Estaba recostada en la cama de mi hotel, reflexionando. Extrañamente, el cambio de aire empezaba a tener efecto. Sentía como todo podía ser distinto acá. No era que escapaba de mi realidad, ¿verdad? Era sólo que quizás podría ir a una universidad, estudiar y trabajar. En unos meses, con suerte, una sonrisa podría volver. El diario podría quedar en el pasado. En unos años, quizás olvide a León. La vida podría sonreírme de nuevo en Australia. Escuché vibrar mi celular algunas veces, pero cuando metí mi mano en la cartera, noté una textura especial. Sentí una escalofrío en mi interior. Esto estaba mal. Era el diario.

¿Cómo es posible? ¿Lo había dejado accidentalmente en mi bolso?

Me enfadé conmigo misma una y mil veces por permitir que esto sucediera. Quería olvidar el diario. Quería dejar de lado mi pasado. Mas todo se volvió en mi contra. Sollocé durante un tiempo al afrontar la realidad nuevamente. No se escapa tan fácil de la realidad, ¿no es así? Acepto que tomé una decisión por impulso. En realidad, lo que necesitaba era volver a sentirme amada por alguien. Necesitaba amor. Todos estaban lejos. Creí que escaparme sería una solución, pero no lo es. Suspiré un momento y tomé el primer taxi hacia el aeropuerto.

- Hola, quiero tomar el primer vuelo a Buenos Aires.

- El más cercano es mañana por la tarde -respondió amablemente intentando pronunciar correctamente el castellano.

- Supongo que tendré que tomar ese vuelo-dudé un momento- lo compro.

Al finalizar, me fui directamente a la playa más cercana con el diario. ¿Hacía cuánto no me sentaba en una playa simplemente a leer? Con la arena en mi pies, la suave brisa que ofrecía el mar a flor de piel y el agradable sonido de las olas, leí las próximas palabras. Vacilé un par de veces, debo admitirlo. Ya no había vuelta atrás, ¿o quizás sí?

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MI proyecto se fue desvaneciendo lentamente. A nadie le interesaba y el prototipo no fue lo suficientemente cuidado por lo que la planta murió unas semanas más tarde. Sin embargo, sentí que todo el trabajo no fue en vano. A pesar de que hubiese sido el invento del siglo, fue desestimado por todo aquel que la observó. Eso me enseñó algo sumamente importante. Me enseñó que la vida te da señales, pistas, obstáculos, subidas y bajadas, pues de fue de esa manera que sentí el proyecto: una sucesión de subidas y bajadas que me hizo entender algo completamente distinto: el amor. La vida es así, cambian.

Los afortunados -o más bien desafortunados- que alguna vez descubrieron el amor, dicen que cada ser humano tiene algo único. Cuando uno descubre esa cosa tan única de la otra persona, por más mínimo e insignificante que fuera, no se la sacaría de la mente. Viviría allí noche y día. Jamás pensé que aquella "ordinaria" joven que conocí en su fiesta, viviría en mi mente hasta esperar nuestro reencuentro. Siempre sabía que estaba allí, en todos lados. A pesar de que estuviéramos a medio mundo de distancia, vivía en mi mente. Su melodiosa voz me alumbraba el camino. Todo lo que Daniel me había dicho en la caminata, era verdad. No obstante, no quería sacarla de mi cabeza, al contrario, la quería ver todos los días, observar su sonrisa y oír su voz.

Desde ese momento, las cosas cambiarían.

Un día, de impreviso, me llegó una nueva carta suya, la cual me llenó de felicidad. Era pequeña y constaba en algunas palabras preguntando por qué no contestaba sus anteriores cartas. Me sorprendí al enterarme que ella me había vuelto a escribir. Por su puesto, le contesté con una carta bastante extensa acerca de mi último proyecto y mis ambiciones con este último. Por un preciso instante, pensé en que debería hacerle saber mis sentimientos hacia ella, pero desistí la idea al instante. Si alguna vez se contara, sería cara a cara.

Toda la semana estuve esperando su respuesta, pero fue en vano. Llegué a creer que no contestaría mi carta o quizás ni siquiera le llegaba. Pasaron los días, las semanas y recién un mes más tarde me llegó una carta suya. Era un Jueves por la tarde, volvía a mi casa con bastantes tareas que hacer y cuando entro a mi cuarto, observo en la mesa de luz un sobre. Me senté nerviosamente y leí su interior.

"Querido Germán:

Espero que tengas tiempo para leer esto porque será una carta extensa e importante para ambos. Quiero que sepas que este tiempo fue duro para mí por distintos motivos, de los cuales quizás te enteres algún día. No voy a olvidar los días en Buenos Aires que pasamos juntos nunca, o espero no hacerlo. Espero que sepas perdonarme por todas estas vueltas y falta de sentido en esta carta, pero me es muy difícil expresarte la verdad. Intentaré ser lo más directa posible. Germán, estamos a medio mundo de distancia e intentamos que funcione una amistad imposible. Te pido por favor que sigamos manteniendo distancia y nos escribamos lo mínimo e indispensable. Es por cuestiones que no puedo explicar, o quizás sí, pero no por una carta. A pesar de todo quiero que sepas que..."

Lo próximo que se podía notar era que alguien había partido la hoja. Quizás para mostrar la parte que más le convenía. había algo muy raro en todo esto. ¿Por qué me hacía esto a mí? ¿Será que no me quería? ¿La habrían inducido a escribir esto? Era una carta extraña, llena de vueltas. Lo único que intentaba decir era que dejemos de escribirnos.

Sabía que enamorarme sería un error. Advertí la situación mucho antes de la catástrofe. Mas no le hice caso a mi cabeza. El gran problema es que cuando uno quiere demasiado a una persona, dejarla ir será mucho más doloroso. Si una persona te hace sonreír, si no está, ya no habrán sonrisas. Si te hace reír, no habrá risas. Ya no serás un ser independiente. Si te enamorás, ya no hay vuelta atrás. Me encantaría decir que el amor es sencillo estando a medio mundo de distancia, pero no lo es.

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- Créeme que lo es -suspiré- es como si hubiera medio mundo de distancia entre nosotros en este momento, León. No debía haberme enamorado, tenés razón papá. Mirá cómo terminaron nuestros nuevos impulsos. Si sabía que terminaríamos de esta manera, no lo hubiésemos intentado, ¿verdad? De todas formas, dos días de vacaciones en la playa no me vienen nada mal. -añadí.

De pronto, recordé algunas palabras "Vale la pena intentar" y logré cantar esas cuatro palabras.

Jamás creí que estaría en Australia leyendo un extraño diario mágico escrito por mi propio padre, después de haber terminado con mi prometido. Reí ante mis propias palabras. Una vez que leías el diario, el pacto te perseguiría. Medio mundo si hace falta. Quizás no habría vuelta atrás, pero podría ser feliz mientras descubría mi pasado. No todo saldría mal. Algunas cosas buenas debe haber en el camino. Sabía que cuando llegue a Buenos Aires, por lo menos ya habría salido de mi estado de depresión y podría comenzar de nuevo con una nueva cara: con una sonrisa. Sin embargo, las cosas no son lo que parecen y la sonrisa tardaría en llegar.