Capítulo 32: "El destino"
- Vilu, vengo por un llamado que me hizo León muy desconcertado. Hace días que llama y no tiene respuesta tuya. Nadie te vio salir. Tus amigas no saben nada de vos. Tu papá mucho menos -dijo exaltada.
- Jane -repetí nuevamente.
¿Cómo no me había dado cuenta antes? Jane Vargas. Esa es . Dudo que mi relación con León actual sería la misma sin ella presente. Jane, la esposa de Daniel y madre de León. No podía ni verla a los ojos sin experimentar una vorágine de emociones en mi interior. Ella es como una madre para mí y siempre estuvo cuando la necesite. Mi sorpresa era inmensa. Tenía enfrente mío a Jane. Esa Jane.
- Sí, te ves pálida y actuás de manera muy extraña. ¿Pasó algo?
- Jane -susurré- increíble. Ciertamente increíble.
- ¿Violetta? Me estás preocupando.
De pronto, me volví a centrar en la conversación. Estos días ni había escuchado sonar el celular. Había visto unas llamadas de Francesca y Camila, pero nada más. Si con alguien no quería hablar era León. No me olvido de cómo me engañó en la gira con esta mujer. Lo vi con mis propios ojos en la revista.
- Decile a León que ya lo vi todo - dije aunque seguía un poco sorprendida.
- ¿Qué viste? -preguntó confundida.
- La foto en la revista.
- ¿Qué revista?
- La foto en la revista con esa chica. Decile por favor que no se preocupe de llamar, pues no le voy a contestar.
- Me resulta patético que León traiga a su madre en lugar de presentarse personalmente -espeté un tanto enojada aunque entendía lo poco conveniente que hubiese sido la presencia de León en ese momento - Jane. Inverosímil tener enfrente mío a Jane.
Cerré la puerta bruscamente y la mujer me observó como si estuviera desquiciada. En este momento debía estar llamando a León por la mala impresión que le causé. Sin embargo, lo único que sentía era sorpresa. ¡Jane Vargas estuvo a punto de casarse con mi papá! Imaginense si hubiese sido... me da miedo pronunciarlo: Jane Castillo.
Sin querer, al sentarme en el sillón, el diario se cayó. Al levantarlo, noté que estaba la revista justo al lado del diario. Podía reconocerla por la misma tapa. Estaba lleno de novedades de ingeniería y arquitectura. De pronto, accidentalmente puse la página en la que estaba León con otra mujer, pero para mi sorpresa, no estaba León en esa imagen. Había un hombre y una mujer, pero no era León ese hombre. Perpleja, seguí recorriendo las hojas de la revista y nada. ¿Lo habré soñado?¿Lo habré imaginado?¿Acaso habrá sido una simple alucinación?
Abandoné todos aquellas especulaciones y me centré nuevamente en la lectura.
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El destino es difícil de definir. Algunos creerán en él y otros no, pero siempre existe un hilo que conecta todo, una secuencia de hechos que deben suceder. Algunas cosas tienen su significado. Hay cosas que simplemente tienen que pasar porque solo de esa manera podrán tener lugar otros acontecimientos. Hay ciertos lugares en donde debemos estar en cierto momento. Esta fuerza invisible es a la que denomino destino.
María es una obra del destino. Nuestra relación fue creada por el destino de la misma manera que el destino nos distanció. Tuvieron que pasar largos años hasta nuestro reencuentro. La fatalidad de la existencia, logró que estuviéramos los dos en el mismo lugar a la misma fecha: el 28 de Julio en la calle Francia.
¿Notan la cantidad de veces que se repite la palabra "destino"? Está siempre, en todas partes y es imposible prescindir de ella.
No me habían sido nada fácil los meses posteriores a la boda. Por los próximos veinte meses tuve que lidiar con las acciones legales del padre de Jane. Realmente no mintieron con que me harían la vida imposible. Contrataron al mejor abogado de todo España y sabían que tenían la batalla legal asegurada. Por mi parte, tuve que contratar a un prestigioso abogado que quería cortarme la cabeza en honorarios. Como no tenía un trabajo estable, tuve que ingeniármelas para ser el ayudante de una cátedra en la universidad y algunos empleos menores.
El juicio con la familia de Jane complicó enormemente mis estudios. No asistía a clases, apenas podía concentrarme, tuve que recursar algunas materias e incluso reprobé un par de parciales. Es más, pasé por un durísimo período de depresión. No obstante, sabía que mi decisión los había afectado más a ellos que a mí. Su mirada había cambiado por siempre. Cada vez que lo miraba a los ojos, podía ver en el reflejo de sus ojos aquel profundo dolor de no ver a su hija casada. Yo, al fin y al cabo, sonreía al pensar que no me despertaba junto a esa mujer casa mañana. Incluso, algunas veces tenía pesadillas en las que revivía esa imagen con Jane desarreglada buscando venganza.
Finalmente, se rindieron cuando Jane finalmente contrajo matrimonio con otra persona. Pasaron años hasta que me enteré que se había casado con mi desaparecido amigo Daniel. Me resultó extraño que repentinamente nos dejaramos de ver en la universidad, pero siguió sus estudios en una excelente universidad en Mexico con su esposa, Jane.
Mis esperanzas de casarme nuevamente eran nulas. Sabía muy bien que lo que me había dicho Daniel el día de la boda era completamente cierto, aunque también estaba cegado por sus celos. María era el único hermoso recuerdo amoroso que me quedaba y llegué a conformarme con ello. Me frustraba saber que jamás iba a conseguir eso que ellos tenían. Había perdido a tantas personas en tan poco tiempo. Ya no me quedaba casi nada. Me sentía solo y olvidado. Sin ganas de hacer nada y principalmente, abandonado.
Caminaba por Sevilla una fría tarde de invierno cuando pasé por uno de mis teatros favoritos. Hacía varios meses que no veía una buena obra de teatro. Entonces, ahí fue cuando vi la publicidad de "La traviata". Dentro de poco la iría a ver porque, aunque la haya visto demasiadas veces, nunca pasa de moda. Cada vez que escuchaba el nombre de esa obra pensaba inmediatamente en María y, en cierto modo, traía recuerdos felices.
Continué peseando por el centro durante bastante tiempo. Ciertamente hacía frío y nevaba de vez en cuando. Tenía una reunión de trabajo por la noche, pero había decidido llegar antes y recorrer un poco. No había mucha gente en el centro a esa hora y se podía tener una amena caminata y reflexionar. Si todo salía bien esa noche comenzaría mi primer trabajo real como ingeniero. No estaba nervioso, simplemente quería que pase rápido la reunión. De pronto, mientras caminaba, choqué inesperadamente con una persona y ambos caímos al piso.
-Perdón -dije enseguida- estaba distraído.
-No pasa nada -contestó una mujer riéndose un poco de lo sucedido.
-Imposible, ¡¿María?!
Mi corazón comenzó a latir de una forma descontrolada. Tantos sentimientos juntos, aunque sorpresa por sobre todas las cosas. Me congelé. ¿Cómo debería actuar? No la veía hace tanto tiempo que era extraño el solo hecho de pensar que ella estaría en Sevilla me resultaba ¿imposible? o al menos tan lejano. Estaba completamente distinta a como la había visto por última vez. El cabello lo tenía rubio y estaba maquillada de una manera diferente. Era otra persona.
- Perdón, ¿nos conocemos? -preguntó algo confundida intentando reconocerme- Pero cómo no. ¡Germán Castillo!
- Pasó mucho tiempo y estás cambiada. Rubia para empezar.
- No tenés idea de cuántos cambios hubo desde que nos separamos. Afortunadamente, y gracias a Antonio, mi carrera despegó.
- Sí, leí algo en una revista. ¿Cómo estuviste todos estos años?
- Parece mentira, pero pasó más de una década. Engañaría si dijera que estoy espléndida, pero estoy como estoy. Congelada por cierto. Ni en Rusia hacía tanto frío.
- Más de una década. Realmente pasó mucho tiempo. Conozco un lugar a media cuadra que hace unos cafés imperdibles, ¿querés venir?
Ella asintió y caminamos hasta llegar al pequeño café. Nos sentamos y ya se sentía una cierta incomodidad. No sabíamos muy bien de qué hablar o cómo hablar después de tantos años. Ya no éramos dos jóvenes con aspiraciones a futuro, éramos esos adultos que cumplieron o no esas metas. No estaba seguro de preguntar yo primero o ella y nos quedamos en silencio ordenando durante un tiempo. Tantas veces me imaginé el reencuentro, pero tan distinto. En definitiva, debemos estar sintiendo ese mismo sentimiento de incomodidad y duda.
- Tenés razón, este café es maravilloso -soltó de repente.
- Lo es, ¿Qué fue de tu vida estos últimos años? -me animé a preguntar.
- Mi pregunta es por dónde empezar - contestó.
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El sueño ya casi me dominaba por completo. No me acordaba cuándo había sido la última vez que dormí. Aparté el diario, me levanté y fui directo a la cama. Sin más preámbulos, me fui a dormir.
Abrí los ojos y me pareció ver a alguien al lado mío. Froté los ojos, pero seguía estando ahí. Tomé el reloj de la mesa de luz y me fijé la hora. Había dormido veinte horas, casi un día completo.
- Violetta -murmuró la persona al lado mío. Me levanté de la cama y me acerqué.
- ¡León! Volviste, estás acá -grité mientras sonreía.
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