Capítulo 15: "Cambios"
Todo cambió con la llamada. Estaba por entrar a mi cuarto en el hotel cuando oí en la habitación contigua a Antonio teniendo una acalorada conversación telefónica. Miedo. Sentía miedo que las cosas fueran a cambiar nuevamente. El Studio se había convertido en algo importante para mí. A pesar de que la gente no se dé cuenta y crea lo contrario, sigo siendo un adolescente. Mi mundo está rodeado de adultos, por ello, tengo que actuar como un adulto tal como lo he hecho para salvar a mi familia hace algunos meses, no obstante, soy un adolescente en mi mente y alma. El Studio, con todos sus defectos y aciertos, me permitía seguir siéndolo. Por otro lado, era el escape que necesitaba de mis estudios sin ser un libro o un problema matemático. Este instituto de música me permitió descubrirme a mí mismo y sensaciones y talentos que nunca antes había experimentado.
Me acerqué lentamente al cuarto. Noté que la puerta estaba ligeramente abierta. Intenté escuchar algo de la conversación, mas fue en vano. La llamada se cortó unos segundos después. Antonio, con el rostro levemente enrojecido por la furia, se acercó a la puerta y notó mi presencia apenas algunos segundos después.
- Germán, hijo, ¿estás bien?
- Antonio -tragué saliva- ¿qué sucedió? ¿Con quién hablabas?
- Germán, ha habido un serio problema... -vaciló un momento- por el momento solo te puedo decir que vayas armando tus valijas.
- ¿Qué ha pasado? -pregunté rápidamente con curiosidad.
- Me tengo que ir ahora mismo. Prepara las valijas, hay problemas graves con la aerolínea.
Con aún más temor y dudas, hice lo que Antonio me solicitó -o más bien exigió- intentando que mi mente no trabajara. En el caso de que sea mi último día en Buenos Aires, quería que sea un día memorable. De todas formas, no quería pasar mi día sólo, así que pensé en algunas personas que me podrían acompañar. Sin embargo, todas las opciones terminaban en María.
Con las valijas en el hotel y mis dudas encerradas en una pregunta que no deseaba hacer, me dirigí a la casa de María con el fin de preguntarle si me quería acompañar. Sin siquiera dudarlo un momento, aceptó mi propuesta y nos fuimos a dar un placentero paseo por la ciudad. Yo simplemente quería recordarla, no sabía si esta sería mi última oportunidad de visitarla y quería que todos los lugares queden sellados en mi memoria. Caminamos, reímos, cantamos y por momentos simplemente observábamos nuestro alrededor callados dado que no encontrábamos palabras con las que expresar nuestros pensamientos.
Lo único que recuerdo de aquella última visita a Buenos Aires es a María, excepto por un momento en el que mi mirada cambió por completo. Mis ojos -no sé si por un accidente o por obra del destino- se encontraron con una vivienda, pequeña aunque maravillosa desde algún punto de vista. Sólo observaba en ella recuerdos, recuerdos que probablemente creí haberlos olvidado, ni siquiera creí que en verdad existieran. Se veía tan abandonada. Por un pequeño instante, me sentí como el niño que solía caminar por esa extraña calle. Nostalgia. Así llaman a ese sentimiento que te invade cuando recuerdas momentos así. Nunca había sentido en esa magnitud la nostalgia. Inmerso en mis pensamientos, olvidé que María se encontraba al lado mío, aunque para mi sorpresa, no estaba.
- ¿María?- pregunté en el intento de ubicarla.
- ¡Al parecer la puerta trasera está abierta! -gritó desde el otro lado del jardín- Vení, no hay nadie adentro.
- Creo que además de la ópera, te gustan las travesuras ¿dónde quedó la angelical María Saramego? -declaré entre risas.
- Vamos, sé que querés entrar -espetó a un paso de la entrada.
- No creo que sea lo correcto
- Será un momento -dijo ya adentro de la casa.
Sin otra opción y posiblemente en contra de mi voluntad, entré a la casa. La peor pesadilla de mucha gente se encontraba dentro: la realidad. El paso del tiempo nos afecta duramente a todos y a todo, incluso a la casa. La habíamos tenido que vender al primero que se ofreció cuando tuvimos que partir a España hacía más de un año y sus nuevos dueños si de algo estaban seguros es que querían sacar toda la antigüedad, pobreza y tristeza que le encontraban, aunque sin lugar a duda no lo habían logrado. Las paredes, aunque pintadas, lucían vacías. El comedor no era más que un espacio lleno de muebles elegantes. Seguramente sus propietarios habían decidido irse meses atrás al no lograr que la casa brille como lo esperaban. Tan vacía, sin vida y solitaria era deprimente sólo verla. La maravillosa casa dorada que recordaba se había convertido en lo que observaba: esa era la cruda realidad.
Salí apenas unos minutos después. Seguí caminando en silencio mientras María me seguía. Durante una hora continuamos con la visita aunque debimos volver al hotel rápidamente. El resto del paseo no sucedió nada interesante como para ser contado, sólo caminábamos por parques o algunas calles importantes. Una vez más me puse a pensar qué había sucedido con Antonio aquella mañana para que se ponga de esa manera. No obstante, no me asusté como en la mañana, sabía que podría afrontar cualquier tipo de cambio.
Una vez dentro del hotel, encontré a Antonio, desesperado que aún no llegaba. Lo tranquilicé con mis palabras y nos dirigimos al aeropuerto. Me comentó el inconveniente que surgió con la aerolínea ya que cancelaron muchísimos vuelos por algún motivo y debíamos partir en la noche. Simplemente lo acepté y aún más cuando estaba esperando algo peor. María gentilmente nos acompañó al aeropuerto y, en el camino, le contamos nuestros progresos con el tema que compusimos. Él se alegró aunque se guardó sus verdaderas intenciones.
Durante el camino, observé por la ventana por última vez la ciudad. Sentía aquellas sensaciones, las mismas que la última vez. Sin embargo, sonreí al pensar en todos los momentos que había pasado nuevamente en Buenos Aires en compañía de Antonio y algunas veces con María, al pensar que compuse un tema y visité la ciudad.
El tiempo pasó volando en cuanto llegamos. Nos llevaban de un lado al otro por trámites y revisiones. Entre todas las cosas que hacíamos, llamaron a nuestro vuelo en más de una oportunidad sin siquiera darnos cuenta. Al momento de la despedida, en la que sólo se encontraba María, Antonio le habló durante algunos minutos en privado con ella y luego partió hacia el avión en donde me esperaría. No tenía mucho que decirle, por lo tanto, hubo algo del silencio que se había vuelto característico en nuestras conversaciones. Estaba a punto de correr hacia el avión junto con mi pequeño bolso de mano cuando María me paró. Sacó de un bolsillo un papel que decía sus datos en caso de que quisiera mandarle alguna carta. Estaba por decirme más cosas, pero llamaron por última vez a mi vuelo y no podía esperar. La saludé nuevamente y me dirigí al avión, corriendo.
Aquel viaje a Buenos Aires me cambió por completo. Mi forma de ver y comprender el mundo se alteró por su culpa. No obstante, no estaba en condiciones de afrontar las dificultades que vendrían. Los cambios que tendrían lugar durante los próximos meses. Las verdades que se cegaba a ver estallarían una vez en Sevilla. ¿Quién diría las veces que fracasaría antes de conseguir mi objetivo? La cantidad de veces que me engañarían. La cantidad de veces que sufriría. Todo estaría por cambiar una vez que llegue a Sevilla.
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