10 de octubre de 2020

Querido diario,

Hoy me he despertado con ella a mi lado. Ya estaba despierta. Me miraba con cara preocupada y no es para más. Más o menos intuíamos que volvería al hospital, sobre todo cuando regresaran los recuerdos, pero nadie se esperaba esto. ¿Volver al hospital después de recibir una paliza? Casi parece una broma de mal gusto.

Lo peor de todo esto es que odio los hospitales. Odio el ambiente que se respira en ellos. Ese ambiente donde notas que todos se esfuerzan en poner buena cara, aunque las circunstancias les empujen a lo contrario. Por suerte los médicos me han dicho que mañana me darán el alta y me han recomendado que haga reposo en casa. Por supuesto, Claudia ya se ha ofrecido a echarme una mano en casa. No sé de dónde saca fuerzas ni ganas. He intentado convencerle de que no hace falta, de que me las puedo apañar solo, pero no ha habido manera de que entre en razón. Creo que el mundo no merece una persona como ella y sé que le he pedido perdón por todo, perdón por las cosas que todavía no recuerdo, pero cada día que pasa se me hace más inevitable pensar que ese perdón esta vació. Palabras sin peso que no sirven de nada. Ojalá pudiese recordar algo, por pequeño que fuese para poder pedirle realmente perdón. Para poder sentirlo de verdad.

El resto del día ha ido más o menos como se esperaría que fuese un día en el hospital ingresado. Comida con sabor a plástico y aburrimiento a todas horas. Por la tarde he conseguido convencer a Claudia de que se fuese a las clases de la uni, pero ha sido después de una pequeña discusión de unos 10 minutos. ¿El resto de la tarde? Aburrida y eso que mis padres han venido a verme.

Por la noche, después de cenar, mi madre se ha quedado conmigo, con la intención de quedarse a dormir en el hospital. Algo que le he agradecido con la mayor sinceridad posible. No es que no quiera que se quede, simplemente es qué... ¿echo de menos a Claudia?. No sé como explicarlo. A su lado parece que todo esto no sea tan complicado y hasta cierto punto parece que me dé fuerzas. De alguna manera, por diminuta que sea, su entusiasmo y su energía es contagiosa, al menos para mí. No sé si esto que siento es bueno o malo. No sé si es algo que sintiera mi antiguo yo.

Pero una parte de mí desea que así sea.