CAPITULO 5
Capitulo 5 - Te extrañe
"Y te extrañé, lo hice con cada célula de mí cuerpo. Me repetí una y mil veces que ibas a volver, porqué lo presentía. No podía soltar la esperanza, la esperanza de volver a ver esos ojos color avellana."
¿Por qué a mi?
¡Que cruel es la vida!
A veces exageras tanto...... – me réplica mi conciencia
Él se acercó más a mí, si es que esto era posible.
Empecé a sentir una opresión en el pecho ¿Es decepción? ¿O algo más?
Aparté eso de mi revoltosa cabeza.
Su respiración caliente, se sentía tan a cogedor. Su respiración penetrando mi nuca, haciendo danzar a mis pelitos más diminutos, era maravilloso. Me tembló todo el cuerpo. Trate de evitar las sensaciones que producía estar con él, pero es que se sentía tan bien.
Cerré mis párpados y los apreté con fuerza.
¿Era real lo que estaba pasando?
— Hola, fea. ¿Me extrañaste? — Pregunto, con evidente diversión en su voz. Susurro a aquellas palabras en mí oído.
Inevitablemente sonreí.
Muerde delicadamente el lóbulo de mi oreja, haciéndome temblar una vez más.
Abrí mis ojos con sorpresa, una de sus mano se había colado de bajo de mi remera. Acariciaba mi abdomen, lentamente y me torturaba con sus caricias inesperadas.
Me encontré con unos ojos, con los que no estaba tan familiarizada.
Su mirada buscaba una explicación del por qué me encontraba con él, el chico de pelo castaño.
Pude observar desde lo lejos, su semblante serio. Su rostro se endureció más de lo que estaba y apretó sus labios en una fina línea, note su ¿indignación? ¿Pero de que realmente?
¿Pelinegro, por qué pones toda tu atención hacia mí?
Es raro que un completo desconocido, te observé de esta manera.
Jamás en mí vida me habían intimidado, era la primera vez que me pasaba.
Sus ojos estaban tratando de perforarme y eso en parte me ponía incomoda.
Baje la mirada al suelo.
Lucas, sigue con sus caricias que son exquisitas, pero la incomodidad ahí estaba. No, no me mal entiendan, no me molestaba las caricias en público. En realidad, era la mirada fulminante del pelinegro, la que me ponía incomoda.
Después de haberme embriagado con sus caricias, trate de acordarme como hablar.
— Hola — Respondí.
— Cómo quisiera cogerte — susurro cerca de mí oído, así sin ningún tipo de pudor. Lo cual me parecía graciosas sus insinuaciones, porqué eso jamás pasaría.
Eche mí cabeza para atrás, golpeando me con su hombro, mientras me carcajeaba de la risa.
— ¿Estas demente? — Pregunté, mientras reía.
Me va a dar un colapso mental con este idiota.
Me toma del brazo y me gira bruscamente, pegando me a su pecho.
¿Cómo es que su cuerpo emana tanto calor?
Es mí estufa personal.
Asentí para mis adentros, dando me la razón. Definitivamente no iba a morirme de frío en invierno.
Pase mis manos por su cintura y lo estreche contra mí, lo rodé con mis brazos y le di un abrazo fuerte.
Le di uno, de aquellos abrazos que te trasmiten cariño, era uno de esos a los que no quieres soltar a la persona, por miedo de que se vuelva a ir. Tenía miedo de que Lucas se escapara de mis dedos, como el agua tan resbaladiza y escurridiza.
Porqué para mí, él se volvería a ir, una vez más, dejándome sola. Estaba preparada mentalmente para lo que se vendría, o es lo que me hacía creer, porqué en sí, nunca estaba preparada.
Lo he extrañado tanto.
¡No lo quiero soltar!
El, me abraza con la misma intensidad o mejor dicha con más. Escuche mis huesos tronar, era demasiado la fuerza que ejercía sobre mí.
En cualquier momento se me rompe algo
Me está asfixiando
Algo me dice que se dio cuenta que estaba matándome con un abrazo, y aflojo su agarre.
— ¡Mierda, esto se siente tan jodidamente bien! — Admití. Lo cual el me beso, en la coronilla de la cabeza.
Escuché, el frenético latido de su corazón. Inmediatamente, solté una de mis mejores sonrisas de felicidad.
Varios segundos pasaron, y yo tenía que decir lo que me estaba guardando.
Fui deshaciendo el abrazo, lentamente y lo miré a los ojos.
Aunque quisiera hacer oídos sordos, y hacer como que aquí no pasó nada, no podía. Necesitaba una explicación.
Al separarme de él, me crucé de brazos por encima de mí pecho.
Él se acercó, y sus manos atacaron uno de mis mechones rebeldes, cual lo atrapó detrás de mí oreja. Sus manos más grandes que las mías, fueron a parar a mí mentón, el cual acarició con las yemas de sus dedos.
Fueron gentiles gestos.
Pero para mí esos gentiles gestos, eran todo. Me sentía amada por así decirlo, era un amor de amistad y sabía que iba más allá. Porqué yo haría todo por él y viceversa. Era la única amistad la cual me había dejado abrir completamente, sin pudor alguno.
Sabía que él, estaba tratando de apaciguar me para que no lo bombardee con preguntas.
— Eres un idiota. No supe nada de ti, por siete malditos meses.
— Afirmé, con voz filosa. — No puedes aparecer así, sin explicaciones. ¿Cómo es que estás aquí? ¿Cómo sabias donde me encontraba? — pregunte, con un tono de curiosidad.
Quería una explicación.
El, no obstante, no dijo nada.
Me observo con sus ojos color avellana, y se limitó en mover los labios para formar una sonrisa muy linda, debo decir.
— Es muy complicado de explicar. Lo que pasó en estos meses, quisiera olvidarlo — afirmó, dulcemente.
Había entendido, lo que él había dicho, y en parte no, y no voy a cuestionarlo. No pienso hacerlo. En parte porqué, cuando el intento de buscar respuestas a mis preguntas vi en su aura, colores de angustia, y cuando miré a sus ojos vi reflejados la tristeza.
Ya, no iba a hablar del tema.
Lo entendía, algo había marcado a mí amigo. No sabía que, con exactitud, pero algo grande había sido para mantener a mí amigo alejado de mí.
El viento me abrazó por la espalda, haciendo que mis pelos se alborotaran. Subí mí mirada, lo cual vi sus ojos llenos de ternura hacia mí persona.
Me sonrió tristemente.
Y esa sonrisa se me coló hasta los huesos, esa sonrisa con la que yo estaba familiarizada, era de lo más auténtica.
Simplemente la amaba.
Siento sus manos envolver mi brazo derecho, y me lleva contra su pecho, una vez más.
Sus ojos me observan y puedo ver que quiere decir me algo.
¿Qué? ¿Qué pasó en estos siete meses que no estuvimos juntos?
Me pregunté con curiosidad, en mi mente.
Mi mente divaga por innumerables situaciones, las cuales había llevado a que no estuviese cerca de mí. Pero no le atiné a ninguna, ninguna tenía una genuina lógica.
Bufé, era un misterio saber el paradero de Lucas meses atrás.
Tenía que investigar.
Sabía, que las respuestas no saldrían solas por la boca rosadita de Lucas.
Y, si investigaba solamente por mis propios medios, tendría pistas y esas pistas llevarían a más pistas, luego a un rompecabezas, el cual tendría un callejón sin salida.
Ya sabía lo que pasaría, pero al menos quería intentarlo.
Su cabeza se inclina hacia adelante, y besa mi mejilla. Un toque dulce, que hace mis piernas temblar. Hace un camino de besos desde mi cuello, donde aspira ese delicioso olor a chocolate que está impregnado en mi piel.
Se me eriza la piel y un escalofrío me recorre el cuerpo. Su camino de besos llega hasta mi clavícula, me besa una vez más ahí y retrocede el recorrido.
Llega hasta mi mejilla, donde me da un beso que dura más que los anteriores.
Siento que voy a colapsar en cualquier momento.
Está indeciso.
¿Va a besarme? Siento un beso, un beso que se queda ahí, en la comisura de mis labios.
¡Que ilusa! ¡Él no iba a besarme!
— Te extrañe, y jamás había extrañado a alguien con tanta intensidad — Admitió.
Capturó mis mejillas con sus manos, acercándome el rostro. Chocamos nuestras frentes y el cerro sus párpados. Soltó un suspiro que golpeó mi nariz.
— Se que no tuviste opción, te arrebataron de mí y yo no pude hacer nada. Eres como mi hermana, no puedo perderte. Te necesito y te extraño de sobre manera. — Afirmó con seguridad.
Parecía que cada una de sus palabras fueron dichas con seguridad, cualquiera que pudiese escucharlas en ese momento, pudo a ver lo pensado. Pero él y yo sabíamos que no. Él tenía miedo, miedo de perderme y al decir esas palabras que dejaron a evidencia sus sentimientos, dejo que conozca su debilidad.
¿Yo podría ser su debilidad?¿Él me quiere tanto, sobre todas las cosas, hasta por encima de el?
Una lágrima quiso resbalarse por mí mejilla, aguante las ganas de llorar.
Era extraño, muy extraño que alguien se interese y le importe mí existencia.
Tenía miedo, mucho miedo por el simple hecho que no podía confiar en las personas, porqué pensaba que estás solo decían cosas que jamás cumplían, y temía que este fuese el caso.
¿Y si, solo me endulza los oídos para poder después burlarse en mí cara?
Si, él estuvo en algunos momentos difíciles de mí vida. Pero jamás terminas de conocer a las personas. Y temía por mí, por qué yo era lo más frágil que pudiesen conocer.
Una vez, solamente me bastó una vez, para darme cuenta de lo porquería que puede ser la gente.
Me prometí que esa sería la última, y única vez, que entraría al pozo ondo sin fondo. El cual me hizo caer las personas más allegadas a mí.
¿Y si caía una vez más en aquel pozo?
No, no creo asegurar poder salir esta vez con vida de ahí.
Mi mente estaba en otro lugar, tratando de descifrar sus palabras.
Capture sus gestos, para acordarme de este momento.
¿Que hizo que el, reaccioné de esta manera tan ......Tan peculiar?
Busque las palabras correctas pera responder. Pero en actos de sentimientos, solo dejaba hablar a mí incoherencia.
— ¿Y con todo eso quisiste decir que me extrañaste? — Pregunte, con burla y eleve una de mis cejas.
El, puso los ojos en blanco.
¿Había roto su momento?
Es que cuando me emociono, no puedo dejar que mi corazón hablé y digo lo primero que se me viene a la cabeza.
— Si, te extrañe — Dijo, exasperado y rodando los ojos. Se lo veía irritado.
— ¿Todo bien Lucas? — Pregunte, con una sonrisa. Mostré cada uno de mis dientes blancos.
— ¿Bien y tú? — Contestó.
— ¿Seguro que estás bien? — Pregunte.
Incliné mí cabeza hacia atrás y empecé a reírme sin parar.
Cuando estaba triste y nerviosa, me reía; me reía por qué no sabía qué hacer, cómo tomar la situación. Y había veces que era inapropiado que me riera, pero no sabía controlarlo.
Lucas me miró incrédulo.
Me señaló acusadoramente
— No vuelvo a declararme a ti, nunca más en mi vida — Afirmo. Su humor se había transformado en cólera, ¿Por qué? Simplemente por mí estupidez.
— ay mi amor, no es para tanto. Después te hago un testamento declarando mi amor, por ti — Prometí con burla y guiñando le un ojo.
Se dio media vuelta y entró al colegio.
Sabía que estaba enojado, pero no podía demostrar mis emociones.
Algo se alojó en mi pecho, sentí culpa.
El vino aquí, por mí y yo estoy siendo muy mala agradecida.
Ahí lo entendí, que si no dices lo que sientes, puedes perder a las personas que más amas.
Me niego a perder a la única persona que me quiere de verdad y que se preocupa por mí.
Eso es lo que tú crees — me cuestiono, mi conciencia.
Trate de no darle importancia a mí conciencia, que pocas veces servía de algo.
Lucas, estaba adentro del colegio observando todo con curiosidad.
Observaba todo con detenimiento, buscando algo fuera de lugar.
Pero así era el, como un Alcón, observando todo determinadamente en busca de algún peligro que quiera acecharlo.
Sonreí. Lo extrañaba y lo quería, no iba a dejar que mis inseguridades me hicieran infeliz.
Corrí hasta llegar a él y lo abrace por detrás.
— Te extrañe, te extrañe, te extrañe mucho, mucho — Admití dulcemente. Quise besar su cuello, pero él era bastante alto y no llegaría. — ¿Me perdonas? — pregunté.
El río con demasiadas ganas, y yo sonreí.
— Si, si te perdono — contestó. —Angélica — Me nombró. Se zafó de mí agarre y dio media vuelta. Ladeó la cabeza, y frunció el ceño.
— ¿Qué pasa? — pregunté. Mire sus ojos buscando respuesta de sus acciones. Se lo veía preocupado.
-— Tendremos media falta, genial — Respondió, mientras dejaba escapar un suspiro de cansancio. — Son las nueve, ya pasó mucho tiempo — Miro su celular para verificar la hora y me la mostró. ¡Era cierto! Había pasado la hora volando y sin darme cuenta.
Mis ojos observaron con atención sus gestos. El, había dicho "tendremos media falta" eso significaba en que hablaba en plural, entonces…
Mis ojos se abrieron como plato y mire a mí amigo una vez más, asimilando la situación. Estaba frente a mi nuevo compañero de clases.
— ¿Por qué me miras así de espantada? — preguntó, Lucas.
— Te cambiaste a mí colegio — Afirme. — te cambiaste a mí colegio. — repetí, sin poder creerlo. — entonces, por lo tanto, te quedas a vivir aquí. — deduje, pero era más que obvio — Oh dios míos, oh Dios mío — Repetí, mientras daba saltitos y los pelos se me pegaban al rostro. Me había agarrado un ataque de risa, de la sorpresa. No podía creerme, lo que estaba sucediendo.
— Pareces una niña, dando saltitos de emoción — Replicó, con ternura.
Cállate. Seré todo lo niña que quiera ser. — contesté.
Estaba tan emocionada. Le saque la lengua en modo infantil.
— ¿Que creíste que era una visita? — Preguntó sonriendo. Yo, asentí con la cabeza — Me mudé aquí, es algo apresurado, pero, bueno. Además, soy mayor de edad y puedo hacer lo que quiero — Dijo restándole importancia y encogiéndose de hombros — Haremos unas pijamadas tu y yo — afirmó con voz picara, mientras hacia un juego de cejas.
Golpe su hombro en modo de juego.
Asimile la situación, detalle por detalle. Estoy en shock.
Parpadeo varias veces, sin creer lo que pasaba a mí alrededor.
¿El vino a vivir aquí, por mí? dejo su vida, sus amigos y familia. Por alguien que tal vez ni valga la pena…………
¿soy tan importante para él?
Lo estreche entre mis brazos, abrazándolo, acariciando su nuca y revolviendo ese pelo castaño, ya revuelto.
— Mañana voy a dormir a tu casa — Avisé con entusiasmo y con una sonrisa de felicidad.
— ¿Enserio? — pregunta, frunciendo el ceño.
— Si, pero tendremos que mentirle a mi mamá — confesé. Puse una cara de disgusto.
Él asiente con la cabeza en modo de aceptación.
Se acerca a mi lado izquierdo y entrelaza nuestras manos.
Yo miro ese acto y me quedo estática en mi lugar ¿qué está pasando? Él tira de mí, obligándome a caminar por los pasillos del colegio. Me mira sobre su hombro y me sonreí, eso me tranquiliza. Todo mi cuerpo se relaja al instante.
[…….]
Estaba en el comedor.
Desayunaba en mí mesa, donde frecuentemente lo hacía. En ella se encontraban aquella mañana, algunos compañeros de mí grado, y amigos de estos que eran de diferente grado, lo cual a nadie le molestaba, y yo no era la excepción.
La mesa era rectangular y larga, se encontraba en el centro del comedor, este era inmenso y espacioso. Había demasiado adolescentes alborotados, gritando, hablando y otros simplemente se disponían a comer.
Golpeaba mis uñas sobre la mesa blanca, totalmente aburrida.
Le di un sorbo a mí taza de café y cuando esté toco mí paladar, me sentí de lo más bien. Era el mejor café que me habían preparado aquella mañana, a las diez para ser exactos. El profesor de química, el señor Gabriel Martínez, se había ofrecido a hacer mí café, lo cual yo no me negué y di las gracias por el gentil gesto.
Gabriel, me caía bien y se veía que era mutuo el sentimiento y estaba bien. Mientras tanto el no agarrará esa amabilidad, confundiendo todo y se insinuará. Ya me había pasado años atrás y no quería repetirlo. Era lindo tener le aprecio a un profesor, lo feo era cuando esté profesor al cual admirabas, agarraba toda esa confianza y el mal entendía todo y después te acosaba sexualmente. La parte fea venía después, cuando tenías que acusarlo con alguien superior, era algo vergonzoso.
Gabriel, era diferente me repetía a veces. Solo me limité a estrechar conversación con él, y ser gentil para poder aprobar la materia. No, no crean que era para insinuar me. Solo quería tener una relación formal con mi profesor para poder así sumar puntos. Era como lamerle las medias.
Lo hacía, porqué apenas entendía química. La desagradable materia, me odiaba y yo la odiaba a ella. Jamás me llevé bien con química.
Me jalaron del brazo, lo cual yo me solté de inmediato.
Mire sobre mí costado.
La observé detenidamente, ella era irritable.
Mis ojos examinaron a un bicho, salido de una alcantarilla.
Su pelo estaba amarañado y este era de un color rojo, con mechones rubios. Era un asco su pelo con puntas abiertas y mal cuidado. Sus ojos eran comunes de color marrón. La nariz puntiaguda. Y una cara ovalada que en ella había esparcidos granos.
Tenía un busto pequeño y una silueta, igual que la de una tabla.
Así era ella.
Y su actitud, algo que no le agradaba a nadie.
Yo, no me llevo por el físico, si más por lo de adentro.
Pero, no le veía belleza a ella, por ninguna parte.
— ¡No escuchas cuando te hablo, pareces tonta! — replicó. Bufó en modo de indignación.
— Es que no me interesa, no me interesa de lo que hablas — Dije, con algo de disgusto en mí voz — no tengo ganas de escuchar tu irritante voz, que es igual a la de una cotorra — Afirme. La miré a los ojos, y mantuve mí mirada algunos segundos.
— ¿Por qué eres tan mala? — Preguntó. — ¡Yo siempre te escucho, en cada puto momento lo hago! — Exclamó, al punto de la histeria. — ¡mirame, cuando te hablo! — grito. Le estaba dando un tic en el ojo izquierdo, y parecía de lo más gracioso.
Había gritado para llamar la atención de todos en el comedor.
Ella siempre dramatizando todo.
— No me importa tus asuntos personales. Y no quiero saber de ello. — Admití. La mire fijamente, con todo el odio que podía trasmitir. Hago mis manos un puño, para poder tranquilizarme.
— Ah claro, pero cuando se trata de ti, todos tienen que estar atrás de tú culo. — Afirmo. Apretó sus labios en una fina línea.
— Saca esa cara de disgusto, Amber. — ordené. — ¿No te gusta cómo soy? entonces ¿Por qué sigues hablando conmigo y que haces en mí mesa? — pregunté. Sonreí de manera malévola. — por favor, te invito a que te vayas y me dejes seguir con mí desayuno, contenta y feliz como hacía siete minutos antes de que me interrumpieras — me levanté de mi asiento, y con mis brazos señalé otra mesa.
Le sonreí.
Se levantó de su asiento y me miró desafiante.
— Eres una puta — afirmó. Se echó para atrás y se río.
— Amber, no soy una puta. Tienes que hablar con fundamentos. Y si lo fuese, no es tu problema. ¿Te afecta, que lo sea? — Pregunté. — En realidad, no le afecta a nadie. Vete, que ya va a terminar el recreo — Ordené.
— Tu no me mandas, maldita puta — Grito exasperada. El silencio en el comedor hizo darme cuenta de que esta conversación fue escuchado por todos los alumnos. Se escucho el famoso 'ahí' de los oyentes.
— Yo seré toda esa mierda que estás diciendo. Pero tú, eres falsa de pies a cabeza "amiga mía" — Cuestioné. — la falsedad te brota de los poros — Dije tranquilamente con mi semblante dulce de "yo jamás rompí un plato en mi vida" La miré desafiante.
Levantó su mano para pegarme en la mejilla. Tenía buenos reflejos, por lo tanto, pude atajar su muñeca antes que impactara en mí piel. Mis uñas se incrustaron en su piel blanquecina con fuerza. Chillo del dolor.
Sus ojos empezaron a cristalizarse, estaba a punto de llorar.
— A mí nadie me golpea — le informé. Apreté mis dientes, tratando de controlar mis impulsos — ¿Quedó claro? — pregunté. Estaba cegada por la ira.
Asintió levemente con la cabeza, estaba al borde de las lágrimas. Sus mejillas se habían tornado rojas, por la rabia de no poder defenderse y por la vergüenza. Estaba siendo pisoteada por mí, al frente de todo el alumnado.
Emanuel quien era un chico delgado, alto y con unos enormes ojos. Se levantó de su asiento, sus intenciones eran claras. Se dirigía hacia nosotras, estaba por salvarla a Amber de la humillación.
Le sonreí con malicia, el chico frunció el ceño confundido.
— Ve, ve abrirte de piernas a Emanuel, como lo estuviste haciendo todo un año. Hay que ser un tonto para no darse cuenta — confieso. Escucho algunas voces, que se quedan indignadas por mí confección, pero no hago caso.
Tironeo de su muñeca bruscamente y la lanzó hacia su amado.
Ella se tambalea, está por caer de bruces al piso, pero Emanuel la ataja justo a tiempo.
Solté un suspiro de cansancio. No, yo no era la mala de la película. Estaba agobiada de tantas cosas, que está fue la gota que rebalso el vaso. Era malo acumular cosas, y no decir lo que te molestaba. Lo sabía por experiencia, lo sabía por qué a la mínima cosa explotas, por más mínima que sea. Era una bomba a punto de explotar y arrasaría con todo a mi pasó.
Me senté en mí lugar. Contemplé su reacción, vi como todo su cuerpo tembló y como en sus ojos se reflejaba el miedo. Sus ojos buscaron la mirada de Estefanía. Estefanía, la miró con una cara de asesina.
Amber iba aparecer a puñalada, y no exactamente por mí.
Emanuel, era novio de Estefanía, ya hace más de dos largos años.
Estefanía, había salido de la correccional de menores. Ella sabía tácticas de ataque y todo lo que se refería con peleas.
Era una persona temperamental, y se lo hacía saber a todo el mundo, hasta los profesores le tenían miedo.
Ella no se dejaba pisotear por nadie.
Amber estaba pérdida.
Pero claro, la puta aquí soy yo.
Mire mí taza de café, como si eso fuese lo más interesante.
Le di un sorbo, estaba frío.
Me sentí observada, y si, estaba siendo observada. Todos en mí mesa me miraban con los ojos bien abiertos.
Yo les dedique una sonrisa de lo más sincera.
Nina, se deslizó suavemente por el banco, hasta llegar a mí lado.
Su mano froto mí espalda suavemente, tratando de que yo busqué confort.
Posicionó uno de mis mechones rebeldes detrás de mi oreja y observó mí perfil dulcemente.
— ¿Estás bien? — preguntó.
— ¿Su voz era irritante? No, no lo era. Era de lo más pacífica y dulce.
Nina, era una buena persona y nadie decía lo contrario. Ella era hermosa, aunque ella misma no lo creía.
Su pelo alisado de color chocolate sedoso, te hacía envidiar su cabellera. Unos ojos color esmeralda, que estaban escondidos debajo de unos anteojos, que se encontraban en malas condiciones.
Un rostro con fracciones, bien moldeadas y marcadas. Tenía una piel blanquecina que parecía porcelana.
Tenía unas curvas que te hacían suspirar. Sus piernas eran largas, y esbeltas. Unas caderas anchas, con una cintura pequeña. Su abdomen era plano, el cual yo siempre envidiaba.
Ella tapaba sus atributos con ropa desgastada y arruinada.
Sus ropas siempre eran pantalones de gimnasia y remeras que la duplicaban.
Ella era mi amiga, la consideraba una muy especial.
— Si, estoy bien. ¿Sabes? No sé si estuvo bien o no decírselo, pero me siento mejor, un peso menos.
— deje escapar un suspiro de cansancio — me entere de cada una de las cosas que ha dicho sobre mí, mentiras tras mentiras. Tiene una lengua venenosa — respondí.
Nina, asintió con la cabeza en modo de entendimiento.
Comprendo — admitió — era una zorra — dijo con una mueca de disgusto.
Abrí mis ojos con demasiada exageración por la sorpresa.
Oro por dios. Santísima Virgen. ¿Qué hicieron con la Nina que yo conozco? — pregunté, algo incrédula — ¡Tu lenguaje Satanás! — exclamé horrorizada.
Ella, inclino su cabeza hacia atrás y empezó a reírse.
Estoy tratando de "soltarme" — cuestionó e hizo con sus manos comillas, cuando dijo "soltarme". Nos sonreímos mutuamente — Quiso que le contara sobre tu "condición" manipulando me — Dijo, con una voz dulce. Me miraba examinando mi reacción. Ahora, yo la miré con un poco de miedo en mi sistema y abrí mis ojos como platos.
— Tú...tu... le dijiste — dije, tartamudeando. Eleve una de mis cejas, buscando respuestas.
Ella reía mirándome atentamente.
— Enserio tienes que enseñarme a hacer esas caras — comentó, entrecortadamente, mientras reía — no, no como crees, jamás. Juramento de mejores amigas ¿lo recuerdas? — pregunto dulcemente. Me sonrió tratando de tranquilizarme.
El alma me volvió al cuerpo.
— Gracias — conteste.
Me tiraron una bola de papel. Busque al culpable con la mirada. Y mis ojos se encontraron con uno de mis compañeros de clase, Cristian.
Eleve una de mis cejas para buscar respuesta, ya tenía toda mí atención.
Matías, le susurró algo al oído a Cristian. Lo cual no llegue a escuchar.
Cristian le dio la palabra a Matías. Ya me veía venir un reclamo, lo presentía.
— Es cierto que estás saliendo con Was, Lucas Was. Nuestro nuevo compañero — interrogó, Matías.
Todos los que estaban ahí presente, me miraron con curiosidad.
Empecé a reírme y Nina me siguió segundo después.
Matías me miró impaciente, igual que el resto.
— ¿Celoso? — pregunte, burlona.
— ¿Debería de estarlo? — pregunto, elevando una ceja.
— No sé ¿tú qué decís Nina? — le pregunté a Nina. observé a mi amiga, ella entorno sus ojos.
— Un cuestionario dice, que sí, un chico pregunta sobre una posible relación. Es porque esta atraído por la chica, que está en vuelta en dicha relación. Por lo tanto, el individuo tiene celos. Por lo que a mí respecta, quiere sacarte información a base de preguntas y manipulación — contesto, Nina.
Me miró divertida. Todos se echaron a reír, sin parar.
— Alguien está celoso — gritó, Cristian mientras codeaba a su amigo.
— ¿Está celoso Señor Donoso? — pregunté con burla. Matías y yo, teníamos un juego donde solo hablamos formalmente. El, estaba enfrente, mirándome con su típica cara de chico malo.
Me miró divertida. Todos se echaron a reír, sin parar.
— Alguien está celoso — gritó, Cristian mientras codeaba a su amigo.
— ¿Está celoso Señor Donoso? — pregunté con burla. Matías y yo, teníamos un juego donde solo hablamos formalmente. El, estaba enfrente, mirándome con su típica cara de chico malo.
— Si, Señorita Donoso — afirmo—- claro, claro que debo de estar celoso. Eres mi mujer, madre de mis ocho hijos, la que me robó el corazón con una mirada — elevo su mano izquierda y miro a la nada, como si estuviese diciendo un poema. Todos estallaron de risa. Lo fulmine con la mirada.
— Si, si como digas. De mascota tenemos un unicornio — le recordé, asintiendo con la cabeza. Mas risas se escucharon. ¿yo, tener hijos con este idiota? Le digo que estoy embarazada y va a salir corriendo, como si le hubiese dicho que le contagie de V.I.H.
— Si y de vacaciones nos vamos a tierra de nunca, le vamos a alquilar una cabaña a garfio. — Informó en tono burlón. Agarre un oreo de chocolate y se la tire en la cara.
— Nooooo — Dijo, Cristian alargando la "o" — son unas bestias. No desperdicien las oreos. Mi pobre amada oreo — Dijo, mientras secaba una lágrima falsa.
— Sos un exagerado — dijimos al unísono Natalia, Nina y yo. Mientras nos reíamos.
— Natalia, ahí viene Dani — dije con espanto falso. Ella me miro asustada, y empieza ponerse pálida del susto. Yo estalle de la risa con Nina. Natalia, frunció el ceño y miro a donde le señale anteriormente. Al darse cuenta de que nadie se encontraba, relajo cada uno de sus músculos. Me fulminó con la mirada.
Fernando me tiro una oreo, la cual agarre con mí boca.
Todos empezaron aplaudir exageradamente y yo hice una reverencia.
— Gracias, gracias — dije con un poco de dificultad. Trague la galletita que estaba riquísima.
Matías, me miró juguetón. Algo estaba tramando, el demente…
Agarró la taza de plástico de color rojo e hizo el ademán de que me la iba a tirar. Yo al pensar que la tiro en mí dirección, trate de evadir la. Me tambaleé de mí asiento, y casi caí al suelo. Nina me atajo justo a tiempo, agarrándome del brazo.
Casi caigo de espaldas al piso.
Lo miré con todo el odio posible.
— Matías, eres un intento de pete mal hecho — Afirmé, con los dientes apretados.
Todos estallaron de la risa.
Risa y más risa se escuchaban en nuestra mesa. Pero algo andaba mal, alguien me faltaba.
Fruncí el ceño ¿dónde está? entre los alumnos busque y busque su mirada, pero no encontré nada. Ya preocupada traté de levantarme, pero cuando sus ojos y los míos se cruzaron, me quedé estática en mí lugar. Vi como lágrimas resbalaban por sus mejillas, eso detonó el miedo en mí.
Me levanté de mi lugar espantada y la sangre se me congelo, mi ritmo cardíaco se aceleró y me temí lo peor.
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