21 de octubre de 2020

Querido diario,

Hoy ha sido la cita y ha sido increíble. Ha sido por la noche, en Barcelona. Pero hasta que no ha llegado la hora de ir hacia allí he de reconocer que la situación en casa ha sido menos incómoda de lo que pensaba.

Para empezar, me he despertado cogido de la mano de Claudia, e instintivamente en mi cara se ha dibujado una sonrisa. Estaba dormida. Claudia, despierta, de por sí, es bastante guapa, pero dormida lo es el doble. No quería despertarla, y tampoco quería romper aquel momento y soltarle la mano, así que he vuelto a dormirme hasta que ella se ha despertado. Acto seguido hemos desayunado juntos y no parábamos de mirarnos. Eran esas miradas inocentes, típicas, casi a escondidas, de dos personas reconciliadas. De dos personas que se quieren.

La verdad es que como tal el día no ha sido muy activo. De hecho, no hemos salido de casa en ningún momento, excepto para la cita. Durante el día no hemos salido de la habitación. Los dos hemos aprovechado para terminar las tareas pendientes de la uni, así podremos tener más tiempo libre el próximo día.

Me ha llevado a un restaurante japonés bastante bonito. Para ir hemos ido en su coche. El camino de ida ha sido normal. O eso creo. El restaurante se encuentra en Barcelona, una ciudad cerca de nuestro pueblo. Está decorado como si fuese una de las típicas calles japonesas de las que te puedes encontrar en Tokyo. Por suerte, el restaurante era un buffet libre y he podido pedir de todo. Desde gyozas, hasta shusi. Creo que he comido por encima de mis posibilidades.

A continuación hemos ido a un bar de copas a tomar algo. El establecimiento no es que fuera muy grande. Tampoco muy oscuro. Las mesas eran redondas, acompañadas siempre por un par de sillas y encima, un par de velas en cada mesa. Al fondo, en una especie de pequeño escenario, un grupo de 3 personas ambientaban la sala, tocando jazz. Para nuestra sorpresa, el grupo cambiaba cada dos por tres de género musical. Algo que personalmente he podido agradecer. Me gusta el jazz, pero a los pocos minutos me resulta aburrido, a pesar de que no pierde elegancia.

Después hemos ido a dar una vuelta nocturna por la ciudad. Y ha sido una de las mejores vueltas nocturnas que he dado en mi vida. Hemos terminado en una zona conocida como los Búnkers. Se trata de un mirador impresionante que te ofrece unas vistas de 360º de Barcelona. Podíamos ver todo. La Sagrada Familia, la torre Agbar, el mar en el horizonte. Mentiría si dijese que ese sitio no es mi lugar favorito de todo Barcelona. Y mentiría si dijese que me estaba poniendo más cariñoso de lo normal con Claudia. Quizá la culpa sea de la mezcla de mis sentimientos y el alcohol.

Cuando nos hemos querido dar cuenta ya eran pasadas la una de la mañana, así que tomamos la decisión de volver casa. Una vez aparcados, Claudia me ha confesado que se lo ha pasado genial y solo le he podido responder con un beso. Un beso que ha ido a más y me ahorraré escribir la situación en este diario. Prefiero que sea solo un recuerdo para mí. Mi recuerdo secreto.