Capítulo 28: "Aprendiendo a olvidar"
El olvido. ¿Cuántos no le temen? ¿Cuántos anhelan olvidar? En mi caso, lo único que pedía era alejarme de lo inolvidable. Distanciarme de algo que estaba impregnado en mi memoria. En parte, quería olvidar los últimos años de mi vida. Quedarme solo con lo indispensable, esas pequeñas cosas que hicieron el día a día. Ahora era momento de evaluarme a mi mismo en la materia del olvido. Era momento de aprender a olvidar.
Te olvidaré por todo lo que me hiciste
Te dejaré porque mi mundo no gira a tu entorno
Nos vuelvas, pues no te esperaré
Haré lo necesario para dejarte atrás
Mi hermoso tema había terminado en aquel desastre. No había nada más que hacer. La música es un arma poderosa y lo más bello de ella, lejos de ser la estética misma, es lo que expresa. Su lenguaje representa una interioridad misma. El sentimiento invisible o sin forma que no puede manifestarse un una realidad externa sino solamente por medio de un fenómeno exterior que desaparece rápidamente, se borra a sí mismo. Así, el alma, el espíritu es una unidad inmediata, en su subjetividad, el corazón humano, la pura impresión: todo esto constituye la esencia misma de la música. La música me representaba. Esta canción expresaba mi deseo de olvidarla y cuando estaba decidido a algo, lo lograba. Pase lo que pase.
El estudio para mí se había vuelto el perfecto entretenimiento. Me mantenía ocupado y de ninguna manera dejaría que su abandono afecte mis notas. Los meses transcurrían como eternidades de frustración. Ante los demás mostraba una alegría aparente, es más, la mayoría no se habría apostado que estaba en perfectas condiciones: alegre, activo...vivo.
Necesitaba algo que no podía tener con gran facilidad. Necesitaba olvidarme del pasado, o por lo menos, no vivir en el pasado. Sabía que eso no lo podía hacer solo. Necesitaba un reemplazo. Necesitaba que alguien reemplace el lugar de María, o por lo menos, tenerla menos en mi cabeza. Sí, de hecho, con eso me bastaba. Quizás con Alicia las cosas no funcionaron, pero esta vez sería distinto. Se trataría de alguien distinta.
En la universidad, la carrera la estaba haciendo en velocidad récord. Nada más me quedaban cinco materias por rendir. Hubo dos amigos siempre presentes durante este difícil período: Daniel y Ramallo. No me hubiese visto a mí mismo durante esos días sin ellos. No negaré que superé a María -o algo similar- gracias a ellos.
Es sumamente curioso como nadie sabe lo que busca hasta que lo encuentra y aún más que nadie reconozca su gran hallazgo hasta mucho tiempo después o incluso ni siquiera sabe lo que en verdad encontró. No sabía qué buscar ni tampoco a quién me iba a encontrar. Tan solo tenía que aprender a olvidar.
-Germán, hoy mismo viene a merendar con nosotros Jane -comentó Ramallo.
- ¿Quién es esa tal Jane? -pregunté.
- ¡Jane! Esa chica hermosa que estudia para ser contadora. Si no te enamorás de ella, no volvés a enamorarte- aseguró Daniel.
Fue en estas circunstancias en donde apareció Jane en mi vida. Me costaría demasiado escribir toda mi relación con ella en pocas palabras, pues por un lado me salvó de la constante alusión de mi mente a María, pero por el otro también trajo consigo nuevos problemas y dificultades. Tantos años después, simplemente es un recuerdo para mí. ¿Terminó siendo más que una simple escapatoria del amor? ¿fue acaso amor lo que sentí? Hemos vivido tantas cosas. En fin, volviendo a nuestro encuentro, era la escapatoria perfecta.
Unos minutos después Ramallo y Daniel se escaparon para que así estuviéramos solos. Debo admitir que no la pasé mal, ella no era María y, de hecho, era una mujer increíble. Teníamos infinitas cosas en común y podíamos pasar horas y horas simplemente conversando. Tenía cosas de María, pero especialmente de Alicia. Era casi como un reflejo de ella, pero aún mejor, era cual mi alma gemela.
Esa misma noche, cuando la acompañé a su casa, la besé por primera vez. Me siento un tanto culpable quizás al recordar este beso puesto que fue una completamente nueva experiencia y durante los pocos segundos que duró, la amé tanto como a María. Ella tenía todo lo que necesitaba para ser feliz, además tenía todo lo que María no tenía. ¿Eduación? Muchas veces me había preguntado qué sería de mi vida con María si no hacía una carrera universitaria. Durante ese corto beso, olvidé a María. Ya no estaba presente en mi vida, y si tenía suerte, no volvería a estarlo.
Por otro lado, nuevos conflictos se acercaban. El equilibrio al que soñaba llegar, se derrumbó. Mi madre estaba teniendo un problema de salud que se fue acomplejando cada vez más. Tardó varios meses su recuperación y desearía que hubiese sido más exitosa. Su aparente recuperación en el hospital de Sevilla, uno de los mejores de la ciudad, se derrumbó cuando le encontraron otra enfermedad. Cada vez que recuerdo estos meses, siento aquel desesperación y locura.
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Nuevamente páginas en blanco. Era distinto a las anteriores veces, no puedo explicar por qué, simplemente se sentía distinto. Entonces me di cuenta que no faltaban muchas hojas, sino que habían arrancado algunas. ¿Cuatro hojas? ¿Solo una? ¿La habían arrancado en un impulso? Era imposible saberlo. Al pasar de hoja, continuaba el relato. A pesar de haberlo visto dos o tres veces esta situación, seguía sorprendiéndome. Seguía omitiendo información y quién sabe qué otras cosas...
Aproveché la interrupción de la lectura para revisar mi celular. Ninguna llamada, siquiera mensaje y era bastante tarde. No estaba cansada, así que decidí seguir con la lectura.
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Así pasó algún tiempo. Cada día era un suplicio, lleno de idas y vueltas. El final trágico tuvo lugar en medio de su recuperación, pues sin duda se encontraba mejor. En la noche del Martes de esa misma semana, justo antes de dormir, le dieron una sobredosis de una de las pastillas que tomaba. Ya ni me acuerdo cuál. La relación con mi papá era difícil y cada día más tensa. La dieron muerta al mediodía del Miércoles.
En medio de este desastre, solo contaba con una persona. Me sentía abandonado por todos, especialmente por mi mamá, aunque mi padre estuvo más alejado que nunca y María me hizo falta, una ausencia que me cuesta perdonarle. Esa única persona era Jane. Ella estaba allí incluso cuando todos me decían que el panorama era negro, ella me lo pintaba de gris. La situación se hizo más pasable y mostró un interés por mí que quizás María jamás había tenido.
Durante los últimos meses con mi madre, aprendí mucho: entendí que hay que mantener la paz interior ante la tempestad e incluso si todo el entorno se está derrumbando y mucho menos ceder a la derrota. Siempre fuimos los tres fuertes guerreros que luchamos contra todo y contra todos hasta el último día. Ella también. En esta circunstancia fatal, las lágrimas me cegaron y estuve obligado a dejarme llevar por las apariencias. Lo más curioso es que cuando finalmente olvidé a María -por obligación-, ya nada era lo mismo. No me volví a sentir tan feliz y amado.
Mi mente me había obligado a parar. La universidad ya no era para mí. El estudio no lo disfrutaba, tan solo era un peso. Mis calificaciones no eran las mismas. Todos me decían que no cometa errores, que debía mejorar o simplemente me preguntaban a qué se debía semejante desmejoro y dispersión. Sinceramente, ya me había olvidado. Yendo de un hospital al otro, estando en permanente contacto con la enfermedad y muerte -por primera vez-, sin tiempo para mí y sin tampoco poder mantenerme al margen de todo mi entorno sumado a lo solitario que me sentía por aquel entonces y sin Studio ni María en mi vida, ya no me sentía cómodo en Sevilla.
- Germán, ¿qué son todas estas valijas? -preguntó Daniel entrando a mi departamento al verlo lleno de valijas.
- Me voy de Sevilla, mi avión sale en tres horas -contesté.
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