Capítulo 25: "Amor imperfecto"
Amor. Ambos sentíamos aquel poderoso sentimiento y era eso mismo lo que nos unía. María y yo éramos oficialmente novios tras el mágico beso. Las semanas pasaban con extrema rapidez entre el tiempo que pasábamos juntos y los ensayos. María tuvo una seria conversación con sus padres inspirada en todo lo que le había contado, pero nunca me quiso contar lo que en verdad sucedió en aquella reunión. Lo único que recuerdo, es que al enterarse de nuestra relación, no pusieron objeción alguna.
El Studio se había posicionado sumamente bien durante mi ausencia. En poco tiempo, había logrado igualar e incluso superar a varios institutos musicales de la zona y de la ciudad. Solo faltaría una buena recepción del espectáculo para que se vuelva una eminencia. Antonio y Pedro se habían superado.
La primera presentación en un escenario y con público fue aterrador y emocionante al mismo tiempo. El teatro estaba lleno de prensa, alumnos de otras escuelas musicales interesados en ver una obra o simplemente aficionados por el espectáculo. Había sido para lo que nos preparamos durante meses. María le daba un brillo único y especial a cada espectáculo. Las críticas fueron excelentes y se agotaban las entradas a todas las funciones con gran facilidad a tal punto que se pensaba agregar funciones.
Cada mañana nos despertábamos temprano y a primera hora estábamos en el teatro para ensayar o prepararnos. Al rededor de las diez teníamos la función matutina. Luego, almorzábamos y teníamos parte de la tarde libre aunque algunas veces teníamos que ensayar. A la noche, era la última función del día y nos íbamos a nuestros respectivos hogares. De esta manera transcurrieron dos semanas.
Recuerdo la salida de cada función: todos junto con el pequeño folleto blanco y negro que se repartía a la entrada, murmurando sus críticas y halagos hacia nuestro trabajo. "Un amor olvidado" decía en letra cursiva en el medio junto con una pequeña inclinación a la izquierda que había sido un error de impresión. Asimismo, tenía una imagen de María y mía con en un escenario al fondo. Aún conservo uno de los tantos folletos impresos.
Durante los años siguientes, conservaría y la observaría durante largos ratos. Lo atesoré como uno de mis más importantes recuerdos. Existen todo tipo de recuerdos, los recuerdos perdidos, los recuerdos alegres, esos recuerdos que te hacen llorar, reír o incluso ambos al mismo tiempo. Los recuerdos trascienden toda línea espacio-temporal, pues ¿qué nos queda del pasado sino recuerdos? ¿Qué es aquella foto sino un recuerdo? El folleto no es más que una pequeña y sencilla memoria de dos meses llenos de emoción y momentos tan intensos; mis pocos días de fama; mis únicas actuaciones en un escenario; mi amor.
La última función trajo consigo una innumerable cantidad de cambios, los cuales perturbaban tanto a los que estaríamos arriba del escenario como a quienes trabajaban detrás del telón. Antonio quiso que fuéramos a un teatro más amplio y con mayor cantidad de espectadores, lo cual implica una completa reorganización: la distribución de la escenografía, la iluminación e incluso el vestuario. Habían más, pero creo que aquellos eran los que más me inquietaban.
Las horas pasaban, el gran final se acercaba. Lo último que hice fue disfrutar estar arriba del escenario porque en verdad fue una corrida de un lugar al otro. No tuvimos un segundo de descanso. Cambios por aquí e inconvenientes por allá.
Finalmente, y tras largas horas, había llegado el final. La canción estaba por terminar. El telón lentamente se estaba por cerrar. De a poco la gente se preparaba para pararse a aplaudir llenos de euforia. Todo el resto pasó demasiado rápido. Tan sólo faltaba un último paso de baile, y no era nada sencillo, mas nunca tuve inconveniente alguno al hacerlo. Me es difícil explicar qué sucedió, cuando siquiera yo mismo lo entiendo. Fue simplemente un mal movimiento o quizás me haya resbalado. Sin saberlo, ese sería el fin de todo futuro musical.
De pronto, en medio de los eufóricos aplausos y la bajada del telón, sentí un inmenso dolor en el tobillo, no pude sostenerme y caí al piso. Afortunadamente, nadie del público llegó a ver la caída. Técnicos, productores y compañeros se acercaron a mí a preguntarme cómo estaba. Intenté levantarme, mas fue en vano. Al apoyar peso sobre mi tobillo, me dolía en demasía. María se encargó de llamar a un médico junto a Antonio.
- ¿Te duele esto? -dijo el doctor mientras de movía el otro tobillo.
- Para nada -contesté.
- Parece no es nada grave, simplemente te doblaste el tobillo -comentó- te recomiendo cambiar la venda una vez al día y un poco de descanso -agregó.
- ¿Nada más? -preguntó Antonio.
- Sí, una vez que vuelvas a Sevilla, les diría que lo revise un especialista, solo por precaución. No se puede tener un diagnóstico certero hasta hacer una radiografía. Me retiro- dijo el médico.
A los pocos minutos salimos a hablar con la prensa como si nada hubiese pasado. Posiblemente, nadie se haya enterado jamás del accidente que cambiaría mi vida para siempre. Algunos nos felicitaron y otros se fueron a hablar con Antonio en privado. Lentamente se iba despejando el salón. De pronto, Antonio interrumpe mi conversación con María para decirnos que un empresario quería hablar con ella y se retiró junto a Antonio y otro hombre más. Quizás hubiese sido mejor no hacerlo, pero los seguí.
- ¿María Saramego, verdad? -preguntó el empresario.
- Así es.
- Hablé con Antonio hace algunos momentos y debo admitir que tiene un talento pocas veces visto, y eso no se lo digo a cualquiera -expresó.
- ¿Usted quién es?
- Yo soy dueño de una discográfica Argentina importante y tengo una propuesta para hacerte, o más bien es una oportunidad, una enorme oportunidad. Queremos grabar un disco y hacer una gira nacional -afirmó con un tono persuasivo.
- Eso sería algo -dudó por un momento- único.
- Por su puesto que lo es, y espero que sepas aprovechar esta oportunidad. Esta es mi tarjeta, espero tu llamado pronto -dijo y se retiró.
¿Una gira? ¿Un disco? Esa en verdad es lo que esperó por tanto tiempo y, en efecto, algo que no puede desaprovechar. No obstante, me preocupa el hecho de qué podría pasar con nuestra relación en caso de que se vaya de gira o incluso cuando me tome el avión de vuelta a Sevilla. Estos habían sido nuestros dos meses, ¿qué sucedería cuando estemos nuevamente a medio mundo de distancia? Así es, nuestra relación, la que tardamos meses o quizás años en construir, se caería abajo y todo perdería el rumbo. Este bellísimo verano junto a todas sus vivencias, pasaría a ser simplemente un sueño de verano.
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De pronto, escuché el sonido de un celular sonando. Era de León. Al ver quien era, se puso notoriamente nervioso. No tardó en contestar. Todo estaba tan bien. Nuestra relación. Todo se podía poner nuevamente en riesgo con una simple llamada.
- Hola -dijo León- ¡¿disco solista?!
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