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Capítulo 10: "La propuesta"

Antonio se me acercó una vez que terminé de tocar aplaudiéndome como nadie nunca me lo había hecho, la cara notaba un inigualable orgullo y confianza. Mi sonrisa valía más que mil palabras, pues era indescriptible. Tardé algunos minutos en recuperarme de lo que había sucedido, sentía un torbellino de emociones dentro mío. Había sido una hermosa experiencia, dentro de ese cuarto sólo existía el piano, mis dedos y yo. Notaba un claro contraste entre el horrible clima que había del otro lado de la ventana en la oscuridad infinita y toda la luz del universo centrada en aquel piano.

En el preciso instante que volví a la tierra, observé la situación en la que me encontraba y me paré inmediatamente. Con el mayor de los terrores a que pudiera haber hecho algo que me perjudicara y posiblemente expulsara, miré a la persona que se encontraba en frente mío, extrañamente, aplaudiendo.

- Haz estado magnífico, pocas veces en mi vida he visto ese talento- expresó con orgullo.

- Lo lamento mucho, no ha sido mi intención tocar el piano sólo estaba acá porque...

- No hay problema -interrumpió con una sonrisa- me imagino que debe ser por el temporal. Si quieres acompañarme, te puedo dar un café o té y podremos hablar un poco.

- Por su puesto, muchas gracias -espeté con agradecimiento.

Ambos salimos de ese salón para recorrer casi la totalidad del acogedor departamento y encontrarnos en la sala de profesores, tomando un exquisito té caliente y hablando de la vida en general. Por mi parte, le conté que estudiaba en el ingeniería y que, a pesar de todos los años que viví en Buenos Aires, últimamente mi padre había sido transferido mucho hasta, finalmente, asentarnos hacía unos meses. Él me contó que era, junto a su hermano Pedro, el director del incipiente Studio Sevilla que recién había abierto unos días atrás ya que se había independizado del resto de la Universidad, pero trabajaban en conjunto. A penas contaba con unos diez alumnos, pero esperaba que, dentro de unos años, se incremente notablemente la cifra y, si la suerte los acompañaba, puedan extenderse a otros países como Argentina que hacía no mucho tiempo era el manager de una chica que vivía en Buenos Aires. Por otro lado, en Buenos Aires, tenían un pequeño salón de ensayos y encuentro.

- Germán, la conversación que tuvimos me ha encantado y eres una gran compañía -espetó repentinamente Antonio- supongo que querrás irte ahora que el clima ha mejorado, pero quiero antes hacerte una pequeña propuesta.

- Claro Antonio -asentí rápidamente.

- He notado que tienes un potencial nunca antes visto y, por lo tanto, quiero invitarte a entrar al Studio Sevilla. Sé que tienes toda la carrera de ingeniería por delante, pero me encantaría tenerte como alumno en esta institución. Verte tocar el piano fue una experiencia maravillosa y quiero creer que tú sentías lo mismo o aún más cosas que yo al tocarlo -dijo Antonio.

- Antonio, me siento sumamente halagado, mas no aceptaré tu propuesta...

- Entiendo hijo, ya tienes suficiente con la carrera, sólo quiero que lo pienses. Puedes venir cualquier día a visitarme y tocar un poco que me has dejado fascinado -interrumpió el director- sólo piénsalo.

Asentí y me retiré. Me había ofrecido un lugar en el Studio, pero de ninguna manera aceptaría. ¡El sólo hecho de pensarlo era una total y completa locura! Mi objetivo de vida es recibirme, ¿no es así? ¿Y si quería hacer otra cosa? ¿Si pensaba abandonar la carrera que tanto empeño le había puesto? ¿Si hacía ambas cosas?

Durante días una innumerable cantidad de preguntas me invadía. Jamás me había detenido a pensar si existía algo más allá del estudio. Toda mi vida estuve enfocado en una cosa y llega un suceso inesperado para alterarlo todo, ¡No era justo! La totalidad de la carrera estaba rigurosamente planeada, no habría siquiera un minuto de descanso por medio, ¿estaría exagerando? Por primera vez en mucho tiempo, decidí que era una decisión que sólo yo podría tomar. No existían recetas ni encantamientos mágicos para resolver este misterio, en donde me encontraba yo y sólo yo. Nuevamente me encontraba ante otro dilema ¿Cómo me aseguraría de que fuese la decisión correcta?

Más días pasaban y cuanto más estudiaba, más pensaba en la propuesta de Antonio. Hace apenas unas semanas estudiar música hubiese sido tan imposible que siquiera pasaba la remota idea por mi cabeza y ahora era una posibilidad. Mientras hacía uno de los parciales, se me ocurrió la mejor de las ideas y la respuesta a todos mis dilemas y, si era tan capaz como me decían, esto lo podría hacer. A esta idea durante el poco tiempo que duró la denominé "La locura más absoluta", pues era eso, una tremenda locura. Mi plan, "perfecto" según mí en aquel entonces, constaba en hacer ambas cosas juntas: mis estudios y algo de música. Sin embargo, no tendría ni un minutos de descanso.

Ese mismo día, decidí ir a hablar con Antonio al Studio. Me recibió con felicidad, gentileza y cariño, al igual que hace algunas semanas atrás. Tomamos nuevamente un té y observé, a lo lejos, un pequeño curso de música en que tocaban una de las canciones preferidas de mi madre. Creí que el destino me lo estaba pidiendo y gritaba a los cuatro vientos decir "sí" y que el malestar que sentía dentro mío acabara. Así fue como sucedió puesto que hablamos de la propuesta que me había hecho y yo dije que sí, que haría ambas cosas simultáneamente. Si tan sólo hubiese sabido en el lío que me estaba metiendo, si hubiese sabido lo que vendría después, y hubiese sabido que las cosas tienden a complicarse y no a mejorar...



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