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Capítulo 31: "Boda del olvido"

A las cinco de la mañana ya estaba despierto aunque aún no me sorprende pensar que no había pegado un ojo en toda la noche. Así comenzó el "gran" día, como llaman algunos a su boda. Toda la noche había tenido presentimientos funestos. Nada bueno saldría de esa noche. ¿Es normal no sentirse siquiera entusiasmados con la idea de casarse el día del casamiento? Nótese que era la persona menos entusiasmada de los invitados, si eso es posible. 

Llegué al horario acordado y todo estaba dispuesto en su lugar. Jane sin duda había organizado todo con mucha paciencia y eficacia teniendo en cuenta que tuvo solo una semana para hacer todo esto. El salón era amplio y elegante y la comida, exquisita. Tras realizar las debidas revisiones que tardaron varias horas, procedí a arreglarme para el evento. 

Mis amigos llegaron un rato antes para apoyarme y ver si podían hacer algo. Recién ahí me sentí más nervioso y un tanto frustrado. Las pequeñas decisiones me parecían imposibles de realizar: ¿la corbata negra o celeste? ¿la camisa negra? ¿dónde había dejado los zapatos?. Mi mente se volvió un desorden. De pronto, en el momento menos esperado, llega un invitado ciertamente inesperado.

- Hola mi querido Germán -murmuró un hombre casi irreconocible.

- ¿Padre? ¿Qué rayos estás haciendo acá? -espeté de repente- por favor, retírense un momento -señalé a los presentes. 

- Sé que no me has invitado, pero ¿cómo he de faltar a semejante ocasión?

- No te quiero ver, no empeores la situación por favor. ¿No discutimos lo suficiente cuando –un silencio profundo nos inundó- ya sabés lo que pasó.

- Con tu madre. Sí, lo sé. Mas no puedo ver a mi hijo así. Solo te pido un momento más. Dejame ser tu papá una vez más. Un día más. Dejame presenciar lo que está a punto de pasar.

- En tus sueños. No te daré esa alegría.

- ¿Qué te hice? ¿Cómo sos capaz de tratar a tu propio padre de esa manera?

- Después de tu engaño, las miles de veces que no me prestaste atención, las tantas veces que me traicionaste y eso es lo de menos. No me atrevo a pronunciar lo que le hiciste a mi mamá. Cuando todo estaba perdido simplemente te dedicaste a perder tu cabeza. Tan joven me tuve que hacer cargo de toda la situación familiar

- Dejalo en el pasado solo una noche. Te juro con todo mi corazón que no hay nada que quiero ver más que este momento. Ni siquiera tuve el placer de conocer a tu amada.

- Ni siquiera sabés quién es y, para tu información, sí la conocés. Como si ella fuese mi amada. Lo último que quiero es decir que sí.

- ¿No lo es?

- Ni por casualidad. Debo asumir las consecuencias de mis actos. Ella estuvo siempre para mí y la -dudé un largo instante- quiero. La quiero lo suficiente como para estar hoy acá. 

- Hijo mío, siempre hay que escuchar a nuestro corazón.

- ¡Mentiroso! Así es como todo se derrumba y terminás en la ruina. Hay que ser racional, la sensatez por encima de toda las cosas. Eso es lo que vos jamás hiciste y por eso todo te salió tan mal. 

- No es así en el amor. ¿Qué te dice tu corazón?

- ¿Se supone que me habla?

- Sabés a lo que refiero, ¿qué te dice?

- Un nombre que hace demasiado tiempo no pronuncio.

- Sé que estás a minutos de entrar, pero todavía hay tiempo de decir que no, suspender todo y simplemente ser feliz. Pensá que ella todavía existe y quizás sienta lo mismo que vos. Estás apunto de tomar la decisión de tu vida y decir que sí a atarte con una persona toda tu vida. Sea cual sea tu decisión, pienso apoyarte. Aunque no lo creas, te quiero y siempre hice lo que creí mejor para mi familia. 

Entra Daniel.

- Es tiempo.

- Ya voy

- ¿Ese es...? – asiento- no sé qué te habrá dicho pero no renuncies Germán.

- Eso mismo voy a hacer.

- ¿Estás desquisiado? Si hacés eso no te volverás a casar jamás.

- Es probable.

- Te advierto que si hacés eso no voy a volver a hablarte. 

- ¿No te sentís feliz? Ahora será toda tuya. Yo no quiero esto y si estar soltero es el precio que tengo que pagar, lo haré. Te la regalo con moño incluido.

El salón lamentablemente estaba lleno con caras que jamás creí que volvería a ver. Todos pendientes del momento del sí. Avancé por el largo pasillo y la esperé en el altar. Jane no tenía otra cara que la de ilusión, felicidad y fantasía. Esto terminaba acá. 

- No. No acepto a Jane como esposa. Lamento por la desilusión, pero la fiesta termina acá. 

Las caras. La imagen que tuve de la multitud al segundo siguiente. Aquellos que sonreían como mi padre y otros con la furia plasmada en el rostro como el padre de Jane. Fue un acto un tanto impulsivo y desesperado, pero necesario. Había tomado la decisión correcta. Inmediatamente, Jane salió corriendo por la majestuosa por la que había entrado. Ella no se merecía lo que estaba pasando y tampoco me merecía a mí. 

La ceremonia había finalizado. De a poco, todos se habían ido a sus casas. No fue lo que yo había esperado de una boda. Todos me miraban decepcionados y los rumores corrían por toda la entrada. Me preguntaron varias veces con quién la había engañado y otros pensaron que me había acobardado. Funestos presentimientos se hicieron realidad y convirtieron aquel día en un funesto día, una boda para olvidar. Los padres me reiteraron en numerosas ocasiones que a primera hora al día siguiente tenga abogados porque iría directo a juicio.

Para la medianoche, sólo quedaba yo y el hombre a quien le debía pagar lo que le debía por el salón. Cinco minutos más tarde, yo y solo yo. Era una amplia sala, inmensa diría yo. Sin embargo, ya no se veía nada. Era pura oscuridad. De pronto, sentí algo como una presencia. Unos ojos vigilantes atentos a cada uno de mis movimientos.

- ¿Quién anda ahí? –pregunté.

No obtuve respuesta alguna. Miré a mi alrededor y no parecía estar allí. La luz era realmente escasa y la oscuridad fue usada en mi contra. Pudo haber sido cualquiera y así y todo era imperceptible. Me aterré. Debía salir de allí. Creí que el día no podía haber terminado peor, mas me equivocaba en demasía. En cualquier momento estaría por tener una pesadilla, una viviente pesadilla.

- Sé que estás ahí- murmuró alguien en un sonido casi inaudible.

Miré para todos lados. Parecía ser oscuridad y vacío... ¿y alguien más? Ya debía escapar de esta locura. Comencé a correr a gran velocidad hasta que se comenzó a escuchar un sonido casi irreconocible por su bajo volumen, el cual reconocí al instante: la canción que Jane había elegido para su gran entrada. ¡Imposible! No había nadie en el piano.

Alguien se iba acercando. Un paso a la vez, cual no tuviera apuro. Y, en medio de la oscuridad absoluta, apareció. No logré verla a la luz, pero puedo describir su estado con los ojos cerrados. Su vestido blanco se encontraba lleno de suciedad e incluso roto. Su maquillaje, el cual habían tardado horas en arreglar, disperso por su cara. El delineador, todo disperso por los ojos, una prueba más de sus horas de llanto. Su mirada, vacía. Su pelo, desordenado e incluso parecía que se lo había cortado con tijeras ella misma. Daría pesadillas a cualquiera mirarla en aquel estado. Jamás olvidaré esa imagen. Soy incapaz de hacerlo.

Oscuridad. Gritos. Ese llanto. No puedo olvidarme de aquel desgarrador llanto.

Estaba aterrado de lo que llegara a hacer. No podía siquiera mirarla a los ojos sin sentir culpa. Fue entonces que bajé mi mirada y me encontré con un pedazo de metal filoso. Debía correr. Inmediatamente. Mis piernas no podían moverse, quedé paralizado. Su mano se acercaba a mí. Mi vida estaba en riesgo.

- No pude hacerlo. No te amo y nunca lo haré –grité.

- No vine por una justificación y mucho menos por una venganza. Podría así como estoy tomar un revolver y matar a todos los que vea en la calle o a vos mismo. Es más, lo traje –me muestra en medio de la oscuridad un revolver oculto en el vestido- Mirá hasta donde me hacés llegar, Germán. Pero yo no vengo por venganza, no busco venganza. Me basta esa mirada que me diste hace unas horas como para darme cuenta de tus verdaderos sentimientos hacia mí –murmuró y me lanzó una de esas miradas mortales- ¿Por qué estoy acá? ¿Qué hace esta "loca" en su salón de bodas tras vivir la humillación de su vida? Sencillo, sería demasiado fácil quedarme en mi habitación llorando, pero vos no sabrías nada de mí, no viviríamos juntos este sufrimiento. Quiero que tu última imagen de mí no sea el de víctima llorando en su cuarto, sino esto. Una mujer que soñaba un futuro juntos. Cómo terminé yo, o más bien, cómo me hiciste terminar. ¿Sabés lo que significa para una mujer terminar plantada en el altar el mismo día de su boda? ¿Sabés cuántos años de psicólogo voy a necesitar para subsanar esta herida?

- Mirá, te...

- Este es mi momento de dar explicaciones, no el tuyo. Creo que sos suficientemente inteligente como para saber escuchar por las buenas y no por las malas con un cuchillo en la garganta, ¿verdad? –asentí- Eso me imaginé. No te la voy a hacer fácil, Germán. Te voy a contar una historia que vas a escuchar muy atentamente. Yo no creo en el amor a primera vista ni esos amores eternos porque creo que el amor es algo que se construye día a día. En un matrimonio no busco ese "amor" de príncipe azul porque siempre supe que no lo iba a tener. No dudo que soy hermosa y que todos están tras mí, lo cual no evita que vaya a encontrarlo. Además, ¿sabés que siempre hay dos opciones? Por un lado, el más profundo de los amores. Aunque parece hermoso, ¿alguna vez te preguntaste lo poco conveniente que es amar a alguien? Es demasiada confianza depositada en una persona que no tarda en transformarse en dolor y desconfianza. En cambio, casarte con un compañero de vida es más conveniente. Ese amor que no tienen queda para los hijos, cada uno vive la suya con sus amantes si es necesario pero no tiene ese amor depositado en el otro. Yo siempre quise un amor tranquilo, por así decirlo. Mi corazón es mío y solo tengo uno, no pensaba dárselo a un completo desconocido para que lo ame y no lo hice. Vos sos un tipo inteligente que no iba a tardar mucho en conseguir el título y tener un buen trabajo y, por otro lado, no dudo en lo más mínimo que seas un buen padre. Yo no necesito más que esto.

- Jane, sos una persona bondadosa, hermosa e inteligente. Podés amar a alguien, todos pueden. No ibas a ser feliz conmigo, te hice un favor. A mí también me duele esto.

- No te victimices, "querido". Claro que sí, pero es mi decisión no hacerlo. Cuando te conocí era todo de color rosa. Te amé un poco, Germán, no te sientas mal. Ya vengo de mucha experiencia en el amor y mi mayor deseo es formar una bella familia, no amar a un hombre. Pocos están dispuestos al matrimonio y vos eras el hombre perfecto para casarte conmigo. Yo siempre te quise muchísimo y por eso quise siempre estar a tu lado. Cuando pasó lo de tu mamá vi en tus ojos tristeza y desilusión y te acompañé todos los días al hospital sin importar qué. La persona que lloró con vos cuando murió, ¿sabés quién fue? Porque estabas solo, sin nadie y en un país donde sos un extranjero. YO lloré con vos. YO te abrasé siempre que lo necesitaste porque para mí eso es amor, ese es el amor tranquilo que busco, o más bien buscaba. Busco un compañero, quiero alguien que haga por mi lo que hice por ti. Sin embargo, hubo un momento, en el que colapsé. El día que te fuiste sin dejar rastro, me sentí mal. ¡No sabía si estabas vivo! Nadie lo sabía. Intenté contactarme con tus profesores, los registros de la universidad, tu padre y tus amigos, mas nada. Nadie sabía dónde estabas ni qué hacías. Incluso revisé en los avisos de muertes si te había pasado algo. Hubo una persona que estuvo ahí para mí, de hecho dos: Ramallo y Daniel.

- ¿Qué te contaron? ¿De quién te contaron? Mirá si todo esto es por ella yo te puedo explicar...

- No, no me dijeron nada de "ella" y tampoco me dieron mucha información. Ramallo creyó que estabas en Buenos Aires y te fue a buscar. Al parecer obtuvo una beca en la Universidad de Buenos Aires y decidió quedarse allí. Daniel era mi única manera de descubrir qué te había pasado y fui un tanto drástica con él. Intenté preguntarle civilizadamente, pero se negaba a decirme dónde estabas. Descubrí que él lo sabía. La seducción siempre funciona, querido Germán. Me tomé el primer vuelo hasta esa isla decrépita y en tus ojos vi algo terrible cuando llegué. Me creas o no te vi perdido, desorientado en todo sentido, pero creí que yo podría orientarte. Ahora veo que me equivoqué, pero en ese momento no parecía tan descabellada la idea. Cometiste un gran error, Germán. Cuando te propuse formar una familia y casarnos, me miraste con unos ojos que me dieron una inmensa esperanza porque en esos ojos vi amor, ese amor del que te hablé al principio: un amor puro. Yo sabía que no correspondería esa mirada jamás. No obstante, creo que en este momento siento esa misma mirada, solo que al contrario: llena de tristeza. No me importó no tener la boda que siempre soñé, pero jamás, jamás, jamás me vi a mi misma con todos los pretendientes que tengo en esta situación. Solo una persona me advirtió en medio de nuestro amorío mientras vos no estabas: Daniel.

- ¿DANIEL?

- Sí, ese amiguito tuyo me dijo que no te casarías conmigo, sino que simplemente me harías promesas que jamás cumplirías. Me advirtió que si nos casáramos no estarías conmigo, o por lo menos tu mente no lo estaría. Y eso veo. Pero ¿vos ves el maquillaje disperso en mi cara? ¿Ves el vestido de mis sueños destruido por completo? Este iba a ser nuestra noche. Creo que no me puedo vengar de todo lo que me hiciste, de este sentimiento. Sé que la venganza me va a durar pocos minutos y al matarte solo te haría un favor porque no tenés idea de lo que espera. Igual quédate tranquilo porque vos mismo te buscaste tu trágico destino. Si no te casas conmigo, no te casás con nadie. Las invoco, divinidades del amor y el matrimonio, para que hagan venganza de...

- Jane, entiendo tu situación y sé cómo te sentís pero no me obligues a hacer algo que no quiero.

- No tenés una idea de cómo me siento. Vas a ver, vas a sufrir y no como venganza, sino como karma. Cerrá los ojos, ¿lo escuchás? Ese es el ruido de mi matrimonio. ¿Sabés con quién? Sí, con Daniel. Él me ama de verdad y estoy segura de que vamos a construir un amor fuerte juntos. Yo quizás no lo ame, pero con el tiempo voy a aprender a amarlo –rie como una psicópata- sí, será como un león. Nuestro matrimonio será real y tan fuerte como un león. Nuestros hijos serán los mejores. Las invoco, divinidades del amor y el matrimonio, para que...

- Lo lamento Jane, perdiste la cabeza.

- Espero que sepas que mañana a primera hora un grupo de abogados va a estar en tu puerta.

Cayó rendida al suelo. Tras lanzar un grito desgarrador. Aproveché el momento y salí corriendo. Tomé el auto y escapé. 

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Violetta cerró el diario casi sin palabras. Por un lado, sentía esa profunda emoción y, por el otro, un desasosiego casi infinito. Una historia familiar oculta estuvo justo bajo sus narices durante todos estos años. ¡Qué secretos le habían escondido! Aquella era la mejor novela y su peor pesadilla porque sabía muy bien que no se trataba de ninguna ficción, sino de la realidad. Una realidad oculta para ella. 

-Increíble. Ciertamente increíble -susurró de repente. 

Su padre había contraído matrimonio, o casi lo había hecho con una mujer que nunca había visto-o eso pensaba-, una mujer que no había dejado rastro después de aquella horrorosa boda. De todas formas, Jane le resultaba familiar. Quizás se tratase de algo en su descripción o acaso un vago recuerdo del pasado. Violetta sabía que su padre había vivido en Sevilla. No obstante, desconocía su historia. ¿Por qué no le habrá contado?¿Qué más habría pasado entre ellos? Había algo más allá de todo esto, podía sentirlo, aunque de ninguna manera podía verlo ni entenderlo. Perdida en sus pensamientos, escuchó el timbre y se dirigió a la puerta. 

- ¡Jane! -murmuró estupefacta.  

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