Capítulo 22: "Regresos"
Regresos. Por momentos, nos cuesta mucho más de lo que nos imaginamos un regreso. Tocar por primera vez en meses o quizás años, un lugar. ¿Saben qué es lo más doloroso de los regresos? ¿La razón por la cual se nos hace tan difícil regresar a un lugar? Los recuerdos. Pues existe una estrecha relación entre los recuerdos y los regresos. Uno de mis grandes regresos, fue al Studio Sevilla tras meses de ausencia.
Cada pisada. Cada mirada. Lo recuerdo todo tal como lo había visto la primera vez, sólo que no tenía un solo punto en común. Este ya no era un pequeño instituto de música ni un lugar en refacción. Todo estaba completamente remodelado. No había ningún artefacto o pared que no brillaba. Se veía tan resplandeciente y, lo mejor de todo, era que la música estaba en todas partes. Se escuchaba, se sentía y te inundaba. Además, estaba repleto de alumnos.
- ¿Germán Castillo? -preguntó una voz detrás mío a la que reconocí al instante.
- Pedro, qué alegría verte nuevamente. ¡Cuánto tiempo! -contesté feliz.
- Pero claro que sí -afirmó- Lo feliz que estaría Antonio si estuviera aquí, pues ya sabrás que ahora se pasa bastante tiempo en Buenos Aires puesto que va y viene.
- He venido porque cambié de opinión. Sé que ha pasado mucho tiempo, años, pero una persona muy especial me ha hecho ver lo importante que es este lugar para mí. Así que vine a pedirte volver al Studio.
- Por su puesto, Germán. Será un honor tener de nuevo a nuestro mejor estudiante -expresó sin duda alguna.
Luego, comenzó una extensa conversación. Me comentó acerca de los constantes viajes de Antonio a Buenos Aires y de cuanto se está expandiendo el Studio, pues pronto abrirían un Studio alejado de la universidad, independizándose por completo de esta última. Para mi sorpresa, no mencionó a María en ningún momento. De esta manera, transcurrió amenamente la tarde.
Los estudios de música avanzaron progresivamente durante las siguientes semanas. Todo resultaba a la perfección: la universidad no se acomplejaba en demasía y podía hacer ambas cosas juntas como lo hacía un año atrás, e incluso, con menor dificultad.
Antonio regresó unas semanas más tarde. Por un lado, mencionó su satisfacción de haber pasado un tiempo en Buenos Aires y, por otro lado, que durante su estadía, el Studio creció considerablemente. Con su llegada, no mucho cambió porque apenas nos veíamos de vez en cuando, pues ya no era el único alumno de la institución y también me encontraba sumamente atareado.
Mi mayor sorpresa -o más bien alegría- de aquel año en el Studio fue cuando Antonio me hizo una nueva propuesta. Lamentablemente, temía. Tenía miedo a un posible regreso. Terror de encontrarme cara a cara con María y no saber qué decir. Especialmente, espanto de los recuerdos. ¿Quién tendría la valentía suficiente de encontrarse cara a cara con sus recuerdos más difíciles? ¿Sería alguien capaz de soportar que todos sus errores vuelvan? ¿De tener aún más dudas de quién quiere ser? Aún así, acepté.
La propuesta constaba de un espectáculo en Buenos Aires durante las vacaciones de verano. Tendríamos un mes y medio de ensayos y dos semanas de funciones. Sin lugar a duda, asistirían importantes críticos y prensa. Antonio no sólo me ofreció participar, sino que protagonizar la obra. Quedé verdaderamente perplejo al enterarme que mi co-protagonista sería María Saramego.
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- Les informamos a los pasajeros del vuelo que hemos aterrizado en perfectas condiciones a Buenos Aires. Les solicitamos que tomen todas sus pertenencias y salgan por la salida tres -interrumpió la voz del piloto.
Una vez que salí del avión, me dirigí a hacer los correspondientes trámites. No había ningún problema durante las próximas horas en el aeropuerto, lo cual me sorprendió. Sin embargo, los inconvenientes tuvieron lugar cuando solicité transporte. Al parecer, no había un solo taxi que me llevara a mi casa, o por lo menos a la ciudad, la cual se encontraba a más de media hora del aeropuerto. Lo único que podía hacer por el momento, era esperar y, por lo tanto, leer algunas páginas más del diario.
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- Me vuelvo a ir de viaje a Buenos Aires -sentencié en medio de la mesa.
No creí tener algún impedimento con respecto a viajar, mas estaba equivocado. Al parecer, mis padres se empeñarían en convencerme de no viajar. Tampoco pensé que este sería el momento de contarles a ambos la verdad. Con mis padres he tenido una relación complicada desde que tengo memoria. Sinceramente me molestó muchísimo que estuvieran ausentes siempre y, cuando creí necesitar su aprobación, me di cuenta que ya no era así. Ya no la necesitaba.
- Me alegro -contestaron ambos al unísono sin siquiera prestar atención a mis palabras.
- Viaje de la universidad, ¿verdad? -preguntó mi padre tras procesar mis palabras.
En ese preciso instante, el clima de tranquilidad en la mesa se transformó en todo lo contrario. Se sentía el nerviosismo y la tensión hasta en el aire. Mi madre me miraba fijamente, esperando una reacción de mi parte mientras que mi padre aguardaba mi respuesta sin despegar sus ojos del diario. ¿Cuánto tiempo llevaba ocultándoles la verdad? años quizás. Nunca preguntaron o siquiera se interesaron qué hacía todos los días.
- Creo que es tiempo que nos digas los verdaderos motivos del viaje -murmuró suavemente mi madre.
- Me voy a Buenos Aires a protagonizar un espectáculo musical.
El drama comenzó allí. Preguntas, gritos y lo más cercano que en aquel momento había presenciado de un escándalo. Lo único que logré escuchar era que ninguno estaba de acuerdo con la idea de que su hijo estudie música. Entonces, en aquella desesperada situación, tomé un paso al costado de la discusión y crecí. Quizás había sido necesario crecer y lo había hecho sin otra opción o fue algo voluntario.
- Miren, o me aceptan a mí y a la decisión que tomé o me voy. Me retiro de esta casa y para siempre.
- Está bien, pero espero que sepas lo que haces -contestó mi padre.
- Y si lo que haces, lo haces por tí o por ella -añadió mi madre.
Finalmente, apesar de todos los inconvenientes que he tenido, regresaría a Buenos Aires. Sin embargo, no tenía idea ni de por qué lo hacía o por quién. Sólo sentía que debía regresar. Incluso si tuviera que lidiar con todos los recuerdos que conlleva un regreso.
Esto ya no se trataba de solamente regresar a Buenos Aires, se trataba de regresar a María.
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- Violetta, un taxi la aguarda en la puerta para llevarla -dijo un hombre del personal.
-Muchas gracias -contesté rápidamente.
De alguna manera, se había vuelto casi de noche. El sol estaba cayendo a medida que me subía. Para mi sorpresa, el camino no fue largo. Pues, antes de que me diera cuenta, me encontraba una vez más frente a la ciudad en donde todo había comenzado en la suntuosa casa que alguna vez he habitado junto al diario.
Ya nada volvería a ser como lo ha sido alguna vez. Yo no lo permitiría. En la cúspide del atardecer más precioso, he aquí un nuevo regreso: mi regreso.
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