Capítulo 1: "El pacto"
Me encontraba allí, en la intensa lucha entre el sueño y la vigilia, filosofando sin parar acerca de la causa de mi insomnio. No tardé horas en entenderla. Tardé horas en aceptar que la idea no era ridícula. Finalmente comprendí la causa, todo era producto de una sola cosa: el diario. Las palabras que había leído realmente me impactaron. Las palabras son sumamente poderosas, pero sólo en momentos como este uno entiende su poder. Algunas de ellas invadieron mi mente por completo durante esa larga noche y fueron las pocas palabras que había leído en el diario lo que me conducirían más tarde a mi peor error: seguir leyéndolo. Esa noche no entendía nada, pero todo era producto de una cosa, algo a lo que denomino "el pacto".
Me levanté lentamente de la cama y observé por algunos segundos el reloj. Eran las tres de la mañana. Sabía perfectamente que no dormiría esa noche, no valía la pena intentarlo. En el otro extremo de la cama se encontraba León, recién despertándose del profundo sueño que había tenido.
- ¿A dónde vas a esta hora? -preguntó mientras se fijaba la hora
- A la casa, ¿venís? -dije mientras él, a pesar de tener cientos de dudas, sencillamente asintió con la cabeza
- Pensé que iríamos mañana- murmuró luego de vacilar algunos momentos
- Debo ir hoy, ahora -me limité a expresar, mas él sin dudarlo se levantó
Rápidamente me cambié, tomé las llaves y ambos subimos al auto. Las calles estaban completamente desiertas y algunas un tanto oscuras. No era así como recordaba Buenos Aires. Al acercarme más a la casa, la vereda lucía aún más apagada. León y yo no intercambiamos una palabra en todo el camino, él conducía y se guardaba las dudas que tenía, con el fin de no angustiarme. Él sabe que si se trata de mi madre soy muy reservada. Durante el viaje me limité a observar el paisaje por la ventanilla y pensar en lo que ocupó mi mente estas últimas horas, el diario. De todas formas el trayecto no era largo y antes de que me diera cuenta me encontraba una vez más frente a la que yo recordaba como una esplendorosa casa, pero todo se veía distinto esa noche.
En el preciso momento que entré por esa puerta de madera, noté como todo se veía diferente, como todo tenía un aspecto lúgubre. Dediqué algunos segundos a observar la casa y cómo se veía. El comedor ya no se exhibía espacioso y nada lucía magnífico como había visto hace unas horas, todo tenía un aire de ser triste, tenebroso y obscuro. Tan sólo le faltaba la lluvia para ser el ambiente perfecto de una historia de terror. Acto seguido, subí junto a mi prometido las eternas escaleras de madera para finalmente parar frente a la puerta del ático. En el momento que iba a mover el picaporte, León me paró haciéndome una pregunta, más bien, la pregunta que todos se estarían haciendo en este momento.
- Espera -me interrumpió- siento la necesidad de saber qué decía -dudó un instante- ¿qué es ese diario? -cuestionó sin más preámbulo- ¿qué dice como para que no duermas durante toda la noche? -apoyó su mano en mi hombro viendo que yo estaba conteniendo algunas lágrimas- perdón si no debo preguntar, pero necesito saberlo
- Ese era el diario de mi papá, es el diario que escribió y mantuvo oculto allí durante años. En ese diario están todas y cada una de las respuestas que busco. No sé exactamente su contenido, pero sospecho que diga cómo conoció y vivió con mi mamá, ese diario es mi única y última esperanza de saber quién es María Saramego, saber quién es mi mamá. Si estoy en lo correcto, mi búsqueda acaba acá -dije con muchos sentimientos juntos, entre ellos se encontraba la tristeza y la felicidad, ambos en una lucha para apoderarse de mí, hacerme llorar o sonreír. Por su parte, León tan sólo escuchaba mis palabras con mucha felicidad de saber que finalmente encontré lo que busco hace tantos años, respuestas. -ahora llegó el momento de entrar -espeté junto a las tantas emociones que sentía y moví el picaporte.
Una vez adentro del ático, tomé rápidamente y sin pensarlo dos veces el diario y observé como este también se veía distinto. Me dediqué un tiempo para estudiarlo por fuera. Contemplé sus interminables hojas, su textura, la antigüedad del cuero que forraba el cuaderno, mas lo que me llamó la atención era cómo a simple vista uno podía notar que había sido abandonado. Se notaba que el lúgubre color del cuero, el cual me hacía sentir, de alguna manera, de la misma manera que cuando entré a la casa. Sinceramente, era una horrible sensación. Sin lugar a dudas era viejo y fue olvidado misteriosamente debajo del piso.
Tras varios minutos de estudiarlo por afuera al cuaderno, intenté unir todas las piezas de este misterioso rompecabezas para así lograr relacionarlo con mi noche de insomnio y lo que podría decir dentro. Finalmente lo entendí, comprendí perfectamente lo que me estaba sucediendo. Esto no se trataba de leerlo, esto implicaba sellar un trato con este libro, un pacto. Por decirlo de otra manera, se trataría de firmar un contrato imaginario o psicológico con el diario, lo que significaría que una vez que comenzaba a leerlo, estaba obligada a terminarlo. Sin embargo, yo no tuve opción de elegir, o eso es lo quiero creer. Aunque anhelaba respuestas, hay momentos en los que uno debe alejarse de algunas cosas y negarse, pero no hubo tiempo de decir "no". Un simple "no " hubiese bastado para no tener que sufrir. Tuve que aceptar el pacto de una forma u otra, con tan sólo haber leído unas pocas palabras ya era suficiente como para estar dentro del juego, uno al que no sé si entre porque quería o por el sólo hecho de no tener opción. No obstante, no se trataba de un simple juego, estamos hablando de un recuerdo oculto en el pasado ya que, a fin de cuentas, el diario no era más que eso.
Ya me encontraba acorralada de preguntas y pensamientos. Además, no tenía nada que perder, ya había aceptado el pacto, me encontraba dentro de la interminable lucha entre el libro y mi mente. Iba a tener que leerlo hasta el final. Me dirigí hacia algo similar a un sillón y León se sentó junto a mi allí. Ya tenía la decisión tomada, era momento de abrirlo.
- ¿Lo leerás?- consultó mi futuro esposo algo preocupado de lo que habrá sido mi expresión en ese momento. Con el fin de tranquilizarlo y que supiera que sé lo que estoy haciendo tomé su mano y asentí con una leve sonrisa. Él lo entendió perfectamente y le mostré el diario así lo leíamos juntos.
De esa manera comencé a leerlo. Entré a mi peor pesadilla. Descubrí cosas que jamás hubiese querido saber. El comienzo de la lectura del interminable cuaderno forrado implicaba que, una vez que entré en el juego, ya no podría parar de leerlo.
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19 de Octubre de 1999
Una semana: siete días, cuatro horas y veintisiete minutos del trágico momento de tu muerte. Me es imposible expresar con palabras lo que siento en este momento. Mas te aseguro que la tristeza se apoderó de mí por completo. No sé cómo reaccionar. Lágrimas brotan de mis ojos desde hace una semana. Algunas cosas que antes me eran importantes, cual no llegar a una reunión o no levantarme a horario, ya no son fundamentales. Esta es la séptima noche sin dormir. Más de siete días encerrado en mi cuarto. Nadie con quien hablar. Nadie en quien confiar. Intensas peleas internas familiares. Llantos ocultos. Desgarradoras historias del pasado, más bien, recuerdos ocultos en el pasado. Nada volverá a ser lo mismo.
Me presento: soy Germán Castillo y este es mi diario. Está escrito por mí como verán y dirigido a nadie en particular. No obstante, se encuentra inspirado en el primer diario de María, y sus horas escribiendo en él, me orientaron a escribir el mío con el fin de abrirme con alguien -sin romper en llanto frente a una persona-. No sé qué escribiré acá ni cuánto tiempo tardaré en escribirlo. No hablaré de mi vida cotidiana como muchos hacen, escribiré acerca de un hecho que cambió mi vida por siempre. No puedo asegurar el final, esto lo iré escribiendo a través de los días, meses o años quizá.
¿A quién le estaré escribiendo esto si nadie lo leerá? ¿Entré en un estado de locura total?
Con dos palabras hubiese sido suficiente. ¿Tan difícil era pronunciar un "te amo"? y todo producto de nuestro orgullo, ¿hasta dónde puede llegar nuestro orgullo? ¿Acaso nuestro orgullo llegó a interponerse entre nosotros o lo usamos tan sólo como una excusa para pelearnos? ¿Por qué es tan difícil amar? ¿Por el orgullo? ¿Será acaso el orgullo aferrado a lo que debemos enfrentarnos? ¿Qué pasó María? ¿Cómo llegamos hasta acá? ¿Tanto me equivoqué? ¿En qué nos equivocamos? ¿Fue mi culpa o la de Antonio y Mariano el accidente?
Si quiero descubrirlo tendré que comenzar en mis primeros años...
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Cerré bruscamente el diario y lo apoye cautelosamente en el mismo lugar que lo había hecho pocas horas atrás. Ya era suficiente. No importa el pacto, debo recuperarme y procesar toda esa información para luego seguir leyendo. Tan rápido salí que siquiera noté mis lágrimas recorriendo mi rostro. Salí del ático junto a León, sin decir una sola palabra. Finalmente había entendido, había comprendido que al entrar en el juego muchas cosas saldrían mal, o peor aún, podría convertirse en mi peor error. En ese momento me puse como meta no volver a ver ese diario en mi vida, pero el diario le había ganado a mi mente en su intensa lucha y, al aceptar el pacto, volvería a leer el diario -sin importar si fuese unas horas, semanas, meses o incluso años después-. La lectura había comenzado. Ya no hay vuelta atrás.
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