Capítulo 16: "Primera carta"
Llegue a Sevilla una lluviosa mañana tras largas horas de un vuelo lleno de complicaciones. Antonio había llegado alterado a Sevilla puesto que le quedaron cosas sin hacer en Buenos Aires y todo producto de un conflicto con los vuelos. Yo, por mi parte, llegué completamente satisfecho y hasta contento del viaje. Me ayudó a desconectarme un poco de Sevilla y volver a mi ciudad natal.
Al llegar a mi casa, mis padres me recibieron con cierta euforia, preguntándome acerca del viaje. Sin embargo, mis respuestas estaban limitadas a lo básico puesto que cuanto menos se enterasen, mejor. Acomodé rápidamente las cosas en mi cuarto y salí a caminar. Necesitaba despejarme un poco y pensar acerca de qué quería hacer con mi vida y hacia dónde poner su rumbo. Recuerdo la extensa caminata por Sevilla.
Recuerdo las vacilaciones que tenía. Por un lado, quería dedicarme al estudio y, por el otro, al Studio. Mi mundo se detuvo al verme en el futuro, imaginándome dos vidas opuestas: en una de ellas era un exitoso ingeniero que había logrado crear su propia empresa y progresaba en ella y en la otra siendo un famoso músico que recorría el mundo en giras... ¡Cuán lejos me encontraba a mí mismo de esa remota posibilidad! Finalmente, decidí seguir con ambas cosas, al igual que lo había hecho anteriormente. Asimismo, quería un pequeño cambio en mi vida. Sentía que me faltaba algo. Consideré que aquello que necesitaba era el Studio y pasar más tiempo allí.
El resto del receso, o más bien lo pocos días que siguieron, me dediqué a descansar por completo. Visité algunas veces el Studio, leí algunos libros o salía a caminar recordando los maravillosos días en Buenos Aires junto a Antonio y María. Alguno de los días también hablé con Daniel, aunque sólo unos minutos dado que él se encontraba en Barcelona. De esta manera, el receso cesó, cual anochecer sombría, y las clases comenzaron como una aurora colorida.
Los días pasan con rapidez entre las clases, tareas, proyectos y exámenes. Se notaba en un principio un aire de exasperación y nerviosismo por el comienzo, aunque con el pasar de los días, se volvió en algo más calmo y se normalizó. Aquellos días se convirtieron en semanas y quién diría que pasaban con tanta facilidad las semanas a convertirse en un completo mes. Había transcurrido con cierta tranquilidad a pesar de todo: no había habido ninguna noticia inesperada y volvió la cotidianidad que se había perdido por el receso.
El gran cambio en aquella cotidianidad no tardó en llegar. Todo sucedió un día. Fue tan rápido. Me encontraba en mi habitación, buscando un libro de una materia cuando, de pronto, cae al piso el papel que me entregó María en el aeropuerto. Lo tomé y lo analicé lenta y minuciosamente como si dijera algo complicada, algo que requiera ser analizado y re-analizado. Era una pequeña hoja color amarillo que decía la dirección de su casa y unos cuatro dígitos que correspondían al código postal. Con aquel papel tenía la información suficiente para escribirle una carta: nuestro único medio de comunicación posible.
Tomé algunas hojas y un sobre. Intenté comenzar a escribir, mas no sólo no encontraba las palabras precisas, sino que tampoco sabía qué quería escribirle. Cuando finalmente escribí algo, lo releí y no me convenció, por lo tanto, tiré el papel y tomé otro. Esto se repitió innumerables veces. No sé cuánto tiempo estuve escribiendo, pero cuando me percaté de que ya estaba anocheciendo. Finalmente, logré escribir una carta a María. Era corta y sencilla, tan sólo preguntaba cómo había estado y que yo ya me encontraba nuevamente en la Universidad.
A primera hora del día siguiente me encontraba en el correo con la carta, lista para ser enviada. Recién ahí me di cuenta de lo difícil que sería comunicarnos de esta manera debido a que mi carta podría tardar semanas en llegar o directamente no llegar si se traspapela en el camino. ¡Qué difícil era la comunicación en aquellos tiempos! Si tan sólo hubiese existido el e-mail.
- Hola, buen día -saludé en el correo a quién me atendió- esta carta es para Buenos Aires.
- Muy bien -contestó mientras tomaba la carta- vino el día indicado, hoy mismo salen los envíos a Buenos Aires, salen cada diez días. Por cierto, firme aquí -agregó mostrándome un papel.
- Listo, muchas gracias.
Una vez que salí del correo, comencé a dudar que me llegara una respuesta suya. No obstante, seguí con mi vida olvidándome casi por completo de la carta. Jamás me hubiese imaginado que tan sólo una semana después recibiera una carta suya. No decía mucho ni algo que valga la pena contar, solamente algunas novedades poco importantes de Buenos Aires, decía que se encontraba perfectamente y un par de cosas de su rutina.
De esta manera comenzamos a comunicarnos por cartas. Fue sumamente difícil. Tardaba una semana en llegar a Buenos Aires, y una semana a Sevilla, por lo tanto, escribíamos poco y lo necesario saber.
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De pronto, mi celular comenzó a sonar con el característico ruido de los mensajes. Lo prendí rápidamente y leí el mensaje una y otra vez. Era de León y decía que el manager había llamado para decir que tendríamos una presentación importante por la noche. Era una mala noticia. Dudo que pueda pararme en un escenario de nuevo. Después de lo sucedido en la última presentación de la gira... Directamente no lo logré, las palabras no salían y sentía unos nervios que jamás imaginé que podría tener. En aquel último show, tuve visiones de la casa de Buenos Aires, como si me estuviera llamando. Sin siquiera saberlo, ese fue mi primer acercamiento al diario. Ahora, esperaba que pudiera volver a cantar después de tanto tiempo.
Para despejar mis pensamientos, continué con la lectura luego de escribir un mensaje con una respuesta afirmativa. Respiré profundamente esperando poder calmarme y retomé la lectura.
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