Capítulo XIX: Vacía
—Le... ssa...
Una garabato de sonido se hizo escuchar, pero la oyente no pudo entenderlo. Estaba inconsciente, en lo profundo del mundo onírico, así que lo que le llegaba del exterior no era más que un amasijo de estímulos que ella, en su afán por dormir, ignoraba.
No quería regresar al mundo real, los... los párpados le pesaban muchísimo.
—¡Lessa!
Ella respondió con un gruñido, que al final no ayudó, porque quien quiera que la estuviera molestando no dio el brazo a torcer. Los llamados se hicieron más insistentes, cobraron mayor volumen y salieron acompañados de sacudidas en la espalda, no agresivas, pero sí lo suficientemente notorias como para que Lessa fuera despojada del sopor. Uno a uno los movimientos le fruncían ceño, le arrugaban los labios y tensaban sus músculos.
—Lessa —volvió a oír, como un eco difuso—. Tienes que... Lessa... ¡Tienes que...!
—¡Levántate de una maldita vez, Astral!
Se asustó. Aquel último grito la jaló a la fuerza hacia el mundo real. Ya no había voces, no había sensaciones, no había presencias; solo era ella, en el mundo real. La maraña de haces de luz que se metía por la ventana le dio la bienvenida, y al mismo tiempo la obligó a cerrar los ojos para evitar el lagrimeo. Así, uno a uno los recuerdos de lo vivido antes de dormir se turnaron para desfilar frente a ella. Recordó su estadía en la torre de vigilancia, su descenso para hablar con Norian, la ira que sintió al ver que este la ignoraba, y... ¿y qué más? La última imagen en su memoria era la de sí misma caminando por un pasillo.
Y ahora, por alguna razón, despertaba en una cama.
Arrugó el entrecejo a la vez que extendía la mano hacia el frente, anhelando un contacto desconocido, eso que le faltaba. ¿Se había ido a acostar sin darse cuenta? ¿por qué no lo recordaba? ¿cómo se podía olvidar de algo así? Sabía que había estado cansada, pero eso no justificaba que todo después de aquel encuentro con Norian estuviera sumergido en neblina. No tenía sentido. Sus mayores esfuerzos por retroceder sobre sus pasos solo arrojaron imágenes de ella misma dando tumbos por el pasillo.
Tal vez el desgaste físico la había noqueado. Era la opción más factible, pero también la más dolorosa. A Lessa le dolía saberse víctima de la amnesia por segunda vez, sin mencionar que le preocupaba, casi en igual medida. ¿Qué tal si olvidaba todo de nuevo? ¿Qué le daba garantía de que lo único olvidado era la circunstancia en la que se había quedado dormida? Se asustó tanto que, inconscientemente, empezó a caminar de un lado a otro frotándose los brazos entre sí y repitiendo en su cabeza los descubrimientos más importantes.
«Me llamo Lessa Astral, soy soldado. Desperté sin recordar quién era. Mi entrenador se llama Hent Lagger, que mató a a un tal Terrance. Al parecer no hay más vida en el castillo además de mí y...».
—Norian —dijo en voz alta, y se lanzó como un saco a la cama—. Norian...
«El que me salvó del sentiforme».
—Norian...
«El que me consoló en la cocina».
—Norian...
«El que cuidé cuando tenía fiebre».
—Norian, Norian...
«El que lastimé con mis palabras».
—Norian...
«¿Estoy realmente recordando bien mi pasado con él?».
—Norian Archer...
«Él... el chico que... me llamó señorita argeneana».
Señorita argeneana...
Había rehuido de ese término después de recibir no más que desplantes al querer arreglar su relación, pero ya no podía hacer el tema a un lado. Cada letra del «señorita argeneana» le hacía vibrar el pecho, no sabía si por la forma en la que él lo había dicho, por la mención de su gentilicio, o simplemente porque sí. La única certeza era que, en serio, la hacía sentir mal.
Explayada en el colchón, juntó las cejas y rizó los labios, convirtiéndose en presa fácil para la histeria.
¡Estaba harta, triste, cansada! Muchas cosas al mismo tiempo. ¿Qué eran? ¿Amigos o enemigos? ¿Por qué no había nadie y ellos sí? ¿Era un castigo por algo que habían hecho? Pataleó en la cama como niña a mitad de un berrinche, y el cansancio la detuvo antes de que lo siguiera haciendo.
¿Cómo había acabado así? La Lessa de hace tiempo, aunque no disfrutase la situación, creía que con esfuerzo sería posible recuperar la memoria, y no solo eso: también descubrir el paradero de todos los habitantes. Ahora, por el contrario, se sentía más desganada que nunca. La cabeza le pesaba, y su cuerpo, si bien estaba alimentado correctamente, se sentía demasiado débil para salir de la habitación sin otro estímulo además de la monotonía.
Estaba así desde la pelea con Norian, pero...
«Ahora es diferente —pensó, viéndose las manos—, me siento peor que antes: no tengo con qué sostenerme». Sus recuerdos, esperanzas, el propio Norian. Ahora no tenía nada de eso. Ni siquiera una maldita idea de lo que había pasado con los territorios.
La hipótesis de que se debía a un ataque enemigo era una torre sin base desde que Norian le había dicho que Vellania estaba igual que Argenea. En su momento, Lessa no le había creído, pero luego de pasar casi una semana en la torre de vigilancia y no ver ni una señal de movimiento en el reino contrario, entendió que era verdad. No había nadie con ellos.
Recordar sus identidades no iba a resolver el problema, solo los haría sentir miserables, porque habían corrido todo ese tiempo detrás de una misión inútil, una que lo único que podía hacer era lastimarlos al recordarles a sus seres queridos que por alguna razón ya no estaban.
¿Y luego qué? ¿Respirar hasta morir? ¿Mantener en forma sus cuerpos cuando en el interior habían muerto hace mucho? Antes se había sentido estúpida de pensar que estaban muertos y que eran espíritus errantes, pero ahora no le parecía tan loco. Pese a la vibración de su pulso y el silbido de sus respiraciones, por dentro estaba tan podrida y sin fuerzas que se asemejaba más a un cadáver en movimiento. No tenía pasiones, no tenía estímulos.
Se sentía vacía.
No se dio cuenta de que había empezado a llorar hasta que el sabor salado penetró en su boca. Entonces se cubrió con las manos, y solo así dejó fluir los ríos de nostalgia bajo la ilusoria promesa de que después iba a sentirse mejor. Porque, la verdad, ya no se sentía bien: estaba destrozada y sin ánimo, y no fue todo causa del enojo con Norian, sino también porque una parte de ella tenía miedo de descubrir que sus objetivos estuvieron mal planteados desde un inicio. Que ni mil recuerdos de su ayer inalcanzable podrían cambiar su situación.
Era un alma perdida, retazo de cosas feas. Estaba maldita y no servía ni para sentir.
Miró a la ventana, a la decena de metros que la separaban del piso, y se rio. Jamás tendría el valor de hacerlo, era una cobarde.
Al final, se apoyó en el borde, solo a admirar el paisaje. No era bonito, pero sí una buena distracción. Prefería mil veces perder los ojos en extensiones de árboles marchitos a que en sus propias lágrimas. Mientras el viento le secaba el rostro, como dándole caricias, ella se sorbía la nariz y se acomodaba el pelo. Le daba un poco de vergüenza verse en un espejo sin querer y encontrarse así de devastada.
O que peor: que Norian la viera.
Por fortuna, ese último miedo no podía hacerse realidad, ya que el pelirrojo no estaba cerca. Estaba en el bosque, lejos, muy lejos. Lessa lo reconoció porque era lo único de color rojo por sobre un oleaje verde y marrón. Además, se estaba moviendo. Era difícil perderlo de vista, aun para sus ojos llorosos.
¿Podría él verla a ella? Se echó hacia adelante para confirmar, pero no obtuvo demasiado. Detalles como la expresión de Norian eran irreconocibles desde tanta distancia. Se conformó con pensar que no, y regresó a su lugar en la cama. Con suerte podría dormir para olvidarse de lo mal que se sentía.
Justo eso iba a hacer hasta que un ruido la sobresaltó.
—Lessa.
Pero eso no era un ruido.
Se paralizó, lo analizó y abrió los ojos en su máximo.
Eso, en definitiva, era una voz. Voz masculina.
Una voz masculina había dicho su nombre, y no podía ser de Norian porque, número uno, lo había visto en la foresta, y número dos, ahora que la analizaba con más claridad, reconocía en ella un tono dulce muy característico.
Lessa lloró más fuerte, y se volteó.
Como si la imagen hubiera sido un golpe, retrocedió asustada mientras se cubría la boca con las manos, despojada de todo el conocimiento lingüístico que alguna vez hubiera manejado. Solo se quedó ahí, hecha un amasijo de llanto e hipidos que a duras penas pudo pronunciar el nombre de quien tenía enfrente.
—L-Larry...
Creyó que alucinaba, que la falta de contacto con personas la había enloquecido, pero ver cómo el muchacho reaccionaba a su llamamiento esbozando una sonrisa dulce disipó todas su inseguridad. Él tenía que estar ahí, se sentía demasiado real.
Lessa se apresuró a secarse las lágrimas para mantener la compostura y gatear hacia él con la desesperada intención de tocarlo. En cuanto lo hizo, su mano atravesó el abdomen del muchacho como si fuera de humo.
Un grito de pavor se materializó en su garganta, y ahí quedó: no pudo ser proferido porque Larry le tapó la boca. La argeneana zangoloteó para liberarse hasta que el cansancio de no poder luchar contra un ser intangible drenó sus fuerzas. Se limitó a llorar, guarecida en los brazos del recién aparecido, tratando de que al menos una de las mil preguntas que tenía para hacerle tomara forma en el aire sin necesidad de palabras.
¿Qué estaba pasando? ¿En dónde estaban todos? ¿En dónde había estado él? ¿Por qué no podía tocarlo? ¿Por qué brillaba?
Sí, brillaba. Los bordes de su figura refulgían en un envidiable tono dorado, el mismo de las volutas de humo que emanaban las partes de su cuerpo que Lessa intentaba tocar. Parecía estar hecho de luz.
Sin advertencia, las lágrimas se tornaron copiosas, irrefrenables, cómplices de su resuello. La situación sobrepasaba a Lessa, ya que era muy difícil concentrarse en mantener el cuerpo bajo control cuando tantas incoherencias aparecían de repente. Lo único que sabía era que no quería que Larry desapareciera.
Cuando pudo domar parte del frenesí, se quedó estática para transmitirle cuánto disfrutaba de su cercanía.
La reacción de él, contraria a las ilusiones de Lessa, fue alejarse. Cuando ella trató de detenerlo, lo traspasó con la mano.
Lo bueno fue que él entendió el mensaje y atrapó la mano de Lessa con las suyas, preámbulo de una caricia ágil para secarle las lágrimas. La chica, mientras tanto, se sorbió la nariz, ahora sí dispuesta a soltar todas las preguntas que aguardaban impacientes en su interior.
Al ver la intención, Larry le cubrió la boca.
Ella juntó las cejas, con los ojos hechos lagunas saladas de puras señales interrogativas.
—Sé que estás estresada, que no entiendes nada, pero no tengo tiempo de explicarte. Solo tenemos unos minutos antes de que regrese...
—¿R-regresar quién? —inquirió ella tras ser liberada.
—Tienes que seguirme.
—¡L-Larry...!
El llamado salió demasiado tarde, pues el chico ya había salido de la habitación a un paso que a Lessa le costó seguir. Solo después de muchos cruces de pasillos pudo darle alcance, un logro más bien patético si tomaba en cuenta que cuando mucho podía ver sus pies corriendo antes de que se esfumaran detrás de alguna pared.
La arquera aceleró el paso, para nada dispuesta a dejar ir el único gran avance en mucho tiempo. ¡Era Larry!, el chico que tanto ella como Norian habían recordado, y que ahora aparecía de la nada para guiarla por zonas del castillo que no había recorrido aún.
Aun así, se le hicieron familiares.
«He estado aquí antes».
—¡¿A dónde me llevas?!
La contestación fue nula.
—¡Larry! ¡¿A dónde me...?!
Su llegada a un salón gigantesco detuvo el reclamo. Las paredes, al igual que las otras del castillo, lucían grietas y trozos desvaídos de pintura azul. Las baldosas devolvían reflejos quebrados y del techo bajaban escombros, creadoras de nebulosas de polvillo que se levantaban con el roce de los pies de Lessa.
Nada era diferente al resto del castillo, excepto una cosa.
Ignorante del hecho de que ahora estaba en completa soledad, Lessa avanzó hacia un punto de luz visible en el suelo. La causa del reflejo, un objeto pequeño, no era más que un oropel metálico, pero qué tan valioso o mágico pudiese ser no era la razón detrás del acercamiento cada vez más exultado de la chica. Ella sabía qué era; en el fondo, al menos.
Se agachó frente a él y recordó todo.
¡Esto es todo por esta semana! ¿Qué les pareció? ¿Esperaban que Larry apareciera? ¿cuál creen que sea el objeto que encontró Lessa en el salón? Y, más importante, ¿qué creen que pase en el siguiente cap entre Lessa y Norian, ahora que "recordaron todo"?
Solo diré que... a partir de aquí empieza la parte más fuerte de la historia.
Nos leemos la semana que viene.
P.D: La canción de la multimedia combina bien con lo que Lessa siente en este cap, por si la quieren oír :c
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