Capítulo 17: Momento Inoportuno
14 de octubre de 2020
Querido diario,
Por fin he recordado algo. Por fin mi mente vuelve a ser como era antes, al menos una parte de ella.
Todavía estoy en shock. Pero aun así ha sido en el momento más inoportuno. Fue ayer, en la playa, con Claudia.
Esperaba el día de ayer con muchas ganas, pero sobre todo con muchos nervios. Durante las horas posteriores mi mente era como un volcán en erupción. Los sentimientos volaban de un rincón de mi mente a otro. Al final fuimos por la noche y todo fue planeado por Claudia. Cuando se presentó en casa, me sorprendió verla cargando con una bolsa. En ella llevaba un par de pizzas y una botella de vino tinto. Después de eso cogimos un bus dirección a la playa y en menos de media hora ya estábamos pisando la arena y escuchando las olas del mar. Pusimos el pareo (el cual llevaba Claudia, por supuesto), nos tumbamos y disfrutamos uno del otro. Hablamos durante horas, sobre todo de nuestra infancia y de los momentos que teníamos en común y he de decir que me sorprendió mucho lo inseparables que éramos desde pequeños. A pesar de ser agradable, fue raro. Los recuerdos que tengo con ella de pequeños no es que estén rotos o no los recuerde, más bien están borrosos, distorsionados.
Seguimos comiendo, bebiendo y acabamos en el agua en ropa interior, fruto del vino que corría por nuestras venas. Cinco minutos después de tirarnos agua el uno al otro y de hacernos ahogadillas volvimos al pareo. Seguimos bebiendo y entonces fue cundo ocurrió.
No sé cómo describirlo. Fue como un fogonazo, un flashazo en mi mente y luego, claridad. No fue un recuerdo persé, fue como un pequeño momento. Y allí estaba. Solo pude vislumbrar un coche accidentado y yo dentro, en el asiento del conductor, inconsciente y sangre brotando de mi cabeza. Cuando regrese a la "realidad" Claudia me agitaba, como tratando de despertarme de un trance o algo parecido. A pesar de volver a ser consciente de dónde estaba y con quién estaba, me sentí vació, como si un aspirador o una ráfaga de viento se hubiese llevado mis fuerzas, además estaba temblando. Cuando Claudia vio que recobraba poco a poco el sentido me abrazó y ese temblor se desvaneció poco a poco gracias a ella.
No sabía cuanto podía significar o cuanto poder podía tener un abrazo hasta aquel momento. Fue un abrazo sanador. Más sanador que cualquier medicina o tratamiento. Toda la inseguridad que sentí se evaporó por el calor de su abrazo. Quise llorar, pero aguanté. Ya había estropeado aquella noche y no quería estropearla más, así que resistí y le devolví el abrazo.
La hora siguiente fue un poco incómoda, ya que ninguno de los dos fue capaz de hablar. Solo nos tumbamos con la esperanza de poder relajarnos. Cuando por fin lo conseguimos, decidimos volver a casa. Claudia de golpe y porrazo me dijo que se quedaría en mi casa a dormir. Me pilló por sorpresa. Era tarde. No es que no quisiese que viniera a dormir a casa, pero la idea surgió tan de golpe que por un segundo me quede bloqueado. Insistió, como siempre hace y no me pude negar. Había tenido la mini crisis y no sabía si volvería a pasar, así que pensé que en ese momento le necesitaba más que nunca.
Volvimos a casa, nos pusimos el pijama, prepare el colchón para Claudia e intentamos dormir. Al ver qué no podíamos, se nos ocurrió al mismo tiempo cogernos de la mano. Buscando ambos una forma de relajarnos mutuamente. Finalmente, los dos conseguimos dormirnos.
Por suerte o por desgracia, el día de hoy no ha sido tan movidito. Cuando nos hemos despertado mi padre y mi madre no estaban, así que para devolverle el favor a Claudia le he preparado el desayuno. He cocinado tortitas, pero no me han salido muy buenas. A pesar de que se me hayan quemado un poco, Claudia se las ha comido con una sonrisa de oreja a oreja. El resto de la mañana hemos aprovechado para dar un pequeño paseo. A continuación Claudia se ha despedido de mí y se ha marchado a casa, pero antes le he agradecido todo lo que ha hecho por mí con un abrazo. No sé cuanto tiempo ha sido, pero no nos soltábamos. Creo que haga lo que haga o diga lo que diga, nunca bastará para agradecerle todo. Ahora mismo me cuesta imaginarme no vivir a su lado.
El resto del día he estado en mi habitación escuchando música y pensando en lo que pasó ayer. En el recuerdo fugaz. ¿Provoqué un accidente? ¿Qué coche era? Por la noche, Helena ha vuelto y obviamente no le he contado nada. Creo que se desmayaría de la sorpresa. Además, tengo que buscar una forma de comentárselo a mi padre, que por desgracia no regresará a casa hasta dentro de unos días. Mejor me espero a mañana para contárselo a mi madre, aunque pensándolo bien, parece que no es una buena forma de acabar la semana.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro