Capítulo 27: "Promesas vacías"
Llegué a Sevilla tan contento por todo lo que había ocurrido. Tanta alegría, euforia y ánimo. Había tenido un verano hermoso. Mis reencuentros con mis amigos en Sevilla también me hicieron sentirme como en casa. Sentía como si María y yo nos fuéramos a reencontrar pronto y el extraordinario verano sería eterno. Me llevé una y mil decepciones nuevamente en Sevilla. Todo se volvió gris, lluvioso e incluso triste.
Me levanté la mañana siguiente pensando en que tendría que prepararme para ensayar, aunque cuando me di cuenta estaba en otro lugar y no habrían más ensayos. Al levantarme de mi cama, recordé el intenso dolor en mi tobillo. Estaba incluso peor que el día anterior: hinchado y con cierto tono rojizo. En el médico, aquel día, me llevé una de las primeras desilusiones. Me revisó con cierto aire de preocupación, lo cual me advertía que el diagnóstico podría ser un tanto más grave del que me habían dado en Buenos Aires. Luego, simplemente fue una confirmación que me haya mandado a hacer tantos estudios. Lo más doloroso fue cuando me contó que mi golpe había sido realmente fuerte y, en caso de que me diera los estudios como él creía, mis posibilidades de volver a bailar eran prácticamente inexistentes. De todas formas, podía seguir cantando y tocando el piano.
El día siguiente fui al Studio, esperando saludar a Pedro, después de tantos meses, aunque no fue como yo me esperaba. Me citaron a la oficina donde me dieron una larga charla acerca de que mi tobillo estaba mal y, sin el baile, no les servía tanto como antes. Ahora el Studio se había vuelto otra cosa: algo más serio y gente de todo el mundo aspiraba tener una vacante allí, y sin poder bailar, no era más que una molestia. Lo acepté. En el fondo, querían lo mejor para mí. Mas eso demostró que todo lo que trabajé durante tanto tiempo se iba derrumbando poco a poco.
Luego, sucedió algo impredecible. Mis padres recibieron una carta de uno de mis abuelos. No estaba para nada bien. Ellos tuvieron que viajar de urgencia a Buenos Aires, donde se terminarían quedando. Se mantuvo estable durante unas semanas hasta que llegó el momento de su final. Lo siguió mi abuela unas semanas después, pues no soportaba vivir sin la presencia de su marido. Para mí fue un gran paso mudarme. Comencé a vivir solo. Me mantuve solo. Todo estaba cambiando en demasiado poco tiempo.
La ausencia de María se hizo cada vez más evidente. Después de tantos meses de pasar cada día con una persona y que simplemente desaparezca de un día para el otro, es duro. La universidad la empecé como todos los años, solo que un tanto más desanimado. Nada podría afectar mis estudios. Ramallo, Daniel y yo pasamos varias horas juntos todos los días y, dentro de todo, mejoraba un poco mi aflicción.
Pasaron las semanas y de a poco me iba acostumbrando a esta nueva vida que tenía. Recordaba a María todo el tiempo y eso era lo que me hacía seguir adelante. "Te esperaré porque a vivir tú me enseñaste, te seguiré porque mi mundo quiero darte, hasta que vuelvas, te esperaré y haré lo que sea por volverte a ver" retumbaba en mi mente todo el tiempo. Algunas veces me preguntaba qué estaría haciendo ella, mas solo podía suponer e imaginarme que ella también se estaría preocupando por mí.
Un día llegó Daniel al café de la universidad con una mirada que reflejaba enojo y en parte miedo. Ya me imaginaba que se estaría aproximando un problema, mas no esperaba decepción semejante. Traía consigo una revista, la cual no llegué a identificar. Se sentó, firme y decidido a contarme todo. De su parte no habría arrepentimientos, sabía que debía hacerlo. No habló. Simplemente me mostró la revista. No me esperaba encontrar a María, en primera plana, con su nuevo novio besándose. Al parecer, su nuevo novio era un reconocido actor que había trabajado en innumerable cantidad de películas. Cualquier persona que alguna vez haya ido al cine, lo reconocería al instante. ¿Cómo podía acaso yo competir con él? No solo eso, según la revista, en breve sus canciones se transmitirían por la radio y no dejaría de ser la primera plana durante un largo tiempo. Ella me había traicionado de una manera que jamás creí que haría. Todo lo que me había dado eran promesas vacías. Quizás su "Te esperaré" resultó ser un "Te olvidaré".
Sentía como si ella me hubiese abandonado, como si simplemente me hubiese desterrado de su corazón, mente y memoria. ¿Qué podría hacer yo contra eso? La distancia se había vuelto mi peor enemigo. Una mezcla de ira, frustración y tristeza me invadió por completo. El mágico verano se había quedado lejos en mis recuerdos, pues ya no quedaba nada de ello. Cada día hacía lo imposible por olvidarla, sin embargo, cada noche no hacía más que lamentarme por su ausencia. Fingir amar a otra persona o incluso estar con otra persona intentando imaginarme que era ella. El amor no se había vuelto en otra cosa que en una de mis peores pesadillas. Me odiaba a mí mismo por amarla a pesar de su abandono y quería creer que le guardaba un mínimo rencor por solo haberme abandonado y hacerme creer sus falsas promesas e ilusiones.
- Mirá Germán, como amigo tuyo te voy a dar el único consejo que puedo ofrecerte: olvídala y dedícate a las cosas importantes. Tienes que aceptar que ella es parte de tu pasado y ahora es una estrella, como tal, no tiene tiempo que pensar en pequeñeces como el amor. Imáginate, discos, películas y giras. ¿Qué puedes hacer contra eso?
- Me prometió algo que no cumplió. Me ilusionó con algo que no podía cumplir -contesté secamente.
- El culpable sos vos en creer esas falsas ilusiones. No querías creer que esto iba a suceder. Te presento la realidad. No es que te fueras a dedicar a la música ni convertirte en un bailarín. Por favor, Germán, estás en la universidad y no cualquiera, sino que una de las mejores del mundo. Volvé al presente y dejá de vivir en el pasado.
Se fue así sin más. Yo me quedé allí, intentando procesar la información.
Admito -ya desde una mirada demasiado alejada a la de la historia- que mi gran problema fue vivir en el pasado, imaginándome el "qué hubiera sido si..." cuando no veía el presente ya que me imaginaba futuros imposibles. Seguramente haya sido en ese preciso momento cuando me empecé a dar cuenta que el pasado es irreversible, pero no hay que vivir de ello. Miremos para adelante, hay un futuro dependiendo de lo que suceda en este momento.
Fue entonces cuando, mientras caminaba por los pasillos de la universidad, encontré un piano. Debía ser algo similar a un salón de música que pertenecía a dicho departamento. Sin pensar en las consecuencias, me senté. No sé para qué, pero simplemente lo hice. Me perdí en pensamientos deprimentes, palabras sin sentido y promesas no cumplidas. ¿Quién alguna vez creería semejantes barbaridades? No nos comunicaríamos y -a pesar de que me costaba pensarlo- era muy probable que no nos encontráramos nuevamente. No iría a buscarla tampoco. Entonces, sin querer, mis dedos comenzaron a tocar una agradable, aunque triste melodía en el instrumento. Inspirándome en lo que alguna vez ella había dicho, surgió una canción. Se puede decir que fue algo mágico, pues era involuntario.
Te esperaré porque a vivir tú me enseñaste
Te seguiré porque mi mundo quiero darte
Hasta que vuelvas, te esperaré
y haré lo que sea por volverte a ver
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- ¡Imposible! -grité mientras inmediatamente dejé de leer.
Así es. Este tema había sido compuesto -o eso creíamos- por un chico que estudiaba con nosotros en el Studio cuyo nombre era Tomás. Fue con este tema con el que logró firmar un contrato con una disquera y, además, su actual gira se llama "Te esperaré". Esto no solo era extremadamente raro, sino que también sospechoso.
Había pasado algo, algo inexplicable.
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