Estaba dormido, y habría seguido así de no ser por la punzada que sintió en el estómago. Por reflejo, se le contrajeron los músculos, y aquel movimiento involuntario acarreó una segunda punzada más dolorosa que la primera. A esa le siguieron otras, ya un poco más leves. Por las malas descubrió que era la postura la causa de que le doliera tanto. 

Se acomodó, estiró los brazos y abrió los ojos. El dolor había desaparecido, al igual que el sueño. En su lugar quedó una duda importante.

—¿Dónde estoy?

Le salió directamente de la boca, y con justa razón. Estaba en un espacio lúgubre, acaso una habitación, ahora destruida. La cama polvorienta en la que yacía su cuerpo y las mesitas de noche volteadas eran solo un pequeño bocado de la devastación que saltaba a la vista de tan solo hacer una primera inspección superficial. Analizando mejor, salían a relucir las grietas en las paredes, las cortinas rasgadas y el polvillo en el piso, iluminados por una ventana que de bonita no tenía mucho.

«¿Qué es este lugar? —se preguntó, ahora solo en su mente. La falta de certeza lo asustó—. ¿Por qué estoy aquí? ¿qué...?».

Oyó un grito. Grito femenino.

Los ojos se le iluminaron, y por un segundo se vio tentado a preguntar en voz alta si había alguien por ahí. Desistió. Si no sabía qué era ese lugar, mucho menos sabría qué se encontraba más allá del marco sucio de la puerta. Lo más sensato era salir con cuidado, analizar el entorno y ver si encontraba a la autora del alarido.

¿Estaría en problemas?

«Un desastre natural, tal vez...» pensó, casi al mismo tiempo que pisaba fuera del cuarto y se encontraba frente a un pasillo ruinoso. La mayoría de mesas estaban volteadas, los adornos sobre ellas, igual. Por eso el chico tuvo especial cuidado de no pisar nada que advirtiera de su presencia. Había tanto silencio que no le sorprendería que alguien pudiera oír el latido desbocado de su corazón.

Se llevó una mano al pecho, luego al estómago, y sintió duro. Su ropa estaba sucia por un líquido que enrojecía la tela ya de por sí roja. «¿Sangre?» consideró, y de inmediato agitó la cabeza a los lados. No podía consentir ideas que lo asustaran más de lo que ya estaba. La prioridad era encontrar a alguien entre toda esa marea vacía de cuartos destruidos. Alguien que le pudiera dar información.

Si mal no recordaba, el grito había salido del cuarto de enfrente.

Se encaminó hacia allá.

Confiado de que sus pasos habían sido imperceptibles, se asomó por el marco de la puerta, un poquito nada más.

Como sospechaba, había una chica dentro. En su primer vistazo, supo que estaba de espaldas a él; la segunda vez que se asomó, cayó en cuenta de que tenía el cabello azul trenzado sobre la cabeza y un vestido de fiesta hecho trizas. Volvió a mirar y lo confirmó: sí, estaba hecho trizas, sobre todo en la falda.

Se distrajo tanto en eso que no supo en qué momento la joven se percató de su presencia. Cuando fue consciente, ella se había girado, para luego pegar la espalda a la pared y apuntarlo con un pedazo de vidrio.

—¿Quién eres? —le preguntó.

El pelirrojo alzó las manos. Su respuesta no se hizo esperar:

—¿Quién eres tú?

Holaaaa, -c esconde para que no la maten- ¿qué les parecieron estos dos primeros capítulos? ¿se imaginaban que esto iba a pasar? ¡Cuéntenme sus impresiones! Los leo 👀

Yo aún no puedo con la emoción de por fin compartirles esto, a pesar de que sea un poco triste de leer. Ya quiero que avancemos más.

Solo les digo que estén pendientes de todo, no dejen pasar nada -risa malvada-

¡Nos leemos en el siguiente capítulo! ¡Muchas gracias por leer!