LXXII
A la mañana siguiente fuimos a un pequeño jardín escondido, era nuestro propio jardín secreto.
Danika estaba en su portabebés, durmiendo como de costumbre. Nos sentamos uno a lado del otro, muy pegaditos. Hablábamos en susurros mientras la contemplábamos.
—Necesito pedirte algo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro