Capitulo 8 - Tu dolor es mi placer
"El dolor de tu corazón, me da placer en mi alma, en mi pecho,
en mi mente, en todo mi ser.
Tu dolor, me da placer de una manera inimaginable. Tengo ansias de ver correr la sangre de tus muñecas, mientras mi lengua pasa por ella y se deileta por su dulzor. Cariño, es embriagador ver tu dolor"
Él podía apreciar cómo su cuerpo se revolcaba como un gusano. Las cortinas blancas volaban como una danza coordinada, con el compás de la brisa.
Sus ojos que se convirtieron de un color ámbar, irradiaban fuego hacia ella. Nadie podía protegerla en este momento, nadie podía salvarla de su muerte.
La agonía la cubría de pies a cabeza tratando de fundirse en ella ¿como se podría describir tal dolor? Le producía un dolor tortuoso, al principio lento y cuando se aburría, el subía la intensidad ¿alguna vez sentiste tú huesos romperse y volver a unirse? Era una alucinación. En realidad no se le partían los huesos, hacia imaginar ese tipo de dolor, y uno que otro diferente, era intolerable. Una sonrisa curvo sus labios, la malicia irradiaba su cuerpo. Su don era producir el peor de los calvarios. Como si llamas de fuego invadieran tu cuerpo, ahogamiento, extremidades siendo arrancadas lentamente, falta de aire, convulsiones, alucinaciones etc.... Lo que el quisiera, en realidad con solo imaginarlo. Pero había uno que le encantaba y le hacía ponerse contento, era ver al humano, como este se retorcía en su propio dolor a causa de electricidad que se transmitía en cada célula, en cada parte del cuerpo. De solo imaginar eso, hizo que su sonrisa se a grande y un placer como una bola de fuego lo recorriera.
Le sorprendió como el cuerpo de la muchacha resistía tanta abominación. El no quisiera estar en su lugar ¡jamás en la vida! eso era sádico. Le encantaba hacérselo a los humanos inservibles, porque para él, eso eran ellos, inservibles. Vio cómo su cuerpo dejaba de resistir, y cedía al dolor, volviéndose dolor. Faltaban minutos para que ella falleciera, y dejará de ser un estorbo para el mundo, en mejores términos, para el mundo demoniaco
Pero esa sonrisa que se veía tan atractiva en esos labios color rosa pálido, se borró al instante cuando sintió que estaba acorralado. Un pelinegro con aura hecha fuego, se encontraba adelante de él y a sus costados dos de sus hermanos. Nunca pensó que ellos estuviesen involucrados en este trabajo, y se sintió desvanecer. Sabía que hoy moriría, y si no es hoy, sería mañana.
Todo estaba dando un giro drástico.
Su jefe jamás le había dicho que los Deyler estuviesen involucrados en el asunto. El se pregunto ¿por qué los Deyler estarían involucrados en una situación de muerte, tan penosa con esta niñata?
— ¡Kelsy y Felix con Angélica! ¡ya! — gritó el pelinegro, y los nombrados con rapidez fueron hacer lo suyo. Una rafaga de viento lo abrumó y su autonomía tembló. Un semblante serio, la cara de un asesino, la monstruosidad disfrazada en belleza cautivante. Esos serian los términos para describirlo con la filosofía, pero él era algo que conocíamos todos, que añoramos alguna vez conocer o ver, un vampiro.
— Lo exquisito que va ser torturarlo de una manera sádica — Pensó, el pelinegro.
Se situó adelante del chico de pelo color ceniza.
La brisa golpeaba su rostro, aunque el frío no lo afectará, podía sentirlo y hacía que se calmase en situaciones de ira. Era refrescante poder sentir como el frío golpeaba tu piel, y tu cuerpo tiembla haciéndote sentir vivo. El hacia esas cosa para sentir que estaba con vida, porque últimamente se sentía en una nube, donde las cosas a tu alrededor se desvanecen, que ya no importa nada, que ya no importas ni tu mismo. El pelinegro era tan complicado de entender.
— Patrick — afirmó el pelinegro mirándolo de arriba a abajo con cara de repugnancia. Patrick palidece unos tonos más de lo que su piel blanca era. No se esperaba esto, jamás lo había venido venir, el cedería sin rechistar a los caprichos del pelinegro. ¿por qué? Porqué Patrick, al usar su don contra la pobre muchacha de pelo caoba que se retorcía anteriormente, perdió energía y fuerza, debilitando su organismo. Tampoco había bebido su ración de sangre diaria. Además jamás podría ganar una batalla contra el pelinegro, Patrick era un inexperto de primera.
— ¿qué hacen aquí? — Preguntó Patrick. Su voz sonaba aterrada.
— ¿que hace un ser tan despreciable aquí? — Contraatacó el pelinegro.
— Me ha mandado mi jefe — Contestó Patrick. Los nervios en él se podían apreciar a un kilómetro
El pelinegro chasqueó la lengua y negó con la cabeza lentamente en modo de diversión. Empezó a dar vueltas sobre el entorno de Patrick, examinandolo con una sonrisa asemejada en sus labios. Las manos entrelazadas sobre detrás de la espalda, con una postura llena de seguridad y ego.
— ¿que me haras? — pregunto.
— Me gusta, vas de lleno en el grano — dijo el pelinegro con un sonrisa maliciosa y soltó una carcajada abrumadora.
Los ojos del pelinegro se volvieron color rojo, rojo como la sangre, eran brillantes y espeluznante. En un ataque de adrenalina la sangre que estaba en su sistema empezó a circular con fuerza. Haciendo que su cuerpo tenga un pequeño temblor, avisando le que iba a transformarse, en lo que era. Que el disfraz que él contenía sería hecho polvo, porque no se asemejaba a lo que era él, a lo que iba a convertirse, para atacar.
Su piel era más blanca, traslúcida como un muerto. Sus uñas empezaron a largarse, unas garras se asomaban, bien afiladas y listas pará desgarrar entrañas. Sus brazos se encontraban al descubierto, donde se podía apreciar unas venas negras. Su cara era más desconcertante, parte de su cuello se podían ver las venas negras que deslumbraban de su piel extremadamente blanca. Su mandíbula apretada, que en un ágil movimiento pudiese romperse.
Sus colmillos al salir lastimaron parte de su boca, él apretaba los dientes para resistir, no quería matarlo, no a un. No le importó que su boca estaba cayendo un hilo de sangre unos tonos más oscurecidas que de los mortales, y que se estaba autodestruyendo.
Un cuerpo ya transformado, por ira, venganza y amor, por ella. El era una criatura de la noche, algo antinatural, un monstruo que podía tener a cualquier raza a sus pies. Ver lo a él, era morir con toda la furia que él tenía resguardado en sí mismo.
A pesar de los tres metros que los separaba, la vista de Patrick era bien definida. Él podía apreciar su rostro, unas venas rojas y negras en el contorno de sus ojos. Una postura de ataque, se encontraba el pelinegro. Trago saliva sabiendo que hoy lo llevarían al infierno, de donde había salido.
Gruñó mostrando sus colmillos de forma amenazadora hacia Patrick. Este solo se quedo como una estatua en su lugar, sin poder mover alguna extremidad de su cuerpo muerto.
Él corrió a una velocidad jamás vista desvaneciéndose con el viento. Patrick abrió los ojos como platos encontrándose con el patio vacío. Agudizó su oído tratando de localizar si alguien estaba dentro de la casa, pero ni un latido se escuchaba, ni tampoco el ruido de la más mínima célula humana siendo reproducida. El aire entró por sus fosas nasales, el olor que se podía respirar no era la fragancia de ningún vampiro, ni tampoco de ninguna criatura. Estaba solo, solo. .......
Un silencio ensordecedor abrumaba todo el lugar, jamás la noche le pareció tan aterradora. La luna que él apreciaba, ahora la miraba asqueado, sabiendo que esa luna lo contemplaría mientras la sangre iba ser fluida por su cuerpo, una luna sangrienta.
Instinto, eso que no se ve, pero que se siente, que a veces es imposible de explicar con palabras, pero sabes que algo va pasar, y en una situación como esta, sabía que su instinto había salido a flote.
Corre... — gritó una voz escurridiza en su cabeza
La reputación de Deyler no se comentaba por nada. Se decía que jugaba con sus víctimas, haciendo que se vuelvan locos, para cuando su mente que se encontraba confundida, se volviese un tormento, y así rogando, pidiéndole a él que te mate, de una sola vez. Patrick sabía que él jugaba, como el ratón y el gato ¿por que no matarlo cuando lo tenía de frente? ¿Por qué desapareció? Era un juego, por lo tanto el sabia que hoy iba a morir. ¿El pediría su propia muerte? ¿Su mente lo traicionaría?
Hizo lo que la voz escurridiza dictó y sintiéndose como una nube, corrió como sus piernas se lo permitían, escapando de la oscuridad, sabiendo que algo lo perseguía, pero que no se mostraba a la vista. Deyler jamas deja un asunto inconcluso, jamás.................
En la sala de espera se encontraba Lucas Was, Matías Donoso, Zenda Wood, Emily Wood, Mica Wells y Enzo Wells. En la misma sala pero lejos de amigos y familiares se encontraban Kelsy Deyler a compañada por su hermano, Jordan Deyler.
Un pelo negro revuelto se asoma por el pasillo, a encontrar a Emily — la madre de Angélica — con la mirada, va corriendo hacia ella para pedir explicaciones. Todas las miradas estaban sobre Astrid. Poco le importó si la miraban como un bicho raro por lo desarreglada que ella se encontraba.
Emily la miró, ella no tenía ganas de aguantar a una adolescente, hoy había perdido tiempo bastante por causa del destino. Pero como Astrid estaba ahora más involucrada que nunca en esto, no podía dejarla tirada.
Astrid se tambaleaba de lado a lado y su labio inferior temblaba de miedo. Emily soltó un suspiro, relajo su rostro. Astrid no sabía que su destino estaba escrito, por lo tanto no debía descargarse con ella. Si ella se contradecía todo el tiempo pero ella era así, bipolar.
— ¿Qué pasó? Zenda, me dijo que se va a morir — dijo Astrid a punto de caer en un mar de lágrimas.
— ¡No, no! — gritó Emily con los ojos bien abiertos y con sus manos negándolo — ella está..
Astrid dejo de ponerle atención a Emily y con sus dientes rechinando con bronca, giró su cabeza como el exorcista. Sus ojos se encontraron con los de Zenda. Una Zenda muy divertida.
— Te voy a matar intento de zorra — dijo Astrid mirando a Zenda apunto de arrancarle el pelo rubio descuidado con puntas abiertas.
Ella se acercó amenazadoramente hacia Zenda, la rubia la miraba con una sonrisa maliciosa. A darse cuenta que Astrid no jugaba con lo que había dicho, ella empezó a correr hacia el pasillo. Astrid trono su cuello y se dijo —.Que empieze el juego.— alguien iba a morir esta madrugada y no iba ser Angelica.
Empezó a correr sin importarle que las personas fijarán las vista en ella, paso por la sala de estar, cruzando el pasillo de color verde agua. Zenda estaba detrás de Kelsy Deyler, escondiéndose y usándola de escudo. En estos momentos Astrid estaba hecha una fiera, a punto de matar a Zenda con sus manos.
Kelsy rodó los ojos por la estupideces de el feto mal hecho que era Zenda.
Astrid examinó a la chica que tenía enfrente. Un pelo lacio hasta las caderas, unos centímetros menos, y de un color rubio, oro. Una mirada que daba serenidad, sus facciones parecían esculpidas por un ángel, su pequeña nariz perfecta para su rostro, y sus labios delgados. Un color pardo adornaba el color de sus ojos, eran tan profundo que te transmitía tantas cosas, una de ellas, paz. Su cuerpo era perfecto, que Astrid le dio una pizca de celos. Tenía una cintura muy pequeña y unas cadera grandes, Astrid podía asegurar que tenía un culo levantado también, un busto mediano aceptable se asomaba por su escote. Esa madrugada hacia mas frio que de costumbre, se había fijado antes de salir que en su celular marcaba —8° grados un frío de muerte, que se te congelaban los huesos. Le pareció algo extraño que la vestimenta de la chica sea una minifalda, color ámbar igual que el mismo color de sus tacones y una blusa blanca con un escote disimulado. Pero igual aqui dentro del hospital no hacia esa temperatura, al contrario era caluroso. Empezó a picarle parte de la espalda, sintiendo como la temperatura del lugar le provocaba calor, en cualquier momento tendría que sacarse el buzo. Lo que más le llamó la atención fue su piel blanca, realmente pálida, que parecía tan suave como la misma porcelana.
¿Qué hace ella aquí? Se preguntó la pelinegra en su pequeña cabeza. La rubia le sonrió con suavidad, una sonrisa genuina.
Zenda tomó la oportunidad para escapar y cuando estuvo a un metro, le mostró el dedo corazón a la pelinegra. Astrid bufo en modo de derrota.
— ¿Tú sabes lo que le pasó a Angélica? — pregunto Astrid amistosamente. La rubia asintió con la cabeza y dejo caer su cuerpo en un asiento, con su mano palmeó otro lugar disponible al lado de ella, para que se sentara. Astrid frunció el ceño y con confianza se sentó a su lado.
— Ella está en un estado crítico. Al parecer levantó fiebre, tenía 40 grados cuando ingreso al hospital. Empezó a tener convulsiones por culpa de la fiebre y se ve que por un mal movimiento cayó de la cama dándose la cabeza contra el piso con un fuerte golpe en la cabeza. — dijo con una voz suave — la información que te digo es exacta, la doctora que la atiende es mi madre — dijo ella lentamente para que la pelinegra entendiera, ella logró captarlo. En realidad la rubia había mentido en todo. Angélica estaba bien, ella lo aseguraba. Los padres de kelsy, la estaban atendiendo.
Cuando ellos irrumpieron en la casa, tuvieron que usar sus dones para borrar la memoria de Enzo Wells — padrastro de Angélica — a Emily no tuvieron que hacerle nada, ella estaba enterada de todo.
— Espero que esté bien — dijo Astrid con preocupación.
— Va a estarlo — le aseguro la rubia. Un silencio incomodo invadió el lugar, pasaron diez segundos y Astrid no supo que hacer. Sacar a flote una charla seria lo mas sensato..
— ¿qué vínculo tienes con Angélica? — preguntó Astrid.
— Oh perdona soy Kelsy..... — interrumpió Astrid.
— Kelsy Deyler, eres la chica nueva en el colegio al que voy— afirmó Astrid.
— Si exactamente. En realidad no conozco Angélica, mi mamá es muy amiga de Emily y mi madre es la dueña de la clínica, también es doctora igual que mi padre y se ofrecieron a atender a Angélica, yo estoy aquí por mero gusto en realidad — dijo ella restándole importancia.
— Ahhh — respondió Astrid sin saber qué responder. La rubia inclinó una ceja y la miró como diciendo y tú qué cuadras en todo esto — ohh Soy Astrid, Astrid Rowlling, mejor amiga de Angélica — contestó. La rubia asintió con la cabeza.
— ¿Quien es la chiquilla que perseguías? — preguntó Kelsy interesada. Astrid le dio una sonrisa, sintiéndose cómoda con su compañía.
El transcurso de las horas pasaron, hasta los segundos se volvían eternos aquel día para los llegados de Angélica.
Un mañana donde el sol no se asomaba, porque lo tapaba las nubes que eran totalmente grises, avecinando que se vendría una tormenta, las ramas del árbol golpeaban la ventana de aquella habitación, a causa de las ráfagas de viento. El reloj marcaba la hora 8:47.am del día martes 15 de septiembre.
Había pasado tres días desde el "accidente". El cuerpo de angélica tuvo que haber despertado el mismo día del accidente, pero no lo hizo, lo cual a los demás le parecía raro. La doctora Deyler que sabia mas sobre el tema, dio una hipótesis lo cual a todos les pareció la más sensata, las palabras de la Doctora Deyler fueron "cuando le transmitieron el dolor más tortuoso que un humano podía resistir, su cuerpo hizo un acto de defensa. En sus último momento su cuerpo luchó, pero cedió al dolor. Lo cual ella ahora esta regenerando su organismo, tal vez lleve horas o días, no se sabe cuánto tiempo tarde, es como una hibernación. Ella decide si volver de la inconsciencia o quedarse en ella"
El pelinegro se arrancaba los mechones de pelo, apunto de llegar a un gran colapso, era un manojo de nervios ¿no era que no le importaba la existencia de angélica? Dio todo un giro drástico, vio como ella estuvo a punto del precipicio, cayendo en la oscuridad. Pensó en que nunca más volvería a ver sus ojos. Él sintió todo el dolor que sentía ella, por la conexión que los unía y como tenía ganas de matar a todo quien quisiera hacerle daño, un sentimiento floreció en él aquella madrugada ¿cariño? No, el no sabía cómo explicarlo, solo quería protegerla de cualquiera que intentara hacerle daño.
Los pitidos de esa máquina lo volvían demente, él sabía que su corazón latía, podía escucharlo, escuchar como sus latidos frenéticos chocaban contra su tórax y como la sangre fluía por su venas, era como música para sus oídos, una majestuosa melodía sangrienta para sus oídos.
El a veces se rehusaba en quererla, pero había veces que un cariño inexplicable florecía en su pecho, y se quedaba ahí, esperando que él aceptara sus sentimientos pero no, el se rehusaba amar una segunda vez. El no quería depender de nadie, ¡era todo tan confuso! A veces la necesitaba y otras quería que ella, que ella muriera frente suyo.
El estaba apoyado en la pared grisácea. Unos rayos de sol que se colaron por las nubes dieron a su rostro, un semblante serio lleno de preocupación, él estaba afligido. Se acercó con lentitud a la camilla, al llegar dejo que todo su peso se desplomara cayendo de rodillas contra el suelo de cerámica, su cabeza impactó sobre la cama. Pasaron algunos segundos en esa posición, descansando su cuerpo cerca del de ella. Su cuerpo emanaba calor, un calor que a la vez era tedioso, pero a la vez familiar y acogedor, era una sensación inexplicable, quería mas, mucho mas, no podía dejar de decirse que necesitaba más contacto. Un impulso, fue solo un impulso que dejó que su mano haga contacto con la tersa piel blanca de ella. Una corriente eléctrica lo recorrió desde su mano hasta los pies ¿eso era malo?¿Debería alejarse? No lo sabía pero esa sensación le gusto. Impulso le decía él, pero era una acción voluntaria, sus labios fríos golpearon delicadamente el dorso de la mano de ella, un casto beso, con cariño. No se podía explicar los sentimientos que convulsionaron en el, porque eran indescifrables, pero sentía y presentía que su deber era quedarse a su lado.
Sintió la necesidad de estampar sus labios con los de ella en un delicado y tierno beso. No pudo más, jamás los había probado y hoy sería ese día que tanto había soñado. Acercó sus labios a los de ella que estaban inerte, no podía esperar ni un segundo más, le gustaría acariciarla, tomarla en brazos, pero era tanta la necesidad de acariciar sus labios con los suyos que no podía desperdiciar tiempo. Su ansiedad crecía, lo único que lo calmaría serían sus labios. Entonces sucedió, los labios del pelinegro jugaron con los de Angélica a su antojo, mordiendo, deleitándose con ellos, que extrañamente eran de un dulzor, sabor a miel, eran adictivos...
¿Alguna vez sintieron una paz que te envuelve? No tenía preocupaciones, no sentía dolor y ni si quiera me sentía tristes, tendría que sentirme triste de no volver porque una fuerza me arrastraba en esta inconsciencia, en esta oscuridad, que era tan acogedora y tan sublime. No quería volver y no tenía motivos para hacerlo, me sentía cómoda en este lugar. Si moría no me importaba, siempre quise morir, hay veces que buscaba mi muerte. No, no sabía si estaba muerta pero esto era lo mejor que me había pasado.
Me encontraba flotando en una oscuridad que me parecía de lo mas hermosa. Seguía con mi pijama que era un corto y mi corpiño deportivo. Flotaba y parecía que estuviese en una nube yo parecía adormecida.... Con ganas de no volver.....
Punzadas de dolor atravesaron mi pecho, pero sentía que no era mi dolor era de alguien más, me pareció incoherente pero seguí sintiéndolo así.
La ansiedad me envolvió quería despertar, sin importarme con lo que me encontraría del otro lado, sentí como algo suave acariciaba mis labios y como sentía un mordisco en ellos. Forcé a todo mi cuerpo a despertar, pero mis párpados pesaban como si hubiesen piedras sobre ellos impidiéndome abrirlos. Otro suave cosquilleo en mi labio hizo agarrar fuerzas donde jamás creí haber tenido, forcé a todo mi sistema, a cada célula para que despierte. Logré de pasar a ver negro a ver una luz blanquecina pude sentir una vibración en todo mi cuerpo que se extendía y sabía que había vuelto de aquel lugar oscuro a la realidad.
Unos labios se movían sobre los míos, eran expertos en la tarea, tan suave, tan familiares pero tan desconocidos. Deje dar paso a la incoherencia y empeze a amar esos labios sobre los míos en una perfecta sintonía. Me entristecía no saber de quién era la persona que tuvo el impulso de besarme cuando estaba desprotegida pero me impulse a seguir ese beso con los ojos cerrados, deleitándome con sorprendente sabor, que extrañamente sabían a miel. Nuestros labios se movían ferozmente mandando corrientes eléctricas desde mis labios a mi corrientes sanguíneo por todo mi cuerpo. No quería detenerme y no tenía intenciones de hacerlo.
Mis brazos no respondían, pero raramente mis labios si. Sentí un golpe de frío chocar en mis labios, rojos e hinchados que palpitaban en busca de más, una brisa me abrazó por completo.
Abrí mis ojos desconcertada, encontrándome con apenas una luz blanca que me cubría y la soledad. Llevé mis dedos hacia mis labios y les di una leve caricia, los senti hinchados, bombeando sangre en ellos. Busque con la mirada a alguien que me dé una explicación de lo sucedido, pero la soledad me abrumaba. Quise justificarme diciendo que fue un sueño, pero era imposible, yo pedí con todas mis fuerzas volver en si, para poder besarle a quien sea que estuviese besándome y además de haberle seguido.
La puerta se abre lentamente, dejando ver la cabeza de una pelirroja. Ella entra con autoridad y observándome con una sonrisa genuina.
— Hola, buenos días — dijo aquella mujer de alrededor de 30 años. Yo le regale una sonrisa un poco torpe, porque me había quedado sorprendida por su físico.
— Hola — dije temerosa. Ella me era familiar busque por todo mi subconsciente su rostro, su nombre o algo que me diera alguna pista de porque la conocía pero mi cerebro no quiso cooperar.
Se puso a mi costado y me miró de arriba a abajo con orgullo. Yo solo me limite a examinarla.
Un pelo color rojo sangre, un rojo que jamás había visto en una cabellera tan sedosa y abundante, los bucles rozaban su cintura delicadamente. De reojo vi sus ojos color verde agua opacos con un brillo reflejado en ellos. Me miraba de una manera tan acogedora que me daba la sensación de haber admirado esos ojos hace mucho tiempo ¡que digo!
Seguramente me golpeé la cabeza con algo bien duro.
Un rostro bien definido sin marcas en el, sin arrugas o manchas, esta señora se cuida mejor que yo. Se notaba que era más alta que Astrid, debía medir aproximadamente 1,70 de altura. Tenía una pose sensual y dominante. De bajo de su vestimenta se podía notar que tenía unas curvas para morirse ¡esta mujer tiene todo lo que yo no tengo!.
Vi su vestimenta una vez más y es cuando mi cerebro enloquece y empieza a reaccionar. Ella traía una bata blanca de doctora ¿que me sucedió? Que Lerda que soy...
— Me diría que me pasó, por favor— pregunté con curiosidad. Ella está con una libreta en sus manos revisando algo que no pude captar. Me observa con sus grandes ojos verde agua opacos y me sonríe con cariño.
— Estuviste en un estado crítico. Levantaste fiebre y tuviste convulsiones. Tuviste un golpe fuerte en la cabeza provocado por una caída— dijo ella dulcemente y bien lento para que entendiera cada palabra.
— ¿Alguien está en la sala de espera? — preguntó cautelosamente.
— Por lo que se estan, Lucas Was, Matías Donoso y Astrid Rowlling — contesta ella con una cara de disgusto. Mi mamá y papá no pudieron aguantarse y se fueron que lindo, esto es verdaderamente genial. Mis ojos empiezan a cristalizarse y siento que unos brazos me envuelven delicadamente, escondo mi cabeza en el cuello de la desconocida, no soy de derrumbarme delante de la gente pero me siento frágil, estoy apunto de romperme — shh shh tranquila — me dice dulcemente y acaricia mi pelo y espalda cuidadosamente.
— Gracias, se que le debe ser insoportable consolar a chiquillas — le dije sonriendo con pena y sobándome los mocos. Ella se aleja de mí y me examina.
— No, no me es insoportable — dijo ella mientras acariciaba mi pelo — Emily y Enzo se fueron a trabajar y llevar a Zenda con tu abuela — contestó. Asentí con la cabeza.
—¿Como conoce a mi familia? — dije un poco intrigada.
— Soy una vieja amiga de tu madre — respondió, ladeando la cabeza de lado con una sonrisa.
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