Capítulo 29: "La fuga"
Llegó el momento en el que mi mente explotó. Ya era demasiada tensión. Me sentía perdido y sin un sentido de pertenencia en Sevilla. Hice lo que debía hacer... o por lo menos creí correcto en aquel momento: tomarme el primer avión hacia el lugar más lejano posible y liberarme. No llevé muchas cosas, apenas una valija con un poco de ropa y unos libros. ¿Qué más necesitaba para sobrevivir? Mi billetera, por su puesto, aunque no estaba pensando en ningún tipo de viaje ostentoso, como se imaginarán.
Tras algunas escalas en distintos aeropuertos internacionales, llegué a una pequeña isla de ensueño. Con paisajes inimaginables y playas paradisíacas. Habían valido las horas de espera, excepto por el hecho de llegar agotado y sin oportunidad de tocar la arena por la condición climática. Aproveché el tiempo para encontrar un asentamiento habitable en donde me pudiera quedar durante un tiempo. No me sorprende haber conseguido por un precio regalado, una casona a metros del mar. No era muy amplia, tan solo tenía un cuarto, el baño, una cocina y un pequeño espacio que se podía considerar tanto como escritorio como una sala de estar. La vista era preciosa, aunque por dentro las condiciones eran prácticamente insalubres: techos a los que le faltaba pintura, paredes llenas de humedad, constantes cortes de luz -o más bien de los dos focos que habían- y una gran antigüedad, probablemente era más añeja que la mismísima ciudad ateniense. ¿Me importaba? ¿Me molestaban estos detalles? En absoluto.
Cuando terminé de desempacar, que no me tardó mucho por cierto, me propuse dar un último recorrido por la vivienda. Me sorprendió encontrar en el escritorio una máquina de escribir, en realidad, creí que no habían más que muebles viejos allí dentro. No era una computadora como las de hoy en día con un teclado, un monitor y un CPU. Sin duda habrá costado una fortuna en ese momento. Con cuidado, me senté en la silla y, casi instantáneamente, comencé a escribir. No recuerdo qué palabras habré escrito ni si en verdad quería expresar algo. Simplemente sucedió. Lo próximo que recuerdo es luz. Los potentes rayos de luz del amanecer.
No recuerdo del todo qué sucedió exactamente. Supongo que aquella noche habré llorado, reído y sentido demasiadas cosas como para ser contadas. ¿Quién alguna vez pudo explicar esa sensación de descubrirse a uno mismo y sin la necesidad de hablar? Aún puedo experimentar estas emociones. Me sentía distinto y muy dentro mío creía una nueva chispa de luz llamada esperanza. Una esperanza de que todo se restablecería incluso si dejara de ser como alguna vez había sido. Sentirme preparado y fuerte porque, para mí, la literatura era justamente eso: luz y fortaleza que te lleva a la esperanza.
No sé cómo, pero la noche pasó volando. Había comenzado a escribir hacía unos meses una suerte de novela policial y romántica. Tomando las ideas de allí, surgió algo novedoso, único en verdad. En algún momento -muchos años después- intenté publicarla, no obstante, con la fortuna que he tenido, no logré ni siquiera terminarla. Quizás si la ingeniería no funcionaba, podría haberme dedicado a la literatura. Siempre he sido un hábil lector y escritor o por lo menos me considero uno.
Más tarde, cerca del mediodía, me acerqué a la orillas del mar. No había dormido en dos días, mas me sentía tan despierto como si hubiese dormido veinte. Estaba realmente cumpliendo el propósito del viaje: olvidarme de todo. No podría vivir toda mi vida en una isla apartado de todo problema u obligación aunque para despejarme serviría.
Con el paso de los días, todo se volvió más rutinario. El día constaba en despertarme, escribir, ir a la playa durante algunas horas, volver y escribir sin olvidar las necesidades básicas del hombre: comer y dormir. No mentiré en cuanto a mis recuerdos. En más de una ocasión recordaba a mi madre recientemente fallecida, mi padre con quien no hablaba desde el fatídico día y Sevilla. Por algún motivo, Buenos Aires desapareció de mi mente, pues me costaba recordarla. Quizás a lo lejos, muy borroso, podía localizar alguna calle, el Studio y algunos lugares sueltos. SU nombre no figuraba en el mapa afortunadamente. Tampoco recordaba a Jane, solo alguno que otro recuerdo esporádico y efímero, lo cual es extraño teniendo en cuenta que escribía una historia de amor y ella sería mi referente de amor más cercano.
¡Cómo critican la soledad! Sin embargo, es tan bella por momentos. En la soledad solo estás tú y tus pensamientos. Nadie reprime tus emociones. Te puedes expresar libremente. Llorar sin ser visto. Reír sin parar. Es bueno convivir con ella de vez en cuando.
Un día, ya avanzadas las semanas, mientras estaba observando el amanecer en la playa, apareció ella. Su sombra ya amenazaba hace tiempo con llegar. Me sonrío cálidamente aunque nos conocíamos tanto que notaba su enojo detrás de aquella aparente felicidad. No abrasamos y, por mi parte, más por obligación que por haberla extrañado. No ocupó un solo día en mi mente, algo por lo cual no me enorgullezco teniendo en cuenta todo lo que hizo por mí y en todos los momentos en los que estuvo presente.
- ¡Jane! ¿qué haces acá? -pregunté.
- ¿Qué hacés vos acá, Germán? Hace semanas te estoy buscando. Tuve que comunicarme con la aerolínea para ubicarte. Ni siquiera te despediste de mí. Ni siquiera una carta. Ninguna nota. No dejaste rastro. Podrías estar en cualquier parte del mundo y te aseguro que me costó horrores encontrarte -espetó enfurecida, aunque manteniendo la cordura.
- Lo lamento, pasó demasiado rápido. Necesité un tiempo solo.
- Y lo entiendo Germán. Creo que estoy dejando que mi furia se apodere de mí, mas no debo olvidar las causas de mi viaje. Te necesitamos en Sevilla. Todos te necesitamos. La universidad te necesita. Yo te necesito -insinuó Jane.
- No, Jane. Soy feliz acá en la naturaleza escribiendo.
- Creo que es mejor que nos sentemos -musitó suspirando.
Nos acercamos a la pequeña casona a pocos metros. Ambos nos sentamos y ella no tardó en volver a sus intentos de convencerme.
- ¿Qué te hizo venir acá? -cuestionó.
- Toda la situación de mi mamá, Buenos Aires, mi tobillo... -dudé un momento- una sucesión de situaciones irremediables. Mi corazón requería ser sanado y para ello es fundamental el olvido. Aquí hay tranquilidad. Jane, mi amor, quiero saber los verdaderos motivos de tu visita.
- Escapar de la realidad no es olvidar, sino que simplemente esquivar los problemas. No ganás nada esperando a que se resuelvan acá sentado escribiendo todos los días. La solución es enfrentarlos cara a cara. No siempre habrá un después; no siempre tendremos una segunda oportunidad, mi amor.
- Ya los enfrenté, conviví con ellos durante años. Llegó el momento de parar y comenzar otra vida en donde puedo ser feliz. Si tengo experiencia con algo es con enfrentarme a los problemas, hay un momento en donde no se puede más, un límite.
- ¿Querés quedarte acá toda la vida? ¿Dónde está ese hombre con metas? ¿Dónde quedó ese Germán con ideas para cambiar el mundo? ¿Te parece que esto es felicidad? Uno no desea la felicidad ni intuye cómo llegar a ella, simplemente tiene lugar cuando uno menos la espera, no cuando uno más la desea. Vos querés ser feliz, lo intentas con todas tus fuerzas, pero esto es lejos de la felicidad. Te presento a la felicidad aparente.
- No...
- Ni te molestes -interrimpió- te lo voy a hacer sencillo y voy a ser directa: estos son dos pasajes en avión a Sevilla para mañana a primera hora.
Se retiró apenas me entregó mi pasaje. Normalmente, me hubiese quedado la noche pensando en quedarme o no, creando un gran dilema. No fue así. Ni siquiera quise pensarlo. Decidí, por un instante, actuar por impulso y no pensar. Guiarme por lo que algunos denominan "instinto". Empaqué mis pocas pertenencias y a primera hora del día siguiente me encontraba en un vuelo directo a Sevilla, volviendo a mi rutina de problemas recurrentes, solo que con una mirada del mundo distinto. Aunque no sé si es el mundo quien ha cambiado o mi modo de verlo. Todo parece ser distinto y tengo el extraño presentimiento que no volverá a ser el mismo.
La literatura ha existido desde siempre. Todos necesitan sentir esa chispa de felicidad y fortaleza. Todos necesitan tener esperanza, creer en lo imposible y sonreír al leer. Al leer sentimos algo fuerte, especial. Las palabras no se limitan a ser simples símbolos, al contrario, nos transmiten sentimientos, emociones y vivencias. Sin embargo, este mundo paralelo que crea la escritura puede ser un escape.
Jane quizás no sea la persona a la que más amé, pero le agradezco por todo lo que hizo por mí. Me obligó a volver a los problemas y no a escaparme de ellos. Creí que alejarme sería una manera de enfrentarlos y les aseguro que lo es, mas no la correcta. No sé cómo hizo para convencerme, pero ella tenía un gran plan y apenas unos días después de llegar a Sevilla, me llevaría la gran sorpresa de mi vida: un matrimonio inesperado.
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