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Capítulo 14: "Conociéndonos"

Me levanté tarde al día siguiente. Al lado mío, y para mi sorpresa, había una nota de León diciendo que se iría a una reunión temprano. Me paré de inmediato y fui al sillón a continuar con la lectura, como si mi vida dependiese de ello, pues aunque no lo quisiera admitir, así era. 

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La fiesta acabó apenas unos minutos después. Todos, eufóricos por el gran y esperado final, nos despedimos y la mayoría de invitados se iban alejando con el paso de los minutos. Antonio decidió quedarse un tiempo más a hablar con el padre de María, Mariano, quien se encontraba conversando con algunos invitados. 

Finalmente, media hora más tarde, Antonio y yo nos retiramos. Antes de hacerlo, me dediqué algunos segundos a observar la casa. Se veía tal como lo hacía cuando llegamos, sólo que un tanto más desordenada como es de esperarse al finalizar una fiesta. Supongo que aquella última mirada fue lo que más recuerdo del evento. Sin embargo, volvería a esa casa algunas veces más antes de dar por terminado el viaje. Recuerdo los vasos desparramados por las mesas, las sillas fuera de su lugar, las decoraciones dispersas por el piso y a la cumpleañera sentada, mirando al vacío y sonriendo, posiblemente al pensar en algunas de las cosas vividas en su fiesta. Se veía de la misma manera que hacía unas horas atrás. Notaba la misma simplicidad en su atuendo, peinado y maquillaje. La veía de la misma manera que lo hacía mientras conversábamos. No percibía nada especial en ella, más que su voz, aquella maravillosa melodía que le dio algo extraordinario a la sencilla fiesta que había asistido. Lo que transmitía su voz era inexplicable, mas nunca pensé que ella podría ser más que el títere de una esplendorosa voz.

Durante el camino hacia el hotel hablamos acerca de la fiesta y, a un par de cuadras de nuestro destino, me comentó acerca de lo que había hablado con el padre de la anfitriona: María y yo estaríamos trabajando juntos durante los próximos días. Mi reacción inmediata fue de indiferencia, pero al pensarlo nuevamente me entusiasmó, pues podría conocerla más: saber de ella, sus intereses y sus experiencias.

Al día siguiente, luego de desayunar y hacer algunas cosas por la ciudad, fui con Antonio al Studio Buenos Aires. Estaba en plena etapa de construcción, tal como se podía notar a simple vista. No era el Studio soñado del que Antonio me había descrito, pero era un comienzo. Faltaban algunos instrumentos, las paredes estaban recién pintadas y el piso estaba siendo arreglado. El único salón disponible era una pequeña aula que contaba con un piano y algunos micrófonos y era ahí donde se dictaban las clases a los tres o cuatro alumnos presentes. Si se consideraba al de Sevilla un Studio incipiente que recién comenzaba y se paraba cual niño por primera vez, este estaba recién gateando. Asimismo, nos dirigimos al único salón en funcionamiento.

Una vez en el aula, Antonio se despidió y me dejó una pequeña consigna para trabajar durante algunos días, los que restaban del viaje. Se trataba de componer una sencilla canción, de la cual yo me ocuparía de la melodía y ella de la letra, a pesar de que lo haríamos en conjunto. Esperé varios minutos, posiblemente al rededor de media hora hasta que María se dignó en llegar. Observaba con atención mi alrededor: la blanca pared recientemente pintada, un artefacto de luz en el techo, el piano ubicado en el centro y un micrófono con algunos parlantes. Eso era todo. Tan sólo eso era el incipiente Studio Buenos Aires, si se quería llamar de esa manera porque no era ni eso. 

María llegó media hora más tarde de lo que Antonio le había dicho, aún así, el asunto pasó por desapercibido. Nos saludamos y comenzamos con la consigna. Desde mi punto de vista, fueron las peores horas de todo el viaje. María -al contrario de ser como yo pensaba- era una mujer sumamente fría y cerrada. Su mirada, aquella distante y vacía mirada, estaba llena de secretos, o más bien el gran secreto. Su actitud, además de la frialdad percibida, era arrogante, distante y malhumorada. Yo pensaba que tendría una amiga más, pero nunca me la imaginé de tal manera, casi como una enemiga. Si mal no recuerdo, jamás la vi de nuevo como aquella tarde y, sinceramente, nunca supe el porqué de su actitud. Con el paso de las horas, de una cosa estaba seguro: de ninguna manera trabajaría con ella.

A medida que los minutos pasaban, discutíamos cada vez más. No compartíamos opinión en ningún momento. Al mirarnos, a diferencia de la noche anterior, sólo observábamos enojo y desahogamos en el otro nuestras penas y dolor que quizás eran más del momento que de otra cosa. Eramos muy distintos, o eso creímos. Para el final del día, sólo logramos algunas estrofas de una espantosa canción.

- Germán, ¡Antonio va a llegar y se va a encontrar con esto! -gritó con toda la furia que sentía.

- Si te quejarías menos probablemente hubiésemos logrado algo un poco mejor -espeté con la misma ira que ella.

- Hagamos lo siguiente, mañana nos juntamos acá de nuevo, yo traigo la letra -propuso mientras recogía sus cosas.

Tal como ella dijo, sucedió. A la mañana siguiente volvimos más calmados los dos y mis sospechas se confirmaron: el día de ayer había sido sólo un mal día. Trabajamos con tanta agilidad que en una hora juntamos su letra y mi melodía, de la cual estaba satisfecho aunque no orgulloso. Me sorprendí tanto al verla distinta, era otra mujer, la misma que había visto el día de la fiesta, sólo que menos arreglada.

Una vez finalizado el proyecto, ofrecí acompañarla a la casa, un camino bastante largo para ir caminando. Salimos del Studio y comenzamos a caminar, al principio en silencio, aunque después cuando tomamos confianza las palabras surgieron espontáneamente. 

- Germán, ¿Hace mucho estudias música? -cuestionó María.

- No, hace apenas unos meses -contesté- ni siquiera sabía que tenía talento para esto.

- Entonces, ¿qué hacías antes?

- Estudio ingeniería -respondí rápidamente- viví acá en Buenos Aires durante toda mi vida, pero hace unos meses la empresa en la que trabajaba mi padre quebró y consiguió otro trabajo en España, aunque lo transferían de una ciudad a la otra todo el tiempo.

- Me imaginó que viviste mucha emoción y conociste lugares increíbles. Yo amo viajar y explorar nuevos lugares, aunque nunca tuve la oportunidad de salir de Buenos Aires -interrumpió María.

- Sí, aunque no es la euforia que te imaginás. Preferiría estar sentado en un lugar leyendo libros o haciendo ejercicios de matemática antes que estar siendo transferido de una ciudad a la otra. ¿Qué estudiás?

- En realidad, apenas voy al colegio secundario y acaba de terminar -contestó- Mis padres quieren que le dedique la totalidad del esfuerzo a la música que es lo que adoro hacer, sin embargo, por momentos es difícil. Desde que tengo memoria toco el piano, la guitarra y canto. Muchos creen que seré una gran estrella algún día y apuestan en mi talento como fue el caso de Antonio, famoso por reconocer nuevos talentos y su pasado actoral, al que mis padres llamaron hace unos meses.

- Debe ser difícil estar presionado -dije de repente sin pensar.

- Lo es, aunque lo hago porque lo amo, es lo que me encanta y cuando canto... -vaciló un momento- es indescriptible, te sentís tan libre. Es lo que me encanta, especialmente la ópera.

- ¿Ópera? A mi también me gusta mucho, no a mucha gente suele gustarle.

- Claro que no, mi favorita es "La traviata", ¿la conocés?

- Por su puesto, la historia de Violetta y la apasionada y dramática historia de amor con Alfredo -murmuré mientras recordaba 

- Te vi cantar y transmitís esa alegría, aunque si puedo preguntar, ¿qué sucedió ayer? -pregunté haciendo referencia a su repentino cambio de humor.

- Bueno,  es que... -observó a alguien a lo lejos- perdón, pero me tengo que ir. 

Al decir esas palabras, se alejó corriendo y fue a abrazar a un chico, aparentemente de su edad. A simple vista se podría decir que era su novio y así era. Se trataba de Eduardo. Nunca supe mucho de él más que en aquella ocasión y pocas más. En fin, ella se alejó con él y yo me fui sólo hacia el hotel. Antonio me estaba esperando allí con un completo cambio de planes. ¿Quién hubiese dicho que todo iba a cambiar tan esporádicamente?

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