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CAPITULO 12

— ¿Por qué tu si puedes divertirte con ella y yo no? ¡Es injusto! — dijo una voz lejana con enojo.

Me removí incomoda en la cama. La cabeza me palpitaba de una manera horrible

— Félix, yo la quiero de verdad. Tu y Edwin solamente quieren acostarse con ella y dañarla, no voy a permitirlo — dijo Artemis. ¿De quién hablaban? ¿De mi? Era imposible.

— ¿Te enamoraste de ella? Ella le pertenece a Edwin y tú muy bien sabes eso — dijo Félix.

Estaba totalmente confundida, no sabía de quién hablaban.

— ¡Ella no es un objeto! — grito Artemis con enojo. Del susto me senté en la cama y los miré. Lo peor que pude hacer, ya que esta no era mi habitación. Pasé mis manos por mis costados y pude sentir mi piel desnuda. Solo me encontraba en ropa interior. Agarre con fuerza las frazadas y traté de taparme lo más que pude.

— Vete, Félix — dijo Artemis con una voz dura. Félix salió enojado y arrastrando los pies.

Artemis, me miró y soltó un suspiro de cansancio. Me sentí incómoda, como que si en esa habitación yo estorbara.

— ¿Y mi ropa? — pregunte en un hilo de voz.

— No está aquí — afirmó. Se acercó a mi, y se sentó a mi lado.

— ¿Me podrías dar algo para ponerme? — pregunte. El agarro una remera de mangas cortas color negro que reposaba en la silla de la habitación. Agarre la tela y pedí a todos los santos de que me entrara, parecía una remera grande pero mi cuerpo era más grande aún. Me la puse y la remera me quedaba bastante enorme.

— ¿Qué paso a noche? — pregunte. Pose mis ojos en Artemis que estaba tenso.

— ¿Hasta qué parte recuerdas? —

— Nos besamos y luego tomé mucho. Solo recuerdo cosas que no tienen explicación — admito. Su cara se suavizó y se relamió los labios.

— Hiciste locuras, pero ninguna cosa mala que haya dejado tu dignidad en el piso. Estabas muy ebria y querías dormir, te encontraste con Carlos, un conocido, y le pediste que lleve a tu habitación. El muy idiota quiso aprovecharse de ti y Edwin lo golpeó. Entonces yo decidí llevarte, pero me rogaste que no querías estar sola, ya que viste algo que te causo terror. Te traje a mi habitación y apenas podías mantenerte parada, tuve que sacarte tu vestido, ya que te incomodaba. — dijo Artemis suavemente para que lo procesará. Y vaya que mi mente no quería cooperar porque no recordaba absolutamente nada.

— Ohh vaya — dije impactada — ¿dónde dormiste? ¿a caso tú y yo? — dije frunciendo el ceño, con miedo en mi sistema.

— No, claro que no, nunca haría una cosa así. Si, dormimos en la misma cama, también es nuevo para mí. — dijo sonriendo. Se acercó a mi, mirando fijamente mis labios. Trague saliva sonoramente.

— Puedo detenerme cuando quieras, solo pídelo y lo haré — no quería que se detuviera, quería volver a sentir esos labios sobre mi otra vez. No pude aguantar las ganas y mi mano atrapó su nuca atrayendo su cara. El impacto de sus labios contra los míos fue feroz. Empezamos a besarnos de una manera alocada y apasionante. Mi pierna se encontraba en su entre pierna y sus manos se deslizaron por ellas, estirándolas. Tomé fuerza y me senté horcajadas encima de él. Y dios, estaba por tocar el maldito cielo. Pude sentir su erección bombéate de bajo de mi, ya que solo se encontraba en bóxer. Presiono mi culo con fuerza, y eso hizo que haya una fricción de bajo de nosotros. Gemí sonoramente, queriendo más. Empecé a moverme lento sobre el, queriendo sacarme las ganas que le tenía.

La puerta se abrió sonoramente, interrumpiendo la situación.

— Puedes creer que no encuentro a Angélica por ningún lado ¿y si le paso algo? — volteé mi rostro encontrándome a Tristán. Sus ojos miraban el libro. Tenia unos anteojos color azul que hacían juego con sus ojos celestes. Subió la mirada, y ahí estaba yo, encima de su hermano. — te juro que no me lo esperaba. — dijo mientras se sonrojaba. Quise posicionarme al lado de Artemis, pero el sostuvo mi cintura con fuerza, hice una mueca de dolor.

— ¿Puedes buscarnos el desayuno? — dijo Artemis. Tristán, asintió con la cabeza y fue hacer lo que le pidió su hermano.

— Artemis — susurre sobre su boca.

— ¿Qué? — dijo tratando de besarme. Corrí mi cara y sus labios besaron mi mejilla.

— Me haces daño — dije con una mueca de dolor. Aflojó su agarre de mi cintura.

— Perdón — dijo poniendo su cabeza en mi cuello, mientras dejaba besos por mi piel desnuda. Levanto la cabeza y me miro con sus ojos que escondían demasiadas emociones. Me dio un casto beso. Tome impulso y baje de encima de él.

Me dirigí al baño. Cuando entre, mi reflejo me regalaba a una chica con el maquillaje corrido y el pelo enmarañado. Hice mis necesidades. Asomé mi cabeza hacia la puerta y lo vi a Artemis, descansando. Sus brazos estaban a bajo de su cabeza, sus músculos estaban tensados y sus venas se marcaban. Se veía sexy ¿yo me había comido a este

bombón? Claro que sí.

— ¿podrías buscarme algo de ropa? Quiero bañarme — pregunte.

— Te ves mejor en ropa interior y en mi cama — dijo mientras reía.

— Por favor. — dije con voz suplicante. Asintió con la cabeza y se dirigió a la puerta. Mientras que el tardaba, decidí bañarme.

Pensaba en todo y en nada. Que nochecita, no pensé que todas estas cosas podrían pasar al cruzar la puerta de los Deyler. Cerré la ducha y salí de está esperando que Artemis ya haya dejado la ropa en la habitación. Mis ojos se abrieron como dos grandes lunas, casi me resbalo al salir de la ducha. Artemis estaba parado ahí, como si nada con una sonrisa picarona en su rostro. Traté de taparme mi cuerpo con mis manos y cerré los ojos con fuerza.

— ¡Artemis! — dije enojada.

— No me golpes, toma — y me dio una toalla. Cubrí mi cuerpo como pude

— ¡Sal de aquí! — grite. Levanto sus manos en modo de "yo no hice nada" y cruzo la puerta. Cerré la puerta con mis manos mojadas. Sequé mi cuerpo y me vestí velozmente.

Respire profundamente para calmarme. Artemis, me había visto completamente desnuda.

Sali del cuarto del baño. Mis mejillas se tornaron rojas por lo sucedido hace apenas cinco minutos.

— Félix estaba como loco, tuviste que haberlo visto — dijo Tristán riéndose.

— Te juro que lo vi, estaba saltando en la mesa y gritando "pito, pito, pito". Tomo demasiada cristalina. — dijo Artemis, mientras dejaba un suculento desayuno encima de la cama. Me senté en los pies de la cama, decidida a comer y a tomar demasiada agua.

— ¿Qué es cristalina? — pregunte con curiosidad. Me tomé un vaso de agua rápidamente, lo necesitaba. Los hermanos Deyler se miraron misteriosamente sin saber que decir.

— Es una bebida que invento mi padre que esta totalmente prohibida para nosotros. No sé lo digas — dijo Tristán con miedo en su voz. Artemis lo golpeó en la cabeza y le dio una mirada asesina.

— Juro solemnemente no decir una palabra a nadie. Pero si ustedes juran que no le dirán a nadie lo que ha pasado a noche y hoy — dije subiendo mis cejas.

— Prometido — dijeron los dos al unísono. Decidí gozar del desayuno que estaba riquísimo. Había tostadas, manteca, mermeladas, bizcochuelo, jugo de naranja y una jarra de agua fresca.

— ¿Qué hora es? — pregunte.

— Las once, ya desayunaron todos. A la una es el almuerzo — dijo Tristán con una voz tierna. Lo mire con dulzura, ese chico sería mi mejor amigo si o si, lo forzaría. — no me mires así, tienes una cara de querer violarme. Todavía mantengo mi virginidad. — dijo Tristán con una cara de terror.

— No voy a violarte. ¿Eres virgen? Vaya, somos dos — dije mientras comía del bizcochuelo.

Tristán y Artemis me vieron como un bicho raro, como que si lo que dije fuese irreal.

—¿Qué? ¿Tengo un moco en la cara? — dije llevándome mis manos a mi cara mientras la tocaba, buscando algo que a ellos les diera asco. Rieron abruptamente, como si hubiera contado el mejor chiste del mundo.

— No pensé que eras virgen. Nunca se me cruzo por la cabeza que lo fueses. Ya que hace minutos atrás no lo parecía — dijo Artemis, acariciando mis piernas.

— Dios, lo que se entera uno — dijo Tristán negando la cabeza lentamente —Artemis ¿a caso no te diste cuenta? Es la típica chica que calienta la pava y no chupa la bombilla del mate. Amigo, estas perdido — Tristán golpeó el hombro de Artemis juguetonamente.

— Oye — me quejé y le tiré con una almohada a Tristán por la cabeza.

— ¡es verdad! ¿Vas a negármelo? — pregunto Tristán riendo.

— Claro que sí. Al menos yo si tengo a quien calentar. — dije sonriendo con venganza.

— Eso tuvo que doler, Tristán — dijo riendo Artemis.

— Acabas de romper mi corazón. Pero es cierto, ya encontrare a alguien para meterle la bombilla de carne — dijo Tristán con orgullo.

— ¡Cerdo! — grite. Y empezamos a reír sin parar. Solté un bostezo, seguía estando cansada. Necesitaba muchas horas de sueño.

Me dispuse a comer un poco de todo para recuperar fuerzas. Los hermanos Deyler, hablaban de las cosas que habían sucedido a noche y vaya que cosas más locas que habían pasado.

— Iré a mi habitación a hibernar por horas, tal vez días — dije levantándome — gracias por el desayuno — dije con una sonrisa. Me acerqué a Tristán y le di un beso en la mejilla, sus mejillas se tornaron de un rojo intenso. Me acerque a Artemis y les juro que no se porque hice eso, no estaba planeado, será por lo cansada que estaba que no media mis movimientos y muchos menos mis acciones. Lo besé, sus ojos se abrieron de sorpresa. Me alejé apenada y le di una sonrisa de disculpa. Pero sus manos agarraron mi cintura y medio un beso feroz que duró más de diez segundos. Y después me miró detalladamente.

— Descansa, linda — dijo sobre mis labios y me dio un casto beso.

— Tu igual — susurre. Y me fui corriendo hacia mi habitación. Mi corazón latía ferozmente sobre mi pecho. Estaba ansiosa, emocionada, cansada y cagada del miedo. Tantas sensaciones y cosas en un día me destabiliza mentalmente. Agarré el picaporte de mi habitación y me introduje en el. Mi ceño se frunció levemente, estaba asustada y algo curiosa de que hacía el aquí. Quería preguntarle y exigirle respuestas, pero esta no era mi casa y el podía estar en cualquier parte que el quisiera.

— ¿Necesitas algo? — pregunte amablemente.

— No, solo te buscaba — respondió.

— ¿A mi? Woow estoy sorprendida — dije con sorpresa en mi voz. — ¿para que me buscabas? — pregunte curiosa.

— Lo e olvidado — dijo con un semblante serio.

— Ohh — dije sin saber que decir. Caminé libremente por la habitación y me senté en la cama.

— De todas las personas que existen ¿por qué el? — dijo Edwin mirándome fijamente. El estaba parado al frente de la puerta del baño y me miraba con un semblante frío y distante.

— No sé de qué me estás hablando — dije confundida.

— No te hagas la idiota, que si sabes de lo que estoy hablando. Acabas de salir de su habitación después de haberte acostado con el. ¿Por qué? — dijo subiéndole a su tono de voz y con una cara contraída de enojo.

— Primero que nada, no me insultes, segundo no puedes reclamarme nada y tercero no te debo explicaciones y puedo hacer lo que quiero — dije enojada, mientras me levantaba de la cama.

— ¿Es que a caso no te das cuenta lo que está pasando? — pregunto.

— No, no lo sé. Vienes, haces cosas que no tienen explicación y luego el destino decide que tengo que convivir contigo. No entiendo nada — dije gritándole en la cara. Su cuerpo estaba rígido y su mandíbula tensa. Me sacaba 4 cabezas de altura, pero no me importaba enfrentarlo.

— No lo entiendes, claro que no lo entiendes. Si eres una bruja estúpida — dijo riendo con ironía — todo el mundo tiene derecho de hacerse la tonta, pero tú, tu Angélica abusas de ese derecho — dijo soltando un suspiro de cansancio.

— Vete — grite — estoy cansada de que me insultes. — me acerque más a él y lo mire con ojos desafiantes — no se como sabes que soy bruja y no entiendo como no te causa terror, ya que puedo hacerte mierda con tan solo pensarlo — dije enojada.

— Solo lo sé y yo también puedo hacer que sufras. Se que tienes sospechas de que no soy un ser humano común, que soy algo más que tu mente no puede procesar. — dijo acercándose a mi. Su aliento chocó contra mi mejilla — soy algo oscuro, tu peor pesadilla que no te dejara dormir por las noches. — susurro en mi oído. Mi pulso disminuyo y empecé a marearme. Me miró a los ojos y estos se volvieron de un rojo fuego.

— Detente — le grite. Puse mi mano en su brazo para que se detuviera. Hizo una mueca de dolor a sentir la palma de mi mano sobre su piel. Ya que mi contacto le quemaba. Se alejó lo suficientemente para que yo pudiera recuperarme. Hice un ademán con la puerta, abriéndola para que pudiera irse — vete — le grite. Y me sorprendió lo que hizo. Se acercó a mi nuevamente, yo estaba preparada para poner mis manos sobre su cuello para sacarle el oxígeno. Pero rápidamente dejó un casto beso en mi mejilla y una ráfaga de viento me inundó, haciendo mi pelo danzar. El había desaparecido de mi vista. Pasé mis dedos sobre el beso que estaba ahí, en mi piel y no sé porque, pero sonreí. No podría permitirme caer en su juego. Quede estática en mi lugar sin poder moverme. Este chico, no era un humano normal y no sabía que criatura mágica era.

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Maximiliano posó su boca sobre la piel blanquecina de Karina y estuvo unos minutos largos ahí, cuando levantó la cabeza me miró fijamente. Unos colmillos sobresalían de su boca. De sus labios salía una hilera de sangre, mi vista se dirigió en esa gota se sangre que salpicó su camisa. Se relamió sus labios disfrutando de su sabor. El cuerpo inerte de Karina cayó al suelo de un golpe seco. Su cabeza se quedó fija en mi dirección, sus ojos abiertos sin un rastro de vida me observaban.

— Corre — grito Karina hacia mi dirección. De su cuello salía un chorro de sangre que inundaba todo el piso de cerámica del patio, grite del miedo. Estaba aterrada, y trate de correr, pero Carlos me agarró del brazo.

— Carlos, vámonos. Llévame a mi habitación. — dije mientras las lágrimas resbalaban por mis mejillas.

— Espérate, bonita. — dijo sujetándome del brazo con una fuerza sobre humana.

— No, Carlos. Karina está — dije volteando mi cara para mirarlo. Sus ojos rojos me miraban con deseo.

— Muerta. — afirmó con una sonrisa. — si cooperas, no morirás. Solo me divertiré un rato con tus piernas — dijo mientras sonreía.

— Carlos, no por favor — dije tratando de zafarme de su agarre. Hundió su cabeza en mi cuello, rozando sus colmillos. Trate de sacar fuerzas de donde no sabía que tenía y lo empuje lo más que pude, el me miro desafiante, sabiendo que sus ojos me causaban terror. Saque la valentía a la luz y lo mire fijamente. Agarro su cabeza con sus manos, tratando de aliviar el dolor que le provocaba. Un grito desgarrador salió de su garganta y cayó al piso de rodillas. Traté de salir del shock que me estaba provocando todo esto y decidí correr, pero mi cuerpo chocó con un pecho duro. Maxi, me agarró del brazo y me sacudió con fuerza. Un hilo de sangre resbaló por mi mentón, mi fuerza se estaba debilitando. Maxi, me giro y mi espalda choca contra su pecho. Agarro mi mentón con su mano, sentía que en un ligero movimiento podría romperme la mandíbula.

— Has sido una chica mala esta noche — dijo maxi en mi oído. Olfateo mi cuello y eso me hizo tenerle un asco repugnante.

— Lo fue — lo aseguro Carlos, levantándose del piso. Sacudió su ropa y su mirada llena de odio se dirigió hacia mí. — voy a matarte muy dolorosamente —

— Carlos, no seas rencoroso con la muñeca — dijo Maxi riéndose — tienes garras, gatita — dijo sacudiéndome fuertemente. Carlos posó su dedo en mi mentón y pude ver como de su dedo caían pequeñas gotas de sangre. Su dedo se dirigió a sus labios. Y una mueca de satisfacción cruzo en su cara. Hice una mueca de asco y repugnancia. La emesis se deslizó por mi garganta, tuve que cerrar como pude la boca y llevar mis manos hacia esa zona para no vomitar. Ya que mi cuerpo estaba asqueado de tanta repugnancia junta.

Maxi, agarro con un puño mi pelo y con eso me dirigió donde quiso. Llegamos a la cocina, encontrándonos con Edwin, Tristán y Artemis. Ellos me miraron fijamente.

— Ayuda — susurre hacia ellos.

— ¡Trajimos la diversión a la fiesta! — grito Carlos emocionado. Maxi, me soltó de golpe y mi cuerpo cayó contra la mesada de la cocina, haciendo a todo mi cuerpo doliera por el impacto.

En un flash, Edwin le propinó una paliza a Maxi, dejándolo en el piso y después siguió con Carlos. Aproveché la distracción y corrí como pude hacía afuera. Cruce la puerta de entrada de la casa de los Deyler, baje las escaleras como pude. Todo estaba en absoluta oscuridad y en silencio.

Tenía el corazón en la boca, estaba totalmente agitada.

Sentía terror en cada una de mis células, había entrado a un bosque y ahora si era un blanco fácil de conseguir. Mis pies descalzos, dolían como el infierno, ya que pisaban ramas y piedras.

De tanta desesperación y con el corazón en la boca, caí de rodillas al suelo. Mis rodillas sangraban. La emesis volvió y no pude contenerlo ya que eso me producía asco. Expulse todo, unas manos sostuvieron mi cabello para no mancharlo y frotaron con suavidad mi espalda. Hice un esfuerzo sobre humano para expulsar todo de mi cuerpo. Mi cara se contraía de tanto dolor y mi estómago dolía a horrores.

Cuando termine, trate de incorporarme, pero no pude. Unas manos me ayudaron.

Artemis estaba al frente mío. Con sus manos desgarró mi vestido y con una parte limpia de la misma, limpio mi boca. Gotas de sudor resbalaban por mi sien.

Me cargó como una princesa y en un abrir y cerrar de ojos, nos encontrábamos en una habitación que creía que era de el. Nos introducimos al baño y me dejo sentada en el inodoro. Mi vista estaba en la nada, estaba totalmente en shock. Me sentí una muñeca de trapo, el me ayudó a lavar mis dientes con un cepillo de dientes de repuesto. Después introdujo mi cuerpo en la bañera y me dio privacidad. Me limpie como pude, al terminar trate de levantarme, pero mis piernas estaban hechas gelatina. Agarre la ropa interior torpemente y me la coloque. Mis piernas empezaron a fallar y caí en el piso. Vomitar me había producido un mal malestar, porque sentía que estaba mil veces más ebria que antes. Escuche el ruido de la puerta siendo abierta abruptamente y unos brazos agarrándome. Mi cabeza iba a estallar, perdí la conciencia en el momento que toqué la cama.

Me desperté de golpe, una capa de sudor se encontraba en mi frente y la cabeza se me partía en dos. Recordé el sueño y sonreí, sabía a ciencia cierta que mi mente me estaba jugando una mala pasada y que eso jamás en la vida había ocurrido. Lo último del sueño, podría ser verdad ¿pero lo del principio? Claro que no. Podía asegurar que era un sueño y no, un recuerdo que mi mente había reproducido.

Me estaba volviendo totalmente loca.

Muchas cosas me estaban sucediendo últimamente pero no tenía lógica, yo seguiré culpando a mi mente, ya que esta, debe estar dañada.

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