Tenía la vista borrosa, no podía ver casi nada. Tuve que respirar profundamente para calmarme.
— ¿Estas bien? — pregunto Astrid
— Si — dije en un susurro
— Estas pálida. Y abres los ojos y los cierras con mucha fuerza ¿Qué está pasando? — pregunto con voz preocupada.
— Mi cabeza duele como los mil demonios y la luz me está haciendo doler los ojos, además de que me irritan. Y siento mi garganta arder de una manera horrible — dije con la voz ronca y rasposa.
— diablos, tendrías que ir al doctor. ¿tu mama te compro los anteojos? — pregunto con preocupación. Negue con la cabeza.
No sé si aguantaría los cinco minutos que faltaban para salir del aula. Los gritos de mis compañeros me hacían doler la cabeza de una manera infernal. Y la voz de Astrid, me irritaba.
Respiraba ondo con los ojos cerrados para concentrarme en mi respiración y tranquilizarme.
En el momento que pensé que todo estaría bien, sonó la campana anunciando que ya nos podíamos retirar.
Me levante de mi asiento y agarre mi mochila con bastante fuerza. Empecé a dirigirme a la salida.
— ¡Angelica! — escuché mi nombre y decidí darme vuelta para saber de dónde venía esa voz.
Jamás creí encontrarme con ella, era bastante loco que ella estuviese aquí. Se acerco con su postura segura y me observo detalladamente, lo que hizo a mi cuerpo temblara
— Hola — dije con una voz tranquila. Pero por dentro mi mente estaba confundida.
— Hola — dijo con una voz dulce. — ¿Cómo estás? — pregunto
— ¿Bien y tú? — dije tratando de no tartamudear.
— Bien, contenta de verte otra vez. ¿Cómo has estado? Veo, que te has recuperado bastante rápido — dijo con una voz maternal que me hizo sentir cómoda con su presencia.
— Perfecta. Vaya susto que les pegue a todos. — dije con una sonrisa
— La verdad que si — dijo con una voz aliviada — quería decirte que bueno, tu madre es amiga mía y me a pedido un favor. Yo lo único que quiero es que estés cómoda y no pases por ningún tipo de peligro, ya que puede sucederte cualquier cosa si andas sola. La cosa es que tu madre se fue de viaje por dos semanas y me a pedido que te quedes en mi casa por si el viaje se alarga o peor a un, qué te suceda algo. — dijo con una voz tranquila para que lo procesara.
Mi cabeza iba a mil. Mi mama básicamente me dejo con una extraña. Yo no la conocía, la había visto dos veces en mi vida. ¿Quién me aseguraba que era amiga de mi madre? Jamás había escuchado hablar de ella. Pestañe varias veces perpleja y sin saber que decir o hacer.
— Hablare con mi madre primero — afirme.
— Seguro — dijo con una sonrisa — te daré privacidad iré a esperarte a fuera. Asentí con la cabeza y la vi irse.
Marque el numero de mi madre.
— Angelica — dijo con una voz de enojada
— mama, una amiga tuya me acaba de decir que tendré que ir a su casa por dos semanas, porque tu estas de viaje. ¿es cierto? — pregunte con ansias.
— sí y has todo lo que ella te diga. No quiero ni una queja de ti cuando vuelva — respondió. Y yo sentí que mi mundo se caía en pedazos.
— pero mama... — no pude seguir hablando, ella me corto.
Mis labios se apretaron, estaba enojada y tenía ganas de romper todo a mi alrededor. Empecé a caminar hacia la salida con unas ganas de morirme.
En el momento que vi el rostro de la amiga de mi madre todo mi cuerpo se tranquilizo y mi rostro se suavizo.
— ¿Todo bien? —
— Si, perdón por desconfiar — dije con vergüenza
— No pasa nada, es entendible — dijo restándole importancia. — sube, voy a llevarte a mi casa y conocerás a mi familia — dijo con nerviosismo.
— Bueno — susurre.
Abrí la puerta con delicadeza y me adentré en el asiento del copiloto.
Empezó a arderme la garganta, sentía como una bola de fuego se instalaba ahí. Hundí mis uñas en la palma de mis manos para desviar el dolor que estaba en mi garganta. Pero no funcionaba, sentía que me iba a morir y el aire empezó a faltarme. Sentí una mano en mi hombro. Abrí mis ojos y examiné a la amiga de mi madre. En su mano sostenía un batido que parecía de fresa.
— tómalo, te hará sentir mejor — dijo con una sonrisa en su rostro.
La mire y saque mi mano izquierda de mi garganta. Agarre el batido, sabiendo que eso no aliviaría nada de mi dolor. Al poner mis labios sobre la bombilla de plástico empecé a succionar esperando el sabor del batido. Cuando el liquido paso por mi garganta sentí como mis ojos se abrían de golpe. El fuego se estaba yendo y la irritación también, todo se calmaba.
Pero mi cuerpo se sentía extraño. Una especie de adrenalina me recorrió de pies a cabeza y tenía ganas de dar mil quinientas vueltas sobre el auto. Era la primera vez que sentía energía en cada célula de mi cuerpo.
Cuando quise darme cuenta, el batido se había terminado y ansiaba que hubiera más, pero la cara de impresión de la amiga de mi madre me daba una certeza de que no había más batido.
— dios, estaba riquísimo. ¿tienes más? — negó con una sonrisa en su cara.
Mis cejas se fruncieron y sentía unas ganas de tomar otro batido.
La mire, estaba totalmente hermosa y parecía tener la edad de una chica de 28 años.
— ¿Cómo te llamas? — pregunte con vergüenza, ya que con todo lo que habíamos pasado jamás le había preguntado su nombre.
Elif Deyler — contesto con una sonrisa. No me costo mucho atar los cavos en mi cabeza. Estaba con la madre de Kelsy Deyler. Y me puse nerviosa. No me di cuenta que Elif, estaba conduciendo y estábamos a las a fueras de villa Gesell, habíamos pasado la ruta y el auto estaba pasando por una calle de tierra. A mi costado vi un prado hermoso que me dejo anonadada con su belleza, era simple, pero me gustaba admirar la naturaleza.
— Llegamos — aviso elif. Mi boca se abrió y quede impactada.
Una casa hermosa, en la cual no tenia maneras de describirla porque estaba muy tonta por la gran arquitectura que se encontraba al frente mio.
Una risa hizo sacarme de mi estupidez
— ¿es hermosa, ¿no? — asentí con la cabeza.
— lo bueno es que no tendré que dormir en el sofá — dije en un susurro. Elif, soltó una carcajada y agarro mi brazo para que caminara a su lado. Subimos las escaleras y ella introdujo las llaves en la cerradura, la puerta cedió y pudimos entrar.
Si estaba anonadada con la fachada de a fuera, imagínense con la de adentro.
— siéntate donde quieras, iré por algo para comer — dijo Elif, con una sonrisa. Asentí con la cabeza.
Me senté en un sillón individual a esperarla. Mi cara dio un vuelco al saber que tendría que comer aquí y no en mi casa.
Tenia que buscar una manera para no comer aquí porque si no, me daría un colapso.
— ¡Angelica! — grito kelsy, cuando bajaba las escaleras.
— Hola — dije tímidamente.
— Dios, que bueno que estés aquí — dijo con entusiasmo en su voz. Me pare y nos fundimos en un abrazo.
— Si, fue repentino. Me siento como una intrusa aquí — dije mirando a mi alrededor. Sentí como kelsy golpeaba mi hombro juguetona.
— ¿Qué dices? No eres ninguna intrusa. Siéntate como en tu casa — dijo mientras me hacia una señal en la mano para sentarme.
— ¿y que tal tu día? — dije con una sonrisa tímida.
— Bastante aburrido ¿y el tuyo? — pregunto kelsy
— Cansador, pero no me quejo — conteste. — ¿después puedes preguntarle a tu madre si puede llevarme a mi casa para recoger algunas prendas de ropa? — pregunte dudosa.
— No te preocupes, tu madre trajo algunas cosas tuyas, además compro algunas cosas nuevas para vos — contesto. Y una sonrisa se posó en mis labios. Mi madre no me compraba cosas hace años, lo cual me parecía extraño.
— ¿puedo ver donde dormiré? Me matan las ansias — dije con las ansias a flor de piel.
— Claro — dijo también entusiasmada. Se dirigió hacia la escalera y yo hice exactamente lo mismo. Llegamos por un pasillo donde había demasiadas puertas, ese pasillo parecía infinito. Abrió una puerta y cuando entro me agarro del brazo para adentrarme en la habitación y juro que casi me caigo de culo.
Admiraba todo como una boba y es que esa situación me parecía irreal. Jamás había estado en una habitación tan lujosa y tan linda.
— En el armario están algunas de tus prendas, y ropa que tu mama compro. Hay toallas en el tercer cajón. Tu mama puso algunos adornos de tu habitación para que te sientas cómoda. Puedes usar la netbook como si fuera tuya, ya que son para las visitas. — dijo tranquilamente — ah y casi me olvido. En el baño esta todo lo que necesitas, puedes revisarlo y hacer lo que quieras. Siéntete como en tu casa — dijo mientras me fundía en un abrazo y daba media vuelta para irse de la habitación — te dejare para que te relajes un poco, cuando termines ve a buscarme — asentí con la cabeza. No sabría donde buscarla, ya que esta casa era bastante grande.
En el momento que se fue, no sabia que hacer. No sabia como vestirme, como actuar, ya que estaba en la casa de unos extraños. Agarre ropa del armario, quise quedarme mas tiempo en admirar las prendas, pero había dejado a Elif y seguramente me estaría buscando.
Me puse un jean azul y una pupera color negra. Al estar lista, Sali en busca de Elif.
Bajé las escaleras y empecé a buscar la cocina. Después de abrir muchas puertas y decidida en volver a la habitación, empecé a oír unas voces, y un ruido de ollas. Empecé a caminar hacia donde creí que era la cocina.
— ¿Por qué tiene que estar aquí? Que se quede en la calle — dijo una voz varonil. Fruncí mis cejas y me dieron incontrolables ganas de salir corriendo.
— Edwin, tienes que entender que — no pude oír más, porque sin querer me apoye en una mesita y el florero que estaba ahí se cayó, haciendo un ruido estruendoso. Los vidrios volaron por todo el piso y todo era un inchastre.
— ¿Angelica? — dijo Elif, apareciendo por la puerta.
— perdón, perdón, oí unas voces y me perdí, tropecé y tiré el florero — dije tartamudeando. Mi corazón iba a mil por hora, y sabia a ciencia cierta que mi cara estaba roja como un tomate.
— tranquila era un florero sin importancia — dijo restándole importancia.
— lo limpiare y pagare por el florero — dije segura. Mis manos temblaron y me agache para limpiar el desastre que había hecho.
— Ay, mi vida. Levántate — dijo con una voz maternal. Agarro mi mano y me hizo levantarme. — vamos, hice unas galletas de vainilla con una leche bien fría — dijo con dulzura.
— Gracias — susurre apenada.
Nos adentramos en la cocina y no pude admirarla como era debido, ya que mis ojos miraban atentamente las baldosas del piso. Me senté en uno de los bancos y unas manos aparecieron en mi vista, dejando un plato con galletas y un vaso de leche.
— Mia ¿podrías limpiar el piso de allí? — pregunto Elif. Sabia a ciencia cierta que eso no era una pregunta, si no una orden.
— Si, señora — contesto la empleada.
— Angelica, come esas galletas están riquísimas — mi vista se dirigió en el plato, pero se desvió en el chico impotente que estaba en aquella cocina. Sus ojos estaban fijos en mí, como si quisiera asesinarme. Tenía los brazos cruzadores por encima de su pecho.
El problema no era su presencia, el problema era su potente y filosa mirada sobre mi persona.
Tenia ganas de irme a mi casa y no volver más aquí, pero sabía que eso era imposible. Todavía no podía sacar de mi mente sus palabras en donde le decía a su madre que no quería que estuviera aquí.
Parecía que el destino o incluso el universo me odiaba, ya que era el chico con el que me había chocado, el día que lucas volvió. Con el paso de los días me entere que Edwin Deyler era hermano de kelsy, y necesitaba estar alejados de los Deyler ya que no me inspiraban demasiado confianza.
— Ya vuelvo — dijo Elif. Me aterraba que me dejara sola con Edwin pero mucho no podía hacer.
Edwin se acercó a dónde estaba yo, y mi corazón empezó a latir lento, podía sentir como los latidos de mi corazón disminuían. Una capa fría de sudor se formo en la parte de mi nuca y no me di cuenta hasta que lo tenia enfrente, que estaba conteniendo la respiración. Sus dedos rozaron mi mejilla y sus labios carnosos se entreabrieron. Empecé a marearme, a sentirme débil. Su tacto ardía, pero me encantaba. Sentí un fuego en mi estomago que se expandía por todo mi cuerpo. Se acerco demasiado a mí, chocando su aliento caliente sobre mi cuello. Mis músculos estaban tensos y rígidos, no podía moverme.
— No me gusta tener intrusos en mi casa y me repugna tu presencia — fruncí mis cejas, sin saber que decir o hacer. Se alejo de mí, pero sus ojos filosos observaron mis labios con detenimiento. Conocía esa mirada de deseo, sabia sus intenciones y no iba a caer en su juego. Su cuerpo se acerco al mío con seguridad.
— No, detente — dije volviendo en si— No te acerques — le dije de manera amenazadora.
— ¿Y por qué te haría caso? — Dijo con una voz ronca.
Lo observé con determinación, solo necesitaba concentrarme en sus ojos para hacer que sufriera.
Sentí un cosquilleo en mi sien. Eso significaba que le estaba transmitiendo dolor y una sonrisa se estampó en mis labios.
Frunció sus cejas y agarró su cabeza con sus manos.
Me bajé del banco de un salto y me acerqué a el.
— Porque si quiero, puedo hacerte sufrir más de lo que estás sufriendo ahora y no tendré piedad. No sé que eres pero tienes oscuridad en tu alma y puedo sentir eso — Le dije mirándolo fijamente, dejando todas mis inseguridades y miedo de lado. — Y tu, me pareces la persona más repugnante que e conocido en mi vida— le susurre en el oído. Deje de causarle dolor porque eso me debilitaba.
Tuve que agarrarme de la mesada para no caerme de bruces al piso.
Cuando sentí que tenía todo bajo control, di dos pasos.
Sentí algo caliente deslizarse por mi mentón, mis dedos se dirigieron a la zona y al ver la sangre por mis dedos, me entró el pánico, me sentí más débil. De mi nariz salía sangre, no tanta, pero salia. Y mi vista empezaba a hacerse borrosa.
Pensé que iba a desmayarme, estaba por caerme pero unos fuertes brazos me agarraron por la cintura justo a tiempo. Me sentí como una muñeca de trapo.
— y tu, la persona más patética y linda que e conocido en mi vida — dijo Edwin con su voz arrogante.
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