19 de octubre de 2020

Querido diario,

Hoy ha sido un día raro, y el problema es que lo ha sido desde el principio.

A pesar de haber aceptado la cita con Claudia con toda la ilusión y las ganas del mundo, en el día de hoy ha habido un poco de tensión entre los dos. Pero no tensión tóxica o dañina, sino la típica tensión entre dos personas que saben que van a dar un paso muy importante en su relación. Lo que me pone más nervioso de todo esto es que todavía quedan 48 horas para la cita, suponiendo que quedemos el sábado por la noche y eso quiere decir que todavía quedan 48 horas donde Claudia y yo tendremos que convivir juntos.

Obviamente, me gustaría actuar como si no pasara nada, pero es muy difícil. Voy a tener una cita con la chica que me gusta, y esa chica está viviendo conmigo, joder, incluso duerme en la misma habitación que yo. Reconozco que me da un poco de rabia, porque no sé cómo actuar en este tipo de situaciones y a veces me es inevitable pensar como reaccionaria otra persona. Creo que desde pequeño se me han dado mal las relaciones, no solo las sentimentales. Me refiero a todo tipo de relaciones.

La cuestión es que hoy nos hemos levantado los dos a la vez y hemos aprovechado para preparar el desayuno y comer juntos. A pesar de eso, ninguno de los dos ha sido capaz de articular palabra. De hecho, mientras desayunábamos ni siquiera hemos cruzado miradas. Espero que esta situación no dure demasiado. Después de desayunar he ido a la universidad.

No ha sucedido nada importante, salvo que David me ha recordado que mañana después de clases hemos quedado. Si soy sincero, se me había olvidado.

No sé qué esperar de mañana y de la cita. Tengo la sensación de que todo saldrá mal. Sé que no es la actitud que debería tener, pero me cuesta mucho pensar lo contrario. En este mes me han pasado muchas cosas, quizás demasiadas. Siento que no he tenido ningún momento de descanso, excepto aquel finde con mis padres. Es como si algo o alguien se empeñara en complicarme las cosas. Aunque pensándolo bien, a lo mejor me complico yo solo la vida.

Después de la uni he vuelto a casa, y por mucho que me duela he agradecido que Claudia tuviera clases por la tarde. A la hora de comer ha pasado lo mismo que en el desayuno. No hemos sido capaces de hablarnos y ni de mirarnos. Cuando Claudia ha terminado de comer se ha despedido y se ha ido. Yo he aprovechado para hacer las tareas de la uni, aunque no he estado muy concentrado. No podía quitarme de la cabeza la situación con Claudia. Debería ser fácil hablarnos, ¿no? ¿Qué es lo que nos frena? Esos pensamientos rebotaban en mi cabeza como una pelota. Tenía pensado hacer las tareas hasta las 21:00, pero no he llegado ni a las 19:00. Así que, para relajarme, he decidido ducharme y debo de decir que me ha relajado bastante. Justo al salir de la ducha es cuando por fin he decidido hablar de tú a tú con Claudia.

Ha sido justo después de que ella llegara de la uni, mientras cenábamos. Le he sido sincero y le he preguntado si ella también está incómoda con la situación. Me ha dicho que sí, pero aun así le he intentado dejar claro que a pesar de la cita y los nervios podemos seguir comportándonos igual que siempre. Ella me ha respondido con su sonrisa de siempre. Con esa sonrisa radiante, que da fuerzas y podría revitalizar a cualquiera. Después me ha agradecido que haya sido sincero con ella, y que haya tenido el valor de hablar con ella sobre la situación. Es cierto que ahora que lo escribo, puedo parecer una situación algo infantil, pero creo que en estos casos siempre es mejor hablarlo. Por muy banal que sea la situación. A la larga, siempre será mejor.