Llegamos a un Buenos Aires completamente distinto al que recordaba. El cielo estaba lloviendo, o más bien, llorando. Tomamos el primer taxi que nos llevó al hotel. Sin embargo, llegamos empapados. Desde la recepción notábamos cómo la lluvia se iba intensificando cada vez más. De todas formas, nos hospedamos sin más complicaciones.

La mañana siguiente era un día completamente despejado y con nuevas esperanzas desayunamos. Conversamos largos ratos acerca del nuevo "Studio Buenos Aires" y ambos estábamos entusiasmados de visitarlo y, en mi caso, de conocerlo. Me lo imaginaba como el "Studio Sevilla" lleno de colores, música y sonidos por explorar, un lugar mágico en verdad. No esperaba, horas después, encontrarme con una pequeña escuela, con apenas dos o tres aulas. No obstante, Tenía "un gran potencial" como decía Antonio.

Por un lado, visité a mis familiares y algunos amigos más cercanos, mas con suma rigurosidad de no revelar nada inapropiado acerca de mi estudio de la música. Afortunadamente, mis visitas fueron cortas y no estuve más que algunas horas con ellos, por lo tanto, el resto del tiempo lo pasé con mi gran compañero de viaje de mil maneras distintas: fuimos a museos, muestras, teatros y mercados. Cualquiera que nos viera diría que eramos turistas que recorrían aquellas calles por primera vez, a pesar de que yo había estado largos años caminando cada uno de esos lugares. Pero se observaba tan distinta, otros aires habitaban la ciudad que se encontraba acompañada de una enorme nostalgia de mi parte.

Caminando por las calles de mi amada Buenos Aires me di cuenta de tantas cosas. La vida suele ser tan simple cuando uno es un niño, cuando sus problemas son tan superfluos y la vida no es más que un simple juego, lleno de colores y diversión. Recorrí mi antigua casa, mi escuela y mi barrio, lugares en donde fui feliz y viví experiencias únicas e inolvidables, mas se veían tan lejanos. Todas las cosas que había vivido este último tiempo me habían cambiado. Ya no eran las mismas.Ya no era aquel adolescente que había pisado por última vez. Yo no era el mismo.

Por otro lado, aproveché al máximo mi visita junto a Antonio para conocer otras escuelas musicales de la ciudad. Era evidente que el incipiente Studio no podía competir con ciertos institutos que ya eran eminencias. Sin embargo, Antonio tuvo la capacidad de ver el futuro en un pasado y me comentó durante los primeros días que confiaba completamente en los talentos de su nueva alumna y que tendría el gusto de conocerla el primer día. De todas formas, los primeros días pasaban y no la conocía. Su ausencia fue justificada por la fiesta que tendía lugar unos días más tarde con el fin de celebrar sus diecisiete años, a la cual estaríamos invitados.

Los días pasaban con rapidez nuevamente con ansias por el evento que presenciaríamos en apenas unos días. El día llegó y ambos usábamos el mejor de nuestros trajes. Por ese entonces, consideraba a Antonio más que como un director, un segundo padre o un gran amigo. Nos dirigimos a la casa de aquella desconocida chica en donde tendría lugar la fiesta. Al llegar, notamos que no era de gran tamaño, una casa ordinaria, pero lucía bien decorada por dentro.

En su interior, había pocos invitados, no más que cincuenta o sesenta. Los muebles estaban bien dispuestos, las cortinas eran de un color tenue y el piso de una madera, un tanto vieja, pero de todas formas relucía con todo su encanto. Lo único que resaltaba en aquel comedor era un piano sumamente costoso y de buena marca, el resto no se alejaba de lo corriente.

La espera nos estaba impacientando, la comida era escasa hasta la llegada de la cena y la comunicación se dispersaba por momentos. Al parecer, había habido una demora. Mientras tanto, Antonio se la pasó hablando acerca de sus extraordinarios talentos, entre ellos su voz y su belleza. No esperaba el momento de ver a aquella chica, alrededor de dos años menor que yo, se mostrara. Sin embargo, lo último que esperaba es que ocupara mi mente noche y día, que no la pueda sacar de mi cabeza y me enamore profundamente de ella y, lo peor de todo, no reconocerlo.

Un rato más tarde, la cumpleañera se dignó a bajar y recibir a los invitados. Entró por la escalera que unía el primer piso y la planta baja, sin mucha gracia por cierto. Bajó rápido, casi como si la siguieran. Llevaba puesto un vestido violeta que no combinaba en lo más mínimo con el color de su piel, ni le quedaba muy bien. Su cabello estaba semi-recogido de manera tal que no la favorecía teniendo en cuenta la forma de la cara. Por otro lado, llevaba un claro exceso tanto de rubor y sombra como del resto de su maquillaje. Con respecto a los zapatos, no combinaban en lo más mínimo con su vestido y accesorios, los cuales no vale la pena describir. Ella se llamaba María Saramego Carrara. No tenía idea de la belleza que le encontraban todos. Era una chica con belleza ordinaria y hasta podría decir que le faltaba belleza. No obstante, cada persona tiene algo especial que lo hace único, una virtud inigualable y se dice que enamorarse significa encontrar esa cosa maravillosa. Pues una vez que la encuentras, no quieres dejarla ir jamás. Entonces, ¿Qué era lo que me maravilló de Ella? Su voz.