28
Taehyung permanecía inmóvil, observando en silencio como el doctor revisaba pacientemente sus exámenes. Había algo en la forma en que el hombre inclinaba la cabeza, en el modo en que sus manos temblaban apenas mientras sostenía las hojas, que le recordaba al señor Ryu. Ese mismo porte sereno, la calma que transmitía sin esfuerzo.
Por un momento, al ver aquel rostro marcado por el tiempo, se sintió en la sala de la casa del señor Ryu y casi pudo escuchar la última conversación que habían tenido…
—Tal como lo imaginaba —La voz del médico rompió el hilo de los pensamientos de Taehyung, que durante un segundo había estado sumido en el pasado. Dirigió su mirada hacia el mayor; él le dedicó una sonrisa cálida—. Los exámenes están en perfecto orden y como lo anticipé, tu movilidad mejoró en pocos días.
»Tu recuperación va de maravilla. No será necesario un seguimiento. Pero si sientes algo fuera de lo normal, no dudes en llamarme.
Taehyung inclinó la cabeza, murmurando un agradecimiento lleno de alivio; era reconfortante saber que estaba fuera de peligro. Antes de abandonar el consultorio hizo una reverencia hacia el mayor.
Afuera, el aire era más ligero. Se permitió sumirse en la sensación de la brisa sobre su piel y antes de comenzar a caminar dejó salir un pequeño suspiro.
A medida que sus pasos se alejaban de la habitación y avanzaban por el pasillo, sus pensamientos lo llevaban a otro lugar… Cada paso resonaba en el suelo como un eco de la decisión que aún no había podido tomar. ¿Debería volver a casa? O... ¿debería continuar en aquel lugar?
Era sofocante la sensación de vacío que le rodeaba; nunca sería una decisión fácil de tomar…
—¡Taehyung! —Resonó la voz de Yúa; rompiendo la bruma que le rodeaba.
Taehyung dirigió su mirada hacia la Efí; ella caminaba en su dirección, avanzaba con paso ligero y una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor. A su lado, una niña de no más de seis años, fijó su mirada en él. Ella llevaba su cabello oscuro atado en una pequeña coleta y sus ojos avellana tan profundos como la tierra mojada, lo observaban como si intentaran descifrar algo que sólo ella veía.
Taehyung sonrió, pero antes de que pudiera decir algo, la pequeña habló primero.
—¿Tú eres el eterno? —cuestionó con la inocencia y franqueza que solo los niños poseen. No había miedo en su voz, solo una profunda curiosidad.
—Nari… —murmuró Yúa, casi como una disculpa, mientras la pequeña mantenía su atención fija en él.
—Está bien —respondió Taehyung con suavidad, encontrando en la curiosidad de Nari algo dulce y familiar. Se agachó a su altura, buscando su mirada más de cerca—. Es un placer conocerte, Nari. Yo soy Kim Taehyung. —Extendió su mano hacia ella.
Nari, soltó la mano de Yúa y con una sonrisa tímida tomó la suya. Taehyung miró la unión; la pequeña palma se aferraba a sus dedos con firmeza. Sonrió enternecido. Al elevar su mirada se encontró con Nari escudriñando cada uno de sus detalles, como si tratara de entender por qué todos hablaban de él como si fuera algo extraordinario.
—No pareces diferente a mí. —dijo en voz baja, más para sí misma que para él.
Taehyung rio suavemente, reconociendo la verdad en sus palabras.
—Puede que no lo parezca, pero… —Bajó la voz, dándole un toque de misterio— Si miras con más atención...
Taehyung vio a Nari parpadear sorprendida cuando, de repente, una cola esponjosa con patrones atigrados se asomó juguetonamente sobre su hombro. Los ojos de la niña se iluminaron con una mezcla de asombro y fascinación.
—¡Una cola! —exclamó, su voz cargada de una emoción pura, la clase de alegría que solo un niño podía tener.
Taehyung sonrió satisfecho.
Nari estaba fascinada con su descubrimiento y antes de que pudiera decir algo más, escuchó la voz de Taehyung resonando dentro de su cabeza. “No es lo único que puedo hacer, Nari.”
La pequeña abrió la boca en un gesto de asombro total, mirando primero a Taehyung y luego a Yúa, como si buscara una confirmación.
—Señorita Im… —murmuró Nari, incrédula, mientras sus ojos iban de Taehyung a Yúa— Él me habló... ¡En mi cabeza!
Yúa dejó escapar una risa aterciopelada, contagiada por la dulzura de la pequeña.
—Claro que lo hizo, Nari.
Aún con los ojos bien abiertos, Nari no pudo contener su curiosidad.
—¿En qué estoy pensando ahora, señor Kim?
Taehyung fingió un gesto de duda, tocándose la barbilla dramáticamente.
—Mmm... Veamos... ¿Un tanghulu de uvas, tal vez?
—¡Wa! —gritó Nari emocionada, maravillada por la habilidad de Taehyung.
Yúa, rio suavemente.
—Qué bueno que lo mencionas, Taehyung. Porque parece que Nari había olvidado nuestra misión, ¿no es así, jovencita? —Yúa dejó un pequeño toque en la nariz de Nari.
La menor rio dulcemente.
—Lo siento, señorita Im. —Yúa negó con suavidad. Nari regresó su mirada a Taehyung— ¿Señor Kim, quiere ayudarnos? —Sus ojos brillaban expectantes.
Taehyung asintió, dejando que el cálido momento lo envolviera. Era curioso cómo esa pequeña conversación, esa interacción tan simple, podía desviar sus pensamientos de todo lo que lo preocupaba y darle una sensación de pertenencia, aunque fuera solo por un rato.
—Me encantaría, Nari.
[...]
La cocina estaba perfectamente iluminada, dando una sensación acogedora. Nari, en su pequeño delantal, se movía con una energía contagiosa, preparando las uvas que pronto serían convertidas en Tanghulu. Sus manos pequeñas iban de un lado a otro, con una concentración tan intensa que resultaba adorable.
Taehyung la observaba desde la mesa, con una sonrisa que no podía evitar. Había algo reconfortante en la escena, en cómo la niña llenaba el espacio con su entusiasmo y alegría. La dulzura en el aire, el suave sonido de las uvas siendo pinchadas en los palillos, todo parecía tan lejos del caos que alguna vez lo rodeó.
Yúa estaba al otro lado de la cocina, preparando el azúcar para el caramelo, su rostro relajado mientras revolvía la mezcla con movimientos lentos y precisos. Era agradable formar parte de ese pequeño momento…
—¿Necesitas ayuda? —preguntó Taehyung, levantándose para acercarse a Nari.
La niña levantó la vista hacia él y asintió con suavidad.
—Debemos hacer seis. Uno para ti, uno para Yunho, uno para la señorita Im, uno para papá y dos para mí.
Taehyung asintió, su sonrisa suave.
—Entendido. Seis tanghulu.
Nari siguió trabajando con esmero, y cada movimiento suyo parecía llenarse de significado para Taehyung. Era una niña creciendo en un mundo limitado, pero era feliz. Mientras veía la dedicación en sus pequeñas manos, sintió que ese lugar era mucho más complejo de lo que había imaginado al principio. Cada rincón parecía esconder una historia…
Pronto, su misión había sido completada. Nari, con orgullo, se acercó a la mesa donde Yúa ya había colocado los tanghulu. Con movimientos cuidadosos, la menor repartió los palillos cubiertos de caramelo. El primero lo entregó a Taehyung, sosteniéndolo frente a él con una seriedad adorable.
—Este es para usted, señor Kim.
Taehyung lo tomó, su corazón apretándose levemente ante el gesto.
—Gracias, Nari. —respondió, inclinando un poco la cabeza, como si el simple hecho de recibir ese pequeño dulce fuera un honor.
Luego, Nari llevó uno a Yúa, y antes de que pudiera siquiera morder el suyo, algo la detuvo. Su mirada se iluminó de repente, y sin decir una palabra, salió corriendo de la cocina, su risa se esparció en el aire.
—¡Papá! —gritó emocionada, sus pies resonando en el pasillo— ¡Hicimos tanghulu con la señorita Im!
Taehyung se giró instintivamente hacia la puerta, y lo que vio le sorprendió profundamente. Nari se lanzó a los brazos de Namjoon. Él la tomó con dulzura y dejó un pequeño beso sobre su cabeza. La sonrisa en el rostro de Namjoon era acogedora; por un momento había perdido aquel semblante estoico y reservado con el que Taehyung lo había conocido. Ahora lo veía como un padre, un hombre que, como todos, tenía su lado humano, uno más cálido de lo que había imaginado.
Así que Nari era su hija…
—Hice uno para ti, papá —dijo Nari y Namjoon sonrió con suavidad—. También uno para ti, Yunho. —Se dirigió al Mera que venía junto a su padre.
—Gracias, Nari-ya. Lo aprecio mucho. —dijo Yunho delicadamente. Contrastando con su apariencia, era un hombre alto, de cuerpo bien formado, su piel semejante a la de un cocodrilo y su mirada era realmente penetrante e intimidante…
Namjoon bajó a Nari con suavidad. Ella tomó su mano, llevándolo de vuelta a la mesa.
Namjoon, finalmente, dirigió su mirada hacia Taehyung y lo saludó con un leve asentimiento de cabeza, un gesto que Taehyung devolvió de la misma manera. Las palabras entre ellos no parecían necesarias en ese momento.
—Gracias por cuidarla. —dijo Namjoon en voz baja, dirigiéndose a Yúa. Había algo diferente en su tono, una vulnerabilidad que normalmente mantenía oculta.
—No hay nada que agradecer —Yúa negó con suavidad mientras sonreía—. Me encanta pasar tiempo con Nari.
Namjoon le devolvió una pequeña sonrisa, casi tímida, antes de volver a su habitual reserva.
—Es hora de irnos a nuestra habitación, Nari. —La menor, aún con sus mejillas llenas de caramelo, se levantó de la mesa de inmediato.
—Adiós, señor Kim. Adiós, señorita Im. —Se despidió Nari alegremente, tomando la mano de su padre antes de desaparecer por el pasillo.
Cuando el sonido de sus pasos se desvaneció, Taehyung miró a Yúa; tenía una pregunta sobre sus labios, pero no se atrevía a pronunciarla. Yúa siempre parecía saber lo que estaba pensando…
—Nari, es la razón por la cual estamos aquí. Ella es el corazón de este lugar… —La voz de Yúa era nostálgica, casi melancólica.
—Ya veo —respondió finalmente, su voz, apenas un susurro—. ¿Ella sabe lo que está pasando afuera?
Yúa negó.
—Este lugar es todo lo que conoce. No sabe nada sobre el exterior…
Taehyung sintió una punzada en el pecho. Por un momento, se vio reflejado en Nari: su propia infancia, atrapada en una casa, rodeada solo por los ecos de un mundo exterior del que no formaba parte. El aislamiento, la soledad... Todo le resultaba demasiado familiar.
Yúa pareció notar la pesadumbre en el rostro de Taehyung, y decidió cambiar de tema, sonriendo de nuevo.
—Mañana iremos a la ciudad —le dijo suavemente—. ¿Quieres venir con nosotros?
Taehyung elevó su mirada sorprendido; nunca esperó aquella propuesta en medio de aquella conversación…
—¿Puedo?
—Por supuesto —dijo ella, con una sonrisa en sus labios—. Yo responderé por ti.
El reflejo de Seokjin en el ventanal era la única imagen que se mantenía constante mientras el mundo exterior comenzaba a cambiar con la caída de la noche.
La luz tenue del atardecer apenas alcanzaba a bañar la habitación, creando sombras que se arrastraban por las paredes. Sin embargo, Seokjin no observaba el horizonte; su atención estaba fija en su propio reflejo, perdido en pensamientos que oscilaban entre la anticipación y la incertidumbre.
La imagen que le devolvía el cristal era la de un hombre vestido de manera impecable, pero con una rigidez en sus facciones que denotaba el peso de todo lo que aún no se había desatado. Su plan, el poder que tanto había cultivado, estaba a punto de llegar a su punto culminante.
Una ligera interrupción en el silencio lo sacó de sus pensamientos. Alguien había entrado en su oficina. Su mirada, ahora más aguda, se dirigió de inmediato hacia la entrada. Allí, de pie, estaba Jisu, sonriendo con una expresión traviesa, una botella de champán en una mano y dos copas en la otra.
—Vengo a celebrar —dijo con una ligereza que contrastaba completamente con el ambiente de tensión que lo rodeaba—. El inicio de la última fase de tu plan, por supuesto.
Seokjin la miró con una expresión que pasó de la sorpresa a la confusión. Sus ojos, habitualmente calculadores, se entrecerraron mientras trataba de procesar lo que acababa de oír.
—¿De qué estás hablando? —Su voz fue un susurro cortante, una advertencia latente —Aún faltan varios días para el inicio de la implementación.
Jisu parpadeó, desconcertada.
—¿De qué hablas? Tus unidades partieron hace mucho. Pensé que tú habías dado la orden.
El corazón de Seokjin se encendió en una ráfaga de ira helada. Su mandíbula se tensó, y la intensidad de sus emociones comenzó a filtrarse en sus ojos, que tomaron un brillo plateado apenas perceptible. Dio un paso hacia ella, como una sombra que amenazaba con envolver todo a su paso.
—¿Qué fue lo que dijiste? —Su tono fue más bajo, más peligroso.
Jisu retrocedió ligeramente, sorprendida por el cambio en su voz.
—Tus unidades... ya se fueron. Pensé que tú habías dado el comando…
Sin responderle, Seokjin se giró y salió de la oficina, su mente ya completamente enfocada en la situación. Sus pasos resonaban por los pasillos vacíos, su furia palpable en cada movimiento. No podía permitirse errores; no en este momento, no cuando todo estaba tan cerca de cumplirse.
Llegó al área donde sus unidades deberían estar preparadas. Su mirada recorrió rápidamente el lugar, y el vacío que encontró sólo aumentó su rabia. La ira se instaló completamente en su interior, volviendolo visceral. Sin dudarlo, Seokjin agarró al primer hombre que encontró por el cuello de su uniforme y lo levantó con una fuerza que no parecía natural para su apariencia elegante. Sus ojos, ahora brillando con un resplandor plateado, mostraban el poder que estaba conteniendo con un esfuerzo apenas controlado.
—¿Por qué se fueron las unidades si yo no di la orden? —Su voz era baja, peligrosa, cargada de una amenaza que hacía temblar al hombre que sostenía entre sus manos.
El soldado, aterrorizado, comenzó a balbucear, incapaz de articular una respuesta coherente. Las manos de Seokjin se tensaron más alrededor del uniforme del hombre.
—¡Habla ya, maldito perro! —vociferó, acercando su rostro al del hombre, su voz resonando con un tono profundo y frío—. Tu dueño te está hablando.
El hombre comenzó a temblar de manera violenta, pero antes de que pudiera pronunciar palabra, otra voz, profunda y calmada, resonó detrás de Seokjin.
—Porque yo les di la orden.
Seokjin se detuvo en seco. Giró la cabeza lentamente, aún sosteniendo al hombre, y allí, en la penumbra del umbral, estaba el presidente Hyunjae. Su postura relajada, pero su tono cargado de una autoridad ineludible.
—Oh, parece que cometí un pequeño error —su voz estaba cargada de una ironía cortante—. Pensé que hoy era la fecha acordada.
Seokjin, aún con la mandíbula apretada, soltó lentamente al soldado, dejando que el hombre cayera al suelo con un ruido sordo. Sus ojos no se apartaban del presidente, tratando de leer las intenciones detrás de esa máscara tranquila.
—Ya veo, señor —respondió, intentando mantener la compostura—. Todos cometemos errores.
Hyunjae sonrió, pero era una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—Claro. Luego enmendaré mi error. Ya sabes cómo son estos perros... A veces sólo quieren salir a jugar. Hay que dejarlos disfrutar un poco, ¿no crees?
Seokjin asintió lentamente, aunque en su interior, la desconfianza crecía. Cada palabra del presidente estaba impregnada de algo más, algo que le hacía encender las alertas. La forma en la que se había expresado le hacía sospechar que había más detrás de ese "error".
—Yo me encargo de ellos, muchacho —añadió Hyunjae, dando un paso hacia el interior del espacio. —Sigue con tus responsabilidades.
Seokjin lo observó en silencio, analizando cada palabra, cada gesto. Hyunjae había tomado el control de la situación de una manera tan calculada, tan deliberada, que no le quedó otra opción más que asentir y observar cómo el presidente se retiraba.
Mientras miraba como el mayor se alejaba, Seokjin permaneció en su lugar por unos instantes más, su mente trabajando febrilmente para entender lo que acababa de suceder. Sabía que, por muy poderosa que fuera su posición, no estaba en control total. Y eso lo inquietaba más que cualquier otra cosa.
Sabía que Hyunjae estaba jugando a algo más grande, un juego en el que él aún no conocía todas las reglas.
Taehyung caminaba entre los pasillos del supermercado, sintiéndose extraño en su nueva apariencia. Cada vez que se veía en un reflejo, no podía evitar la sensación de desconexión.
Su pelo caía de manera perfecta sobre su frente, pero ya no había rastros del castaño en él; ahora su color se asemejaba a las hojas que caían durante el otoño. Su piel era decorada con algunas manchas que imitaban las rayas de un tigre. Su rostro también había cambiado, adquiriendo rasgos felinos, afilados y sus ojos los de una fiera… Todo por la promesa que le había hecho a Yúa…
Antes de salir, la Efí le había pedido tres cosas: cambiar su apariencia para que nadie conocido pudiera reconocerlo, no alejarse del grupo y, por sobre todo, no intentar buscar a su familia. Las reglas habían sido claras, y aunque las comprendía, no podía evitar sentirse un poco incómodo con ellas.
Suspiró, recordando la conversación. Sabía que Yúa tenía razón, que lo que le había pedido era para protegerlo, pero el peso de la situación lo oprimía. Estaba allí, en un supermercado, como si fuera un día cualquiera, pero él no era cualquiera. Estaba junto a Yunho y un Mera más…
Los pocos días que había pasado en el refugio le habían mostrado que no solo había Efis allí. También varios Meras permanecían en el sitio; ellos eran los encargados de proteger el lugar.
Mientras recorría los estantes, buscando los suministros que Yúa le había indicado, sentía una sensación extraña sobre su piel; era como si sus instintos estuvieran anunciando algo. El silencio que lo rodeaba le resultaba extraño, pesado, casi como una calma antes de la tormenta…
Trató de no darle demasiada importancia; tal vez aquel ambiente era el resultado de la incomodidad de tener a tres Meras recorriendo el supermercado.
Finalmente, después de llenar el carrito, se dirigieron hacia la caja. Pagaron rápidamente, y mientras cargaban las compras en la camioneta, Yunho rompió el silencio.
—Solo queda ir por Yúa. —El Mera tomó la puerta del maletero y lo cerró.
Taehyung asintió. Yúa se había separado de ellos. Estaba tratando, como tantas otras veces, de convencer a una joven Efí de unirse a ellos. Sabía que esta vez estaba más cerca de lograrlo, pero el proceso le había llevado tiempo.
Taehyung observaba el ajetreo de las calles cuando, de repente, volvió a sentir sobre su piel esa sensación inquietante. Sintió su corazón acelerarse, un mal presentimiento apoderándose de él…
Todo parecía normal, pero algo se sentía diferente, antes de que pudiera entender lo que su cuerpo le estaba diciendo, un grito desgarró el aire.
Taehyung se giró justo a tiempo para ver a unos hombres de negro sacando a rastras a otro individuo de un negocio cercano. Su cuerpo se tensó al instante. Otros gritos se escucharon en la lejanía…
El caos se desató en cuestión de segundos…
Los ojos de Taehyung se abrieron de par en par al comprender lo que estaba pasando… Era Círculo Dorado.
—¡Yúa! —gritó Taehyung, con la respiración entrecortada. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia el lugar donde sabía que ella estaba.
—¡Mierda! Trae el carro. —ordenó Yunho al otro Mera.
El canino subió rápidamente a la camioneta y Yunho corrió tras Taehyung.
Taehyung sentía el calor subir por su cuerpo, la ira arder en sus venas; el caos a su alrededor era abrumador. Varios Efímeros eran tomados sin cuidado, tratados como simples objetos, por aquellos hombres. Sus ojos brillaron en un púrpura y verde intenso, reflejando la furia que trataba de contener. Quería detener lo que estaba sucediendo, quería luchar y salvar a aquellos que estaban siendo arrebatados.
Cuando finalmente llegó a donde estaba Yúa, la encontró en medio de una pelea feroz. Un hombre intentaba someterla, pero ella no era alguien fácil de derribar. Su cuerpo se movía con una precisión sorprendente, esquivando los golpes y devolviéndolos con fuerza.
Cada vez que su puño impactaba en el cuerpo del agresor, Taehyung podía sentir la intensidad de su determinación. Su rodilla se hundió en el abdomen del hombre, haciéndolo retroceder, y con un giro rápido, lo lanzó al suelo, golpeándolo con una patada en la cabeza que lo dejó inconsciente.
Jamás había visto a Yúa así. La imagen de la mujer tranquila y dulce que conocía se desmoronaba frente a la guerrera feroz que ahora tenía delante. Ella claramente no necesitaba su ayuda, así que iría con alguien más. Tenían que actuar rápido…
Pero antes de poder hacer algo, sintió una mano firme en su brazo. Yunho lo había alcanzado. Iba a protestar, pero el Mera lo empujó dentro de la camioneta.
—¡Déjame ir! ¡Necesitan nuestra ayuda! —gritó Taehyung, su cuerpo vibrando con la adrenalina.
—No hay nada que hacer. —replicó el Mera con voz seca.
Taehyung intentó resistirse, pero antes de que pudiera hacer algo más, Yúa fue lanzada dentro de la camioneta por el otro Mera. Taehyung pudo ver la desesperación en su rostro mientras se giraba hacia la puerta, intentando salir nuevamente.
—¡No! ¡No podemos dejarlos! —gritó, lágrimas llenando sus ojos mientras miraba a través de la ventana.
—Mi orden es mantenerte con vida, Im —Yunho miró a Yúa de manera firme—. No permitiré que te pongas en riesgo.
—¡Esto no debería estar pasando! —gritó Yúa, sus lágrimas comenzando a correr por sus mejillas. La frustración y la impotencia recorrían cada fibra de su cuerpo; sus puños se apretaban con fuerza mientras golpeaba el asiento con rabia—. Aún teníamos tiempo… ¡No debería estar pasando!
Taehyung la observó, sintiendo un peso en su pecho. El dolor y la frustración de Yúa resonaban en él.
El vehículo arrancó rápidamente, alejándose del caos Taehyung miró por la ventana. La impotencia de no poder hacer nada comenzaba a consumirlo.
—¿Por qué no nos dejaron ayudar? —preguntó Taehyung, su voz llena de desconcierto.
Junho fijó su mirada en Taehyung.
—Tengo órdenes, Kim. No puedo poner en riesgo lo que Namjoon ha construido durante todo este tiempo —La voz de Junho era pesarosa—. Sé que es cruel irse y no ver hacia atrás, pero quedarnos podía implicar perder lo que ahora tenemos…
Taehyung no quería escuchar, ni entender sus razones. Lo que había pasado, le quemaba por dentro. Sabía que nada volvería a ser igual después de ese día.
El silencio en la camioneta se volvió denso y la ira y la tristeza en el corazón de Taehyung se entrelazaron, formando una opresión que parecía imposible de aliviar.
El sonido de las sirenas se combinaron con los sollozos de Yúa; las patrullas pasaban a toda velocidad junto a ellos. El estridente sonido resonaba cada vez más lejos, perdiéndose en el eco de la ciudad que dejaban atrás…
Que empiece la cacería
"Lo que pasó este día, nunca va a ser perdonado. Tal vez permanecí en silencio durante mucho tiempo. Pero se acabó.
Círculo Dorado, quiso jugar a la cacería conmigo. Me creyó su presa… Quien iba a decir que dos publicaciones serían suficientes para hacerlos mirar hacia acá.
Pues ahora que tengo su atención, por favor, lean detenidamente el siguiente mensaje…
Están muy equivocados al creer que yo soy la presa; por el contrario de lo que pensaron, no estaba escondiéndome de ustedes, estaba acechandolos, les he estado observando bien y ha llegado el momento de verlos caer; señores, yo seré su maldita pesadilla viviente.
El cazador ahora será cazado.
Mis pequeños, preparen sus entrañas y alma para lo que viene".
Sin más por el día de hoy,
Geuneul.
Hola personitas,
Hoy es un día sumamente especial para mí. Hobi es mi bias y estoy escribiendo esto mientras espero su salida del SM. No puedo esperar por ver todo lo que va a compartir a partir de este día. Soy una Hobinista muy feliz.
Además del regreso de Hobi, este día también cumpleaños una persona que adoro, feliz cumple Sara (sé que algún día leeras esto) sos un ser precioso y agradezco al universo tu existencia.
Dicho esto.
Espero estén disfrutando de la historia.
Les dejo una imagen de Nam y Nari
(créditos a la creadora de la imagen / edición por mí)
Apapachen a esta Hobinista feliz ♡
Besos,
🌌Vera
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