CAPITULO 11
No quería desmayarme en sus brazos, no me lo permitiría.
Frunció el ceño, mirándome detenidamente. Mis manos llegaron a las suyas para sacarlas de mi cintura, podía verse a kilómetros a distancia que el tenía más fuerza que yo.
Que esté mareada, no significaba que me iba a dejar doblegar.
— ¿Qué están haciendo? — dijo una voz varonil.
Sus manos abandonaron mi cintura con brusquedad y se alejó a metros de mi, como si yo tuviera una peste y el temiera en contagiarse.
Mi cuerpo impactó contra el piso y tuve ganas de gritarle. Mi cuerpo dolía a horrores y mis piernas estaban débiles para poder levantarme. Trate de hacerlo, pero mis piernas hechas gelatinas, hicieron que me cayera de nuevo. Una mano se hizo presente al frente de mi y no dudé en tomarla, ya que había pasado mucha humillación en un día. Hizo una fuerza sobre humana y tiró de mi, agarró mi cintura con seguridad y me levanto del piso de un tirón. Al darse cuenta que apenas podía mantenerme de pie, me ayudo a sentarme en el banco.
— ¿Estas bien? — pregunto con preocupación. Sus ojos me examinaron, buscando una respuesta.
— Si, es que no he comido y estoy bastante débil — dije sutilmente.
— Ohh vaya, mira que yo se de eso. A veces con tantas cosas que hacer se te pasa la hora volando y te olvidas de comer — dijo con una sonrisa. Y yo casi me caigo al piso de nuevo. Esa sonrisa era hermosa y más con ese rostro tan detallado y perfecto.
— Si — dije tratando de regalarle una de mis mejores sonrisas.
— Lo mejor será que comas. Esas galletas son riquísimas y creo que te robare algunas — capturo dos galletas del plato y una se la llevo a la boca — ¡Están riquísimas! — expresó con felicidad — me siento celoso, mi madre jamás me hace galletas — dijo negando con la cabeza.
— Mi madre tampoco — dije con una voz triste. Agarre una galleta y me la lleve a la boca, el dulzor del sabor a vainilla explotó en mi paladar. — dios, tienes razón, están estupendas — dije como pude, ya que comer y hablar al mismo tiempo no eran mi fuerte. Tome un poco de leche fría para poder pasar la galleta, porque casi me ahogo.
— ¿Cómo te llamas? — pregunto con curiosidad, mientras se sentaba en otro banco.
— Angélica ¿y tu? — pregunte
— Artemis — contesto. Jamás, había escuchado un nombre así en mi vida.
— Artemis — susurre, saboreando su nombre.
— ¿Tu eres la hija de la amiga de mi madre? — asentí con la cabeza — espero que te sientas a gusto aquí — dijo con franqueza
— Gracias — no sabia que más decir, ya que mi estancia aquí no era tan agradable. Mire mi alrededor, Edwin, se había ido. No sé en qué momento, pero me importaba muy poco.
— Bueno, iré a mi escritorio — dijo levantándose de su asiento. Empezó a caminar hacia la salida de la cocina. — ah y Angélica, si tienes algún problema con Edwin, no dudes en avisarme — no me dejo contestarle ya que, al decir eso se fue, dejándome sola en la cocina. Me quedé recordando en lo lindo y amable que Artemis, había sido conmigo.
Tenia un color de pelo rubio ceniza que caía por su frente. Un rostro marcado y maduro. Una estatura alta y un cuerpo atlético. Vestía con una camisa color blanco y un Jean color azul que resaltaba su buen culo. Porque obviamente mire eso, ya que había quedado hipnotizada con tanta belleza. Me quedé mirando la nada con una sonrisa en mi rostro, ya que Artemis, había ocasionado eso en mi.
Cuando sentí que mi cuerpo había recuperado fuerza, decidí limpiar donde había comido. Ya lista, quise ir a mi habitación para descansar o pasar el tiempo. Y creía, no, aseguraba que no saldría de esa habitación hasta que me vaya.
[..................]
Había llegado a la casa de los Deyler a la 1 p.m. y había estado 9 horas encerrada en aquella habitación y juro que no me quejaba, pero fue matador hacer cosas para sacar a la familia Deyler de mi cabeza. Me probé toda la ropa del armario, me di una ducha larga, baile y leí hasta el cansancio, todo eso hice, pero en cada cosa pensaba en lo que estarían haciendo cada integrante de la familia.
Me levanté de la cama, ya que mi espalda estaba algo adolorida. Miré por el ventanal y vi mucha gente dispersada por el jardín, estaban dando una especie de fiesta y no sabia si estaba invitada, no pensaba bajar de esta habitación y hacer el ridículo, claro que no.
Paso una hora desde que había visto por la ventana y la música cada vez se hacía más fuerte.
Unos golpes me sacaron de mis pensamientos y de mirar atentamente el techo que se había vuelto mi gran amigo, ya que no había nada que hacer y la mejor idea que tuve fue ver el techo con admiración.
— Pasé — dije levantando la voz.
La puerta se abrió y dos personas entraron a mi habitación. Kelsy, estaba con un vestido corto, color rojo pegado a su cuerpo como una segunda piel. Le quedaba hermoso y sentí un poco de celos, ya que yo también quería un cuerpo infernal.
Artemis, tenía una sonrisa atractiva sobre su rostro, lo que ocasionó muchas cosas en mi. Seguía con la misma ropa que hoy pero aún así, lo hacía ver apuesto.
— Hola — dijeron al unísono.
— ¿Qué miras? — pregunto Artemis, sentándose a mi lado.
— Ohh es que estaba aburrida y decidí mirar el techo — dije restándole importancia. Unas carcajadas sonoras retumbaron por la habitación.
— ¿Es en serio? Tremenda fiesta ahí a fuera y tu aquí como una vieja amargada — dijo kelsy, mientras se sentaba a los pies de la cama.
— No quería molestar. Además, debe ser una fiesta privada — dije.
— ¿Qué? Pero si Edwin y va a venir a decirte que te prepares para la fiesta. ¿Cómo no vas a estar invitada? — dijo Artemis, apoyando su peso en mi hombro.
— Definitivamente voy a matarlo. — dijo kelsy, mirando fijamente a Artemis.
— No pasa nada, se puede ver a kilómetros que no le caigo bien — dije sentándome con las piernas cruzadas.
— Pero se ha pasado el muy idiota — dijo Artemis con una voz enojada.
— Bueno, basta de malas energías ¿sabes que harás ahora? — preguntó kelsy. Negué con la cabeza — ¡iras a la fiesta! Te pondrás algo bonito e irás a bailar y tomar con nosotros. Y conocerás al resto de mis hermanos, tengo un chico para presentar... — la interrumpo.
— No, me niego a ir a la fiesta. No tengo que ponerme — dije y mis mejillas se tornaron de rojo. Escuche una carcajada al lado mío y lo mire fijamente ¿qué le causaba tanto?
— Dios, linda. Ese armario está repleto de ropa. Ahora levanta ese culo que tienes y ponte algo lindo para deslumbrar. — dijo con una sonrisa. Se levanta de la cama y se sienta en el escritorio con su teléfono — ustedes hagan lo que tengan que hacer, mientras yo jugaré con mi celular —
Me sentía incomoda con kelsy, pero imagínense con Artemis. Estaba tan insegura con mi cuerpo que aseguraba que todo lo que estuviese a dentro de ese armario me haría ver mil veces fea de lo que ya estaba.
— Bien, empecemos — dijo con una sonrisa — ve al baño, te pasaré ropa y te la probaras, hasta que busquemos algo que te guste. —
— Bien —dije en un susurro.
Me adentre en el baño y sentía que mi cuerpo y va a desvanecer, ya que me sentía incómoda.
— Angélica — dijeron a través de la puerta, la abrí y en los brazos de Kelsy había un vestido color negro.
— Kelsy, no — la puerta fue cerrada, antes de que pudiera terminar de hablar.
Me saqué mis prendas y quedé en ropa interior. Mis ojos tuvieron que posarse sobre el vestido, ya que no quería ver mi reflejo en el espejo.
Me lo puse y era bastante apretado. Tenia un escote bastante pronunciado que no dejaba nada a la imaginación. Quise reprocharle a kelsy, por esta severa broma.
— Kelsy — grite.
— ¿Sí? — dijo, mientras miraba mi cuerpo con determinación. — ¡te queda de infarto! — dijo emocionada. Se acercó a mi con determinación. Me agarró de los hombros — te queda bellísimo — mis ojos se nublaron de las lágrimas y sentí una opresión en mi pecho — ¿qué pasa? — dijo con una voz preocupada.
— No me siento bien con mi cuerpo, soy gorda y fea. Mi pansa parece de embarazada, no tengo culo, mucho menos cintura y mi busto no existe — dije mientras mi voz se quebraba.
— Estas jugando ¿no? — pregunto. Negue con la cabeza.
— No como, con tal de ser más delgada, hago ejercicio sin parar para ver algún cambio, pero me sigo viendo igual de horrible — dije con sinceridad.
— Oye, tu cuerpo es un templo y tienes que cuidarlo. Y estas hermosa. ¿Acaso te viste en el espejo? — pregunto con una sonrisa.
— No — dije en un susurro.
— Ten la valentía y la fuerza que yo se que tienes y mírate — dijo con una voz fuerte.
Solté un suspiro y cerré los ojos. Di media vuelta y decidí enfrentarme a mi misma, enfrentar el miedo que tengo hace años que no creo que se vayan en una noche. Abrí los ojos y quedé impactada. Mi cuerpo estaba en un mini vestido. Mis bebés sobre salina del escote. Mi cintura se podía notar y en parte me alegraba. Mis caderas se veían más anchas y grandes.
— Me veo, bien — dije en un susurro.
— ¿Cómo que bien? Te ves hermosa y todavía faltan los tacones, el maquillaje y el pelo — dijo con seguridad.
Me miré de costado y mi visión se distorsiono, veía como mi pansa sobre salía y como mis piernas se veían más grandes y horribles. Las ganas de mandar todo a la mierda aparecieron.
— Ni se te ocurra, te viste y te aceptaste. Manda a la mierda el miedo y las inseguridades, ya que tu mente te está volviendo más insegura y tu sabe más que nadie que estás hermosa — dijo mirándome a los ojos. — ahora sal de aquí con la cabeza bien en alto y muestra ese culo que tienes — dijo abrazándome.
— De verdad, gracias — dije con sinceridad.
Salí y saqué por la ventana todo lo que me agobiaba.
Artemis fijo sus ojos en mi y en cierta manera sentí que me juzgaba.
— Te ves, te ves — lo interrumpí
— No lo digas, me harás mierda — dije, dirigiéndome a una silla para sentarme, ya que kelsy me plancharía el pelo.
— No, te vez hermosa. Que digo hermosa, te ves deslumbrante — dijo con una sonrisa. Le sonrió y mis mejillas se tornan de un rojo vivo.
Kelsy, me plancha el pelo con tranquilidad, mientras hablamos de cosas sin importancia y el ambiente se vuelve agradable. Todo se vuelve sereno y una felicidad me llena el pecho. Kelsy, me maquilla y me toma la mano para levantarme. El espejo pegado en la pared, me da mi reflejo. Y vaya, que estaba totalmente cambiada.
Habían pasado 2 horas desde que kelsy había entrado a la habitación y ya era demasiado tarde. Ya debía hacer mi aparición en la fiesta y estaba totalmente nerviosa.
[....................]
— Mi amor — grito Agustín, apartando a toda la gente que estaba en su camino.
— Mi vidaaaaa — dije alargando la "A"
— ¿vos ves lo mismo que yo? — dijo mientras se reía.
— Si, el unicornio está saltando encima de la cabeza de Edwin — dije riéndome de Edwin.
Pasaron dos horas desde que llegué a la fiesta y vaya que fiesta. Había conocido bastante gente y a todos los hermanos de kelsy. Sus hermanos eran hermosos y pensé que me rechazarían, pero no fue así. No podía describir la belleza de cada uno, ya que mi cabeza no me deja formar muchas oraciones coherentes.
Estaba alrededor de 5 hermanos y vaya que hermanos más lindos.
— Agustín, estoy viendo doble. — le digo mientras toco su mejilla y después la otra mejilla del gemelo de Agustín, pero se ve que mi cuerpo intoxicado decide darme una mala pasada, ya que un tercer Agustín aparece en la vista — Agustín, me retracto veo triple, triple belleza. ¿Por qué no te sacas la remera? — pregunto riéndome.
— Somos trillizos, Angélica — dice, mientras le da un sorbo a su vaso.
— Aquí tienes tu vodka — dice Blas, con una sonrisa
— Gracias — grite para que me escuchara encima de la música.
— ¿Quieres? — me relamí los labios, con ansias de volver a darle una cuarta seca al faso que sostenía, Blas en su mano.
— Si — digo con seguridad. Lo agarro entre mis dedos.
— Eso no va a suceder — dijo Artemis, tirando el faso en el piso y pisandolo con sus zapatos.
— ¡Oye! — se queja Blas.
— Sabes que a ti no te produce nada ¿para que lo tienes? — dijo Artemis enojado. Blas se encogió de hombros. — quieres quebrantarla para que Edwin se entere — Afirmo.
— Claro que no. Además, a ella le gusta ¿o no? — me pregunto Blas. Yo emocionada sentí con la cabeza.
Empezaron a discutir y en cierta parte hizo que mi cabeza empezara a palpitar. No tuve mejor opción que tomarme el vaso que tenía en la mano, al pasar por mi garganta quemó como los mil demonios. Después pedí tres shots de whisky y ya pasaban como agua.
Escuché que gritaron mi nombre y al darme vuelta encontré a jazmín en un grupo lleno de personas sentadas en el piso.
Decidí ir, mientras bailaba en el camino.
Me senté al lado de Félix que me miraba picaron.
— ¿Quieres? — susurro en mi oído, haciéndome temblar.
— Claro — dije segura. Me lo tome de un solo trago.
— Woow, estabas sedienta — dijo golpeándome el hombro con el suyo.
Los hermanos deyler iban a matarme con tanta belleza.
Miraba a todos detenidamente, no los conocía del todo ya que las chicas y los chicos que estaban aquí jamás los había visto en mi vida pero parecían agradables.
Karina mira su celular y pregunto uno por uno sus nombres mientras lo anotaban en la aplicación de verdad o reto. Explico el juego que consistía que cuando la aplicación apareciera el nombre del jugador este tendría que elegir verdad o reto y si no quería hacerlo tomar un vaso lleno con mezcla de diferente alcohol.
— Artemis elige a una chica de aquí y bésala apasionadamente — dijo Karina batiendo sus pestañas hacia él.
Todas las chicas acomodaron sus prendas y cabellos, pensando que alguna sería la afortunada. Yo solo seguí mirando alrededor, sin prestar tanta atención, ya que el alcohol que había consumido y el faso que había fumado veinte minutos atrás me estaba afectando. Miraba como ondas pasaban por alrededor de la gente y como todo se movía sin explicación lógica. Estaba teniendo un buen viaje. De repente vi la imagen distorsionada de Artemis dirigiéndose hacia mi y le sonreí con gracia.
— Creo que va a besarte — le susurre a la despampanante pelirroja que estaba sentada a mi lado. Ella asintió emocionada.
Artemis se agachó a su altura y sus labios empezaron a acercarse, haciendo que la pelirroja se volviera ansiosa, ya que quería sentir esos labios encima de los suyos.
— Espérame un segundo — dijo sobre sus labios, apartándose.
Yo lo mire a Félix con una sonrisa de boba.
— Angélica — dijo Artemis con una cara serio
— Daddy, te juro que yo no fui — dije riéndome, pensando que había hecho algo malo. Todos explotaron a carcajadas.
Me tendió la mano para que me levantara, lo cual hice y me acomode el vestido, ya que se había subido más de la cuenta.
— Si voy a besar a alguien esta noche después de tanto tiempo, será a ti — dijo con seguridad.
Yo me reí porque pensé que era una broma. Pero el me tomó de la cintura, atrayéndome contra su cuerpo y pude sentir lo helado que se encontraba. Mis manos viajaron a su hombro para sostenerme de no caer porque todo me daba vuelta. Su mano agarró mi mentón, haciendo que se inclinara para arriba y lo mirara. Lo que menos pude hacer fue descifrar su mirada o sus intenciones, ya que solo podía ver como su boca se movía en ondas.
No me dio tiempo a pensar o hacer algo porque su boca atrapó la mía con posesión. Sus labios bailaban con los míos con fuerza y devoción. Sus manos bajaron lentamente hacia mi culo apretándolo, eso hizo que nuestros cuerpos estuvieran más cerca. Podía sentir como tu erección rozaba mi abdomen y como tenía ganas de que la sensación de sentir como me derretía se acabara.
Su boca dejó la mía y mi cabeza tuvo la mejor idea de lamerle la mejilla, ya que supuestamente yo, pensaba que él era un helado.
El me miró extraño y se hecho hacia atrás, riéndose. Me ayudó a sentarme con delicadeza y se agachó a mi altura para dejar un casto beso en mis labios.
— Inesperado — dijo Karina — bien, Angélica ¿verdad o reto? — dijo impaciente Karina.
— Verdad — dije
— ¿Cuántos orales hiciste? — dijo Karina
— Tiene pinta de hacer buenos orales — dijo alguien y comentarios así se empezaron a escuchar.
— Bueno, a lo largo de mi vida hice muchos. Ya que viste que los profesores te piden orales de política, filosofía y cosas así — dije con una sonrisa y todos se empezaron a reír.
— No hablaba de ese tipo de orales. Hablaba de chupar un pene, de lo sexual — dijo Karina sin vergüenza.
— Mucho, ya he perdido la cuenta — dije mientras reía. Había parecido la reina de las putas, pero no había de que preocuparse.
— ¡Te reto a hacer un beso triple, elige a dos personas! — dijo Karina a Félix .
Y los juegos siguieron y siguieron. Yo decidí irme a la cocina por un vaso de agua, ya que tenía la boca sedienta. Al entrar a la cocina pude divisar los vasos, cual agarre uno y le puse agua de la canilla. Tome como 5 vasos de agua.
Al volver a la fiesta, decidí tomar muchos tipos de bebidas con los chicos. Y estaba totalmente borracha y sabia a ciencia cierta que el vaso que me había dado Maximiliano tenía pastillas.
Las cosas se volvieron de cierta manera extrañas.
Nunca podría sacarme esa imagen de mi cabeza. No sabía si el alcohol me estaba haciendo imaginar cosas o que estaba sucediendo.
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