De pronto, abrí mis ojos y me encontré en un lugar conocido con León junto a mí y un diario en mis manos. También escuché la tormenta, que al parecer no había cesado. Tardé un rato en recordar todo lo que había leído estos últimos días. No sé cuántas horas dormí, pero casi como si fuera un impulso, seguí leyendo el diario preguntándome una y otra vez por qué jamás me había enterado de esta historia ¿tan mal terminaría?"

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El piano no sonaba. Eso era lo que me preocupaba. Mi madre no había llegado o algo había sucedido. Con mucho cuidado, abrí la puerta de madera y me encontré a mi padre casi llorando hablando con mi madre en el comedor. Si hay algo que quisiera olvidar es el miedo que me inundaba. El angosto camino resultó ser eterno. Atraje su atención inmediatamente, pero simplemente me dedicaron una mirada de tranquilidad. 

-Hijo, creo que hay algo que debemos decirte- dijo mi madre. 

-No creo que sea... el mejor momento- interrumpió mi padre, pero mi madre asintió- es que la empresa quebró- se limitó a decir. 

Después de unos minutos de silencio continuaron explicándome la situación. Al parecer, aquella fracasada empresa que iba y venía de sus problemas financieros, había tenido su caída definitiva hacía unas pocas horas cuando las deudas ya eran superiores a las que sus pocos ingresos podían pagar. Según ellos, no había otra manera de salvarla. Sin embargo, existía la remota posibilidad de ir a un gran evento de millonarios en el que alguno de ellos quisiera aportar una ridícula suma con tal de salvarla. 

- ¿y si no? ¿qué pasará?- pregunté de pronto- hay que ver el peor de los panoramas. 

- No hay mucho que hacer -contestó mi madre.

- No podemos ocultarlo por mucho tiempo- añadió mi padre- si las cosas no salen como esperamos, posiblemente nos tengamos que ir del país.

En ese momento quedé perplejo. No imaginaba un futuro lejos de mi ciudad, mi barrio. ¡Qué distante era esa posibilidad! No podían hacerme esto a mí, estarían arruinando todos mis sueños, mis aspiraciones y proyectos. Nunca había estado a más de quinientos kilómetros de mi casa y ahora me querían llevar a la otra punta del mundo. 

- ¡irnos del país! -exclamé sorprendido- ¿cómo? ¿por qué?

- Podríamos tener graves problemas legales- respondieron ambos. 

Y de esta manera, siguieron con las explicaciones. A pesar de toda furia, tristeza y desesperación del momento, parecían tener razón en todo lo que decían, era coherente. Las deudas no serían pagadas. ¡Si tan sólo hubiesen pensado con un poco más de claridad en el pasado! Como consuelo, dijeron claramente que me dejarían terminar las próximas semanas de clase y que no harían nada sin mi consentimiento. 

Hoy en día me pregunto qué hubiese sido de mí sin ese enorme cambio que implicó una alteración de toda regularidad en mi vida. No hubiese conocido la música, ni Sevilla y lo más importante: no la hubiese conocido a Ella. 

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Al terminar de leer esa línea, de la misma manera que abrí el diario esta mañana, lo cerré casi con desesperación. ¿Y si no estaba lista? La historia no sería de color rosa, por su puesto que no... Intenté con todo mi empeño relajarme para seguir con la lectura.

Estaba a punto de continuar cuando noté que León se había despertado y que la lluvia había parado. Intercambiamos algunas palabras acerca de lo que se había perdido del diario y lo que llevábamos leyendo de este último. Él se sintió sumamente alegre de verme tan sonriente como antes, con aquella sonrisa que las dudas sobre mi pasado había borrado. Así era, la felicidad era enorme. Lo descubriría todo. Además, si el diario creyó que este era el momento ideal para mostrarse querrá decir que estaba lista, ¿verdad?. Finalmente acordamos dejar durante un rato la lectura para desayunar y luego volver a nuestra casa debido a que  sin lluvia sería más sencillo ir. También observamos que la prensa ya no se encontraba en los alrededores. Presiento que las cosas mejorarán. Después de toda tormenta, el cielo se ilumina con un arcoiris, pero ¿esta sería la excepción?