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Capítulo único: Recuerdos de Navidad

Un mes luego de la muerte de Masachika, Sanemi había ido a entregarle flores a su tumba, luego de ni siquiera participar en su funeral porque sabía que si hubiera estado se destrozaría ahí mismo. Creyó que si iba una noche en el que el cementerio no tuviera muchas visitas, tal como era el gran festejo de navidad, nadie iría, porque era simplemente entristecedor ir a visitar a un muerto en un día tan especial.

Pero se equivocó, ya que cuando vio más allá, notó que habían dos personas dejando sus flores y arrodillándose para expresar sus lamentos.

Él no tenía familia y nadie abandonaría la navidad por un simple conocido, ¿verdad?

Sus pasos se hicieron casi inaudibles, por puro sigilo para ver quienes eran. Al momento de estar lo suficientemente cerca como para que su vista no lo engañara, divisó a las dos hermanas Kocho.

Primero escuchó cómo la menor se lamentaba por todas las veces que ese hombre la tuvo que salvar y que se entristecía por no sentir su agradable presencia o hasta oír sus sueños por las lluviosas tardes en las que se hospedaba en la Finca. Claro, a pesar de que se llevaban cinco años, aquel solía tratarla como una amiga cercana.

Luego, las palabras de Kanae fueron las que más rasgarom su corazón.

—Hace un mes que no estás, a pesar de que no solíamos hablar demasiado te agradaba mucho debatir acerca de mis opiniones sobre Shinazugawa. Pero de tan solo pensar que él esta Navidad, otra vez, no tiene a nadie a su lado y debe de sufrir por este insoportable frío, se me parte el corazón. Porque eras la luz que lo iluminaba, él tenía un aura tan amable gracias a ti, y ahora sus ojos se encuentran tentados por la furia... Solo quisiera que no sufra por la soledad, me encantaría cumplir con tu papel para alivianar la carga, pero me siento tan apresada por el miedo de su cambio que no puedo abrir mis alas como cualquier mariposa. Desearía en serio abrazar a Shinazugawa y verlo feliz, porque nadie en este mundo lo es y él está sufriendo.

Las manos de la muchacha se posaron en su pecho ante su propia declaración y sin quererlo las lágrimas se derramaron de entre sus ojos, notando cómo su hermanita se preocupaba y posaba su mano sobre el hombro de aquella.

«No me puedo imaginar una vida en la que estoy sola y vivo con furia, una en la que pierdo todo lo que amo» musitó bajito.

Justo en cuanto terminó sus palabras, sintió una presencia a su lado, agachándose para dejar las flores y luego observarla.

Sanemi no entendía porqué ella siempre se preocupaba por todos y hasta por él, pero se daba cuenta que detrás de sus acciones no habían otras intenciones. Quizás pensaba que si todo el amor que tiene se lo puede brindar a otros, ellos también serían felices, tal como un ángel.

—Te extraño cada día, Kumeno, lamento no haberte agradecido por ser tan buen amigo. Ahora continuaré con tu sueño de ser pilar.

Las palabras que expresaba sonaban tan frías como siempre, aunque Kanae pudo reconocer el dolor en esa mirada, algo que le estrujó aún más el corazón. Al notar aquel sentimiento, no pudo aguantar extender sus brazos y aferrarse a aquel, provocando que él perdiera el equilibrio, cayendo al suelo mientras era abrazado de la manera más gentil posible. Ese resultaba un acto completamente repugnante por parte de cualquier otra persona, ya que no le gustaba que otros siquiera lo tocasen, pero en ese momento se volvió la sensación más hermosa que pudo experimentar.

Relajarse sintiendo contra su pecho la cabeza de esa mujer, lo recomponía del fuerte golpe que se dio tras caer sentado, es más, no estaba enojado, por solo un momento se encontraba satisfecho de tener aún a alguien que se preocupa por él y le trae cálidos recuerdos de cuando todo abundaba en alegría.

Su corazón latía de una forma más acelerada a pesar de que el invierno lo frenara.

Mas el momento no se pintaba solo de colores... No, en lo absoluto, ya que detrás suyo estaba Shinobu viendo la escena y mostrando abiertamente su repugnancia.

Realmente no podía creer que de alguna forma su hermana sintiera lástima por ese desgraciado...

"Quita las manos de ahí, morboso" gesticulaba sus palabras por ver cómo aquel posicionaba sus manos en la cintura de la muchacha, a lo que solo pudo responder bajando ligeramente la mirada. Antes de que Sanemi pudiera ver algo recibió un tosco golpe en la cabeza, esa enana se había movido con rapidez.

—¡¿Qué te sucede, bruja?!

—¡Quita tus manos de ella!

—Como sea, ni que me importara.

Alejó sus manos de la muchacha e intentó separarse, pero tras ver la mirada desafiante de Shinobu prefirió no tocarla siquiera.

Kanae al notar el mal ambiente tomó un poco de aire y se recompuso de su llanto, secando algunas cristalinas lágrimas.

—Hoy pasaremos navidad con Shinazugawa —alentó la muchacha con cierto espíritu de niña, separándose ligeramente de aquel, aunque aún estaba bastante cerca hasta el punto de tomar sus manos—. ¡Quiero que seas nuestro invitado especial!

—Me niego, yo paso la navidad solo y se me hace mejor así. —Desvió la mirada para no pensar en las expresiones entristecidas que pondría ella para convencerlo—. Además, este tipo de festejos se pasan en familia.

—Entonces por hoy forma parte de nuestra familia, como si fuéramos marido y mujer.

—Kocho...

—Es broma, es broma, solo ven a casa ¿sí? Masachika seguro estaría alegre de saber que por fin has pasado una Navidad con personas que te aman.

Sus ojos deseoso de verlo asentir se iluminaron aún más al hablar de amor. Por momentos atraparon a Sanemi, dejándolo casi hipnotizado.

Aún así, siempre que estuviera Shinobu cerca nada entre aquellos dos podría pasar, ya que hasta tiró el rostro del hombre para atrás y se sentó delante de este, mostrando una notoria resignación hacia la idea de Kanae.

—Yo no lo amo ni tampoco lo quiero en la Finca por otro motivo que no sea que se esté muriendo. Es más, si hasta estuviera muriendo ni siquiera lo querría allí. Asi que no estoy de acuerdo con que esté en nuestro hogar.

—Shinobu, ¿no estás siendo demasiado cruel y hasta irrespetuosa con alguien de rango mayor? Mamá no te educó así y menos si hablamos de un hombre que está solo. Deberías levantarte y ofrecerle una buena disculpa ¿sí?

Una vez más mostraba cara de perro mojado, como si estuviera a punto de llorar, manipulando finalmente a su hermana que no puede evitar avergonzarse de sus palabras con una inminente expresión de arrepentimiento.

Shinobu le hizo caso con un notorio carmín invadiendo sus mejillas. De esta manera al levantarse —de la forma más tímida posible por haberse sentado justo delante de él— le hizo una reverencia y expresó sus disculpas con un tono bastante bajo.

Nunca tuvo una buena visión de Sanemi, como casi todos los de la organización, pero no se veía en el derecho de criticarlo si ello conllevaba la tristeza o hasta furia de su hermana.

—Casi te me sientas arriba mío, qué horror.

—¡Cá-cállate, no tengo miedo de sentarme arriba tuyo igual! —su tono sonaba visiblemente más apagado por parte de la mirada de Kanae.

—Estás muy chiquita para esas acciones y, Shinazugawa, ese tipo de cosas no se le dice a una dama.

Ambos sintieron como si la luna cayera sobre ellos por la mirada totalmente furiosa de aquella mujer que hasta mostraba una dulce sonrisa con el fin de ocultar sus intenciones.

Esa fue la primera vez que Sanemi se sintió culpable por las simples palabras de aquella, aunque solo chasqueó la lengua e hizo de cuenta como si nada hubiese pasado.

De alguna forma su orgullo siempre lo llevaba a sitios que no deseaba explorar.

Rápidamente pudo sentir como dos cálidas manos lo sostenían, animándolo a levantarse del suelo. Estas no eran ni más ni menos que de Shinobu y Kanae, quienes lo estaban invitando a pasar noche buena con ellas.

Por un momento Sanemi tuvo cierta similitud entre esa situación y una de sus navidades en familia. Cuando él no quería armar el arbol de Navidad porque había tratado mal a Genya y no conocía la manera de disculparse. En ese entonces tanto Genya como su madre le sonrieron y tomaron su mano, ambos deseando festejar juntos. Pequeño y triste recuerdo que lo hizo avanzar mientras ellas charlaban acerca de lo que se comería.

Shinobu soltó su mano cuanto antes. A diferencia de ella, Kanae lo sostuvo, disfrutando del calor que esta le ofrecía.

Aún pensaba que su calor era como el de su madre, por eso se le hacía cómodo, pero lo ocultaba con una mirada algo baja, como si se encontrara perdido.

Esta sería la primera navidad que pasaría en "familia" y no estaba del todo seguro de si quería que fuese así, porque conocía que era alguien muy propenso a tener malos recuerdos al estar rodeado de gente que lo hacían pensar que era querido.

—Shinazugawa, ¿está todo bien? —esa voz lo quitó de su trance y tuvo que disponerse a ofrecerle la mirada—. Sé que debe ser complicado pasar esta noche con chicas que ni siquiera conoces lo suficiente, pero nosotros dos sí nos conocemos, asi que no tengas vergüenza, aquí estoy para ti.

Shinobu ya no se encontraba cerca, al parecer ya estaban en frente de la Finca Mariposa porque habían unas niñas espiando el ambiente. Sanemi se encontraba con esa joven de menor estatura en frente suyo, observándolo con ojos llenos de un cariño que ya ni siquiera sabía si era normal en una amiga... No, no eran amigos como tal.

Ella tenía esa mirada adolorida que se notaba cuanto se preocupaba por él hasta el punto de que acariciaba sus grandes manos con esa característica tranquilidad. Estaba corrompida por pensar en que no sería capaz de hacer ni un mínimo feliz al hombre en frente suyo, después de todo, él hasta con lo más pequeño la hacía sonreír como niña pequeña o calmarse hasta el punto de que se relajaba, recostándose contra su cuerpo.

—Creemos recuerdos inolvidables, esa es la gracia del humano ¿no lo crees? El pasado no nos debe atormentar, más bien, sonriamos con lo que tenemos ahora.

—Eres tan cursi, en serio, ¿qué es lo que pasa por tu mente, Kocho?

—En este momento tú —dijo sin pensarlo dos veces, aunque al momento de darse cuenta un sonrojo apareció en sus mejillas—. Creo que fui demasiado sincera... Vayamos a dentro, tengo un poco de frío.

Las mejillas del muchacho seguían igual de pálidas, pero su corazón se había acelerado bastante, hasta el punto de que casi entorpece entre sus pasos y cae arriba de una de las niñas que espiaban la escena. Él era como tres veces o más grande que esas niñas, de tan solo pensar en que se caía arriba de una lo primero que pasa por su cabeza es que la asfixiaría.

Debía de admitir que en casi todo momento estuvo observando la puerta de la Finca, preparado por si un demonio atacaba. No se podía permitir bajar la guardia. Seguro que esas mierdas ya habrían matado a ciento de familias mientras ellos cenaban en plena calma. Hoy era una noche especial de caza para esos seres, ya que las familias se reunían y disfrutaban para luego ser asesinadas brutalmente...

¿Estaría bien Genya?

—Sumi, pásale el arroz a Sanemi, por favor.

Sanemi ante la simpleza de esa frase, no pudo evitar abrir los ojos con confusión, girándose a su derecha y viendo cómo una niña le ofrecía aquel plato con una tímida sonrisa. Ella se llamaba igual que su hermanita y hasta tenía la misma sonrisa, sin contar que se sentía como estar en un deja vú, ya que esa escena creyó que ya la había vivido, también en navidad.

Todos los recuerdos llegaron a su cabeza de golpe, lo cual hizo que soltara un quejido por lo bajo mientras intentaba alejarse de la mesa. Pero una mano lo detuvo, tocando su hombro varias veces. La que le daba esas palmadas y pedía disculpa por haberlo llamado por su nombre era ni más ni menos que Kanae... No estaba con su familia como por un momento imaginó.

—Me estoy asfixiando por este jodido ambiente —declaró con molestia quitando de manera bruta la mano de la muchacha y dirigiéndose hacia afuera. Pero un grito lo interrumpió.

—¡Lo último que falta es que te vayas de la mesa así como así! Ten más cuidado.

—Ustedes me obligaron a venir, yo no tengo una maldita familia ni la quiero tener asi que no sientan lástima por mí y disfruten sus estupideces antes de que las asesinen a todas.

—Claro... Con razón no tienes a nadie a tu lado y todos se te mueren, porque prefieren un infierno antes que estar contigo. ¡Por eso toda tu vida vas a estar solo! —la furia se subió completamente en boca de Shinobu, quien finalmente se levantaba y dirigía sus pasos hacia aquel hombre—. No das miedo, das asco, eres un desagradecido al cual no puedo entender cómo mi hermana aprecia tanto. Tienes a alguien que te ama y la desprecias así. Eres una basura, hay gente que no tiene la misma oportunidad que tú.

Las lágrimas comenzaron a caer por los ojos de la de hebras violáceas. Lágrimas llenas de furia, una incontrolable que brotaba por ella desde hace tiempo, de esa que oprimía su pecho y la dejaba sin aire en frente de aquel hombre de aspecto escalofriante. Sabía que era cruel desquitarse con alguien por todo el odio en su interior, pero ese hombre se lo merecía.

—Shinobu, ya es suficiente, no tienes que usar esas palabras con Shinazugawa, él no se merece ese tipo de odio que guardas, porque no es un demonio, míralo bien, es un humano que también sufre. —Kanae se acercó hasta su hermana posando sus manos en los hombros de esta y observando con suma serenidad al muchacho allí—. Shinazugawa, sé que esta no es una de las mejores noches para ti y si llega a ser tu primera navidad sin tu familia peor aún, pero solo quería alegrarte un poco, lamento que mis intenciones no se llegasen a ver y pareciera algún tipo de tortura para ti.

—Deja de lamentarte, Kanae, no es como si nosotras no hubiéramos perdido también a nuestros padres, él solo debería ser más amable.

—Cada uno tiene sus respectivas maneras de afrontar la perdida, no deberíamos juzgarlo, asi que no llores y ve a calmar a tus hermanas ¿sí? Todo estará bien, no te desesperes, yo hablaré con Shinazugawa.

Acarició la cabeza de su hermana con ternura, recibiendo un asentimiento de su parte y luego una débil sonrisa, de esas que le pedía solo con una mirada.

"No hay que entristecer a las niñas"

Para cuando Sanemi y Kanae ya estaban fuera de la Finca, ambos compartían el silencio mientras veían los copos de nieve caer. Era una escena realmente nostálgica pensar en que ambos alguna vez estuvieron debajo de esos gélidos copos riendo y divirtiéndose mientras sus madres aplaudían con ánimos... De repente el recuerdo se corrompía y volvía la vez en la que ya su familia estaba muerta, los únicos con vida que se encontraban eran su hermano, en caso de Sanemi, y hermana, en caso de Kanae.

Ambos eligieron diferentes caminos por seguir, el considerado asesino prefería estar solo sin ninguna distracción más que matar a todos los demonios, aunque llegase al punto de perder la cordura por lo satisfactorio que sentía; y esa mujer cálida se encargaba de guiar a su hermana por el mismo camino que ella, lo cual era inaceptable para Sanemi.

—No entiendo qué fue lo que sucedió allí adentro, pero ya déjame ir, Kocho.

—Nadie te está obligando a que te quedes —musitó observándole.

—Literalmente estás presionando mi mano...

Ante aquel recordatorio, la femenina sonrió entorpecida y avergonzada, posando su mano sobre la fría madera, esta vez quedando al lado de la de Sanemi.

—Lo lamento, solo quería ver si deseabas hablar conmigo acerca de lo ocurrido allí dentro. No quise ofenderte con mi invitación para pasar la navidad juntos.

—No es como si me hubieras ofendido, Kocho, pero nunca planee pasar mi navidad en otra circunstancia que no sea en soledad. Eso es todo.

—Yo creo que a las personas le hace mal estar solos, es triste. Como habrás oído, no puedo aguantar ver a alguien que amo sufriendo en soledad y mucho menos si su gran idea era pasar Navidad en frente de una tumba. —Un ligero sonrojo envolvió sus mejillas mientras posaba ambas manos en frente de sus labios y se brindaba aire caliente para relajarse.

El hombre a su lado, al notar que confirmaba aquel hecho, se giró hacia ella, incrédulo de pensar en que eso podría llegar a ser una confesión de amor por su parte. Pero ese sonrojo no lo ayudaba mucho a distinguir lo que realmente intentaba decir. ¿Siquiera estaba lo suficientemente preparada psicológicamente para afrontar lo que conlleva enamorarse siendo unos pilares? Ninguno nunca jamás podría tener una vida normal. Él por su parte no aceptaría nunca que el amor llegue a su corazón.

No, no estaba preparado para perder a esa persona... No estaba preparado para perderla a ella y menos si la ilusionaba con sueños que nunca se harán realidad. No sería capaz en esta vida de darle todo lo que se merece.

—¿Amar? ¿A qué te refieres exactamente?

—Al sentimiento que se demuestra cuando tu corazón está acelerado y tu mente no deja de pensar en que aquella persona es uno de los motivos por los cuales estás estable —comentó con ligereza, tomando la mano del muchacho una vez más y llevándola hacia el pecho del mismo—. ¿Puedes sentirlo?

Esa calidez con la que su mano lo recibía era ya casi indescriptible, no sabía cómo una mujer podía tener las manos tan calientes estando con un clima de seis grados... ¿Ella era tan capaz de ni siquiera temblar a pesar de que los gélidos copos caían sobre sus piernas? ¿O en realidad escondía lo frío que se sentía su cuerpo?

Deseaba abrazarla para sentir por completo la calidez que la invade, estaba tan cansado de dormir todas las noches con frío que por esta vez deseaba relajarse contra ella y dormir, quizás siendo acariciado u oyéndola tararear, tal como le gustaba de niño. Solo quería por un día no sentir la presencia de nadie más que ella, aunque fuese el pedido más estúpido.

La navidad era la peor parte del año para los solitarios como él, porque una vez más los copos caían mientras solo podía reflejar amargura, cuan lobo solitario.

—No siento nada —mintió.

—¿Ni un poco de calor o que se te empieza a acelerar el corazón?

—No.

—Está bien, algunos solo no pueden corresponder.

Al momento en el que intentó alejar su mano y pararse, para recomponerse del exceso de frío, sintió como volvía a ser agarrada. Era como un pequeño niño que le exigía que se quedase a su lado, niño que no acepta sus propios sentimientos.

—¿Quién te dijo que te alejes? Si tanto frío tienes quédate aquí y te prestaré mi haori, es de mala educación dejar a la persona que amas sola en Navidad ¿no es así?

—Nunca dije eso, Shinazugawa, solo buscas que me quede —rió por lo bajo al descubrir el secreto de aquel, para luego volver a sentarse—. Entonces ¿me dejarías recostarme sobre tus piernas o...?

Para cuando Kanae quiso terminar su pregunta, sintió como aquel se relajaba contra sus piernas sin una expresión que dejara ver que en realidad le avergonzaba pensar en que ella podría acostarse sobre las suyas. Solo un mínimo sonrojo había en su rostro como prueba, el cual parecía que era por el frío.

Los gritos pronto se hicieron audibles dentro de la Finca, las que Kanae consideraba como hermanas gritaban por Navidad y se turnaban para abrir sus regalos. De lo calmados que estaban aquellos dos jóvenes, no oyeron como Shinobu abría la puerta ni vieron su sonrisa tras querer desearle una Feliz Navidad a su hermana mayor. Después de todo, la de hebras violáceas al ver la escena solo quedó en silencio mientras fruncía el entrecejo.

—Feliz Navidad, Shinazugawa... Espero que la próxima también la pasemos juntos.

—Sí, feliz Navidad a ti, Kocho, ojalá no te mueras.

—¿Por qué eres tan cruel con las palabras?

—¡Deja de quejarte!

—No me grites...

—Mierda, lo siento.

Shinobu sonrió con cierta burla por la situación, disfrutaba que aquel chico dé los pasos equivocados, pero más disfrutaba ver a su hermana con esa agraciada sonrisa y su dulce mirada hacia Sanemi mientras se daba el lujo de juguetear con sus mechones de cabello mientras él le pedía de la manera más calmada posible que pare... Era simplemente extraño verlo tranquilo, así que con cierta inquietud se quedó espiándolos mientras la luz de la luna se intensificaba.

Los copos de nieve caían con tanta belleza que a veces, todos los que en la Finca se encontraban, solo se perdían entre los miles y miles que habían.

Sanemi ahora se arrepentía de no haberle dado palabras más honestas a su compañera... Ahora difunta compañera, a la que iba a entregarle flores con notoria seriedad en su rostro. Una seriedad que finalmente se transformó en lágrimas al arrodillarse en frente de su tumba mientras la nieve caía como lluvia.

Nadie iba a visitar tumbas en Navidad, ella tenía toda la razón.

—No es justo que me dejes solo en esta fecha... ¿No me amabas? —sus puños se cerraron con fuerza y golpearon el frío suelo que hasta podría congelarlo—. Feliz Navidad, Kanae, ojalá en la próxima vida sea honesto contigo.

Este fue uno de los escritos de los que más me he sentido orgullosa y a su vez dolida, deseaba aumentar un poco más las palabras o hacer que tenga tres partes, pero el final sería el mismo y solo pondría palabras innecesarias. Así que tal como está espero que pueda ser amado por ustedes también, ya que ver los sentimientos que les transmite es el mejor bien para una escritora principiante como yo.

Por cierto, algo tarde, ¿pero ya se han enterado del estreno de la tercera novela ligera de Kimetsu no Yaiba? Esta se trataría mayormente de Sanemi Shinazugawa, mas yo solo llegué a ver el primer capítulo creyendo que nos confirmarían el Sanekana... Qué decepción, igual no hubieran tenido demasiados momentos juntos porque Kanae está muerta y casi ni apareció en el manga. Aún así sería un sueño bonito :')

Si alguno pudo encontrar donde leer esta novela, me haría un gran favor diciéndome, ya que ando perdida en su totalidad.

Con esto me despido, disfruten y quédense en casa o me deberé tomar el papel de decírselos una y otra vez. Ya tienen suficiente con las radios y las noticias advirtiéndoles ¿verdad?

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