Volvimos a nuestra casa unas horas después puesto que fuimos a dar un paseo por un parque. El día se había puesto bellísimo. Todas las dudas se habían esfumado. Al llegar, nos sentamos en uno de los sillones y retomamos la lectura. 

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Debo admitir que mis padres hicieron lo imposible para quedarse en Buenos Aires, no obstante, desde mi punto de vista, les faltó un poco de cabeza. Salían todas las noches que escuchaban de un evento, pero fallaban no sólo en cuanto a  su ropa y presentación, sino que todo lo relacionado a la viveza a la hora de hablar con los grandes empresarios. Ya por poco se habían rendido pero cuando se enteraron de que tendría lugar en Buenos Aires el gran evento empresarial del año, sus esperanzas volvieron. Decidieron que sería el último y, en caso de que no resultara, se pondrían a buscar a qué país viajar. Sin embargo, a diferencia de los intentos anteriores, esta vez me tendrían a mi con ellos.

La noche llegó antes de lo que todos nos imaginábamos. Me miré al espejo una vez más antes de salir. Había estado horas arreglándome. Quería estar perfecto para esta noche. Nada podía salir mal ya que, el más mínimo error podía implicar la mayor de las desgracias. En mi mente, había estado analizando las palabras más correctas, el color más apropiado para la ocasión y los empresarios a quienes consultar. 

Al llegar, observamos la mansión en la que sería el evento. Nunca había visto nada similar, era una vivienda magnífica desde todo punto de vista y su tamaño daba miedo. Con sólo verla daba un horrible presentimiento: sería difícil convencer a estos millonarios de darnos lo que para ellos sería una moneda. Entramos intentando mostrarnos lo más confiados posible, pero la exclusividad del evento era aterradora para toda persona que no esté a su altura. 

Durante la primera hora hablamos con el fundador de una empresa textil de suma importancia. A simple vista era un hombre egoísta que no daría un centavo, pero no pude convencer a mis padres de ello y se confiaron que aceptaría inmediatamente. Este hombre nos derivó a otra potencia del rubro, pero directamente no nos quiso hablar. Mis padres se negaban a que yo hable durante las primeras conversaciones hasta que no les hice caso. 

Perdido en mis pensamientos, a lo lejos vi a uno de los empresarios que, según mis análisis, en más de una oportunidad había donado grandes sumas a empresas en apuros. Sin importar que dijeran los demás, me acerqué a él con toda la diplomacia que poseía. Mis padres miraban perplejos la conversación. Cuando lo creí apropiado, le comenté acerca de los problemas financieros que tenía la empresa. Luego, se metieron en la conversación mis padres. Nos dijo que desafortunadamente él no nos ayudaría, pero me felicitó por mis grandes conocimientos de la matemática y mi desenvolvimiento ante la situación. Por otro lado, nos presentó a un hombre que estaba seguro de que de todo el salón, sería el único dispuesto a ayudar. 

Se trataba de el exitoso ingeniero Español Hernandez y dueño de la mansión.  Tras hablar apaciblemente con él y que el otro empresario le contara nuestra situación. Él nos invitó a una oficina ubicada en el primer piso. Le hice algunos comentarios allí toda la situación familiar. Perdimos la total esperanza ya que no hablaba, se quedaba en la silla asintiendo. Fue así como él tomó una decisión.

- Seré lo más directo que puedo, yo no estoy interesado en la empresa- dijo y se mantuvo en silencio unos segundos más intentando confirmar su respuesta- estoy interesado en ayudarlos a ustedes. Creo que son sumamente útiles para mí, especialmente usted Señor Castillo. Estaré encantado de aceptarlo a usted en mi empresa.

- El problema acá es que no podemos esperar con la deuda de la empresa.-contesté al empresario- Es más, estamos dispuestos a aceptar su... 

- Admiro su persistencia y si es una deuda razonable, estoy dispuesto a pagarla si usted acepta venir a trabajar a mi empresa internacional en España. -añadió el empresario- Me imaginó que el traslado será inmediato al pago de la duda. 

Suspiré un momento. Decir que sí sería una de las decisiones más difíciles de mi vida, no obstante, no hacerlo implicaría dejarme llevar por un simple capricho y perjudicar a mi familia entera. Debí entregarme a toda la aflicción que sentiría al tomar semejante decisión, pero sumamente necesaria. No podía creer que yo mismo había aceptado irme de mi amada Buenos Aires.

Durante las próximas horas arreglamos los últimos detalles y firmó un cheque en frente nuestro con la suma exacta de la deuda. Una vez finalizada la reunión le agradecimos cordialmente por su ayuda. Nos estaríamos viendo nuevamente en Barcelona una semana después del final de clases, en tanto no surgiese algún inconveniente.

¡La sorpresa que me hubiese llevado si sabía la magnitud de la decisión tomada y las repercusiones que tendrían a futuro! Ni en mis sueños más lejanos me hubiese imaginado todo lo que sucedería tan sólo unos meses después.