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I. Una boina escarlata

El reloj de San Martín cantaba a las 9:00 PM de aquel día. Las nueve campanadas de las últimas 9:00 PM que aquel 2016, a punto de culminar, viviría.

—¡Celia, vamos a llegar tarde! —vociferó Nerea desde su habitación. ¿No era más fácil bajar el volumen de la Nintendo antes de gritar por encima de la sintonía del Mario Bros? Para mi hermana, al parecer, no; creería que el botón le iba a dar calambre o algo. Rodé los ojos—. ¡El tío Dani se va a enfadar! ¡Y todo por tu culpa, tardona!

Isildu hai! (1) —contesté, mientras luchaba por colocarme la segunda horquilla en mi ya menos corto flequillo. Gracias a esa niña iba a acabar con mala uva en su querido "día de las uvas"; ay, la ironía... Ojalá ella entendiera lo que eso significa.

—¡No le hables mal a tu hermana, Celia! —mi ama (2) se metió por medio para que no nos enzarzáramos en Nochevieja. Porque claro, mandarla a callar era "hablarle mal" y la culpa era mía—. ¡Y tú, Nerea, deja de meter prisa! —Ups, hablé demasiado pronto. Bah, no importa; esta clase de errores son hasta disfrutables—. Ya llegaremos... Y sabes que Daniel se enoja de broma. Anda, Celia, ven para acá que te ponga la dichosa horquilla. ¿No es hora ya de que aprendas siquiera a peinarte?

Bufé mientras me sentaba en una de las sillas, coreando un "¡sí, ama!" desganado con mi hermana. O estudiaba o me peinaba, no las dos cosas; si tu madre es peluquera, aprendes a priorizar. No sabía ni hacerme una coleta básica, pero mi boletín de notas lo agradecía.

Con su maestría, de quien ha colocado multitud de enganches capilares a lo largo de su vida, logré recuperar la visibilidad. Claro que no todo eran ventajas.

—¿Estás segura de que no quieres maquillarte? —aquí uno de los mayores inconvenientes de la estrategia. Negué con la cabeza lo más rápido que pude—. ¿Siquiera un poco de labial? —suplicó; mi respuesta volvió a ser negativa. Fijé mis ojos en los suyos.

—Ya me duché, incluso si hoy no tocaba; no me pidas más —di por zanjada la conversación que se repetía antes de cada evento. ¡Qué son primos y tíos! ¡Ni que fueran de la NASA! No me iba a poner potingues incómodos en la cara para unas personas que me veían a diario sin ellos.

Nerea salió de su cuarto con un viejo vestido de pana rojo y leotardos negros. A pesar de sus quejas, le quitamos los pompones de algodón que colgaban de sus coletas. En el resto no había nada que hacer; mi hermana estaba empeñada en llevar algo rojo para que la buena suerte le acompañase durante el año próximo. Como podéis ver, ese rollo no iba conmigo; vestía un jersey azul y vaqueros, nada de color rubí o coral.

A punto estábamos de salir por la puerta cuando el timbre nos alertó de que había alguien al otro lado. Me asomé por la mirilla (ya que era la que estaba más cerca) y vi una boina de color rojo. Aunque la persona en cuestión tuviera una colección de gorros enorme, supe al instante de quien se trataba.

Kax, kax, atarian (3) —cantó. Puse los ojos en blanco; no estaba para juegos. Abrí la puerta, o eso intenté; Erika Zubiola tiró de ella y la volvió a cerrar. Entre risas, hizo una petición—. Sígueme el juego por una vez.

Eché una mirada a mi hermana, en busca de apoyo; me encontré con un impaciente "si no cantas, te arranco el villancico a golpes" visual. Suspiré; total, según la lógica de la canción, me tocaba una sola línea. Procuraría no morir de vergüenza ajena.

Nor dabil etxian? (4) —pregunté; Nerea coreó en un susurro (se supone que cada línea se repite dos veces, pero yo pasaba; además, Erika no lo había hecho en su parte).

Ikusi makusi, nor nizen ikasi (5) —rió; supongo que escuchaba a mi hermana repitiendo cada verso de forma automática—. Boina buruan, koadernoa poltsan(6).

—Vale, ya está bien —me cansé y abrí la puerta—; ¿contenta?

—¿Y la última parte? —se quejó mi hermana; Erika le secundó con un puchero—. Esa te tocaba.

—¡No sabía cómo encajar su nombre! Además, no rimaba —me excusé; no había pensado en la última estrofa, que también me correspondía, pero ni aunque la hubiese tomado en cuenta habría podido rehacerla para que encajase. Era un pretexto barato, soy consciente, pero tan válido como el más imaginativo del planeta hubiese sido.

Erika, sin entrar todavía, jugueteó con la espiga en la que recogía su achocolatado cabello con aire pensativo.

—¿Qué tal "Bai, bai, bai; lehen, orain eta gero, Erika ez nuen espero (7)"? —propuso—. Eso se ajusta a la melodía.

—Me pides demasiado —objeté; mirándola con una seriedad que no se le contagió.

—Lo suponía —rió—. Urte berri on, famille! (8) —como si esa felicitación en francés hubiera accionado un botón, Nerea la abrazó y ella, lejos de sentirse cohibida, le devolvió el gesto—. Venía a robarme a Celia un rato; visto lo visto, igual espero hasta 2017.

—¡Tonterías! —se metió mi madre—. ¿Tienes algún plan para Nochevieja?

Erika se ruborizó.

—Mis padres y yo estamos solos, ya que no viene ningún primo a pasar las fiestas. Supongo que, ¿nada especial? Las uvas y ya.

—Pues decidido —zanjó mi ama, como si la palabra final le correspondiera—; os venís con nosotras; el último día del año no es para estar tan solos. Si no hay familia, pues amigos.

Ella me miró, a lo que yo me encogí de hombros, con la mirada fija en los relieves que separaban el techo de la pared. Si quería, pues bien; si no, había sobrevivido a golpes mucho peores, algunos de su parte.

Ok... —murmuró. Después, me miró de arriba abajo—. ¿Os importa que use vuestro teléfono para avisar? Mi móvil ha muerto. Ya si eso os alcanzamos luego. ¿Me dices la dirección, Celia? —y me arrastró al interior de mi morada.

Se escuchó la despedida y un recordatorio de que no tardásemos mucho desde la entrada.

—A ver, para ir a casa de mis tíos... —rememoré donde vivía mi amiga y tracé un mapa mental. ¿Para qué? Erika acababa de enviar un mensaje de WhatsApp—. ¿No que tu teléfono había muerto?

—Era una excusa, tontorrona —bromeó—. Necesitaba un motivo para retenerte. Precisas otro vestuario pero ya.

Aclaraciones:

(1) "¡Cállate!", en euskera escrito de manera informal (hika) y en dialecto de Azkoitia (erdialdeko sartaldea).

(2) "Mamá", en euskera.

(3) "Toc, toc, en la puerta", en euskera. Parte de un villancico homónimo.

(4) "¿Quién anda en casa?", en euskera, dialecto de Azkoitia. Parte del villancico anterior.

(5) "Adivina, aprende quien soy", en euskera, dialecto vasco-francés (nafar-lapurtarra). Parte del villancico anterior.

(6) "Boina en la cabeza, cuaderno en la bolsa", en euskera. Adaptación de la parte del villancico anterior.

(7) "Sí, sí, sí; antes, ahora y luego, Erika, no te esperaba", en euskera. Adaptación de la parte del villancico anterior.

(8) "¡Feliz año nuevo, familia!", en euskera (la primera parte) y francés (la segunda parte).

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