La brisa sopla
mientras hiela mis brazos
y acurruca el calor escaso
que mi cuerpo almacena.
La calma atormentaba,
sin cansancio ni compasión,
a aquellos que errores cargaban
cuando el fuerte café
ahuyentó mis penas.
Para el mundo fue un inicio
de una desesperada carrera de auxilio
sin ver a la vista
una pizca de ayuda.
El mundo sufre,
pues tomo café
y no estoy cargando con el dolor
que me es completamente ajeno.
Cuando las aguas se calmaron,
al yo observar su fluir,
ya nada importó en el mundo
porque sería feliz de morir así.
Sería digno de alguien
del antiguo olvidó,
de aquellos que ayer
esperaron ser algo mañana
y de los que el mañana se olvidó de traer
algo sin vista de castigo.
Habría felicidad ancestral
en el transcurso de mi muerte,
llorarían por ser real
y ser yo quién los recuerde.
Si yo muriera ahora,
con su recuerdo en mente
y en la paz del ambiente,
sería del cielo dichosa.
Entre el café en mi estómago caliente
con el amargo metal de la muerte, entre
los dientes,
y la bala, pequeña y letal, que me atraviesa
la brisa con locura me helaba.
En aquella tarde que en mi cuerpo no comienza
entre la dicha de los pésame que se alzaron,
en un mañana lúgubre y apaciguado,
unos ojos se fueron cerrando
recibiendo la alegría
de la mentira del cielo claro.
Con un bello recuerdo
del mañana en delirante sueños,
de aquellos que la mañana presenciaron,
nadie en la existencia se ha acordado
de aquel café de la tarde
culpable del todo.

265 palabras.
2 de junio del 2020
Gracias por la portada a RGDiamond12