Capítulo 23: "Encuentros esperados"
La vista era maravillosa. Observaba los majestuosos edificios, los amplios ríos y los campos recién cosechados. El avión estaba a minutos de aterrizar. Buenos Aires se encontraba justo debajo del despejado cielo azul. No me hallaba solo, al contrario, estaba repleto de alumnos del Studio Sevilla. Todos con un mismo fin: el espectáculo. Tendríamos dos meses llenos de diversión y libres de preocupaciones. Jamás pensé que sería todo lo contrario.
En parte, sentía más nervios que felicidad. Notaba cómo mi corazón se aceleraba. Me movía dentro del asiento. No podía concentrarme en nada. ¿Habrá cambiado mucho en todos estos años? ¿Cómo reaccionará al verme? ¿Estará feliz de mi regreso? Después de tanto tiempo, nos volveríamos a ver cara a cara. Si de algo estoy seguro es que yo cambié y mis sentimientos también. No soy aquel joven que vino años atrás. Es distinto. Todo lo es.
Sin saberlo, me encontraba frente a una aventura por vivir y mil historias por descubrir.
Finalmente, a la hora estimada, el avión aterrizó. En mi mente, el encuentro con María era hermoso: nos abrazábamos, nos decíamos lo mucho que nos habíamos extrañado y lo grandes que estábamos. Nos mirábamos con amor y cariño. También imaginaba que luego iríamos a pasear por la ciudad como alguna vez, mucho tiempo atrás, habíamos hecho. En mi imaginación, todo parecía ser perfecto. Sin embargo, nuestro rencuentro no fue nada por el estilo.
Lo que en verdad sucedió fue que apenas cruzamos la mirada. Al finalizar los trámites, salimos a un salón lleno de personas con carteles. Busqué con la mirada y me encontré algo inimaginable. Me encontré con una María casi irreconocible. Llevaba puesto un bello vestido color rosado y su cabello había cambiado notablemente. Si alguna vez había dicho que lucía ordinario, pues ahora aseguro que jamás he visto persona más extraordinaria. Dudo que ella haya cambiado, mas la manera en la que yo la veo, ha cambiado por completo. De pronto, veo que ella se acerca a mí junto a sus padres. Venía corriendo a toda velocidad.
- ¡Germán! me alegra verte nuevamente-gritó y me saludó con un cariñoso abrazo.
- ¡María!
Extrañamente, algo sucedió en medio del abrazo. Quizás vio o recordó algo, pero simplemente se alejó de mí sin decir una sola palabra. Lo único que recuerdo es una fría mirada suya. Se acercó a Antonio junto a sus padres y lo saludó con a una inmensa sonrisa.
- María, ¡qué gusto verte nuevamente! -excalmó Antonio -Alumnos, será mejor que vayan a sus respectivos hospedajes.
- ¿A qué hora debemos estar en es Studio?- preguntó uno de los alumnos.
- Los quiero a todos a primera hora sin falta -contestó.
Los siguientes minutos intenté hablar con ella, pero se fue imposible encontrarla. El salón cada vez se llenaba más y la perdí de vista rápidamente. Finalmente, me decidí a irme del aeropuerto. Me hospedaría durante esos meses en una pequeña casa que había alquilado en Sevilla. Su ubicación me resultaba sumamente conveniente puesto que se encontraba a pocas cuadras del Studio y en una zona relativamente buena.
Me encontraba bastante perdido. En todo sentido. No sabía si el viaje había sido correcto. No tenía idea de qué pasaría. Ni si podría ver a María todos los días sabiendo que actuaría de manera tan indiferente o temiendo que todo lo que sentía estuviera en mi mente. Por otro lado, tampoco me encontraba orientado: si tan sólo supiera por dónde estaba yendo. En realidad, Buenos Aires, al parecer, también había cambiado y se modernizaba poco a poco. En medio de los mil y un pensamientos de las dudas existenciales de la vida y el amor, finalmente, llegué a la casa en donde me quedaría durante el verano. Al verla en persona, me encontré más que conforme.
A medida que pasaban los minutos y caía la noche, decidí desempacar y ordenar las cosas. Por la noche, quería ir a conocer a mis nuevos vecinos ya que la zona me era sumamente familiar y posiblemente tenga algún conocido en el barrio. Así era, y la persona más inesperada se cruzó nuevamente en mi camino. La casa de enfrente le pertenecía nada más ni nada menos que a la familia Saramego. Enfrente vivía la última persona con la que me quería cruzar. Mi peor pesadilla. Habitaba allí una mujer de actitudes cambiantes y extrañas que, aún así, amaba profundamente.
Al enterarse que yo estaría enfrente algunos meses, me vinieron a visitar los tres y conversamos un rato. Había algo extraño en esa familia e incluso en María. Estaba seguro de que pronto me enteraría la verdad. Si algo era cierto es que nos conocíamos poco y ese viaje era exactamente lo que necesitábamos para acercarnos.
Las próximas semanas del viaje fueron simplemente idas y vueltas. Lo último que teníamos era tiempo. Eran corridas de ensayo a ensayo, bailes y canciones por todos lados. Desde que me levantaba hasta que me iba a dormir, estaba en algún ensayo o reunión. Antonio jamás había contado esto como un mega proyecto cuando, efectivamente, lo era. María y yo apenas nos veíamos, apesar de que vivíamos enfrente el uno del otro. Todo iba de una manera diferente a la que había esperado al inicio del viaje.
Un día, todo cambió. Supongo que fue el más bello de toda mi estadía puesto que el clima era ideal, me había despertado de excelente humor y no iba a ser una mañana muy intensa para mí. También consideré el día perfecto para conversar con María. Recién acababa de entrar al Studio cuando la vi a ella, alejada de toda la multitud que iba y venía, simplemente observando a un punto fijo. Me acerqué a ella.
- María, durante las últimas semanas no hablamos con todos los ensayos, idas y vueltas. Pasaron muy rápido aunque no quiero perder la oportunidad de...
- Germán, a las siete en el salón de música -interrumpió rápidamente.
- Ahí estaré.
Sinceramente, no tenía idea de qué sucedería esa tarde. Quizás era solamente una cuestión del espectáculo o me quería comentar alguna cosa en particular. Lo que de seguro ni me imaginaba era que esa misma tarde todo estaría por cambiar. Que habría un antes y un después. Que confesaríamos mucho más que simplemente sentimientos, pues la verdad saldría a la luz. Lo que tantos años quisimos ocultar acerca de nuestra vida, nuestros sufrimientos y experiencias serían revelados. Esa misma tarde podría ser la primera página de una historia de amor o todo lo contrario. El amor no fue amor, sino dolor. Perderla una no fue nada sino sufrimiento.
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De repente, el timbre sonó, lo cual era extraño por lo temprano que era. Al no recibir contestación, sonó nuevamente. Me paré y, sorprendida, me dirigí a la puerta. Yo creí que era por alguna correspondencia o quizás algún vecino. No obstante, era alguien completamente distinto.
Me encontré frente a frente con una persona a la que se puede decir que consideraba perdida, perdida en mis pensamientos , en el tiempo o en mi vida. No podría pronunciar palabra alguna. Allí estaba, justo enfrente mío y yo simplemente estupefacta. No sabía si mirarlo a los ojos, dejarlo pasar o cerrar la puerta en su cara. Él, por su parte, se quedó allí sin hacer movimiento ni gesto alguno, mirándome. Estaba por decirle lo mucho que me hizo sufrir con su ausencia, lo mal que se portó conmigo o cuánto exageró lo que simplemente fue un mal momento.
- León - fue todo lo que pude decir.
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