pero sé que no puedo.
—Auch...¿Qué es éso?.
Señala mi cintura, yo al bajar la mirada al no entender nada del por qué señaló. Siento una vergüenza pero rápidamente lo sacó de mi sistema.
—Lo siento, siempre duermo así.
Le digo, a la vez que saco mi arma y la dejó en uno de los cajones de la mesa de noche.
—No hay problema. —Habla y veo que sus ojos se cierran y se abren cuando habla.
—Duerme nena yo estaré aquí y nada te pasará. Eso te lo aseguro.
No escucho respuesta, cuando veo su cara la veo durmiendo. Le beso en la cabeza y la abrazo mientras el sueño también me llama.
«La veo sonriendo, descalza jugando con la arena de la playa, agarra mi mano mientras me jala hacia el mar cierro los ojos l sentir los rayos del sol directamente a mis ojos, cuando los abro no la veo, volteo mis ojos y la veo ahí tirada toda sucia entre las rocas, el escenario cambia el día que la encontré.
—Ayudame. —Leo que dice sus labios antes de desaparecer entre mis ojos. Agarro el arma que y apuntó a un ser que no puedo ver quiero acercarme para ver quien es pero él se aleja.
—La encontraré y tu no podrás hacer nada.»
Me levanto bruscamente para luego buscar el arma de mi cintura, al no encontrarla me doy cuenta que la guardé en la mesita de noche. Muevo mi cabeza devuelta a la cama y la veo dormir. Busco en la mesa de noche mi arma, cuando la tengo en mano la puerta se abre. Apunto rápidamente hacia esa dirección y veo a mi hermano ahí parado viéndome con el ceño alzado.
—Puede que el fondo me odies pero no seas extremista al querer volante la cabeza.
—¿Qué haces aquí? Son las...
—Siete de la mañana y es obvio que tienes que despertarte. Y por cierto...¿Qué haces en la habitación de Elena?.
—La escuché gritar...me dijo que es una pesadilla pero sé que es más de eso. —Le miro queriendo saber lo que pasó ella. Él al saber o ver mis ojos levanta las manos.
—No te voy a decir nada, Jacobo. Es ética de doctor y paciente no revelar información.
—Lo sé. Sólo quisiera saber que es lo que vivió.
—Hermano, pedí permiso. Sé que entre los dos podemos cuidarla.
La veo renovarse entre las cobijas de la cama y lentamente abre sus ojos. Ella al verme me mira pero luego desvía la mirada hacia Damián.
—Buenos días, ¿Qué hora es?.
—La siete.
—Oh. Puedo hacer el desayuno no me gusta quedarme sin hacer nada.
—Muy bien, ven te llevo a la cocina y quien sabe podemos pasear luego por los alrededores.
Ella asiente y sale de entre las cobijas y sigue a mi hermano. La miro salir por la puerta pero antes voltea la cabeza para sonreirme. Me quedo ahí con una sonrisa boba mirando por la ventana hacia afuera.
Cuando salgo después de haber tendido la cama, me dirijo hacia mi cuarto para cambiarme. Pongo la arma en la cama para ponerme un polo y un pantalón. La arma lo pongo en la parte baja de mi espalda, lo sostiene el pantalón que me puse.
Cuando bajo hacia la sala la televisión está prendida. A Elena por ningún lado la veo, así que me dirijo a la cocina. Ahí veo a Damián lavando los servicios.
—Elena ¿Dónde está?.
—Se fue al baño, ya debería estar regresando.
Asiento vuelvo a la sala, y las noticias están presentando la imagen de dos cadáveres de una persona mayor y una menor. Rápidamente me dirijo al baño por qué si Elena la vio debe pensar que son es su familia.
Trató de abrir la puerta pero está trabada, forcejeo pero nada.
—Elena, nena. Por favor abre la puerta.
No escucho respuesta, no quiero asustarla y que empiece a gritar. Pongo el oído en la puerta y escucho balbuceos. «Ayúdame, son ellos. Son ellos.» Una y otra vez repite lo mismo.
—Elena. Soy yo, soy Jacobo te voy a salvar pero necesito que me abras la puerta.
No escucho sonido, cuando estoy por gritar su nombre escucho el clic de la manija. Ella aparece en mi campo de visión bañada en lágrimas.
—Están muertos, yo los maté. Yo los maté.
—No. No. No, nena no son ellos, son otros lo prometo.
No responde y sólo empieza a llorar. Escucho pasos apresurados y sé que es Damián que al verla así se acerca y le habla.
—Elena. Vamos hacer lo que aprendimos en la terapia, respira y mírame. —Ella saca su cara de mi pecho y le mira. Empieza a seguir los pasos que le indica Damián.
Cuando está mejor la llevamos a la sala y apago la televisión. No quiero que mire, sólo quiero que se recupere.
—¿Hasta cuando seguiré estando en esta situación?.
—Hasta que él desaparezca o ya no esté en este mundo. Y eso te lo voy a prometer Elena. Te lo prometemos.
Ella me mira para luego abrazarme.
—Quiero olvidar ¿Me ayudarían a hacerlo?.
Nos quedamos estáticos ante sus palabras. Sólo hay una que pueda definirla «Mierda».
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