Las semanas pasaban velozmente y, antes de que me dé cuenta, ya me encontraba cerca de fin de año, donde siempre hay un receso de dos semanas. La sensación general comenzaba a cambiar y los parciales, que nos habían sacado hasta el último de nuestros suspiros, estaban por terminar. Un aire nuevo nos invadía, pues cada uno, a su manera, iba a disfrutar de estas semanas.  

En un principio, decidí quedarme en casa junto a mis padres y pasar tiempo con ellos ya que durante las últimas semanas, si no estaba en el Studio, estaba encerrado en mi cuarto estudiando. Sin embargo, las cosas no siempre suceden de la manera en que uno espera.

Los días previos al receso había hecho las cosas de maravilla, logré terminar los parciales de la mejor manera con un promedio de excelencia y asistir a todas las clases del Studio, las cuales tenían lugar después de mis clases de ingeniería.

Uno de los últimos días antes de las vacaciones, Antonio se me acercó casi al final de la clase de piano con una propuesta que alteraría por completo el resto de mi vida. No sé qué sería de mí sin esa gran pregunta. Dudo siquiera que volvería a mi amada ciudad natal de no ser por Antonio y, a pesar de todos los años de dolor provocados por él, le tengo un enorme aprecio por esta propuesta. ¿Cuál es esta gran propuesta? Me ofreció ir a Buenos Aires una semana y media para conocer el Studio Buenos Aires. Por mi parte, no dudé un segundo en aceptar. No obstante, aún tenía un obstáculo al que enfrentar: mis padres. 

Por la tarde, llegué a mi casa con una euforia pocas veces sentida. Corrí a la cocina, esperando que mi madre se encuentre allí, pero no lo estaba. Mi padre, por su parte, tampoco estaba en la casa. Decepcionado esperándolos, creí que lo mejor sería no contarles la verdad y los motivos de mi viaje, sino que decir que es simplemente un viaje de estudios. 

Llegaron tarde por la noche y exhaustos. Primero, llegó mi papá y unos minutos después mi mamá. Todo se los contaría en la cena. Me senté en la mesa esperando que mi madre nos sirviera la comida tanto a mi padre como a mí. Finalmente, pudimos cenar en familia. Les comenté acerca de un viaje que la universidad tenía planeado. Mis padres se veían contentos por la noticia, a tal punto que incluso dudé en si decirles o no la verdad, aunque, teóricamente, sólo estarían malinterpretando mi información pensando que se refería a la carrera de ingeniería y no música, ¿Tan mal estaría? .

La conversación durante la cena fue agradable y hablábamos de cosas de interés general, de manera tal que ninguno quedara fuera de la conversación. Apenas unos minutos más tarde, mi padre decidió irse a dormir y mi madre, se quedó lavando los platos. Sin embargo, una madre conoce perfectamente a su hijo y tiene la capacidad de percibir una mentira a kilómetros. Se acercó lentamente a la mesa con la intención de conocer las verdaderas intenciones del viaje. 

- Así que un viaje de estudios a Buenos Aires, supongo que pasarán los días entre empresarios y fábricas o importantes empresas -manifestó mi madre de repente.

- Así es, o al menos supongo que sí... -dije con cierta inseguridad y con la compasiva mirada materna frente mío.

-Vamos hijo, sé que algo te pasa y que ese viaje no se trata de ingeniería, ¿mal de amores? -preguntó picaramente mi mamá.

- Nada de eso, mas debes prometer que quedará entre nosotros -expresé con desconfianza.

- Cuenta con ello

- Estudio música en el Studio Sevilla que se encuentra en el campus de la universidad, por eso venía tan tarde estos días -dije con entusiasmo.

- ¡¿Música?! -preguntó aterrorizada.

- Cuando toqué el piano hace unas semanas, la perspectiva de todo el universo cambió por completo, fue casi como... fue una situación indescriptible -espeté recordando aquel día y el torbellino de sensaciones que me invadían.

- Estoy muy contenta por vos, hijo 

- Mamá, tengo miedo -vacilé un momento- miedo a no poder hacer ambas cosas juntas... -observé con desesperación.

- Germán, no te aflijas sin sentido, eres capaz y si no lo logras, tu corazón elegirá el camino...

Estreché fuertemente a mi madre en mis brazos dándole uno de los abrazos más bellos madre-hijo que he contemplado. Le agradecí enormemente por su apoyo y le prometí que mi padre se enteraría pronto de la situación. De esta manera, ella se fue a descansar. 

Los días pasaron rápidamente y antes de que me diera cuenta, estaba en el avión junto a Antonio conversando de lo magnífico que sería nuestro viaje y de lo mucho que lo disfrutaríamos. Por otro lado, también le agradecí allí por todas las oportunidades que le había dado. El resto del viaje transcurrió con normalidad.

Si tan sólo hubiese sabido que una vez que bajara de ese avión la encontraría a ella, a mi peor pesadilla. ¿Cómo hubiese sabido que al bajar del avión me encontraría a la nueva alumna de Antonio? ¿Cómo hubiese sabido que ella sería el amor de mi vida? ¿Cómo hubiese sabido todo lo que tenía que luchar por ella? ¿Por qué se metió con tanta facilidad en mi vida? ¿Por qué tuvo que flechar mi corazón? ¿Por qué todo terminó de esta manera? María Saramego Carrara, así se llamaba.